Esta es una versión traducida de la entrada publicada originalmente en su página web.
Cuando yo tenía treinta y muchos años, teníamos una casita en el sudeste de Francia. Estaba en un pueblo cercano a huertos en que se cultivaban manzanas, peras y melocotones. En el pueblo había una báscula para registrar la cantidad de fruta que llevaban los camiones que transportaban la fruta.
Nos recuerdo a mi hijo y a mí un día observando las operaciones de pesaje. Él estaba fascinado por los magníficos melocotones y por la maravillosas tareas mecánicas. Yo estaba orgulloso de poder proporcionarle una lección de gran valor, un encuentro de primera mano con el trabajo humano, en toda su nobleza.
Al final de la operación, como era natural, preguntamos adónde iban todos aquellos melocotones. Yo esperaba con gran interés una respuesta que fuera un digno colofón de esta maravillosa experiencia moral.
"Los quemamos", dijo el granjero.
Mi hijo y yo atisbamos el significado de la maldad en estado puro.
Resulta que la Unión Europea tiene un sistema de mantenimiento de precios. Cuando el precio de la fruta alcanza un cierto valor mínimo, el exceso de oferta es cuidadosamente recogido, transportado, pesado, inspeccionado y quemado. El Gobierno (es decir, nosotros) paga a los agricultores por los melocotones quemados según la tarifa vigente.
Nos dijeron que los inspectores eran severos, que sólo aceptaban las frutas de mejor aspecto para su incineración. Estaban muy alerta con respecto a la posibilidad de un fraude, no querían que los agricultores se beneficiaran recogiendo fruta de segunda a fin de obtener más subsidios. Los consumidores no habrían aceptado esa fruta peor. De otro modo, la hubieran tenido que pagar de su propio bolsillo. Pero los burócratas que incineran esa fruta la pagan con dinero de otros. Tienen pocos incentivos para controlar la calidad de los melocotones. Sin embargo estos inspectores en particular eran leales y concienzudos. Sólo se quemaban los mejores melocotones.
En la década de 1970, los economistas franceses que trabajaban en la teoría del equilibrio con precios fijos estaban preocupados por los sistemas de racionamiento manipulables ¿Cómo asignar la oferta a la demanda cuando la regulación de precios impide que ambas se igualen? Es necesario crear un esquema de racionamiento que no sea manipulable, pero a la vez hay que preocuparse por la eficiencia, porque existe una disyuntiva ("trade-off"). El racionamiento aleatorio no es manipulable pero es ineficiente. Asignar bienes escasos según la disposición marginal a pagar (DMP) que manifiestan las personas es eficiente si su declaración es veraz, pero es manipulable si los consumidores exageran su DMP.
El esquema de racionamiento de la Unión Europea era ineficiente y manipulable, porque obligaba a los contribuyentes a comprar el exceso de la oferta con respecto a la demanda para destruirlo –un total despilfarro de recursos– y porque la oferta podía incrementarse artificialmente manipulando la calidad.
Tengo otra historia sobre la quema de fruta. Una gran empresa francesa había vendido trenes a Argentina, un país que en ese momento andaba corto de divisas. En vez de decirle a los argentinos que eso no era culpa de Francia, los genios del Gobierno francés aceptaron el pago en especie. Y ese pago en especie se hizo en manzanas. Probablemente el Gobierno hizo una transferencia al fabricante de trenes y se quedó con las manzanas. Lamentablemente, este enorme choque de oferta infligido sobre el mercado de manzanas hundió los precios por debajo del precio mínimo de la política agraria común, por lo que la mayoría de las manzanas obtenidas por la venta de los trenes fue incinerada. El Gobierno francés bien podría haber comprado los trenes para después hundirlos en el océano.
Pero cada uno tiene su karma, o su némesis, y la némesis de todo regulador o político es una institución del crimen organizado llamada Camorra. Todo economista debería leer el libro de Roberto Saviano. Es un tratado que describe una de las organizaciones más eficientes de la Tierra. También recomiendo encarecidamente la película, que supera con creces cualquiera que sea su película de terror favorita, simplemente, porque es una historia real.
La Camorra no renuncia a ninguna ganancia comercial derivada de la regulación estatal. Este es su modelo de negocio: descubren cualquier oportunidad de arbitraje creada por el Gobierno y la explotan. Esto se aplica igualmente a regulaciones buenas y malas, a la Camorra le da igual. Pero si es una mala regulación, esto hace que su trabajo sea más fácil. Pueden esperar más cooperación futura.
Debo confesar mi felicidad al leer en la página 306 de la traducción francesa de "Gomorra" que, al menos en Campania, los funcionarios quemadores de melocotones encontraron su karma. Al parecer, la fruta ya no se quemaba sino que se enterraba (tal vez para paliar el calentamiento global) y la Camorra diseñó una argucia por la cual enterraba basura en lugar de fruta. Estos delincuentes percibían los subsidios destinados a enterrar la fruta y a la vez crearon una red de distribución para que esa fruta llegara a los consumidores, a un precio presumiblemente por debajo del mínimo establecido por la UE.
La Camorra había logrado aniquilar la política de la UE por la cual la fruta debía ser destruida. En su lugar, debido a las actividades delictivas de la Camorra, la fruta se comía. Se la comía la gente.
Junto a las plataformas estilo Uber, la Camorra es una institución que reduce considerablemente el margen de maniobra para la regulación económica y la tributación. Su existencia debería reconocerse en cualquier ejercicio de evaluación de políticas económicas.
Por ejemplo, se habla de eliminar las transacciones en efectivo en la zona del euro. Oficialmente el objetivo es luchar contra el lavado de dinero. De hecho, el fin último es eliminar la economía sumergida, que está floreciendo debido a la tendencia secular al aumento de los impuestos y de la cantidad de regulación. Si el efectivo desapareciera, muchas de esas transacciones deberían efectuarse de manera legal y muchas más probablemente no se realizarían en absoluto por haber dejado de ser rentables. El PIB contabilizado aumentaría pero el PIB real caería.
Pero esta medida es probable que simplemente no funcionase, debido a que el sector privado terminaría por encontrar un medio de pago alternativo. Aunque se habla mucho del bitcoin, la Camorra está en una posición inmejorable para convertirse en el banco central de la nueva moneda. Si el BCE eliminara el efectivo, la Camorra tendría enormes incentivos para introducir una nueva moneda, por ejemplo para preservar sus operaciones comerciales. Es lo suficientemente creíble para imponerla como moneda de curso legal de facto, por su capacidad de utilizar medios violentos contra otros medios de pago alternativos. Pero, dado que la violencia tiene un coste, es probable que además hiciera que su moneda fuera la más atractiva mediante el mantenimiento de un objetivo de estabilidad de precios, manteniendo su oferta monetaria en línea con el volumen de transacciones. Una política inflacionaria sería dañina para ella misma, pues por su naturaleza necesita mantener grandes cantidades de efectivo.
Hay 2 comentarios
Muchas gracias!
Una reflexión muy buena y fantásticamente bien explicada para no expertos como yo.
Un gusto de lectura.
Excelente artículo, nos da una visión amplia, de las cosas que deben cambiar y la existencia de la eficiencia en las organizaciones criminales.
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