De Leticia Arroyo Abad (CUNY & CEPR), Noel Maurer (GWU) y Omar Wasow (Princeton University)
Mientras que esperamos embarbijados a la vacuna, nos dedicamos a analizar qué pasó en las elecciones estadounidenses del 2020. La pandemia del coronavirus cambió drásticamente la contienda electoral estadounidense. La crisis marcó fuego las campañas electorales: la acción—o inacción—ante esta crisis no pasó desapercibida en los ojos del electorado. Todo se politizó: el uso de barbijos, las medidas de restricción de movilidad y hasta la producción de vacunas. El presidente Trump y sus compatriotas republicanos minimizaron el peligro del virus a lo largo del 2020 a tal punto que desafiaron muchas de las políticas de distanciamiento social. El actual presidente Biden y sus compañeros demócratas no perdieron la oportunidad de recalcar las falencias de la administración de Trump. Y con razón, la desorganización y la desinformación sobre la pandemia fueron una constante durante el 2020. En la práctica, la campaña fue muy distinta, especialmente por parte de los demócratas. Atrás quedaron los días de golpear puertas y de actos mutitudinarios, el coronavirus le dio la bienvenida a la campaña virtual por medio de Zoom y sus sinónimos.
El coronavirus no nos dio respiro. Las muertes llegaron a 230.000 cuando abrieron las urnas la mañana del martes 3 de noviembre. Y las pérdidas de empleo fueron astronómicas, peores que en el primer año de la temida Gran Depresión. La imagen del presidente Trump se mantuvo estable pero la la mayoría del pueblo estadounidense no estaba conforme con su manejo de la crisis sanitaria. Todas estas condiciones apuntarían a una masiva derrota de Trump en estas elecciones, especialmente en las zonas más azotadas por el virus.
Mirando en el espejito retrovisor, sabemos que la gripe española no decidió las elecciones de 1918, pero los votantes hicieron uso del famoso voto castigo en contra de los diputados y los gobernadores. Pero el castigo no fue muy grande, en realidad fue bastante módico (aquí). ¿Se repite la historia en las elecciones bajo el manto del coronavirus? Por ahora notamos dos diferencias importantes. A pesar de la rapidez de la difusión de ambas pandemias, el patrón geográfico fue distinto. En el caso de la gripe española la difusión fue más radial con el epicentro en el noreste y traslandándose con celeridad hacia el resto del país. La pandemia actual afectó a grandes franjas del país llegando al interior del país más tarde (Gráfico 1).
Gráfico 1: Fecha aproximada de llegada del virus por distrito


Pero hay otra differencia sustancial, los municipios más flagelados por el virus quisieron seguir apostando por Trump (Gráfico 2). ¡Nada que ver con lo que pasó en el 1918! Hace un poco más de un siglo, nuestro análisis revela que en los municipios más golpeados por la gripe española, los votantes castigaron a los diputados y a los gobernadores a cargo. Para cuantificar un poco este resultado, nuestra análisis indica que en un municipio con una tasa de mortalidad por el coronarivus promedio, una desviación estándar movió la aguja a favor de Trump tan sólo 0.5 puntos porcentuales (Gráfico 3). Comparado con el desempleo, el pacto del coronavirus es sólo un poco menos importante. Un incremento de una desviación estándar en la tasa de desocupación, es decir de cinco puntos porcentuales, implicó un viraje en contra del presidente Trump de 0.8 puntos porcentuales (Gráfico 4 (a)).
Gráfico 2: Voto decisivo a favor de Trump en las elecciones del 2020
Gráfico 3: Impacto de la tasa de mortalidad por el coronavirus en el porcentaje de votos a favor
El efecto del coronavirus a favor del partido republicano fue similar o mayor en magnitud al impacto de los factores educacionales o étnicos. Teniendo en cuenta la mortalidad por el coronavirus, las condiciones económicas y los efectos fijos estatales, los votantes con títulos universitarios y los votantes afro-americanos expresaron claramente su desaprobación en las urnas. A pesar de toda la tinta digital derramada sobre el viraje de los latinos a favor de Trump, la situación es más compleja. Como uno de los autores bien lo sabe y vive, la comunidad latina es un crisol de nacionalidades. Si miramos con más detenimiento vemos que sólo los cubanos apoyaron a Trump. Ni el voto mexicano ni el centroamericano ni el dominicano fueron decisivo en estas elecciones. En contraste, los asiáticos en las grandes ciudades y suburbios apoyaron a Trump (Gráfico 4). En resumen, el impacto del coronavirus tuvo repercusiones comparables a estos cambios tan publicitados.
Gráfico 4: Determinantes del porcentaje de votos a favor de Trump
¿Cómo podemos explicar este resultado tan enigmático? Puede ser que sea una cuestión endógena: los votantes »trumpistas«, opuestos al distanciamiento social y al uso de mascarillas fueron víctimas de sus conductas imprudentes. Para poder distinguir el efecto del coronavirus, utilizamos la estrategia de variables instrumentales. Los resultados nos dan seguridad de que la relación es realmente causal: las localidades con mayor incidencia del coronavirus renovaron su apoyo a Trump como presidente. Cabe resaltar que el impacto es muy módico. En la jerga estadística, si bien nuestros coeficientes son muy precisos (los errores estándares son pequeñitos), el efecto es pequeño.
Es posible que este curioso efecto del coronavirus sea el resultado de aprendizaje partidario. Si bien los votantes responsabilizaron a los políticos en la pandemia de 1918, las elecciones no fueron partidistas. El manejo de la crisis no cayó en fosas republicanas o demócratas. ¡Vaya contraste con las elecciones del 2020! Es evidente que la pandemia actual fue (es) sumamente partidista. En este sentido, la orientación política pre-existente de los votantes puede que haya jugado un rol clave en castigar o apoyar a los políticos a cargo. La población más "trumpista" habría redoblado su apoyo al presidente a pesar de la creciente ola de muertes. Más aún cuando los demócratas criticaron más a Trump por el mal manejo de la crisis sanitaria. Heersink y coautores (aquí) bautizaron este fenómeno como retrospección partidista.
Hemos encontrado evidencia empírica que corrobora que este fenómeno de retrospección partidista estaba en marcha durante estas elecciones. Basado en entrevistas a lo largo del 2021, un estudio señala que los votantes independientes expresaron (marginalmente) más apoyo a Trump cuando les recordaron la gravedad de la pandemia (aquí). De manera similar, otro estudio muestra que en las elecciones internas del partido democrático, los votantes preferían a Joe Biden, el candidato más seguro, al problemático Bernie Sanders cuando el coronavirus irrumpía en la vecindad (aquí). Esta posibilidad es muy interesante y estamos recolectando datos para testear estas posibilidades más rigurosamente.
En resumen, es probable que el mejor precedente histórico del efecto del coronavirus en el 2020 no sea el caso de la gripe española pero el brote de fiebre amarilla de 1793. Nadie tenía idea que su difusión era por los mosquitos, la etiología de la enfermedad es totalmente desconocida. Es por ello que no es claro que los votantes en 1793 hubieran esperado que el gobierno pudiera lidiar con esta crisis sanitaria. Sin embargo, los miembros de los partidos federalista y republicano se culpaban entre sí por esta crisis. Los votantes en las elecciones subsiguientes no culparon a los políticos a cargo sino que apoyaron a quienes ya preferían con anterioridad.
Es claro que tenemos que hacer más investigación sobre este tema, pero por ahora podemos decir que si bien todas las pandemias son políticas, no todas son iguales. Es posible que cuando la crisis sanitaria se politiza –tal como en el 2020 y en 1793—la rendición de cuentas en materia democrática no funciona de la manera que debería o que esperamos.