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Desigualdad económica regional en Europa: ¿de dónde venimos, a dónde vamos? (I)

De Alfonso Díez-Minguela, Rafael González-Val, Julio Martínez-Galarraga, Teresa Sanchis-Llopis y Daniel A. Tirado

La desigualdad territorial ha centrado la atención de académicos, políticos y también organismos internacionales durante los últimos años. La razón no es otra que el importante avance de la desigualdad económica territorial derivado de las exitosas experiencias de crecimiento de países emergentes como China o India (aquí, aquí). No obstante, la preocupación por las desigualdades territoriales también está presente en las economías desarrolladas. Tanto es así que la Unión Europea tiene previsto dedicar 352 billones de euros a las llamadas políticas de cohesión en el periodo 2014-2020, suma que representa prácticamente un tercio de su presupuesto total. En particular, 182 billones de euros se dirigirán hacia aquellas regiones con niveles de renta per cápita que se sitúan por debajo del 75% de la media de la UE.

El tema no es menor, como tampoco lo es la realidad económica (¿y política?) que pretende ser atendida. Así, los Anuarios Regionales de Eurostat (ERY) advierten de la gravedad del problema e identifican tres características de la desigualdad territorial europea que merecen ser destacadas. La primera es que la desigualdad económica territorial es muy elevada. La región (NUTS2) más rica de la UE (Inner London West) multiplica por un factor superior a 5 (5,8 en 2015) la media de PIB per cápita de la UE-28. En el extremo opuesto, las regiones más pobres registran unos niveles de PIB per cápita muy por debajo de la mitad de la media UE (Severozapaden, Bulgaria, 29 sobre EU28=100). Y no son casos aislados, 78 de las 276 regiones NUTS2 que componen la UE-28 tienen un PIB per cápita por debajo del 75% de la media, 4 de ellas españolas. Otras 45, por el contrario, superan esta media en más de un 25% y, lamentablemente, ninguna de ellas es española

En segundo lugar, según la agencia estadística europea, la geografía de la desigualdad muestra un marcado patrón centro-periferia. Así, el ERY de 2017 señala que gran parte de las regiones ricas de Europa se sitúan en un eje que arranca en el Norte de Italia y recorre Austria y Alemania antes de dividirse en dos ramales de prosperidad, uno que transita el Benelux en dirección al Sur de Inglaterra y otro que se dirige hacia los países nórdicos. El eje pobre nace en las repúblicas bálticas, recorre el Este de Europa en dirección Sur y alcanza Grecia, el Sur de Italia y la parte más meridional de la Península Ibérica. Finalmente, los citados informes también destacan el creciente protagonismo del “efecto capitalidad”. Las regiones NUTS2 donde se encuentran las capitales tienden a registrar los mayores niveles de PIB per cápita de sus respectivos estados y, en ocasiones, son como islas de prosperidad rodeadas de territorios relativamente pobres. Uno de los exponentes más claros de este efecto es París, y su región, la Île de France.

Nada de esto es nuevo, pues gran parte de las diferencias regionales en renta por habitante observadas hoy tienden a hundir sus raíces en el pasado. Ya en los trabajos pioneros de Sidney Pollard, se sostenía la hipótesis de que el arranque de la industrialización tuvo un marcado carácter regional que agudizó la disparidades territoriales en la distribución de la renta. No obstante, hasta hace una década, la evidencia empírica disponible al respecto era más bien escasa y poco concluyente debido, sobre todo, a las dificultades para reconstruir series históricas de PIBs regionales.

La recopilación, por parte de diversos autores, de este tipo de series nos ha permitido explorar en un trabajo reciente (aquí) el patrón histórico de la desigualdad territorial en los cuatro países que configuran en Sudoeste de la UE-28 (Francia, Italia, España y Portugal). Nuestra principal aportación frente a la mayor parte de los trabajos publicados hasta ahora (aquí, aquí o aquí), es que el lapso temporal analizado no se limita a los últimos 25 ó 50 años, sino que abarca la totalidad de la experiencia histórica de crecimiento desde mediados del siglo XIX, en plena difusión de los procesos de industrialización, hasta hoy (1860-2010). De este análisis, y en relación a las características de la desigualdad regional hoy, se desprenden tres ideas importantes. La primera, a la que dedicaremos esta primera entrada, se centra en la trayectoria en forma de U-invertida (o de N) descrita por la desigualdad territorial en el largo plazo. Las otras dos, que se abordarán en una segunda entrada mañana, tienen que ver con la geografía de la desigualdad y con el impulso que está cobrando a raíz del renovado dinamismo económico de las capitales de algunos estados.

Jeffrey Williamson (aquí) apuntaba que la desigualdad regional podría exhibir un patrón similar de comportamiento al de la famosa curva en forma de U-invertida de Kuznets. Esta curva relacionaba el nivel de desarrollo económico con la desigualdad personal en renta, mientras que la curva de Williamson hace lo propio con la dispersión territorial en renta por habitante. Según Williamson, a medida que un país se desarrolla y está económicamente más integrado, la distribución de la actividad económica en su territorio deviene más desigual. En las primeras etapas, las nuevas industrias y los servicios más avanzados se concentran en unas pocas regiones, mientras que el resto del país sigue especializado en la agricultura o en actividades tradicionales de baja productividad. Esto provocará un distanciamiento entre las regiones más ricas, que crecerán más rápido, y las más pobres que seguirán relativamente estancadas (tramo creciente de la U-invertida). Dado que la productividad avanza más rápido en las regiones modernas, sus salarios serán también más elevados, así como los rendimientos del capital. Esto atraerá a los factores (trabajo y capital). Sin embargo, llegará un momento, variable de un país a otro, en el que este proceso se detendrá, y la desigualdad se reducirá (tramo decreciente de la U-invertida). Detrás de este cambio se encuentran tanto los flujos de factores entre regiones, como la difusión del progreso técnico (catch-up tecnológico) y la emulación de las estructuras productivas típicas de las regiones más modernas (cambio estructural).

Los resultados ofrecidos en el gráfico 1, en el que se relaciona la evolución de la desigualdad (medida a través de un coeficiente de variación ponderado por población) con el PIB per cápita de cada uno de los países, muestran como, tal como sugería Jeffrey Williamson, la desigualdad territorial ha seguido a grandes rasgos una curva en forma de U-invertida a lo largo del proceso de desarrollo de los cuatro países que componen el Sudoeste europeo. Como consecuencia, hoy se sitúa en niveles relativamente bajos. No obstante, el dibujo para los tres países más desarrollados de la muestra parece convertirse en el de una N, que auguraría el arranque de una nueva etapa de crecimiento de las desigualdades territoriales.

Gráfico 1.- Desigualdad vs. PIB per cápita

El análisis detallado de esta relación en el conjunto del Sudoeste de Europa (es decir, considerando a su vez los diferentes factores que pueden haberla alterado a lo largo del tiempo como la apertura exterior de las economías, la importancia de las economías de aglomeración o de urbanización o las políticas públicas) avala la idea expresada por Williamson. Como se observa en el gráfico 2, el proceso de desarrollo económico guarda una relación no monótona con el nivel de desigualdad territorial.  Adicionalmente, el elemento tal vez más relevante (y preocupante) es que la anunciada U-invertida se ha convertido en una N o, en expresión popularizada por Branko Milanovic en el caso de la desigualdad personal, en una curva en forma de elefante (aquí). Malas noticias. Hoy, cuando estas cuatro economías transitan por la fase más avanzada de su proceso de desarrollo, la relación existente entre PIB per cápita y desigualdad territorial vuelve a ser positiva.

Gráfico 2. Estimación  de la relación entre PIB per cápita y desigualdad regional

Como ya comentábamos más arriba, mañana sacaremos una segunda entrada en la que analizaremos la geografía de la desigualdad y el papel que tienen las capitales en el mismo.