En este blog ya hemos hablado en varias ocasiones sobre la violencia de género y sus determinantes (aquí, aquí y aquí). Hoy quería compartir con nuestros lectores algunos resultados interesantes de un trabajo reciente con Nuria Rodríguez, en el que nos preguntamos si existe una correlación entre la igualdad de género en un país y la incidencia de la violencia doméstica. Para medir la prevalencia de este tipo de violencia entre países, usamos los datos de una encuesta de 2012 en la que se entrevistó a 42.000 mujeres de 18 a 74 años en los 28 países de la Unión Europea.
Para medir la igualdad de género, usamos el “índice de igualdad de género” (Gender Gap Index) del Foro Económico Mundial (aquí), que resume las brechas de género en las áreas de la economía, la salud, la educación y la política en cada país. Se trata de un número de 0 a 1, donde el 1 representaría una situación igualitaria. Como pueden ver en la Figura 1, según este índice los países más igualitarios en Europa son Finlandia y Suecia, y los menos, Chipre, Malta y Hungría (¡seguidos de Italia!). España está bastante arriba, justo por debajo de Dinamarca.
Figura 1. Índice de igualdad de género en la UE-28
Para medir la incidencia de la violencia de género, usamos una serie de preguntas en la encuesta, que piden a cada mujer que diga si su pareja o expareja le ha infligido (en algún momento/en los últimos 12 meses) cada uno de una serie de actos de violencia física: empujones, bofetadas, puñetazos, cortes, quemaduras, etc. Incluimos un total de 10 acciones violentas específicas. Un 21% de las entrevistadas dicen haber sufrido alguna de estas formas de violencia en algún momento desde los 15 años (12% en España), y un 4% durante el último año (2% en España).
En primer lugar, correlacionamos nuestra medida de igualdad de género con la fracción de mujeres que dicen haber sufrido violencia doméstica desde los 15 años (Figura 2). Como ven, la correlación es positiva: en los países más igualitarios, más mujeres declaran haber sufrido violencia. La diferencia va de un 15% aproximadamente en los países menos igualitarios, hasta un 30% en los más igualitarios. Cuando usamos la fracción de mujeres que dicen haber sufrido violencia durante los últimos 12 meses, la correlación se vuelve casi nula (Figura 3), para niveles de violencia que oscilan entre el 2 y el 8%.
Figura 2. El índice de igualdad de género y la incidencia de la violencia doméstica (desde los 15 años), UE-28
Figura 3. El índice de igualdad de género y la incidencia de la violencia de género (últimos 12 meses), UE-28
Quizá todos estén pensando que estas correlaciones pueden estar capturando que en países más igualitarios, las mujeres tienen una mayor propensión a responder con sinceridad a este tipo de preguntas, mientras que en ciertos países las mujeres pueden tener miedo de verbalizar o compartir sus experiencias de violencia. Por suerte, la propia encuesta nos proporciona una herramienta para medir (al menos en parte) este tipo de sesgo.
Al final de cada entrevista, las entrevistadoras entregan a cada mujer una hoja de papel y un sobre. Les dicen: ahora saldré de la habitación, por favor responde a las preguntas en el papel, mételo en el sobre, y ciérralo. Una de las preguntas en esta sección "confidencial" de la encuesta es: “¿Has sufrido violencia por parte de tu pareja o expareja?” Con la respuesta a esta pregunta “confidencial”, podemos detectar casos de mujeres que respondieron que no a las preguntas detalladas de la entrevistadora, pero que pusieron “sí” en la pregunta confidencial. A la proporción de mujeres en un país que se comportó así la llamamos la tendencia a “under-report” (“sub-declarar”) haber sufrido violencia. La Figura 4 muestra que, como sospechábamos, hay más “under-reporting” en países menos igualitarios (la correlación sigue siendo negativa y significativa si excluimos el outlier).
Figura 4. El índice de igualdad de género y la proporción de mujeres que “sub-declaran” violencia doméstica, UE-28
Entonces, ¿la igualdad de género lleva asociada menor violencia doméstica, o más? Otra dificultad de comparar países entre sí es que estos difieren en muchos factores: el nivel de renta, las instituciones, las normas sociales, etc. Para seguir aproximándonos a nuestra pregunta, lo que hacemos a continuación es estudiar a mujeres que viven en el mismo país, pero que tienen origen inmigrante, y correlacionamos nuestra medida de igualdad de género en el país de nacimiento de sus padres con sus respuestas a las preguntas sobre victimización. Ahora tenemos datos de mujeres procedentes de 41 países de origen diferentes, algunos de ellos en desarrollo, y de todos los continentes.
En primer lugar, observamos que el porcentaje de mujeres que declara haber sido víctima de violencia es ligeramente mayor entre las mujeres de origen inmigrante. En segundo lugar, una vez que comparamos a mujeres inmigrantes (o segunda generación) que viven en el mismo país europeo, no existe correlación entre su tendencia a “sub-declarar” haber sufrido violencia, y el índice de igualdad de género en el país de origen. Pero si comparamos la fracción que declara haber sido víctimas de violencia doméstica (física, en los últimos 12 meses), ahora sí que detectamos una correlación negativa: mujeres procedentes de países más igualitarios declaran niveles más bajos de violencia. Esta correlación se mantiene cuando comparamos a mujeres de edades y niveles educativos parecidos (así como otras características individuales), y también cuando comparamos países de origen con niveles de renta (y otras variables agregadas) similares.
Estos resultados sugieren que las mujeres (inmigrantes) que proceden de países menos igualitarios tienen un mayor riesgo de victimización. Sin embargo, no nos dicen por qué. La respuesta podría hallarse en factores de tipo cultural. En la encuesta no observamos el país de origen (u otras características) de las parejas de estas mujeres, lo que podría ayudarnos a entender mejor los mecanismos.
En cualquier caso, dado que más de una de cada cinco mujeres europeas declara haber sufrido violencia física por parte de su pareja o expareja, se trata sin duda de un problema social de primer orden, que merece seguir recibiendo atención desde la investigación y desde las políticas públicas.