El efecto de la crisis del coronavirus sobre las decisiones de educación superior: la importancia del contexto

Por Jennifer Graves y Zoë Kuehn (Universidad Autónoma de Madrid)

 

Se ha escrito mucho sobre cómo afectó y sigue afectando la pandemia a los alumnos de primaria y secundaria. Así, por ejemplo, se han planteado cuestiones relacionadas con su efecto sobre el incremento de la desigualdad o sobre la evolución de los resultados académicos de estos alumnos. Sin embargo, queda por ver cómo serán los resultados educativos de aquellos adolescentes de 18 años que finalizaron la educación secundaria postobligatoria en 2020. ¿Cuántos de ellos terminarán sus estudios universitarios en el 2023 y 2024? ¿Serán más, o menos, que en 2018 y 2019, justo antes de la pandemia? ¿Tardarán más, o menos, en completar sus estudios? ¿Se decantarán por cursar grados universitarios o, por el contrario, preferirán la formación profesional? ¿Optarán por titulaciones más fáciles o más difíciles? ¿Aumentará el abandono de los estudios durante estos años?

Aunque, por ahora, no podemos conocer con exactitud las respuestas a estas preguntas, la literatura existente nos da una idea de cómo la crisis económica y sanitaria provocada por el coronavirus podría afectar a las decisiones de demanda de educación superior. Por un lado, durante las recesiones económicas los costes de oportunidad de seguir estudiando disminuyen en la medida que la alternativa – buscar trabajo – se vuelve menos atractiva. Por lo tanto, se esperaría que con altas tasas de paro juvenil más individuos seguirían estudiando hasta completar sus estudios superiores. Por otra parte, las recesiones económicas también reducen la capacidad de poder financiar la educación superior, sea por falta de empleo propio del estudiante o por una reducción en la ayuda que puedan brindar los padres. Este aspecto puede afectar tanto a las matriculaciones en sí como, en caso de que persistan en el tiempo las malas condiciones macroeconómicas, a la probabilidad de terminar la educación superior.

Todo lo anterior demuestra que las distintas decisiones sobre la demanda de educación superior están relacionadas entre sí. Por ejemplo, si observamos aumentos en las tasas de matriculación debido a situaciones más complicadas en el mercado laboral, podremos deducir que algunos individuos que, en otras condiciones, no hubieran continuado sus estudios, ahora se encuentran dentro del sistema de educación superior. Probablemente estos individuos estarán menos preparados para afrontar con éxito este tipo de estudios, lo que podría derivar en un incremento de las tasas de abandono. Del mismo modo, además de variar las tasas de matriculación y graduación, las recesiones pueden alterar otras decisiones interconectadas en la educación superior, como que los estudiantes cambien su área de especialización para señalizarse (por ejemplo hacia alguna más difícil como podría ser una ingeniería) o que decidan esperar dentro del sistema educativo hasta que mejore la situación macroeconómica.

Por lo tanto, queda claro que durante las recesiones hay distintas fuerzas que hacen que más o menos alumnos decidan cursar titulaciones de educación superior, que elijan distintos niveles y especializaciones y que terminen o no sus estudios. Cuál de estas fuerzas será la predominante depende fundamentalmente del contexto.

En un trabajo reciente [Graves and Kuehn, 2021] analizamos cómo influyen las condiciones macroeconómicas en distintas decisiones que los individuos de 18 años toman respecto a la educación superior. Así, se analiza desde la decisión de matricularse en estudios superiores, el tipo de estudios escogido, el área de especialización, la tasa de abandono y el tiempo necesario para completar los estudios. Para nuestro análisis utilizamos datos de individuos nacidos entre 1962 y 1990 en 18 países distintos, y encontramos que los efectos de los ciclos económicos en las decisiones de educación superior dependen mucho de los contextos, de los mercados laborales y de la configuración de los sistemas educativos.

Por ejemplo, para países anglo-sajones (EEUU, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda) encontramos que incrementos en la tasa de desempleo juvenil provocan un aumento de los alumnos que eligen una formación profesional en vez de un grado (que es más caro). Un resultado similar se encuentra para los alumnos en países de Europa del Oeste (Alemania, Austria, Francia, Holanda, Bélgica). Para estos últimos también observamos que algunos alumnos cuyos padres tienen mayor nivel educativo “esperan que baje la marea”, prolongando el tiempo para completar sus estudios. Por el contrario, en Europa del Sur (España, Italia, Grecia, Turquía), donde las matrículas suelen ser más baratas, encontramos más matriculaciones, resultado consistente con la teoría de menores costes de oportunidad durante las recesiones. Finalmente, para los países escandinavos (Dinamarca, Finlandia, Suecia, Noruega) comprobamos que las altas tasa de desempleo juvenil provocan disminuciones en la demanda de educación superior. Aunque la matrícula para la educación superior suele ser muy baja o inexistente en estos países, una gran parte de los alumnos universitarios suele vivir fuera del hogar familiar y depende de trabajos propios para financiar sus estudios y pagar los altos costes de vida en estos países.

Entonces, ¿cómo podemos aplicar los resultados de este trabajo y de otros en la literatura existente para conocer cómo la pandemia actual afectará a las decisiones de educación superior de los jóvenes de hoy en día? En primer lugar, reconociendo que, como en cualquier otra recesión, los mecanismos de coste de oportunidad y capacidad de pago jugarán un rol importante.

En el contexto de la pandemia actual el mecanismo más obvio es el enorme cambio en los costes de oportunidad debido a los confinamientos. Por ejemplo, para varios países (EEUU, España, Australia, Suecia, Austria, Italia y México), Jaeger et al. (2021) encuentran que entre abril y octubre del 2020 casi el 40% de los alumnos vieron cómo sus ofertas de empleo se revocaron. En España, esta circunstancia afectó a un 58% de los alumnos. Una clara falta de oportunidades laborales, particularmente para jóvenes que suelen trabajar más en sectores que se vieron afectados en mayor medida por la pandemia y en trabajos que no se podrían realizar de forma remota (Costa Dias, 2020), resultaría en un incremento de los individuos que se matriculan en estudios superiores.

Sin embargo, esto no tiene por qué ser así en países donde la financiación de los estudios depende, en gran medida, de empleos propios de los alumnos, o de la ayuda financiera por parte de los padres. En estos países la pandemia tiene un impacto claro en la capacidad de pago y puede compensar alguno de los efectos inducidos por los cambios en los costes de oportunidad. Además, debido a las políticas de confinamiento, algunos alumnos que ya se habían independizados volvieron con sus padres y otros tardaron más de la cuenta en independizarse (vea por ejemplo este artículo para EEUU o este para Europa). Para los alumnos universitarios en los países escandinavos, que típicamente viven fuera del hogar de los padres y se enfrentan a tener que sostener altos costes de vida, los confinamientos podrían incluso haber reducido los costes si hicieran que los estudiantes volvieran al hogar familiar.

A diferencia de otras recesiones, esta pandemia también es una crisis sanitaria y de salud, que afecta de manera distinta a las decisiones de educación superior. De esta forma, muchas políticas implantadas para reducir el contagio del virus han alterado lo que es “la experiencia universitaria” como, por ejemplo, la generalización de clases online, la disminución de oportunidades de encontrase con sus pares en persona, la reducción en la oferta de actividades sociales, etc. En un estudio reciente que analiza el shock del covid, Aucejo (2021) cuantifica la importancia que tienen estos factores, estimando que los alumnos estarían dispuestos a pagar un 4,2% de los costes netos de sus estudios universitarios por tener clases presenciales, mientras que por poder disfrutar de actividades sociales pagarían un 8,1%.

Evidencia reciente para los EEUU indica que estos cambios en la “calidad” de la vida universitaria inducidos por la pandemia provocaron una disminución de los alumnos matriculados en educación superior, o que muchos de ellos decidieron esperar un año y/o cambiar de institución. El trabajo de Mulholland (2021) encuentra más plazas universitarias vacantes en lugares con mayores brotes de Covid. Por su parte, en el estudio anteriormente mencionado de Jaeger et al. (2021) se observa que que, en abril del 2020, el 41% de los alumnos no sabía si iba a volver a sus estudios de educación superior durante el otoño del 2020 en caso de que todas las clases fueron online, y el 83 % indicaba que, en dicho contexto, la falta de contacto con profesores y otros alumnos supondría para ellos un gran desafío. Sin embargo, las reducciones en las matriculaciones parecen no observarse en todos los niveles de educación superior. El estudio de Bullman and Fairlie (2021), realizado para California, encuentra que aumentó la matricula en grados universitarios de 4 años, pero que se redujo la matricula en los llamados “community colleges”, que suelen ser más baratos y donde algunos grados se asemejan más a lo que es una formación profesional. Por otro lado, en nuestro trabajo encontrábamos para los países anglo-sajones un cambio de tendencia hacia niveles de educación superior más bajos durante las recesiones (quizás como respuesta a la menor capacidad de pago). Esta diferencia en resultados podría deberse a la reducción en la calidad percibida de la educación remota o al hecho de que aquellos que típicamente acuden a los “community colleges” se hayan visto afectados más por esta última recesión (e.g. Rodríguez-Planas, 2020).

En definitiva, aún es temprano para saber cómo se verán afectadas las tasas de graduación, de abandono, las áreas de especialización, o el tiempo para completar los estudios de los alumnos que terminaron sus estudios de secundaria en plena pandemia. Hasta el momento, los pocos estudios que ya existen están hechos para EEUU y si algo aprendimos de nuestro trabajo es que es imposible generalizar los efectos de los ciclos económicos en las decisiones de educación superior encontrados para el sistema educativo estadounidense hacia los demás países.