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“Go North, Young Man”: La movilidad como respuesta al cambio climático

por Klaus Desmet

Nota del editor: Nos enteramos de que uno de los candidatos al premio Vanguardia de la Ciencia es un artículo de economía, que además trata de un problema crucial para el futuro de la humanidad, así que pedimos a uno de sus autores que nos lo contara por estas página. Y, ya saben, si les parece interesante, la página de votaciones (este premio lo deciden los lectores) donde además se pueden ver descripciones de los otros trabajos, también muy interesantes, está aquí.

climateEl año pasado la National Geographic publicó un mapa muy llamativo, enseñándonos cómo quedaría la tierra si todo el hielo se fundiera: muchas de las grandes ciudades costeras, como Nueva York, Mumbai o Ámsterdam, desaparecerían bajo las aguas de los océanos. El cambio climático también podrá provocar que millones de personas en las zonas tropicales del planeta pierdan sus medios de vida por la caída en los rendimientos de sus cultivos. Pero aunque muchas regiones del mundo se enfrentarán a un panorama desolador, otras no saldrán tan perjudicadas: la subida de las temperaturas permitirá doblar la producción agrícola en Siberia en el próximo siglo; el deshielo hará que el Pasaje del Nordeste, la ruta de transporte a través del árctico, quede abierto durante el año entero, algo beneficioso para países como China, que se refiere a ello como el Arctic Golden Waterway; y los funcionarios comunitarios podrán ir a la playa de Bruselas.

Ante el reto del cambio climático, los responsables políticos se han centrado sobre todo en dos estrategias. Una es llegar a acuerdos para reducir las emisiones de carbono para así frenar el calentamiento global. Otra es utilizar la tecnología para mitigar el efecto negativo del cambio climático. Holanda, con un 21% de su población viviendo por debajo del nivel del mar, lleva siglos desarrollando tecnologías para protegerse contra las inundaciones frecuentes.

Pero si unos ganan y otros pierden, quizá exista una tercera estrategia: adaptarnos al calentamiento global cambiando la distribución geográfica de la producción. Existen dos formas de cambiar la geografía económica: a través del comercio o a través de la migración. Si algunas zonas del centro de España pierden la posibilidad de cultivar uvas, quizá el sur de Suecia podrá tomar nuestro lugar. No hay nada nuevo en que el clima afecta la ventaja comparativa de los lugares. Durante el período cálido medieval, entre los siglos IX y XIV, cuando las temperaturas eran unos 2º centígrados más altas que hoy, Inglaterra exportaba vino a Francia. Y si la subida de las temperaturas hace que perdamos ciertas actividades, otras tomarán el relevo. No olvidemos que en el último censo de Estados Unidos, la ciudad que más creció entre 2000 y 2010 fue Las Vegas, un lugar aparentemente inhóspito en medio del desierto. La “mala” noticia es que quizá al final tendremos que llamar al Adelson de turno.

El calentamiento global no sólo afectará a la ventaja comparativa, sino también a la ventaja absoluta de los lugares, por lo que incluso con el bálsamo del comercio, algunas zonas ganarán y otras perderán. Si la movilidad de los bienes ayuda, pero no es suficiente, la migración es la otra salida. Volviendo al ejemplo del período cálido medieval, las suaves temperaturas permitieron la colonización de Islandia, Groenlandia y las costas de Terra Nova por los vikingos. En tiempos más recientes, el Dust Bowl, causado por un período de sequía severa en las grandes llanuras de Norteamérica en los años 30 del siglo XX, provocó el desplazamiento de 2,5 millones de personas desde los estados como Oklahoma hacia California, recordando más de medio siglo después la famosa frase de Horace Greeley “Go West, young man”.

En un estudio, junto con Esteban Rossi-Hansberg, analizamos cómo la movilidad de los bienes (a través del comercio) y de las personas (a través de la migración) podría ayudar a adaptarnos al calentamiento de la tierra. Proponemos un modelo económico de crecimiento con una geografía compleja que incluye los conocimientos de la ciencia del clima. Después de calibrar el modelo, analizamos el impacto cuantitativo del calentamiento global sobre el bienestar y sobre la distribución de la población y de la actividad económica.

Empezamos el análisis en un mundo “ideal” sin costes de movilidad, con libre comercio y libre migración. En comparación con una situación sin cambio climático, encontramos que el calentamiento global de entre 4ºC y 8ºC en los próximos dos siglos previsto por el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), empujaría la producción unos 1.000 kilómetros hacia el norte, más o menos la distancia entre Madrid y París, entre Mumbai y Nueva Delhi, o entre Kansas City y Winnipeg. Más importante es que el efecto sobre el bienestar económico sería insignificante. Aunque la productividad agrícola disminuyera en algunos lugares, aumentaría en otros. El “Go North, young man” habrá sustituido al “Go West, young man” de hace dos siglos, y la población de Winnipeg, Manitoba, habrá crecido. En un mundo donde todo circula libremente, nuestro resultado indica que los dos márgenes de ajuste – el comercio y la migración – serían suficientes para eliminar el coste económico del cambio climático. Como afirmó el antropólogo Brian Fagan en su libro The Great Warming sobre el período cálido medieval, “The only protection against such disasters was movement”.

¿Pero es tan fácil la migración a gran escala entre los países? Mirando hacia el pasado, la distribución geográfica de la población ha cambiado enormemente en los últimos dos siglos: las Américas han pasado de representar 3% de la población mundial en el año 1800 a 14% en el año 2000, mientras que la cuota de Europa ha bajado de 21% a 12% en el mismo período. Obviamente el pasado no tiene porque ser un buen predictor del futuro. En los últimos 200 años la población mundial se ha multiplicado por seis. En una tierra con 7.000 millones de habitantes, quizá quedan pocos sitios donde ir. Los datos de G-Econ de la Universidad de Yale lo desmienten: un 70% de la población vive en sólo un 10% de la superficie de la tierra. En el caso del PIB la concentración geográfica es aún mayor: un 90% del PIB mundial se produce en un 10% de la tierra.

Aunque esos números hacen pensar que una reorganización de la población mundial hacia zonas más templadas es posible, no implica que sea factible. Aparte de las existentes restricciones legales, las grandes migraciones pueden causar conflictos y guerras. Por ello, en el mismo estudio analizamos qué ocurriría si restringiéramos la migración. En un primer ejercicio introducimos una frontera en la latitud 45, haciendo imposible la migración entre el sur y el norte. En este caso, el consumo medio bajaría sólo un 0,3% en términos de valor presente, pero la diferencia entre el norte y el sur aumentaría en 4 puntos porcentuales. En escenarios de cambio climático algo más extremos, el consumo medio podría bajar un 3%, y la brecha entre norte y sur se ampliaría en más de 10 puntos porcentuales. Aunque estos efectos pueden seguir pareciendo más bien pequeños, en comparación con los modelos estándares del cambio climático, que suelen ignorar los temas de movilidad, no lo son. Nordhaus, por ejemplo, encuentra que si todos los países implementaran las medidas más ambiciosas para frenar el cambio climático, el consumo aumentaría un 0,35%.

Si en vez de considerar la introducción de una frontera entre el norte y el sur, fuéramos al extremo de no permitir nada de migración, los efectos serían mucho más dramáticos. Si en los próximos dos siglos mantuviéramos la distribución actual de la población mundial inalterada, encontramos que las latitudes más al norte podrían ganar hasta un 50% en consumo, mientras que las zonas ecuatoriales podrían perder más de un 30%.

Estos resultados sugieren que el impacto económico del cambio climático dependerá de forma crucial del grado de movilidad de bienes y personas. Es obvio que las presiones migratorias aumentarán considerablemente, y que el comercio jugará un papel importante en nuestra adaptación al brave new world que nos espera. Esto no quita la necesidad de seguir trabajando en las estrategias existentes para reducir las emisiones – de hecho, nuestro estudio encuentra efectos muy beneficiosos de la introducción de altos impuestos sobre el carbono – pero implica que el debate sobre el cambio climático tendría que ser, por lo menos en parte, un debate sobre migración y comercio.