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Diego Puga, Premio Rei Jaume I de Economía 2020

Por Elisabet Viladecans-Marsal

Hace unos días se hicieron públicos los nombres de los ganadores de los Premios de investigación Rei Jaume I. Estos premios se conceden a los investigadores/as cuya labor haya sido altamente significativa y, en el caso del premio de Economía, se explicita que la investigación debe ser de gran impacto y relevancia. Sin duda, estas son cualidades que cumple con creces el galardonado de este año, Diego Puga, por sus contribuciones en el campo de la economía espacial. Al conocer el fallo del jurado estuve muy (muy) contenta. No sólo porque creo que se trata de un merecido reconocimiento a su  trayectoria investigadora, que según el jurado le acredita como el economista más reputado de su generación en su campo de investigación; sino también porque se premia una forma discreta, elegante, generosa, minuciosa y extremadamente rigurosa de hacer investigación. Seguramente, el hecho que Diego sea un excelente corredor de maratones (no soy una experta en el tema, pero diría que sus marcas son muy buenas) tiene que ver con la forma en la que entiende y desarrolla su tarea investigadora. Para mí es un placer escribir estas líneas en las que repasaré algunas de sus contribuciones más destacadas, lo que es una tarea difícil puesto que no es nada sencillo escoger entre una lista de trabajos a cuál más interesante y novedoso. Se trata, por tanto, de una selección no exhaustiva que pretende poner en valor algunas de sus contribuciones.

Los primeros trabajos de Diego se enmarcaron en la denominada Nueva Geografía Económica. Un buen ejemplo de esta etapa es el trabajo que junto con Anthony Venables publicó en el Economic Journal y en el que a través de un modelo de desarrollo económico, que incluye el papel de la política comercial, se demuestra que las diferencias internacionales en la estructura industrial y la renta son causadas por la aglomeración de la industria. En la línea de los trabajos sobre comercio internacional, me gustaría destacar un artículo más reciente que me parece fascinante por su planteamiento y la riqueza de los datos históricos que utiliza. Es el que Diego publicó junto a Daniel Trefler en el Quarterly Journal of Economics y que nos traslada a la Venecia medieval para entender cómo el comercio internacional tuvo efectos profundos en la economía y la sociedad de la época. Con datos que abarcan el período de 800-1600, los autores aprovechan un cambio institucional en la forma de acceder al parlamento que tuvo lugar a finales del siglo XIII. Los cargos empezaron a asignarse de manera hereditaria y esto provocó durante los siguientes dos siglos una reducción de la apertura política, la competencia económica y el aumento de la desigualdad. Como decía, los datos utilizados para realizar el análisis—como los nombres de más de 8.000 parlamentarios o los de casi 7.000 matrimonios para documentar el uso de alianzas matrimoniales para monopolizar el comercio—son fascinantes.

Pero si alguna cosa destaca del trabajo de Diego es su obsesión por entender el funcionamiento de las ciudades. Tal y como nos explica en su reciente artículo junto a Gilles Duranton en el Journal of Economic Perspectives (de lectura obligada para entender el futuro de las ciudades), la densidad urbana supone grandes ventajas y también algunos inconvenientes. Entre las ventajas existe una clara evidencia acerca de las grandes ciudades como creadoras de conocimiento e impulsoras de la innovación. En esta línea merece una mención especial el trabajo que publicó también con Gilles Duranton en American Economic Review con el sugerente título Nursery Cities. El artículo plantea un modelo en el que las empresas aprenden a desarrollar los nuevos productos en ciudades diversificadas. Con el tiempo, pasan a la producción en masa y se trasladan a ciudades especializadas donde los costes de producción son más bajos. También en otro artículo junto con Jorge de la Roca, publicado en Review of Economic Studies, Diego trata el aprendizaje en las ciudades pero en esta ocasión los protagonistas son los trabajadores. Que las grandes ciudades son fuente de transferencia de información y que los salarios son más altos parece evidente. Sin embargo, aquí se añaden de forma magistral el papel de la experiencia más valiosa que los trabajadores adquieren en las grandes ciudades, y como el valor de esta experiencia se mantiene cuando los trabajadores se trasladan a ciudades más pequeñas. Otra forma alternativa de entender las ventajas de las ciudades más grandes es observar sus mayores niveles de productividad. En su magnífico artículo publicado en Econometrica, junto con Pierre Philippe Combes, Gilles Duranton, Laurent Gobillon y Sébastian Roux, se cuenta que existen dos posibles explicaciones para esta mayor productividad: una mayor competencia en las ciudades más grandes (que hace que sólo sobrevivan las empresas más eficientes) y las economías de aglomeración (que a través de una mayor interacción aumentan la productividad de las empresas). Tras desarrollar un modelo de selección de empresas que estiman con datos franceses obtienen que esta selección no puede explicar las diferencias de productividad espacial. Estos tres trabajos son una buena muestra de cómo Diego plantea sus investigaciones: una combinación de modelos teóricos elegantemente planteados con un dominio de las técnicas econométricas para estimar dichos modelos con los mejores datos disponibles.

No quisiera acabar este repaso a  sus contribuciones a la literatura de las ciudades sin recoger una de las virtudes señaladas por el jurado del premio sobre cómo Diego está cambiando la forma de abordar los fenómenos ligados al espacio a través del uso de big data en sus análisis. De hecho, hace ya unos años el trabajo publicado en el Quarterly Journal of Economics junto con Marcy Burchfield, Henry Overman y Matthew Turner, fue pionero en el uso de imágenes de satélite de EEUU para estudiar los determinantes de la expansión de las áreas residenciales en las ciudades (el denominado sprawl). El detalle de las imágenes, traducidas a millones de celdas, y su evolución en el tiempo permitió de forma muy precisa entender el crecimiento de las ciudades. Otro ejemplo más reciente del uso de datos innovadores es el artículo con otro título inspirador: Calling from the outside, publicado en el Journal of Urban Economics y que he tenido el placer de coautorar con Diego, Konstantin Büchel y Max von Erhlich. En este trabajo utilizamos el detalle de las llamadas anonimizadas entre el universo de clientes de un operador de telecomunicaciones suizo para medir las relaciones sociales de los individuos (1,8 billones de llamadas en un año). A partir de esta información, estudiamos la importancia de nuestra familia y amigos a la hora de determinar el lugar donde decidimos residir.

Como decía al principio, no he pretendido en estas líneas hacer un repaso exhaustivo de los trabajos de Diego (necesitaría bastante más espacio del que se me permite utilizar) sino destacar los que a mi entender son una muestra de la esencia de su producción científica. Y por si os quedan ganas de saber más sobre cómo Diego entiende la investigación, os invito a ver el vídeo breve aquí que hace unos años apareció en la serie de TV ‘Investigadores’. Aparte de descubrir otra de sus aficiones (las motos de cierta cilindrada) entenderéis lo que todavía hoy explica su talante cuando nos cuenta que su objetivo como investigador ‘es seguir encontrando preguntas nuevas y disfrutar al buscar la respuesta. Y que realmente aporte algo importante a los demás y no sólo a ti mismo’. Lo dicho, discreción, elegancia, generosidad, minuciosidad y rigurosidad. ¡Enhorabuena Diego!