En pocas semanas, la guerra en Ucrania ha provocado la mayor crisis de refugiados que ha sufrido Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Según ACNUR, 12 millones de ucranianos (más del 25% de la población) han abandonado sus hogares en poco más de 8 semanas (de mediados de febrero a mediados de abril). Esta oleada de refugiados sorprende por su tamaño y su rapidez. Así, en comparación, en el pico de la crisis de refugiados de 2015-2016, las entradas de demandantes de asilo en Europa alcanzaron alrededor de 1,3 millones en todo un año (ver aquí).
De estos 12 millones de ucranianos, unos 7 millones se han desplazado dentro de las fronteras de Ucrania y unos 5 millones se han refugiado en otros países (ver información detallada y actualizada aquí y aquí). En esta primera fase, los países fronterizos con Ucrania están acogiendo la mayor parte de refugiados, en particular Polonia (2,8 millones), pero también Rumanía, Rusia, Hungría o Moldavia (véase el primer gráfico). Asimismo, poco a poco estamos entrando en una segunda fase con mayores flujos de refugiados desde los países fronterizos hasta otros países de la UE.
Gráfico 1: Refugiados ucranianos en países vecinos
Aunque muchos refugiados regresarán a su país si se alcanza algún tipo de resolución al conflicto, algo que desearíamos que tuviera lugar lo antes posible, crisis similares ocurridas en el pasado muestran que muchos refugiados permanecerán en los países de acogida, por haberse ya integrado o ante las limitadas perspectivas que les ofrece el regreso a Ucrania. En la guerra de los Balcanes, unos 1,8 millones de refugiados volvieron a sus países tras la guerra, pero 1,3 millones (más del 40%) no habían regresado incluso años después de que se acabara el conflicto (ver aquí).
Muchos inmigrantes escogen como destino países donde otros compatriotas ya se han establecido, puesto que, como señala la abundante evidencia que ofrece la economía de la inmigración, esta red les facilita la llegada y la integración. Más de 1,2 millones de ucranianos estaban establecidos en países de la UE antes de estallar el conflicto, en particular en Alemania, Italia y Polonia (véase el segundo gráfico).
Gráfico 2: Stock de inmigrantes ucranianos en Europa (antes de la guerra) (%)
España, un país de acogida de refugiados ucranianos
Antes del conflicto, España era el cuarto país de destino de la inmigración ucraniana en la UE, con el 8% del stock total. En consecuencia, es previsible que España acabe siendo uno de los principales países de destino final de los refugiados de esta guerra.
Más de 51.000 refugiados ucranianos disponen ya de protección temporal en España según el Gobierno español. El número total de llegadas será superior si aumenta el número de salidas de Ucrania y/o de desplazamientos de refugiados a otros países distintos a los limítrofes. La cifra de refugiados que llegarían a España sería superior a los 390.000 si los que ya se encuentran fuera de Ucrania se instalan en los países de la UE en la misma proporción que la diáspora ucraniana ya establecida.
Más del 90% de los refugiados ucranianos son mujeres y niños, según ACNUR. De hecho, el ministro Escrivá calcula que, pronto, más de 100.000 menores ucranianos estarán escolarizados en España.
El tamaño y la rapidez de los flujos trae complejidad a la acogida de los refugiados ucranianos. La respuesta inmediata de instituciones, ONG y del conjunto de la población española a la emergencia humanitaria actual está siendo asombrosa y loable. Pero urge implementar de inmediato medidas para facilitar la integración a medio plazo de los refugiados que se quedarán en España, puesto que experiencias pasadas nos muestran que pueden ser numerosos.
Asimismo, cabe recordar que la buena acogida y solidaridad con los refugiados de los primeros meses puede no durar indefinidamente, y que, con el tiempo, se pueden generar tensiones e incidentes, como ocurriera en Alemania con la crisis de refugiados sirios en 2015-2016. Estos incidentes pueden tener consecuencias políticas, al ser un caldo de cultivo que aprovechen partidos populistas de extrema derecha para generar más división social (como analiza una entrada de este blog aquí).
Políticas de acogida a los refugiados: invertir antes para integrar lo más rápido posible
El colectivo refugiado es muy distinto del de otros inmigrantes que abandonan su país por razones económicas o familiares. Los refugiados y otras personas desplazadas se ven forzados a emigrar, muchas veces sin poder escoger el país de destino, y después de sufrir experiencias traumáticas. Los refugiados necesitan, por lo tanto, atención humanitaria ante todo, y esta incluye a menudo apoyo sanitario y psicológico. Asimismo, su posterior integración puede ser más larga y complicada que para los inmigrantes que habían elegido el país por las oportunidades laborales que les brindaba (ver aquí).
En anteriores crisis de refugiados, se han cometido errores significativos de gestión de los que podemos obtener lecciones en cuanto a los permisos migratorios, las políticas de integración y la localización. La primera clave de política migratoria es que los refugiados obtengan con premura permisos de residencia y acceso a la vivienda, la sanidad y la educación. En este punto, la UE ha respondido de manera rápida y eficaz en la actual crisis, desplegando por primera vez la Directiva de Protección Temporal para los refugiados ucranianos. Esta directiva permite a los refugiados ucranianos la libre circulación durante un año, extensible a un año más, y da derecho a trabajar, a percibir ayudas sociales, y acceso a la sanidad y la educación. Normalmente, los demandantes de asilo tardan meses o años en tener reconocido su estatus y/o el derecho de trabajar, etc. Queda solo asegurar que los procesos administrativos necesarios para acceder a esta protección sean rápidos y eficientes para proveerla efectivamente.
La segunda clave es un acompañamiento temprano para la inserción en el mercado laboral. Es probable que un refugiado desplazado de manera abrupta no pueda empezar a trabajar recién llegado. Pero un itinerario de inserción temprano permite identificar las dificultades a las que se enfrentará y dirigir los esfuerzos para solucionarlos, ya sea mediante el aprendizaje de la lengua del país de acogida, la formación necesaria o la homologación de los estudios ya adquiridos. El aprendizaje de la lengua del país de destino es un factor clave para una integración exitosa de cualquier inmigrante, pero invertir en este aprendizaje será más factible si el inmigrante tiene la seguridad de que podrá continuar en el país.
La tercera clave para la integración de los refugiados es que cuente con libertad a la hora de elegir dónde establecerse dentro del país. Esta libertad ha de permitir que residan en los lugares donde ya se han arraigado los compatriotas de la diáspora ucraniana, lo que facilitará la integración, o donde crean que hay más oportunidades de progresar económicamente. Ejemplos de migraciones forzadas pasadas, como la acontecida en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, muestran que los inmigrantes que fueron obligados a asentarse en áreas rurales tardaron más en integrarse, y que no se alcanzó una integración completa hasta la siguiente generación.
En resumen, para conseguir una integración exitosa de los refugiados es necesario diseñar unas políticas adecuadas, invertir los recursos necesarios desde su llegada e involucrar a toda la sociedad en el proceso de acogida. Una tarea compleja para un país como España, que, si bien ha integrado de manera satisfactoria a un gran número de inmigrantes en las últimas décadas, tiene poca experiencia en la acogida masiva de refugiados.