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El Gran Agotamiento – Los efectos de la pandemia en el empleo de las madres

Por Cristina Lafuente, Ludo Visschers, Raul Santaeulalia-Llopis y Astrid Ruland.

El sospechoso habitual detrás de las brechas de género en el trabajo son las interrupciones a las carreras de las mujeres. La desigualdad en las trayectorias laborales no sólo repercute contemporáneamente en forma de menos salario y trabajo más precario, sino que acaba creado desigualdades más adelante: las mujeres, de media, siguen teniendo que cotizar más años porque los hombres ara acceder a la jubilación con una pensión más modesta– precisamente por tener trayectorias laborales con más parones. Que no haya discriminación de iure no quita que la haya de facto.

Estas interrupciones, a su vez, están muy ligadas a la fertilidad y a la carga mayor de cuidados que la crianza impone a las madres. Decimos a las madres en particular porque sabemos, gracias a las encuestas del uso del tiempo (ver aquí) que las mujeres dedican (en abrumadora mayoría) muchas más horas semanales a los cuidados y a las tareas domésticas que los hombres. La pandemia de COVID ha puesto a prueba esta tesis: sabemos que las escuelas cerraron, totalmente en primavera de 2020 y parcialmente durante el final del año y hasta entrado 2022. Sin embargo, mientras los ERTE y el teletrabajo mantuvieron la paz durante lo peor de 2020, según los trabajadores volvieron a la oficina o la fábrica las restricciones temporales comenzaron a hacerse relevantes. Un ejemplo es el relanzamiento de la campaña Los niños no se cuidan solos en Navidades de 2021, por el colectivo Malasmadres. La prensa nacional se ha hecho eco de los problemas que presenta tener a los niños en casa cuando los padres tienen que volver a trabajar: ejemplos aquí, aquí. El segundo artículo menciona el libro Que teletrabajen ellos de dos sociólogos de la UAB, que describe a través de entrevistas como el teletrabajo puede convertirse en una trampa para las mujeres: al disolverse los límites físicos entre el trabajo de mercado y doméstico, las mujeres acaban trabajando más horas. En ese trabajo ponen de relevancia algo en principio sorprendente: las más afectadas por este nuevo burnout son mujeres directivas, con buenos puestos de trabajo.

Esto es precisamente lo que nos hemos encontrado cuando hemos abierto el melón de la EPA e investigado el impacto de la pandemia para distintos grupos de mujeres. En particular, nos hemos enfocado aquellas que conviven con su pareja (varón) y tienen hijos pequeños (10 años o menos), comparándolas con mujeres con pareja pero sin hijos de edades similares, y los hombres en cuestión. La idea es que las mujeres con hijos pequeños son más sensibles a las restricciones temporales – tienen que pasar más horas con los peques y eso les impone una carga adicional de cara al trabajo. Si la conciliación existe, no deberíamos ver diferencias en las trayectorias laborales post-covid con mujeres sin hijos (pero con pareja). Y si eso falla, pero la carga doméstica se reparte bien, no deberíamos ver diferencia con sus parejas.

Partimos del hecho de que, desde el punto de vista macro, no se aprecian diferencias en las trayectorias del empleo de mujeres y hombres después de la pandemia. El gráfico 1 refleja las desviaciones sobre la tendencia temporal (como calculamos aquí) por sexo en los diferentes estados del mercado de trabajo: empleado con contrato fijo, empleado con contrato temporal, inactivo y en paro. No hay diferencia apreciable. Esto es algo que se observa en otros países europeos (ver aquí). Las líneas de puntos, tal y como hicimos aquí, representan el número de empleas en ERTE a tiempo completo. No hay diferencias apreciables por sexo en trabajo fijo, incidencia de ERTEs o paro. Los hombres pierden más empleo temporal y su inactivad se mantiene un tanto elevada, pero no parece que las mujeres hayan sufrido más la pandemia.

Gráfico 1: Cambio en porcentaje de la población de cada sexo en cada estado laboral sobre la tendencia 2016-2019

Usando los microdatos de la EPA, podemos identificar a aquellas personas que conviven con sus hijos. Simplemente dividiendo la muestra entre mujeres con y sin hijos (de todas las edades) obtenemos el gráfico 2. Esta vez sí que se aprecia una diferencia en el empleo fijo entre las mujeres sin hijos (que vuelven a la tendencia) y las que tienen hijos. Esta caída es compensada con un poco más de paro y (como discutiremos al final) más trabajo como autónomas.

Gráfico 2: Cambio en porcentaje de la población de cada grupo en cada estado laboral sobre la tendencia 2016-2019

¿Qué está pasando aquí? Nos propusimos ver qué mujeres son las que están perdiendo empleo en 2021, y para ello decidimos enfocarnos en la estabilidad del empleo. Una cosa es perder un contrato temporal y otra distinta perder un empleo fijo, que como sabemos de sobra no es fácil de obtener. Mucho peor si el trabajo perdido era estable y la trabajadora había pasado mucho tiempo en él, lo que es razonable pensar era un buen emparejamiento (match). Perder un buen trabajo con antigüedad tiene consecuencias muy severas para cualquier trabajadora y más cuando se desligan del mercado de trabajo por un tiempo, como puede ser el caso de las mujeres con niños pequeños. Así que investigamos cómo ha evolucionado la experiencia media en años en la empresa (antigüedad) entre padres y madres de hijos pequeños.

Gráfico 3: Antigüedad en años del empleo actual, media

El resultado para España (en contratos fijos) es el gráfico 3. Las madres cada vez tienen mayor en la empresa: hemos pasado de una diferencia con los hombres con hijos de 1.5 años a finales de 2007 a casi paridad a finales de 2019. Esto puede deberse a varios factores, pero sospechamos que las mujeres esperan a tener un contrato fijo antes de tener hijos, y cada vez cuesta más encontrar un empleo estable como han señado varios autores. Las consecuencias son profundas: los trabajos de las madres y los padres son igual de estables, lo que importa en las teorías de negociación en las parejas y el hogar. Las crisis del 2008 (en especial la primera fase) afectó mucho más a los hombres que a las mujeres, lo que puede explicar por qué las antigüedades de las mujeres suben durante la crisis: las mujeres no se pueden permitir dejar el trabajo cuando su pareja está en paro. A medida que mejora el paro masculino, la antigüedad media de los hombres desciende (reflejando las nuevas contrataciones) pero la de las mujeres se mantiene estable. El incremento de las mujeres post 2011 también podría reflejar la no contratación de mujeres. Es decir, refleja la falta de madres con antigüedades bajas. Y aún más interesante, se aprecia una divergencia clara en el periodo post-COVID.

¿Qué parte del mercado es la que ha dictado la evolución en la Gran recesión, y cómo se explica la divergencia en el periodo post-covid? Continuará…