Almudena Sevilla (Catedrática de Economía Pública de University College London,) Jorge Sainz (URJC y University of Bath), Miriam Marcen (Universidad de Zaragoza) e Ismael Sanz (URJC)
1. Introducción
Anna Campbell[1], la pionera historiadora de la educación en el medievo y profesora de la que hoy es la Universidad de Rutgers, señaló ya en 1931 que ‘la peste negra’ del siglo XIV afectó a la educación a través de cambios de quién y cómo se accedía a los niveles preuniversitarios, abriendo la educación a un mayor número de estudiantes de orígenes más diversos. Estas transformaciones, impactaron posteriormente en los grandes centros del saber del momento, Oxbridge, París o Salamanca y abrieron la puerta al cambio de creación del conocimiento que dio lugar al renacimiento, la modernización y desacralización de la administración y la puesta en marcha del modelo científico que seguimos empleando.
Ahora nos enfrentamos a una irrupción semejante en el sistema, pero con signo contrario, polarizando la desigualdad en la adquisición del conocimiento. Aquí, en España, los esfuerzos por equiparar la experiencia de aprendizaje a distancia, a pesar de las ayudas que están ofreciendo colegios y AAPP a las familias de menor renta a través de mejores materiales y apoyo tecnológico, es poco probable que detenga esas crecientes divergencias educativas. En una situación como la actual hay pocas alternativas, si es que existe alguna, que sean tan eficaces como la reapertura de las escuelas para revertir estas diferencias.
2. Los riesgos para la salud de la reapertura de los centros educativos
Sin ánimo de entrar en el debate epidemiológico del que no somos expertos, las últimas publicaciones han tenido una amplia difusión en los medios señalan que la incidencia de la COVID-19 en los más jóvenes es significativamente menor que en los adultos, con una menor gravedad tanto los síntomas como en las secuelas de la enfermedad, los niños desempeñan un pequeño papel en la propagación del virus y que la creación de grupos burbuja es eficaz para reducir los contagios[2][3][4][5][6]. En resumen, y como señala la revisión de la literatura realizada por Ludvigsson, niños y niñas no son los principales propagadores de la epidemia[7]. Sin embargo, no podemos obviar peligro latente; la posibilidad de que muchos de los infectados en ese grupo de edad sean asintomáticos, puede afectar a la transmisión entre las familias y los profesores de la enfermedad.
Esta es la mayor preocupación que existe en las autoridades sanitarias y educativas en cuanto al impacto qué puede tener la reapertura de los colegios. Se teme que una apertura temprana pueda acelerar los contagios y dificultar el control de la pandemia y se toma como base el caso de Israel, donde distintos brotes[8] y las críticas a la apertura de los colegios, como la de Paul Krugman, que tuiteó[9] el gráfico adjunto, han tenido una importante difusión mediática y efecto en los padres.
No obstante, si se amplía el análisis al resto de países del mundo, se puede comprobar que no existe una relación clara entre la apertura de los centros educativos y los casos de COVID-19. En la mayoría de los países que abrieron sus centros educativos antes del verano, el número de casos de Coronavirus se mantenido estable como muestra el gráfico del Center for Global Development.
Aun así, y como señala un reciente informe del Institute for Fiscal Studies[10], del que es co-autora también Almudena Sevilla, menos del 40% consideraban que la salud de sus hijos era el principal problema para su retorno a la aulas. Igual de interesante es el dato de que aquellas familias con una mayor renta son las que en mayor proporción han enviado a sus hijos de vuelta a las aulas. Esto se puede deber a diversos factores como colegios con más medios para evitar contagios, mayor acceso a información sobre la incidencia de la enfermedad o un mayor coste de oportunidad laboral para los progenitores de cuidar a los niños.
3. El incremento en la desigualdad en el aprendizaje de los alumnos como resultado del cierre de los centros educativos
En dos posts anteriores (aquí y aquí) analizamos con detalle el problema que supone en términos de ganancias futuras la pérdida de clases. Un reciente estudio de la Brookins Institution estimaba esa pérdida en términos de PISA en 16 puntos de aprendizaje para los estudiantes de 15 años, aumentando la proporción de estudiantes que no adquieren un nivel mínimo de competencia del 40 al 50 por ciento (ver figura) y que unos 7 millones de estudiantes tienen probabilidades de abandonar la escuela, siendo peores los efectos para las niñas y los grupos vulnerables y marginados.
Las Universidades de Harvard y Brown han elaborado una serie de indicadores sobre la situación socio-económica de EEUU tras la irrupción de la COVID-19 (Chetty et al., 2020). Para educación el resultado clave es el progreso del estudiante, definido como el número de insignias obtenidos cada semana por los alumnos en el programa digital de matemáticas Zearn, en relación con el período previo a la aparición del Coronavirus. Zearn es un programa digital de matemáticas en EEUU que muchas escuelas continuaron empleando después del cierre de los centros educativos provocado por la COVID-19. El progreso de los alumnos en EEUU que asisten a centros educativos de códigos postales que se sitúan en el cuartil más bajo de renta disminuyó en un 60%. Por el contrario, la caída del progreso de los alumnos de centros educativos en códigos postales con ingresos en el cuartil superior fue mucho más limitada, del 20%.
Otra forma de medir los efectos sobre la desigualdad de los cierres de escuelas inducidos por la pandemia es la propuesta por el Profesor de Brandeis University, Joshua Goodman. Goodman et al. (2020) han analizado las búsquedas en Google de recursos educativos en línea antes y después de que se cerraran los centros educativos. Se trata de recursos centrados en la escuela como plataformas que los centros utilizan para proporcionar instrucción, asignar trabajo o comunicarse con los estudiantes o recursos de aprendizaje complementarios. La aparición de la COVID-19 provocó un gran aumento en la demanda de recursos de aprendizaje en línea. Para abril de 2020, la intensidad de búsqueda en EEUU de recursos de aprendizaje en línea se había duplicado en relación con la línea de base.
La pandemia también amplió sustancialmente las brechas socioeconómicas en la búsqueda de recursos de aprendizaje en línea. La intensidad de la búsqueda aumentó sustancialmente más en áreas con un estatus socioeconómico por encima de la mediana (medido por los ingresos del hogar, la educación de los padres y el acceso a ordenadores e Internet) que en áreas con un estatus socioeconómico por debajo de la mediana. La intensidad de búsqueda de recursos educativos online aumenta en un 15 por ciento por cada $ 10,000 adicionales en el ingreso familiar promedio.
El hecho de que la búsqueda de recursos centrados en la escuela aumente más en las áreas de altos ingresos sugiere que los centros educativos de esas áreas están utilizando más plataformas digitales o/y que los padres de esas áreas se involucren con dichas plataformas en mayor medida.
La educación en línea perjudica al grupo de estudiantes rezagados que son precisamente los que más necesitan el apoyo y el refuerzo de los docentes en el aula. Heppen et al. (2017), analizan los resultados en la recuperación de Álgebra durante el verano de estudiantes de 17 escuelas de secundaria de Chicago. Una vez que se presentaron a las primeras clases, se les asignó aleatoriamente a un formato online o presencial. Los estudiantes en los cursos online obtuvieron un resultado en las pruebas de fin de curso de un 20% de la desviación estándar por debajo que los alumnos en las clases presenciales y con una menor probabilidad de aprobar el curso: 66% frente al 78 %.
4. El impacto del cierre de los centros en el mercado de trabajo.
Por lo tanto, el problema no es sí se deben abrir los colegios, sino cómo hacerlo para que haya en entorno seguro para estudiantes, familias y profesores. Los beneficios de abrir los coles para la economía incluyen también a la capacidad de acumulación de conocimiento para el crecimiento de la economía, la incorporación de los padres al mercado de trabajo depende de que sus hijos vayan al colegio para poder acudir a sus empleos. La última oleada de la Encuesta de Condiciones Laborales, 2017, señalaba que el 25% de los trabajadores españoles tenía dificultades para conciliar su vida familiar y laboral.
Al hilo de la pandemia autores como Bayham y Fenichel[11] analizaron el efecto del cierre de escuelas en los trabajadores sanitarios y el descenso de su asistencia al trabajo por razones familiares y su efecto sobre la mortalidad de la población, obteniendo la conclusión de que el cierre de los colegios causaba más fallecimientos que los que trataba de evitar dadas las tasas de transmisión infantil, sin tener en cuenta otros factores que se detectaron en países que sufrieron el ébola, donde se incrementó la violencia doméstica o el trabajo infantil. Además, hay evidencia de que la mortalidad y la morbilidad dependen de las condiciones macroeconómicas, y que ambas condiciones y el desempleo involuntario afectan a la salud (Rojas et al., 2020).
Rojas et al. (2020) muestran que haber mantenido los centros educativos abiertos al inicio de la pandemia no hubiera evitado el enorme aumento en la tasa de paro, además del riesgo de salud añadido que hubiera supuesto. Sin embargo, los datos sugieren que mantener el cierre de escuelas más tiempo sí se podría asociar a un mayor desempleo.
Otro estudio de Investigadores del Institute for Fiscal Studies, co-autorizado por Almudena Sevilla analiza el efecto del Coronavirus en la división por género del trabajo pagado y doméstico. El trabajo remunerado de las madres se ha visto más afectado que el de los padres. En 2014/15, el trabajo remunerado de las madres suponía un 80% del de los padres; ahora es del 70%. Las madres están dedicando 4 horas más al día durante el cierre de los centros al cuidado de los niños y las tareas del hogar que sus parejas. Además, tienen un 50% más de interrupciones en sus horas de trabajo remunerado que los padres cuando en 2014/15 se encontraban en una situación similar. Diferencias de género en la asignación del trabajo doméstico que no se explican directamente por las diferencias en las tasas de empleo o los ingresos.
Lídia Farré y Libertad González muestran que en España, por el contrario, la distribución de tareas en el hogar entre hombres y mujeres ha sido durante el confinamiento algo menos desigual. En el 38% de los hogares encuestado, el hombre pasa a ser el principal responsable de la compra. No obstante, las responsabilidades familiares siguen repartiéndose de manera desigual entre hombres y mujeres en nuestro país también con el cierre de los centros educativos y el consiguiente aumento de las tareas del hogar. Las mujeres siguen asumiendo más peso en tareas como la limpieza, ropa, comida y la educación de los niños durante el confinamiento, incluso en familias en las que padre y madre siguen trabajando.
La encuesta dirigida a familias en España por Lídia Farré y Libertad González (2020), muestra también qué tras la declaración del estado de alarma, el 25% de los hombres y el 22% de las mujeres perdieron su trabajo (incluyendo ERTEs). Las tasas de ocupación de la muestra bajan al 67% para los hombres y el 62% para las mujeres. La caída del empleo es del doble entre trabajadores sin estudios universitarios (33%) que entre los titulados universitarios (16%).
5. Conclusión: los riesgos de no abrir los centros, sobre todo el efecto negativo en los alumnos más vulnerables, superan los riesgos de abrirlos.
El Gobierno acordó el 27 de agosto con las Comunidades Autónomas una Declaración de actuaciones coordinadas en Salud Pública frente a la COVID-19 para los centros educativos durante el curso 2020-2021. El documento recoge la necesidad de retomar “de forma prioritaria” la actividad educativa presencial adoptando para ello una serie de medidas de prevención, higiene y promoción de la salud que garanticen la vuelta a las aulas de forma segura. Son 23 medidas y 5 recomendaciones entre las que se encuentran la distancia interpersonal de 1,5 metros; grupos de convivencia estables; la mascarilla obligatoria a partir de los 6 años; la ventilación de las aulas e higiene de manos; coordinación en relación con la vacunación frente a la gripe, o la designación de una persona responsable para los aspectos relacionados con la COVID-19.
Un acuerdo, entre el Ministerio y las Comunidades, siempre es bienvenido por mucho que sea de mínimos. Ahora hay que dedicar tiempo, esfuerzo y recursos para que la vuelta al cole sea lo más segura posible y disminuir la incertidumbre de millones de familias españolas.
Es un acierto reabrir los centros educativos porque los alumnos han progresado menos durante los meses que han permanecido cerrados, un efecto negativo que ha sido aún más intenso en los jóvenes de familias desfavorecidas. El sustancial incremento en el número de profesores anunciado por muchas Comunidades es un buen paso que podrá permitir hacer desdobles, mejorar la atención, y realizar sustituciones. Al bienvenido acuerdo entre el Ministerio y las Comunidades sobre la vuelta al cole le falta, a nuestro juicio, atender a los sectores más vulnerables a través de, por ejemplo, un protocolo sobre las condiciones de trabajo de los docentes de mayor edad y riesgo, o la provisión de educación online esmerada e individualizada a los alumnos más vulnerables de salud y a aquellos que tengan que realizar una cuarenta. No hay que olvidar que países como Corea del Sur, un país de los más exitosos del mundo en la gestión de la COVID-19, ha procedido al cierre de los centros educativos de Seúl hasta el 11 de septiembre. Es decir, que hasta los países en donde la incidencia de la COVID-19 ha sido más baja, con 310 fallecidos y 17.945 casos, han tenido que proceder a cierres temporales de los centros educativos.
En el ámbito más académico, el Ministerio y las Comunidades podrían haber acordado una serie de medidas como la realización de tests de diagnóstico sobre el grado de competencias de los alumnos para calibrar la pérdida que se haya podido producir por el cierre de los centros y saber los estudiantes a los que más haya podido afectar. Como resultado de los tests anteriores se podrían llevar a cabo medidas destinadas a los alumnos que se hayan quedado más rezagados (por falta de acceso a plataformas online o dificultades previas agravadas con el confinamiento). Entre estas medidas, las que están llevando a cabo Reino Unido y Holanda y tienen una robusta evidencia empírica: tutorías a grupos pequeños de alumnos (de 5 estudiantes). Nuestro anterior post mostraba que 12 semanas de tutorías de media hora cada día en grupos de 5 alumnos destinadas al 40% de los alumnos de Primaria, ESO, FP Básica y FP Media tendría un coste de 365 millones de euros y permitiría recuperar gran parte de las competencias no aprendidas por los alumnos en el curso 2019-20 por el confinamiento.
El esfuerzo económico que requiere es importante en un momento en el que la situación de las finanzas públicas no es la mejor, pero el análisis económico sugiere que el coste de no hacer nada sería todavía mayor. La intervención debe venir pronto porque será más ineficiente si se deja pasar el tiempo dada la naturaleza acumulativa de la formación de habilidades: el proceso a través del cual se forman las habilidades es dinámico.
El coste potencial de no abrir los centros educativos para la sociedad y la economía son indiscutibles. Afecta al progreso educativos de los alumnos, al empleo de los padres y al crecimiento económico. Muy importante es el incremento en la desigualdad de oportunidades que generaría mantener los centros cerrados. Pero, por supuesto, la reapertura de los centros debería hacerse de manera responsable para que grupos más vulnerables (como docentes, ciertos alumnos y sus familiares) no se vean perjudicados. Se necesita un consenso político.
[1] Anna Campbell, The Black Death and Men of Learning (New York, New York, USA: Columbia University Press, 1931).
[2] Nicholas G Davies et al., “Age-Dependent Effects in the Transmission and Control of COVID-19 Epidemics,” Nature Medicine 26, no. 8 (2020): 1205–11, https://doi.org/10.1038/s41591-020-0962-9.
[3] Olivia V Swann et al., “Clinical Characteristics of Children and Young People Admitted to Hospital with Covid-19 in United Kingdom: Prospective Multicentre Observational Cohort Study,” BMJ 370 (August 27, 2020): m3249, https://doi.org/10.1136/bmj.m3249.
[4] Benjamin Lee and William V Raszka, “COVID-19 Transmission and Children: The Child Is Not to Blame,” Pediatrics 146, no. 2 (August 1, 2020): e2020004879, https://doi.org/10.1542/peds.2020-004879.
[5] Patrick Davies et al., “Intensive Care Admissions of Children with Paediatric Inflammatory Multisystem Syndrome Temporally Associated with SARS-CoV-2 (PIMS-TS) in the UK: A Multicentre Observational Study,” The Lancet Child & Adolescent Health 4, no. 9 (2020): 669–77, https://doi.org/https://doi.org/10.1016/S2352-4642(20)30215-7.
[6] ST. Joan de Deu Kid Corona, “Are Children Spreaders of the Disease?,” 2020, https://www.sjdhospitalbarcelona.org/es/kidscorona/ninos-ninas-transmisores-enfermedad.
[7] Jonas F Ludvigsson, “Children Are Unlikely to Be the Main Drivers of the COVID-19 Pandemic – A Systematic Review,” Acta Paediatrica 109, no. 8 (August 1, 2020): 1525–30, https://doi.org/10.1111/apa.15371.
[8] Chen Stein-Zamir et al., “A Large COVID-19 Outbreak in a High School 10 Days after Schools’ Reopening, Israel, May 2020,” Eurosurveillance 25, no. 29 (2020): 2001352.
[9] Krugman, Paul, https://twitter.com/paulkrugman/status/1289516593374875650 (2020).
[10] Alison Andrew et al., “September Return to School Offers a Chance to Level the Playing Field,” Institue for Fiscal Studies, 2020, https://www.ifs.org.uk/publications/14980.
[11] Jude Bayham and Eli P Fenichel, “Impact of School Closures for COVID-19 on the US Health-Care Workforce and Net Mortality: A Modelling Study,” The Lancet Public Health 5, no. 5 (2020): e271–78, https://doi.org/https://doi.org/10.1016/S2468-2667(20)30082-7.
Hay 2 comentarios
Estoy de acuerdo en la reapertura. Pero el problema es la aplicación práctica.
La realidad que se de en un colegio público de primaria, en una ciudad pequeña periférica es:
- Los profesores van a empezar sin pruebas hechas
- Ratios altas (25 alumnos por clase en primaria)
- Aulas pequeñas
- No hay extraescolares pero se van a juntar niños después de comer en un espacio cerrado no muy grande para favorecer la conciliación
- No se contempla que en todas las clases hay niños con hermanos en otras clases, al igual que los profesores entran en diferentes aulas y los niños tienen varios profesores en una mañana. Los grupos "burbuja" se cumplen bajo "condiciones ideales" alejadas de la realidad.
- La limpieza (que depende del ayuntamiento) solo en horario de tarde. Por tanto, cuando los niños están en el colegio, no se limpia nada ni una sola vez.
- Los niños van a tomar el almuerzo de media mañana en el aula (con ventanas abiertas, pero sin mascarilla)
- Si un niño tiene que pasar la cuarentena, pero no tiene PCR+ ya tenemos un problema serio de conciliación (y llamar a los abuelos no puede ser una opción). Lo mismo que si un día se levanta con fiebre o mocos.
El problema de fondo creo que está más en la aplicación práctica de la apertura que en si deben reabrir o no.
Con respecto al efecto de la transmision en escuelas.
La comparación con otros paises que hacéis es totalmente vacía:
-¿Con qué medidas abrieron las escuelas otros paises y con qué medidas abrimos nosotros?
Por ejemplo, en el caso de Dinamarca (donde observaron un moderado incremento en la transmisión) las medidas eran más duras que en España.
-¿Con qué nivel de transmisión comunitaria abrieron en otros paises y abren en España?
Somos el país europeo con mayor transmisión comunitaria. Eso significa que empezamos en un número alto de infecciones/día, y que al abrir (simplificando) el R0 (que es approx 1.1, aunque habría que matizar como de util es esta cantidad) subirá por ejemplo a 1.3 (o a 1.2, o a 1.8, no podemos saberlo), lo que nos podría colocar en más de 20000 infecciones día antes de querer darnos cuenta.
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