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Digital-itis

Roberto Serrano

(Nota de los editores: Esta entrada es una versión traducida y resumida de una conferencia impartida por el autor en la Fundación Ramón Areces disponible aquí)

Todas las revoluciones tecnológicas han acabado representando un cambio positivo para las sociedades, pero solo después de que se encontrara la manera de resolver algunos de los problemas que traen consigo. La invención de la imprenta en el siglo XV, que popularizó libros y cultura, provocó una reasignación de poder, lejos de las élites aristocráticas y religiosas, y en favor de las clases medias. A la revolución industrial, que permitió una  significativa expansión de la frontera de posibilidades de producción, se opusieron los luditas y su destrucción de maquinaria. Pero con el paso del tiempo acabó desembocando en el nacimiento de los sindicatos, que se convirtieron en un canal útil para mejorar las condiciones de empleo, con una mejor legislación de protección a los trabajadores de los abusos de las prácticas capitalistas libres y salvajes.

En nuestros días la revolución digital ha provocado una nueva ola de optimismo tecnológico, sostenido por todo lo que la tecnología hace por nosotros en la vida cotidiana: cosas inimaginables hace solo veinte años como, por ejemplo, tomar fotos o videos de cualquier cosa, estar en comunicación constante o mejorar nuestras habilidades de navegación mediante el uso del GPS, son parte diaria de nuestras actividades. Internet es una fuente infinita de información. Tenemos documentación cuantitativa ingente en respuesta a casi todas las preguntas, y las redes sociales facilitan la comunicación y la transmisión de mensajes de forma gratuita y sin restricciones. Con todo ello, podemos producir mucho más y hacerlo mejor.

Los riesgos del lado oscuro de la digitalización

En principio, todo esto es positivo, pero también tiene un lado oscuro, que produce una serie de patologías. Mi intención con esta entrada es la de un neoludita civilizado: no abogaré por la destrucción de las nuevas tecnologías, pero para sacar el máximo provecho de ellas, creo que es productivo señalar los riesgos de su mal uso. Por ejemplo, estos son los más evidentes:

- Las prácticas básicas de protección al consumidor se han relajado o abandonado, conduciendo a situaciones peligrosas.

- La difusión inmediata del conocimiento, facilitada por Internet, ha creado una situación de “vergüenza de la opulencia”. Esto es, paradójicamente, en un mundo donde casi todo es información disponible, puede que recibamos menos información relevante que antes: no se dispone de tiempo suficiente para leer todas las fuentes de información disponibles y es posible que el efecto final sea que se lea mucho menos.

- La negación de la realidad que no haya sido registrada por un dispositivo digital.

- La atención permanente a dispositivos digitales que causa un deterioro de las relaciones humanas básicas, con consecuencias muy negativas para la cohesión social, y que reduce la capacidad de atención, hasta el punto de perjudicar nuestros procesos cognitivos y deliberativos.

- El deterioro de la salud física por el "sedentarismo" causado por el uso excesivo de dispositivos digitales.

- La disminución en los niveles de seguridad del tráfico por el exceso de confianza y atención excesiva al GPS.

- La violación de la privacidad, manipulación de identidad y abuso de poblaciones desprotegidas, especialmente niños pequeños y adolescentes.

Algunas de las enfermedades digitales

A falta de un término mejor, podemos referirnos a los diferentes problemas creados por la era digital como digital-itis. Algunas manifestaciones de digital-itis son enfermedades específicas, como las que describo a continuación.

Top5-itis: Se trata de limitar la evaluación de resultados a un conjunto muy reducido de indicadores. Por ejemplo, en el mundo académico, para evaluar la producción científica de un investigador o una institución, se utilizan rankings de revistas académicas. En Economía, una práctica muy extendida es el recuento de publicaciones en las revistas "top5", en muchas ocasiones descartando cualesquiera  otros criterios. Esto ha producido incentivos perversos que favorecen la endogamia y el favoritismo, sofocan la innovación de ideas y concentran la atención solo en la investigación económica que tenga el sello de aprobación Top5. El año pasado publiqué una pieza satírica sobre esta enfermedad, y James Heckman y sus coautores han hecho interesante trabajo empírico al respecto que sugiere que esta evaluación superficial sin duda conducirá a una disminución de los estándares de la profesión.

VAR-itis: En el mundo del deporte ​​(el fútbol en particular) siempre han ocurrido multitud de decisiones arbitrales infames a lo largo de los años. Muchas de ellas involucraban violaciones claras de las reglas del deporte, y fueron documentadas en repeticiones de TV. El arbitraje asistido por video (VAR) ha venido recientemente a rescatarnos de este problema. El VAR se basa en una poderosa tecnología que utiliza múltiples cámaras para capturar todos los ángulos posibles de una determinada jugada. En principio, es una herramienta muy útil, pero el problema es de nuevo que asistimos a una “vergüenza de la opulencia” en la cantidad de datos para cada jugada. Cuando hay tantas versiones de una jugada, que difieren solo en fracciones de segundos, es necesario realizar un buen análisis estadístico. De hecho, en cualquier muestra de datos, hay algunos valores atípicos que van a contradecir el mensaje general que debe extraerse de ellos. Es por eso que la noción de intervalos de confianza y significatividad estadística deben adoptarse, por ejemplo, para descartar que, en un fuera de juego, varios milímetros decidan validar o no una jugada como legal. Esto estaría en consonancia con el espíritu original del deporte, por el cual solo las violaciones claras de la regla de fuera de juego deben contar para invalidar una jugada, y ayudaría a acelerar las llamadas realizadas por el VAR, cuyas intervenciones están creando muchas tensiones entre los profesionales y aficionados al deporte.

Scooter-itis: Es importante desarrollar medios de transporte que sean económicos y ecológicamente sostenibles. En este contexto, en muchas ciudades ha tenido lugar una auténtica explosión de nuevos vehículos ecológicos, en su mayoría scooters y bicis eléctricas, que se alquilan por hora y se dejan en cualquier lugar, en el destino del usuario. Utilizando tecnología GPS, las empresas propietarias de éstos vehículos eventualmente vienen a recogerlos. El problema que crean es una externalidad negativa básica. De hecho, las aceras son un bien público y no se pueden convertir en un bien privado propiedad de estas empresas o sus usuarios. Por ejemplo, la scooter-itis causa un problema grave a las personas con discapacidad, como yo, ya que pueden surgir obstáculos al azar en cualquier lugar de cualquier acera. En un incidente el verano pasado me caí en la calle, tras tropezar con uno de estos vehículos cuando caminaba demasiado rápido para detener el golpe. Adecuar la regulación sería deseable para restablecer la naturaleza de bien público de las aceras de nuestras ciudades.

Popul-itis: Este es el más importante de todos, al estar poniendo en peligro nuestras democracias. Argumentos y discusiones superficiales, datos manipulados, noticias falsas, tonos excesivamente enojados en los medios de comunicación, se han convertido en habituales y están haciendo que mucha gente desconfíe de las instituciones y voten a políticos que hacen campaña con un mensaje que vende bien, típicamente a una parte desinformada del electorado, pero que no pasaría un mínimo escrutinio racional. Este discurso público ha conducido a una peor calidad de los políticos elegidos en todos los ámbitos en muchos países.

 El tratamiento

¿Qué hacer con estas imperfecciones? Se me ocurren dos tipos de políticas. Primero, por el lado de la oferta, se necesita una serie de nuevas regulaciones, que incluyen acciones para contrarrestar el poder de monopolio en Internet, introducir controles de calidad en la difusión de información y tomar medidas enérgicas contra los sitios web que producen noticias falsas y desinformación. Por el lado de la demanda, la variable clave es la educación, la necesidad de elevar el análisis crítico y la evaluación de cualquier tipo de material que uno recibe.

Para terminar, siempre debemos recordar que la tecnología debe estar al servicio de los humanos, y no al revés. Si vamos a conservar nuestra etiqueta de “especie racional”, no debemos dejar de usar nuestras capacidades intelectuales y cognitivas. Las nuevas herramientas generadas por la revolución digital tienen un claro potencial para mejorar esas capacidades, pero tengamos en cuenta sus deficiencias y mantengámonos alejados de su mal uso.