En 2008, siendo dos estudiantes de doctorado que asistían a su primer congreso internacional, conocí a Johan Fourie de la Universidad de Stellenbosch en Sudáfrica. Por aquel entonces el país vivía la organización de la Copa del Mundo de futbol masculino con toda la ilusión, pero también la incertidumbre, de ser el primer país africano en organizar un evento deportivo de gran escala. Todos los ojos estaban puestos en ellos, no solo por la repercusión mediática que esta competición atrae a nivel global, sino porque luego llegaría el turno de otras economías emergentes, como Brasil y Rusia. Decidimos investigar el efecto de la celebración de un gran evento deportivo (el denominado efecto olímpico) sobre la llegadas de turistas. El artículo tuvo, y sigue teniendo, una gran repercusión y dio lugar a una fructífera relación de coautoría (y amistad) que seguimos manteniendo hasta fecha como puede verse aquí, aquí o aquí.
Aunque se organiza un gran evento deportivo al menos una vez al año en algún lugar del mundo, estos eventos son poco frecuentes para las ciudades y países anfitriones. Los beneficios parecen lucrativos. El hecho mismo de que muchos países se postulen para albergarlos sugiere que los beneficios –sean tangibles o intangibles– a menudo superan los costes. Cuando los países se postulan candidatos para organizar eventos deportivos de gran magnitud como unos Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo de la FIFA, los políticos suelen hacer predicciones sobre sus importantes efectos en la economía en general y en el turismo en particular. Suelen utilizar estos números para convencer a sus contribuyentes de asumir los costes de construcción de las nuevas infraestructuras. Y tiene sentido: un evento que atrae tanta atención global seguramente aumentará el atractivo del país, atrayendo a nuevas audiencias y futuros visitantes e inversores. Sin embargo, diversos economistas señalan que hay razones para dudar de estas predicciones.
Los grandes eventos deportivos traen beneficios, pero no tantos como afirman los políticos.
En nuestro trabajo estimábamos un modelo de gravedad para explicar los movimientos internacionales de turistas a nivel mundial para el periodo 1995-2006. Descubrimos que organizar un gran evento deportivo aumentaba el turismo en aproximadamente un 8%, en promedio. Aunque el efecto es considerable, ocultaba cierta variación entre los diferentes eventos que estudiamos: los Juegos Olímpicos de Verano tienen un gran impacto (18%) en el turismo, pero otros, como la Copa del Mundo de Rugby (-12%) o los Juegos Olímpicos de Invierno (-1%) el efecto es negativo. Encontramos evidencia de la existencia de un efecto desplazamiento: los turistas que normalmente visitarían un destino podrían decidir no hacerlo por la celebración de un gran evento (que congestiona la región durante el tiempo que dure el mismo), reduciendo así el número neto de llegadas.
¿influyen los países participantes en el impacto en el turismo?
En 2014, mientras realizaba una estancia en la Universidad de Stellenbosch, tuve la oportunidad de viajar por el país. Me encontré con no pocos compatriotas que visitaban Sudáfrica llevados por la euforia de conocer los lugares en los que se gestó la hazaña de ganar un mundial. Esta anécdota nos llevó a plantearnos si participar en estas grandes competiciones y los resultados obtenidos en las mismas influían sobre los movimientos de turistas. En otro trabajo mostramos que la mano de Thierry Henry en un partido de clasificación entre Francia e Irlanda para la Copa Mundial de fútbol de 2010, permitió a Francia clasificarse para la fase final, y atrajo a casi 30,000 turistas adicionales a Sudáfrica. Esto se debe a que Francia es un país mucho más grande que Irlanda. Por tanto, hubo muchos más turistas visitando Sudáfrica, a pesar del pobre desempeño de Francia en la competición, que el número de turistas irlandeses que habrían ido si Irlanda se hubiera clasificado.
Una actualización del efecto de los eventos deportivos en el turismo
Recientemente hemos publicado un artículo donde actualizamos nuestro estudio anterior. Se expande la base de datos al periodo 1995-2019; agregamos una selección más amplia de eventos deportivos; incorporamos nuevas técnicas para estimar el modelo de gravedad; y contrastamos un mayor número de hipótesis. Los nuevos resultados nos han hecho aún más escépticos sobre el efecto en el turismo de los grandes eventos deportivos. Si bien todavía encontramos un considerable efecto agregado del 6.4% en el turismo, la mayoría de los eventos revelan un impacto nulo o incluso negativo sobre las entradas de turistas.
Como puede verse en el gráfico, los Juegos Olímpicos de Verano tienen un no desdeñable impacto en la demanda turística del 18%. Sin embargo, albergar la Copa del Mundo de Críquet, por ejemplo, reduce el número de llegadas de turistas. Esto se explica en parte por el hecho de que sucede en la temporada alta de turismo y a menudo es organizado por países ricos. El efecto de desplazamiento es mayor que el número de nuevos visitantes.
Algunos podrían decir que quizás el principal beneficio de albergar un evento es el efecto legado que crea en el país organizador y que el número de turistas aumenta en los años posteriores al evento, y no necesariamente durante el evento en sí. Probamos esta hipótesis y encontramos un efecto legado muy pequeño. De hecho, encontramos un efecto anticipación mayor: los países anfitriones tendían a recibir turistas adicionales uno o dos años antes de albergar un evento. Esto sugiere que organizar un gran evento deportivo envía una señal de apertura del país no solo al turismo, sino también a los inversores y a la comunidad internacional en general, como ya se ha estudiado anteriormente.
Es importante tener en cuenta que el nuestro no es un análisis de coste-beneficio. Para evaluar adecuadamente los beneficios económicos de albergar un evento deportivo, del cual el turismo es uno de ellos, los beneficios deben ser sopesados junto a los costes que generan, como construir nuevos estadios o infraestructuras de transporte. Pero dado lo importante que es el argumento del turismo para justificar postularse como candidato a organizar estos eventos, creemos que es valioso preguntarse si estas promesas esperanzadoras alguna vez se cumplen.
Un hallazgo final también tiene implicaciones para futuras candidaturas. Encontramos que el impacto en el turismo es mayor para los países en desarrollo, sin embargo, los próximos Juegos Olímpicos se organizarán en Francia (2024), Estados Unidos (2028) y Australia (2032) mientras que una candidatura combinada de Estados Unidos, Canadá y México serán los anfitriones de la próxima Copa del Mundo de la FIFA (2026).
Concluimos
Ser anfitrión de un gran evento deportivo trae beneficios para el turismo, pero no tantos como afirman los organizadores. Tramas corruptas aparte, si esta tendencia continúa, es poco probable que los rendimientos que hemos medido anteriormente para el turismo se repitan en futuros grandes eventos deportivos. Esto supondría que la era de organizar estos eventos bajo el argumento del impacto esperado que tendrán en el turismo ha terminado. Sin embargo, no todo está perdido. Quizás España y Portugal no vean cambios relevantes en las llegadas de turistas con la organización de la Copa del Mundo de la FIFA 2030, pero Marruecos puede ser el gran beneficiado.