La democratización de las migraciones interiores en España

De Carlos Santiago-Caballero

Fuente: Migration Museum.

A lo largo de la historia, la posibilidad de emigrar se convirtió en la única válvula de escape para millones de personas en su búsqueda una vida mejor. Sin embargo, los costes y los riesgos de abandonar su lugar de origen abrían una puerta llena de incertidumbres donde nada garantizaba que el final fuera a ser el esperado.

Aunque la experiencia más reciente fija nuestra memoria colectiva en los movimientos migratorios campo-ciudad de los años sesenta, las migraciones interiores en España alcanzaron ya una gran intensidad a principios del siglo XX (aquí). Las mejoras en el transporte provocadas por la extensión de la red de ferrocarriles y en el movimiento de información gracias al desarrollo de la red telegráfica, redujeron los costes que los emigrantes enfrentaban a la hora de emprender el viaje facilitando las migraciones interiores.

En un trabajo reciente (aquí), explico cómo incluso décadas antes de la implantación generalizada del ferrocarril y el telégrafo, se pudieron observar movimientos migratorios dentro de España que no volverían a alcanzarse hasta varias décadas después. Para estimar el stock de inmigrantes en los principales centros urbanos del país, utilizo el registro civil de matrimonios que entre 1841 y 1870 incluía entre su información el lugar de origen de los contrayentes. A pesar de que los registros de matrimonios ya han sido previamente utilizados en la literatura para estimar movimientos migratorios (aquí), el trabajo lleva a cabo un chequeo de la representatividad de los mismos como estimador del stock de la población general, demostrando su idoneidad para esta tarea.

El siguiente gráfico extraído de dicho estudio, presenta el incremento anual en el stock de migrantes domésticos por 100 habitantes estimado en España entre los distintos años para los que contamos con información fiable. Los resultados muestran que lejos de ser un proceso lineal de incremento sostenido, las migraciones domésticas en España tuvieron un primer auge en la década de 1850 con niveles de movilidad que no volverían a alcanzarse hasta bien entrado el siglo XX.

Fig. 1  Incremento anual en el número de emigrantes por 100 habitantes en España

 

Este hecho es particularmente interesante si tenemos en cuenta que, como ya explicara Alfonso Herranz Loncán en este mismo blog (aquí), el desarrollo generalizado del ferrocarril no llegaría en España hasta la década de 1860. ¿Qué hechos facilitaron que se incrementaran los movimientos interiores con anterioridad? Un estudio reciente del propio Alfonso Herranz Loncán junto con Pilar Nogues-Marco y Nektarios Aslanidis (aquí) demostró que desde la década de 1840 se produjeron importantes mejoras en el transporte terrestre en España que propiciaron no solo que el transporte fuera más rápido, sino también más seguro, favoreciendo al mismo tiempo una disminución en los costes de información. Los autores señalan que esas mejoras fueron particularmente relevantes en la década de 1850, coincidiendo con el incremento en los movimientos interiores detectados en nuestro estudio.

Sin embargo, estas mejoras en el transporte no explicarían por qué esta primera oleada de migraciones interiores no se mantuvo en el tiempo. ¿Qué otros factores pudieron explicar este repentino y por otro lado temporal incremento? La decisión de emigrar no dependía únicamente de los costes de moverse que pudieron reducirse con las mejoras en el transporte terrestre mencionadas anteriormente, sino también de un deterioro de las condiciones de vida en los lugares de origen y la potencial mejora en los destinos. La primera oleada de migraciones interiores coincidió en el tiempo con la crisis de las industrias rurales incapaces de competir con la moderna producción fabril en las ciudades. Al mismo tiempo, la venta de bienes comunes durante la desamortización de Madoz, coincidente también en el tiempo con esta primera oleada, pudo provocar un deterioro en las condiciones de vida de una parte importante del campesinado tal y como sugieren autores como Francisco J. Beltrán Tápia (aquí). El crecimiento de las ciudades, en parte origen de la crisis en las áreas rurales, proporcionó una oportunidad para miles de emigrantes que encontraron en las grandes urbes una puerta de escape. Nuestro estudio apoya estas hipótesis mostrando que la diferencia en la calidad de los empleos en los lugares de origen y destino jugó un papel relevante al explicar los movimientos migratorios. Por otro lado, la existencia de migrantes de una provincia en las ciudades de destino (cadenas migratorias) actuó como una fuerza para atraer emigrantes de esas mismas regiones, mientras que una mayor distancia entre el origen y el destino desincentivó los movimientos.

Como muestra la siguiente figura, Barcelona y particularmente Madrid se convirtieron en los grandes polos de atracción de migrantes domésticos. Incluyendo a las dos ciudades autónomas, en 1840 Madrid era el principal destino de los migrantes de 31 de las provincias, un dominio que permaneció 30 años después cuando se mantuvo como la ciudad preferida por los emigrantes de 30 de las provincias. Cabe no obstante destacar que nuestro estudio no cuenta con información de Bilbao o Cádiz, que probablemente actuaron como polos regionales de atracción de emigrantes de provincias circundantes como fue el caso de Sevilla o Zaragoza. En cualquier caso, el papel predominante de Madrid como principal destino y la creciente importancia de Barcelona aparecen como hechos bien establecidos.

Fig. 2. Principal ciudad de destino de los emigrantes de cada una de las provincias

Los movimientos migratorios también mostraron grandes diferencias si distinguimos entre el género de los migrantes.  La Figura 3 presenta la ratio entre el stock de hombres y de mujeres migrantes en España por 100 habitantes. Los datos muestran que el mayor peso y por ello la mayor movilidad que mostraban los hombres con respecto a las mujeres en 1840 fue desapareciendo con el tiempo. Fue aproximadamente en 1930 cuando el nivel de movilidad femenina alcanzó niveles similares al de la masculina, momento en el que el stock de hombres y mujeres migrantes alcanzó valores similares, un hecho reflejado en la figura por una ratio entre ambos cercana a 1.

Fig. 3. Stock hombres / stock mujeres migrantes por 100 habitantes en España

Sin embargo y como demuestra la Figura 4, la convergencia entre los niveles de movilidad masculina y femenina tampoco fue lineal, ya que el gap entre ambas se redujo más intensamente durante las primeras décadas de nuestro estudio. La creciente movilidad femenina entre 1840 y 1877 está también relacionada con el crecimiento urbano y las oportunidades laborales que las mujeres encontraron en las ciudades, que crecieron particularmente durante estas décadas. Uno de esos nichos fue el servicio doméstico, sector en auge en ciudades como Madrid donde sus trabajadores incrementaron su porcentaje en la población de la ciudad del 10 por ciento en 1846 al 14,3 en 1860. Las mujeres provenientes de zonas rurales no solo encontraron una salida laboral en dicho sector en claro crecimiento, sino que con el paso del tiempo llegaron a desplazar a los hombres del mismo (aquí).

Fig. 4. % anual de reducción del gap (ratio en stock por 100 habitantes) entre hombres y mujeres

Podemos por lo tanto concluir, que ya a mediados del siglo XIX existió en España una primera oleada de migraciones interiores que sin embargo tuvo una duración relativamente corta. La reducción en los costes de transporte e información combinados con las crecientes crisis en el mundo rural y las oportunidades ofrecidas en las ciudades, crearon un marco perfecto para facilitar e incentivar los movimientos interiores. Fue precisamente durante esas primeras décadas en las que la movilidad femenina fue capaz de reducir de una manera más intensa sus diferencias con respecto a la masculina, donde el papel jugado por las nuevas oportunidades laborales en los entornos urbanos posibilitaron una mayor democratización de las de los movimientos migratorios.