Hiperinflación y Populismos: Alemania 1923

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De Gregori Galofré-Vilà

Una vez parece que las vacunas para el Covid-19 podrán contener la epidemia en los próximos meses, el debate se mueve hacia cómo retomar el crecimiento económico. Un punto de tensión en el seno de la Unión Europea es la política monetaria y los llamados Coronabonos (títulos de deuda común europea) (aquí, aquí y aquí). En los últimos años, Alemania ha liderado la Unión Europea y sus instituciones con una política monetaria estricta y conservadora, y es que, casi un siglo después, Alemania sigue marcada por la traumática experiencia de la hiperinflación de 1923. En enero de 1923, un dólar estadounidense valía 17,000 Marcos, 24,000 Marcos en abril y 353,000 Marcos en julio. Para noviembre, un dólar valía 2,193,600,000,000 Marcos y 4,200,000,000,000 Marcos en diciembre. 1923 fue el año en que los alemanes transportaban maletas y carretillas llenas de dinero para ir a la compra y el dinero pasó de ser un instrumento financiero a un juguete de niños. Desde entonces, para evitar el colapso económico, los alemanes han situado la estabilidad de precios en el primer lugar de sus prioridades económicas.

A pesar de que los orígenes y las consecuencias económicas de la hiperinflación alemana, ligados a los acuerdos tomados en Versalles al finalizar la Primera Guerra Mundial, son bien conocidos (aquí y aquí), hay poca claridad sobre su legado político. Dada la frágil base empírica sobre la que se ha sostenido esta cuestión, parece curioso que importantes medios de comunicación, como The Economist, se hayan lanzado a argumentar en repetidas ocasiones que "la hiperinflación creó un clima político propicio para el ascenso de Adolf Hitler" (aquí, aquí, aquí y aquí). De hecho, este planteamiento es el que enseñamos a nuestros estudiantes de grado en Economía si utilizamos el libro de Acemoglu, Laibson y List, Economics, quienes argumentan que la hiperinflación "preparó el escenario para el ascenso del partido nazi" (aquí). Contrarios a este punto de vista, Krugman defiende que “No, la hiperinflación de 1923 no llevó a Hitler al poder; fue la deflación y la depresión de Brüning” (aquí) e historiadores como Feldman sostienen que, a lo sumo, "su conexión con los acontecimientos que rodearon la desaparición de la República y el triunfo del nazismo son complicados e indirectos" (aquí)

Este debate plantea, al menos, dos preguntas importantes: ¿fue la hiperinflación un factor clave para el surgimiento del Nazismo diez años más tarde? Y si no fue así, ¿por qué repetimos una y otra vez el mantra de que fue la hiperinflación? En un reciente estudio (aquí) reviso estas preguntas explorando las consecuencias políticas y sociales de la hiperinflación en más de 500 ciudades alemanas ligando un índice de precios con frecuencia mensual a las siete elecciones federales que tuvieron lugar entre 1924 y 1933, controlando por características locales de las ciudades como ubicación, religión, empleo y otros efectos fijos. En ninguno de los más de 700 modelos que utilizo, ya sea en niveles o diferencias, puedo encontrar evidencia de que la hiperinflación impulsase la suerte política de los Nazis. Como muestro a continuación, una simple comparación visual de los precios y el voto Nazi en 1933 ya traza una conexión muy débil, incluso negativa. A pesar de la falta de conexión, en el artículo expongo una narrativa donde la hiperinflación aparece como un punto importante de debate en las elecciones de 1932 y 1933, cuando el Partido Social Demócrata y el Partido Comunista advertían al electorado del peligro de crear nueva inflación si los Nazis llegaban al poder. Esta falta de conexión no quiere decir que la hiperinflación no tuviera un efecto muy pernicioso sobre la sociedad alemana de los años 20, sino que, simplemente, el sufrimiento generado por la hiperinflación no estaba conectado con el electorado que votó a Hitler diez años más tarde.

La segunda pregunta es mucho más difícil de contestar. Un reciente estudio argumenta que muchos alemanes tienen serias dificultades para distinguir entre la hiperinflación y la Gran Depresión, y aparentemente piensan en los dos eventos como si fueran el mismo (aquí). Es decir, la mitad de los alemanes piensan en la Gran Depresión como un período de alta inflación, mientras que menos del 5% sabe que fue, de hecho, un período de deflación. Curiosamente, los alemanes con mayor nivel educativo tienen una mayor probabilidad de sostener esta falacia. En este sentido, los autores de esta investigación muestran que los libros de texto utilizados en la educación secundaria alemana apuntan a la hiperinflación como un factor clave para el surgimiento del Nazismo.

Así pues, si los temores a la inflación que vemos hoy día son, de hecho, históricamente atribuidos a un período de deflación, esto nos lleva a un buen número de paradojas en la historia. Como investigué en otro artículo (aquí y aquí) resulta irónico que el canciller Heinrich Brüning, quien insistió en evitar cualquier movimiento hacia la inflación por los recuerdos de la hiperinflación, llevase a Alemania hacia la deflación y la austeridad entre 1930 y 1932, y finalmente hacia el Tercer Reich. Un paralelismo similar se puede establecer con las políticas de austeridad aplicadas en 2007/2008, cuando Ángela Merkel y la Troika fueron reacios a comprar deuda pública, con el conocido impacto desastroso en las economías del sur de Europa que  abrieron las puertas a nuevas oleadas de populismo y al Brexit (aquí y aquí).

También llama la atención el olvido de las consecuencias de la hiperinflación. Con un plan de estabilidad monetaria generoso por parte de los poderes Aliados, para el otoño de 1924, la inflación no era ya un problema para la economía alemana. De hecho, entre 1924 y 1928 (antes de la llegada de la Gran Depresión), Alemania creció a una tasa media anual del 5% y solamente los partidos de la izquierda ganaron popularidad en las elecciones de 1924 y 1928. Nuevas investigaciones (aquí, aquí y aquí) también muestran que, aunque todas las clases se empobrecieron durante la hiperinflación, fueron los inversores extranjeros y las clases rentistas las que perdieron más (perdieron todo su capital cuando éste, denominado en Marcos, paso a no valer nada). De hecho, los salarios de las clases trabajadores se pudieron ajustar en mayor o menor grado a las subidas de precios. De forma similar, parece ya olvidado que la hiperinflación supuso acabar con toda la deuda denominada en moneda alemana, incluida la deuda pública, proporcionando a Alemania un nuevo comienzo en 1924 (aquí, aquí y aquí). Por contra, en 1924, Gran Bretaña y Francia estaban sentados en una enorme montaña de deudas derivadas de la Primera Guerra Mundial. Paradójicamente, desde entonces, Alemania ha mostrado una negativa feroz a comprar deuda pública. Muchos historiadores también se sorprenden del ruido generado por la hiperinflación alemana (aquí). Al terminar la Primera Guerra Mundial, encontramos altas inflaciones en Gran Bretaña y Francia. Asimismo, los precios en Austria llegaron a estar 14,000 veces por encima de su nivel de preguerra, 23,000 veces en Hungría, 2,500,000 veces en Polonia y 4,000 millones de veces en Rusia.

Como he intentado sintetizar en esta entrada, es un desafío dilucidar en qué casos y en qué medida los paralelismos históricos son significativos y relevantes para la toma de decisiones de los líderes políticos actuales. No obstante, pocos episodios del pasado europeo tienen tanta influencia en nuestro tiempo reciente (la crisis de 2007-2008 y las políticas diseñadas para superarlo), y nuestro inminente futuro (la salida de la crisis pandémica Covid-19), como la hiperinflación de 1923. En este sentido, en la medida que la hiperinflación alemana pueda ayudar a orientar nuestros esfuerzos actuales, deberíamos tomar lecciones muy diferentes de las que se han dado por sentadas en el pasado: ni el impacto político de la hiperinflación alemana de 1923 fue tan perverso como se pensaba en la vertiente política, ni su impacto económico y social fue tan nefasto y uniforme.

Hay 3 comentarios
  • Gregori, enhorabuena por el artículo, por las evidencias y por la entrada. Fantástico!!!! En la Pablo de Olavide de Sevilla (Historia Económica, Doble Grado Derecho y ADE) hace tiempo que hablamos de la importancia de la deflación (y su relación con el patrón oro) más que de la hiperinflación para explicar el ascenso del nazismo.
    https://www.globalhisco.com/2017/11/hiperinflacion-o-deflacion-en-alemania.html#more
    Con tu permiso te añado como referencia obligada para nuestros estudiantes.

    • Hola Fernando, Muchas gracias por compartir y por la referencia! No sé si ya lo conoces, pero el libro de Straumann (1931: Debt, Crisis, and the Rise of Hitler) es muy recomendable también. Un abrazo!

  • Muy buena la entrada. Pone en relieve un ejemplo de manual de manipulación de la Historia con fines políticos. Porque sería ingenuo pensar que esto es un "error" inocente. Con esta eficaz excusa del nazismo y la hiperinflación, Merkel defendió la austeridad y el castigo a los países derrochadores del sur de Europa.
    En realidad, como sucedió hace 100 años, simplemente estaba defendiendo los intereses de los rentistas y los inversores alemanes.
    El euro y la Unión están ahora mismo en una posición insostenible: o se avanza hacia la unión fiscal o se vuelve a las monedas nacionales, pero así no se puede continuar.

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