Por Tarikua Erda
El 29 de octubre las lluvias torrenciales provocaron inundaciones masivas en Valencia, causando más de 200 muertes y pérdidas materiales valoradas en 10 mil millones de euros. Este evento, vinculado al impacto del cambio climático, muestra la intensificación de desastres naturales. En las semanas posteriores a esta trágica situación, se han generado intensos debates sobre la gestión del desastre, incluyendo los retrasos en los sistemas de alerta previos al evento y los prolongados procesos de asignación presupuestaria pública para responder a la urgente crisis (ver aquí, aquí y aquí). Más allá de las evidentes necesidades humanitarias de socorro, la respuesta de reconstrucción también es crucial para determinar cómo se redistribuyen los recursos económicos y cómo se recuperará en conjunto la economía valenciana. En este artículo, analizo los hallazgos de mi investigación, centrada principalmente en el contexto de Estados Unidos, para arrojar luz sobre el papel vital del gasto público en la recuperación tras desastres.
En un reciente estudio, examino cómo las empresas manufactureras se reconstruyen después de grandes desastres que reciben una declaración federal de desastre, una designación específica solicitada por los gobiernos locales y declarada por el presidente de los Estados Unidos. Esta declaración activa una amplia asistencia federal para la reconstrucción, como préstamos de recuperación a bajo interés para empresas y transferencias de efectivo a los hogares. Mi investigación se enfoca en cómo las empresas manufactureras reajustan el capital físico (maquinaria e infraestructura), que es fundamental para sus operaciones y productividad. Modelos teóricos tempranos en la literatura sobre economía climática (por ejemplo, aquí y aquí) plantearon la preocupación de que la naturaleza fija del capital físico podría provocar respuestas lentas a los shocks climáticos rápidos, agravando las pérdidas económicas derivadas de eventos climáticos devastadores asociados al cambio climático. Esta preocupación surge porque las instalaciones de producción y el equipo suelen estar vinculados a ubicaciones específicas y, más allá de su localización física fija, requieren un tiempo considerable para generar retornos sobre la inversión, que a su vez es irreversible.
Pongo a prueba estas predicciones utilizando datos de acceso restringido del Censo de los Estados Unidos, enfocándome en aproximadamente 58,500 empresas manufactureras únicas, rastreando sus respuestas a más de 340 grandes inundaciones que afectaron condados estadounidenses durante 40 años (1977-2017). Sin embargo, mis hallazgos contradicen lo que predicen los modelos tempranos: el capital físico se ajusta de manera relativamente rápida y productiva después de las inundaciones, gracias al acceso ampliado a financiamiento que facilita el gasto federal en desastres.
En particular, presento tres resultados clave. Primero, muchas plantas cierran después de las inundaciones, especialmente aquellas que estaban significativamente rezagadas con respecto a sus pares de la industria en términos de productividad. En otras palabras, las fábricas que ya tenían un bajo rendimiento antes de la inundación son las que suelen cerrar tras el desastre. Segundo, las fábricas que no cierran suelen desechar o vender su maquinaria dañada e invertir en nuevo equipo. Específicamente, las plantas que desechan/venden parte de su capital en el mismo año del desastre y luego lo reemplazan logran un aumento del 4.5% en su productividad laboral en comparación con su línea base previa al desastre, lo que sugiere que están actualizando su tecnología durante la reconstrucción. Tercero, a medida que las plantas que cierran venden sus máquinas antes de clausurar y las sobrevivientes también venden sus equipos antiguos al reconstruirse, las nuevas y pequeñas plantas locales adquieren esta maquinaria de segunda mano y fortalecen su capacidad. En general, la maquinaria de segunda mano se redistribuye, en promedio, de plantas menos productivas a más productivas después de las inundaciones. En conjunto, estos resultados impulsan la productividad laboral a nivel agregado (del condado).
Por lo tanto, parece que el capital no es tan fijo después de todo y que las regiones afectadas por inundaciones logran reconstruirse relativamente rápido e incluso "reconstruirse mejor". Pero, ¿por qué ocurre esto? Un mecanismo clave que identifica mi investigación es que el gasto federal en desastres crea condiciones favorables para que las empresas accedan a financiamiento. El crédito es vital para las empresas, especialmente en el período posterior a un desastre, cuando a menudo necesitan financiamiento adicional para enfrentar los impactos inesperados en sus operaciones normales.
En un estudio anterior analizo más de cerca el comportamiento de los bancos en la concesión de préstamos y el papel del gasto federal tras desastres. Después de un desastre inesperado, los bancos pueden enfrentar un aumento en los impagos, retiros de depósitos y otras limitaciones de liquidez/capital (ver aquí y aquí), o pueden volverse más adversos al riesgo. Como resultado, los bancos tienden a priorizar a las empresas establecidas con historial crediticio y garantías comprobadas. Esto restringe el acceso al crédito bancario para nuevas empresas, lo que reduce la creación de empleo y salarios en la región, destacando la contribución desproporcionada de las empresas jóvenes al crecimiento. En contraste, la declaración federal de desastre, que activa apoyos como préstamos a bajo interés para empresas y transferencias de efectivo a hogares, amplía la oferta regional de liquidez. Esto mejora indirectamente el acceso al crédito para empresas nuevas y pequeñas, consistente con otros hallazgos que indican que la asistencia federal en desastres fomenta el crédito privado. Encuentro que este gasto federal aumenta la creación de empresas y empleo, lo que conduce a una mejor recuperación de los salarios en comparación con escenarios donde solo los bancos o los gobiernos locales brindan apoyo.
De manera similar, en el contexto de cómo las empresas manufactureras reinvierten tras un desastre, encuentro que son las empresas manufactureras más pequeñas, normalmente más sensibles a las barreras crediticias, las que invierten más en equipos tras una inundación. Esto resalta que una vía importante a través de la cual el gasto federal en recuperación permite la recuperación tras desastres es al ampliar el acceso al crédito para las empresas, particularmente las pequeñas.
Aunque mi investigación se centra principalmente en el contexto de Estados Unidos, identifica algunos puntos útiles para la discusión sobre la respuesta de reconstrucción a las recientes inundaciones en Valencia. Las inundaciones ya se han asociado con una disminución en el crecimiento manufacturero a nivel nacional. Además, se espera que la proporción de préstamos morosos aumente debido a las inundaciones, lo que podría restringir la capacidad de préstamo de los bancos locales más pequeños a empresas jóvenes y pequeñas. Dados estos antecedentes, el gasto público podría desempeñar un papel clave para mitigar estos impactos al complementar la oferta de crédito y ampliar el acceso al financiamiento para las empresas.
Sin embargo, existe el riesgo de que la disponibilidad excesiva de crédito barato pueda desviar recursos y distorsionar los resultados económicos. No encuentro evidencia de esto en el contexto de Estados Unidos, pero esto no significa que automáticamente será igual en otros escenarios. Por lo tanto, un proceso cuidadoso, oportuno y bien documentado es siempre fundamental. Más ampliamente, los estudios existentes subrayan la necesidad de sistemas de alerta más sólidos antes de que ocurran los desastres y, una vez que ocurren, de respuestas bien financiadas y funcionales.
En resumen, mi investigación sugiere que el gasto público facilita un acceso más amplio a la financiación de las empresas, lo que, a su vez, permite la recuperación tras desastres y revitaliza la economía local al facilitar la modernización de maquinaria y una reasignación productiva del capital de empresas menos a más productivas. Por supuesto, esto no significa que las inundaciones sean algo positivo; incluso con una recuperación sólida, nadie elegiría enfrentarse un desastre trágico. Pero, una vez que ocurre un evento inesperado, como ha sucedido en Valencia, mi investigación destaca que los programas de respuesta ante desastres bien financiados y funcionales son vitales para la recuperación. Este es un mensaje oportuno e importante para la formulación de políticas públicas, ya que el cambio climático aumenta el riesgo y la frecuencia de desastres naturales.