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Depresión, medicación y productividad laboral

Foto de autor desconocido. Lic.: CC BY-NC-ND

En general, las enfermedades mentales todavía son un tabú en la mayoría de sociedades modernas, aunque su incidencia está aumentando de manera alarmante. Algunos informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicados en 2017 y 2018 (aquí) muestran que la depresión es la causa principal de enfermedad y discapacidad a nivel mundial. Más de 300 millones de personas en el mundo tienen depresión y esta cifra supone un aumento del 18% en los últimos 10 años.

A nivel europeo, España es el cuarto país con más casos de depresión (más de dos millones de personas) después de Alemania (más de cuatro millones de personas), Italia (más de tres millones de personas) y Francia (también con casi tres millones de personas). La depresión tiene una incidencia mayor en mujeres que en hombres y, más concretamente, afecta en mayor medida a mujeres menores de 29 años y mayores de 55 años. En España la incidencia de la depresión en mujeres es del 9.2% frente al 4% de los hombres, según la Encuesta Nacional de Salud de 2017 y la Organización Médica Colegial de España.

La definición de depresión según la OMS es “una enfermedad mental que se caracteriza por un estado de tristeza persistente y una pérdida de interés en las actividades que se disfrutan de manera habitual. Estos síntomas vienen acompañados por la incapacidad de llevar a cabo las actividades diarias, durante al menos dos semanas”. Algunas de las características adicionales que sufren  las personas con depresión son: la pérdida de energía, la pérdida de apetito, aumentos o reducciones del número de horas de sueño, ansiedad, incapacidad para tomar decisiones, sentimientos de culpabilidad y/o incapacidad, etc.

La depresión es una enfermedad que se puede tratar con terapias psicológicas y/o psiquiátricas,  medicamentos antidepresivos o con una combinación de ambos, según las particularidades de cada caso. La evidencia nos muestra, sin embargo, que muchos de los casos de depresión no están diagnosticados y, por lo tanto, no reciben el tratamiento necesario para promover su recuperación.

Aunque está claro que se recomienda buscar tratamiento a través de profesionales, existe controversia sobre la necesidad de permitir (o no) que las empresas productoras de fármacos antidepresivos puedan dar publicidad de sus productos directamente al consumidor final. Cabe destacar que este tipo de medicamentos siempre necesitan receta médica para ser adquiridos.

¿Cuáles son las posibles ventajas/inconvenientes de esta publicidad directa de medicamentos antidepresivos? Por un lado, se argumenta que puede conducir al sobre-tratamiento. Es decir, los pacientes que ven este tipo de anuncios pueden pensar que necesitan el medicamento y pueden “presionar” a sus médicos para conseguir la receta médica. Siguiendo el mismo argumento, podríamos esperar un aumento en el consumo de las marcas de medicamentos anunciadas, aunque no sean el mejor fármaco para este tipo de paciente en particular.

Por otro lado, si la información del anuncio publicitario es correcta y precisa, existe la posibilidad de que aumente la concienciación sobre la enfermedad y que ciudadanos que sufren depresión no diagnosticada acudan a la consulta médica para recibir tratamiento. En este caso, no estaríamos hablando de sobre-tratamiento sino de búsqueda de ayuda por parte de personas que realmente sufren depresión y no lo sabían.

En un nuevo artículo presentado en esta última edición del Summer Institute del NBER (al que, desafortunadamente, este año no pude asistir), Bradley Shapiro de la Universidad de Chicago estudia como la publicidad de medicamentos antidepresivos afecta el consumo de medicamentos y el absentismo laboral. Para entender si el aumento en el consumo de fármacos antidepresivos responde a un aumento en la búsqueda de ayuda de personas que realmente sufren depresión o si, por el contrario, se trata de un efecto sobre-tratamiento de personas “sanas”, el autor argumenta que si existe una reducción en el absentismo laboral esta solo se puede deber a la promoción del tratamiento de personas enfermas.

Para identificar los efectos de la publicidad, Bradley utiliza la variación exógena en la publicidad que se genera debido a la existencia de “fronteras” en los mercados televisivos que no coinciden con fronteras geográficas reales. Es decir, el autor compara las tasas de absentismo laboral y consumo de medicamentos antidepresivos en dos zonas fronterizas (desde el punto de vista televisivo) que tienen condiciones meteorológicas, geográficas y culturales similares y con mercados laborales cercanos. La diferencia entre esas dos zonas es que sus mercados televisivos son diferentes y, por lo tanto, su exposición a la publicidad de medicamentos antidepresivos también es diferente.

Sus resultados son claros y, a mi parecer, espectaculares: un aumento del 10% en la publicidad de este tipo de medicamentos genera un beneficio por la reducción del absentismo laboral equivalente a 770 millones de dólares en salarios. Esta reducción del absentismo laboral resulta del aumento en el consumo de medicamentos antidepresivos en los seis meses previos, con un coste estimado en nuevas recetas médicas de 32 millones de dólares. Por lo tanto, aunque el autor reconoce que pueden existir otros costes adicionales que no se toman en consideración en este simple cálculo, parece claro que los beneficios superan ampliamente los costes.

Además, no se observan cambios en el consumo de medicamentos antidepresivos de las marcas anunciadas en la publicidad (generalmente más caras) sino que el aumento en el consumo es general, sin beneficiar de manera evidente a los productos de las marcas anunciadas. Todos estos elementos llevan al autor a concluir que el aumento en el consumo de medicamentos y la reducción en el absentismo laboral son resultado de la búsqueda de ayuda por parte de personas que sufrían depresión no diagnosticada y, por lo tanto, puede ser considerado como consumo “apropiado”.

Por mi parte, creo que como sociedad debemos esforzarnos en visualizar de manera más contundente la importancia de las enfermedades mentales en general y, en particular, de la depresión. Necesitamos promover la sensibilización hacia un tema muy significativo y que afecta múltiples aspectos de nuestras vidas personales y laborales. Las enfermedades mentales conllevan problemas graves para las personas afectadas y su entorno y su incidencia está creciendo de manera exponencial en nuestra sociedad. Como investigadores, necesitamos aportar más evidencias para entender cuáles son las políticas que funcionan y complementar así el excelente trabajo que están haciendo los profesionales de la psicología y la psiquiatría y los investigadores en esta área de la salud.