Estaturas y desigualdad en España

De Antonio D. Cámara y José M. Martínez Carrión

La desigualdad es un concepto complejo al aludir a diferencias sociales o económicas que pueden ser consideradas como injustas y evitables. Comprensiblemente, puede ser aproximada desde muchos ángulos y a través de uno de sus proxys más difundidos durante las últimas tres décadas, la estatura adulta. Este indicador ha demostrado su capacidad de capturar el estado nutricional neto de los individuos o, dicho de otro modo, el balance resultante de distintos inputs y outputs energéticos durante el ciclo de crecimiento. También se ha demostrado su correlación con indicadores clásicos de desarrollo como el crecimiento económico y la distribución de la renta (de estos temas ya se hablo en NeG aquí o aquí). Ciertamente, las aproximaciones antropométricas a la desigualdad no están exentas de dificultades ya que la estatura, aparte de condicionantes ambientales, posee un componente genético y la propiedad estadística de distribuirse normalmente. Por estas razones las diferencias observadas entre individuos e incluso entre distintas poblaciones no son automáticamente interpretables como desigualdades en el campo de la salud nutricional. Con todo, podrá comprobarse en esta breve entrada que promedios de estatura elevados (indicativos de un buen nivel de vida biológico o buen nivel de salud nutricional) son incompatibles con contextos estructurales de desigualdad socioeconómica.

Partimos de la hipótesis de que los contextos históricos de alto estrés ambiental contribuyen al aumento de la desigualdad antropométrica en ausencia o notable carencia de provisiones sociales establecidas oficialmente. En dichos contextos, el estatus socioeconómico condicionaría en mayor medida el acceso a una dieta adecuada en términos cuantitativos y cualitativos y también mediaría en la carga de enfermedad y esfuerzo físico durante la infancia y la adolescencia. Ambos son habitualmente destacados por la auxología como los dos factores principales que influyen en el estado nutricional neto. A este respecto, tanto la historia económica como la historia antropométrica apuntan a dos coyunturas particularmente críticas en el caso español: las décadas centrales del siglo XIX y las décadas centrales del siglo XX (aquí o aquí).

En esta entrada analizamos la evolución de la desigualdad del estado nutricional en el largo plazo a través de una muestra de estaturas masculinas de las ciudades de Elche y Orihuela procedentes del reclutamiento militar por quintas. En total, 98.327 casos de varones de entre 19 y 21 años nacidos entre 1840 y 1964 que fueron medidos entre 1860 y 1984. Con estos datos, apropiadamente estandarizados, estudiamos la evolución de la desigualdad antropométrica usando dos aproximaciones muy sencillas: 1) la comparación entre la media de las estaturas y su dispersión relativa (medida a través del coeficiente de variación; CV, que es el resultado de dividir la media entre la desviación típica, y 2) el análisis de la evolución de la estatura entre distintos grupos sociodemográficos definidos en virtud de la información disponible sobre el nivel de instrucción formal: mozos analfabetos, mozos alfabetizados y mozos cuya ocupación declarada era la de ‘estudiante’, etiqueta que hasta finales del siglo XX ha sido bastante representativa de las élites y las clases medias en España (por ejemplo aquí). Obvia decir que conforme se abordan generaciones más recientes y conforme dichas generaciones experimentan su ciclo de vida en un contexto de mayor movilidad social (por ejemplo mediante la democratización del acceso a los distintos niveles de educación formal), esta aproximación es menos significativa.

Las Figuras 1 y 2 muestran la evolución de la estatura media generacional masculina y del coeficiente de variación de la misma en los municipios estudiados. La primera evidencia, constatada en anteriores trabajos, es el virtual estancamiento de este indicador durante las décadas centrales del siglo XIX. Resulta, al respecto, poco práctico intentar distinguir el efecto de una u otra coyuntura económica puesto que las crisis se fueron sucediendo sin solución de continuidad y afectaron como es lógico a toda o buena parte del ciclo de crecimiento de las cohortes nacidas a lo largo de la segunda mitad de esa centuria. Posteriormente se asiste a un periodo de relativa mejoría durante la primera mitad del siglo XX con una clara excepción: el ciclo regresivo y de estancamiento experimentado entre las cohortes nacidas durante los años 20 y 30. Dicho ciclo ha sido identificado en trabajos recientes con los efectos de la guerra civil y la posguerra si se tiene en cuenta el grado de exposición potencial a esos acontecimientos en edades pre-adultas (aquí).

Figura 1. Estatura media generacional (mm) en Elche y Orihuela. 1840-1964

La desigualdad en las estaturas (CV), por otro lado, se mantuvo relativamente elevada durante la segunda mitad del siglo XIX. Este indicador se redujo bruscamente a finales de ese siglo y se mantuvo constante hasta la década de 1940 cuando la desigualdad en la estatura se incrementó. Aunque  los ciclos de descenso de la estatura no se corresponden estrictamente con aumentos en el CV se debe resaltar que el notable aumento de la estatura generacional que se produjo desde la década de los 40 del siglo XX vino acompañado de un aumento sensible del CV, pero sin llegar a los extremos observados para las generaciones nacidas durante las décadas centrales del siglo XIX.

Figura 2. Evolución intergeneracional de la estatura media y el coeficiente de variación

La Figura 3 muestra la evolución de la estatura media en función de una variable sociodemográfica clásica como es el nivel de instrucción ante la probada correlación de la misma con el estatus socio-económico (las columnas indican como varía el porcentaje de la muestra que corresponde a cada uno de los distintos grupos sociales). Hay varias evidencias interesantes. La primera es la estratificación del estado nutricional en función de un indicador tan sencillo como el utilizado. La segunda es la vigencia de esa estratificación a lo largo de prácticamente todo el periodo analizado. La desigualdad persistió pese a las mejoras del bienestar biológico en el largo plazo. Y la tercera, y tal vez más relevante, es la constatación de que la desigualdad en la distribución de estaturas revelada en el gráfico anterior tiene un correlato social: el estado nutricional de los distintos grupos sociodemográficos analizados diverge en mayor medida en los dos contextos críticos planteados: las décadas centrales del siglo XIX y las décadas centrales del siglo XX. 

Figura 3. Estatura media comparada (mm) de alfabetizados, analfabetos y estudiantes

Los resultados mostrados indican una asociación entre valores muy bajos de estatura media (estado nutricional pobre) y una distribución más heterogénea de la misma, indicativa de mayores niveles de desigualdad. Los valores más altos del coeficiente de variación así como las diferencias más notables en términos socioeducativos se registran en dos contextos de crisis nutricional. Como sabemos, ambos contextos lo son también de pobreza estructural y de desigualdad socioeconómica. A la luz de estos resultados también se puede concluir que la desigualdad en el estado nutricional en los casos estudiados se redujo desde niveles muy altos en la fase previa a la transición nutricional y epidemiológica a niveles moderados en el marco de dichas transiciones. La mejora de la ingesta calórica, un mayor consumo de energía y proteínas (carne y leche, principalmente), y la notable disminución de las infecciones (sobre todo, el descenso de la mortalidad infantil) jugaron un papel decisivo desde comienzos del siglo XX. No obstante, se registra un nuevo aumento de la desigualdad entre las generaciones nacidas a partir de la década de 1940 cuyo ciclo de vida se desarrolló ya parcialmente en la fase avanzada de la transición nutricional.