Durante las últimas décadas, la participación femenina en el mercado laboral ha aumentado dramáticamente, tanto en España como en muchos otros países. También han aumentado las tasas de divorcio. ¿Existe relación entre estas dos tendencias? Un estudio reciente encuentra que sí, pero quizá en una dirección inesperada: la carrera profesional de la mujer parece tener efectos estabilizadores para el matrimonio.
Vayamos por partes. La figura 1 muestra la tasa de empleo de las mujeres, en proporción a la de los hombres, en España y entre 1976 y 2009 (datos de la EPA).
Figura 1. Tasa de empleo, ratio mujeres/hombres, España 1976-2009
Fuente: EPA 1976-2009, elaboración propia.
La tasa ha pasado del 35 al 75%. A finales de los años 70, trabajaba 1 mujer por cada 3 hombres. Ahora, trabajan 3 mujeres por cada 4 hombres. También han tenido lugar importantes cambios en los niveles educativos de hombres y mujeres (figura 2). La proporción de la población con estudios universitarios ha aumentado considerablemente, pero sobre todo entre las mujeres.
Figura 2. Fracción de graduados universitarios, por año de nacimiento y sexo
Fuente: EPA (muestra de mayores de 30 años), elaboración propia.
La figura 3 muestra la tasa de divorcio (número de divorcios anuales por cada 1,000 habitantes). El divorcio es legal en España desde 1981. En 1994, tenían lugar 0.8 divorcios anuales por cada 1,000 habitantes. En 2014, la tasa superaba los 2.1 divorcios por 1,000 habitantes (el pico del 2005 fue por la reforma del “divorcio express”).
Figura 3. Número anual de divorcios por 1,000 habitantes, España 1975-2014
Fuente: INE.
Evidentemente, esta asociación temporal no tiene por qué tener una interpretación causal. Puede que la mayor participación laboral de las mujeres, al mejorar sus opciones fuera del matrimonio, haya aumentado la probabilidad de divorcio. O puede que tasas más altas de divorcio hayan incentivado a muchas mujeres a trabajar. O puede que el aumento en los salarios de las mujeres haya hecho que aumente la participación, y también que aumenten los divorcios. O puede que las dos tendencias no tengan nada que ver.
En su ponencia invitada en el próximo taller sobre Economía de Género organizado por COSME, Claudia Olivetti presentará un trabajo conjunto con Andrew Newman, en el que encuentran que la carrera profesional de las mujeres contribuye a reducir la probabilidad de divorcio. El canal que proponen es que un nivel de ingresos más alto de la mujer permite una mayor flexibilidad en la negociación con la pareja. Podemos pensar que un divorcio tiene lugar cuando, bien los dos esposos están descontentos, o bien uno se quiere separar y el otro no es capaz de “convencerlo” de que se quede. Este “convencer” puede implicar que un miembro de la pareja tenga que “transferir utilidad” al otro de alguna forma. Como bien sabemos los casados, hay muchas formas de “compensar” a la pareja, y no todas implican transferencias monetarias. Sin embargo, si marido y mujer tienen un nivel de ingresos parecido, esto debería facilitar la compensación monetaria (en cualquiera de las dos direcciones), en respuesta a shocks o a cambios en las “oportunidades” fuera del matrimonio.
Tras presentar el modelo teórico, el trabajo mencionado se dedica a estudiar si la evidencia empírica apoya esta predicción. Para ello utilizan una base de datos que observa a unos cientos de parejas casadas durante 20 años. Los resultados son consistentes con la predicción del modelo: las parejas en las que la mujer tiene una mayor participación en el mercado laboral durante el matrimonio tienen probabilidades de divorcio más bajas. De hecho, los autores concluyen que una mujer con carrera profesional reduce la probabilidad de divorcio a la mitad, especialmente cuando el nivel de ingresos es parecido al del marido.
Y lo interesante es que no parece que esto se deba a que estas mujeres tengan relaciones de mayor calidad. La base de datos les permite comparar distintas características de los maridos y de la relación. No parece que las mujeres “con carrera” tengan mejores matrimonios (¡ni peores!), pero sí que consiguen mantenerlos intactos.
Es difícil llevar esta hipótesis a los datos en España, porque necesitaríamos una base de datos a nivel individual que nos permitiera observar el grado de participación en el mercado de trabajo durante el matrimonio (y a ser posible los salarios), y si el matrimonio termina en divorcio o no.
De momento, me conformo con un análisis preliminar a nivel de provincias (más sobre divorcio por provincias en esta entrada reciente). La figura 4 muestra en el eje vertical la tasa de divorcio por 1,000 habitantes para las 52 provincias españolas, en 2010-14. En el eje horizontal aparece el porcentaje de mujeres casadas que trabajaban, según la EPA de 2010 (con edades entre los 25 y los 54 años).
Figura 4. Proporción de mujeres casadas trabajando en 2010 (eje horizontal) y tasa de divorcio en 2010-14 (eje vertical), por provincias.
Fuente: datos procedentes de la EPA de 2010 (edades 25-54) y el INE.
La correlación es básicamente nula: la tasa de divorcio es la misma en provincias donde muchas mujeres casadas trabajan que en provincias con tasas de empleo bajas. La asociación es igualmente baja entre la tasa de divorcio y la fracción de casadas en la población activa, trabajando a tiempo completo, o con un título universitario (como medidas alternativas de implicación en el mercado laboral).
Lo curioso es que, si observamos la misma figura 10 años atrás (participación laboral de casadas en 2000 y tasas de divorcio en 2004), la asociación es positiva y estadísticamente significativa (figura 5).
Figura 5. Proporción de mujeres casadas trabajando en 2000 (eje horizontal) y tasa de divorcio en 2004 (eje vertical), por provincias.
Fuente: datos procedentes de la EPA de 2010 (edades 25-54) y el INE.
Con muchísima prudencia, una hipótesis consistente con estas correlaciones es que los efectos de la carrera profesional de las mujeres sobre la estabilidad del matrimonio estén cambiando (de signo) con el tiempo.
Evidentemente, estas correlaciones simples no son más que eso, asociaciones. Para poder acercarnos a evaluar un posible efecto causal, harían falta mejores datos, que no midieran sólo el empleo en un momento en el tiempo (que puede verse afectado por factores coyunturales), sino el grado de implicación de cada persona en el mercado de trabajo. También haría falta algún tipo de “fuente de variación exógena” en la decisión de las mujeres de invertir en su carrera profesional.
De momento, concluyo citando la última frase de las conclusiones del trabajo mencionado: “Si una mujer casada pregunta si ponerse a trabajar supondrá una amenaza para su matrimonio… probablemente ya sea demasiado tarde. Pero si una mujer joven pregunta si invertir en una carrera profesional podría suponer una amenaza para su matrimonio más adelante, si la alternativa es buscarse un marido rico, “by all means, go for the career!”.