por Diego Jiménez-Hernández y Enrique Seira
La mayoría de los gobiernos en el mundo invierten una gran cantidad de recursos para garantizar el acceso a bienes y servicios que consideran esenciales. En muchos de estos casos, intervienen subsidiando bienes de gobierno, incluso cuando existen alternativas proveídas por privados. Tal es el caso de la leche Liconsa (y otros productos similares en todo el mundo) con el que el gobierno mexicano ofrece una leche de bajo costo a los hogares. Para muchos economistas es desconcertante que existan este tipo de programas sociales. Primero, porque es poco probable que el gobierno sea más eficiente que el sector privado para procurar o producir bienes de calidad en países en desarrollo. Segundo, como existen alternativas en el sector privado, el gobierno podría simplemente subsidiar el consumo de estos productos mediante efectivo o vales sin tener que producir ni distribuir.
Partamos del supuesto de que el gobierno quiere dar un subsidio de $1 en el mercado de leche. La teoría económica nos dice que el permitir que los consumidores elijan el producto a subsidiar es mejor (en términos de utilidad) que introducir y subsidiar un bien en específico (como lo hacen con la leche Liconsa). Sin embargo, dicha intuición no aplica cuando sucede que — como en el mercado de leche en México —el sector privado (productores o vendedores) tienen poder de mercado y pueden reaccionar al subsidio cambiando los precios de los productos que venden. Con poder de mercado en el sector privado, la existencia de un bien de gobierno incrementa la competencia y puede disminuir el precio al que el sector privado vende sus propias marcas. En dicho caso, el introducir un bien de gobierno puede ser beneficioso al disminuir los precios de los productos en el sector privado. Es por esto que determinar qué tipo de intervención es mejor (si dar dinero o subsidiar bienes de gobierno) es una pregunta empírica que depende de la calidad de los bienes públicos y privados, su costo de producción, y del poder de mercado, medido mediante la elasticidad de la demanda.
Nuestra investigación busca contestar dicha pregunta en el caso de Liconsa. Esta empresa ofrece una marca de leche bastante popular: en enero de 2010, el 18 % de los hogares en zonas urbanas de México consumieron al menos un litro de leche de gobierno. El precio de esta leche es alrededor de una tercera parte del precio de la leche líquida en el sector privado. Asimismo, el gobierno subsidia entre 40 y 50 % del costo de producción y distribución de la leche de gobierno. En el sector privado, un pequeño grupo de productores (3 por área metropolitana) concentran la mayoría (>80 %) de las ventas de leche en México. Para resolver la pregunta de investigación, utilizamos datos provenientes de una empresa de marketing en los cuales observamos el consumo de leche (privada y de gobierno) de un panel de hogares en zonas metropolitanas de todo el país entre 2010 y 2014, los precios que pagan por cada uno de los productos, e información demográfica acerca de cada hogar en el panel. Para complementar el panel de hogares, recabamos datos del censo de todas las tiendas Liconsa en México, así como del costo de producción y distribución de la leche Liconsa en el país. Utilizando estos datos, el proyecto se compone de dos partes principales.
La primera parte de la investigación muestra que la introducción de tiendas Liconsa en 2013 y 2014 incrementó la cantidad de leche consumida por los hogares, aumentó la competencia en el mercado, y disminuyó el precio por litro en el sector privado. Para identificar estos resultados, utilizamos la variación generada por la introducción escalonada de tiendas Liconsa a causa de la Cruzada Nacional Contra el Hambre. Utilizando una ecuación de diferencias en diferencias dinámica, y controlando por efectos fijos de mes y localización geográfica, la Figura 1 muestra que la apertura de tiendas aumentó la probabilidad de compra de leche Liconsa alrededor de 10 pp. (un incremento de 52 % relativo a la probabilidad promedio), y disminuyó ligeramente la probabilidad de compra de leche del sector privado. Simultáneamente, el precio por litro en el mercado de leche cayó alrededor de 20 centavos (2 % del precio promedio). Igualmente, las gráficas muestran la ausencia de tendencias antes de la introducción de las tiendas Liconsa.
Los efectos de Liconsa también son evidentes cuando comparamos hogares que viven cerca o lejos de las tiendas Liconsa (utilizando la variación residual generada por las reglas que siguieron al abrir las tiendas Liconsa), pues aquellos hogares que viven más cerca de tiendas Liconsa consumen más leche y pagan menos en el sector privado. Además, usando otros mercados como placebos, mostramos que la gente que vive más cerca de las tiendas Liconsa paga lo mismo, por lo que compra en el mercado de refrescos, de cereales y de yogurt. Esto sugiere que nuestros resultados no son consecuencia de diferencias no observables entre hogares, o de la selección de lugares en los que el gobierno abrió las tiendas Liconsa. En resumen, la introducción de Liconsa hace que los precios bajen y que aumente la cantidad de leche consumida. Sin embargo, el gobierno utiliza impuestos para fondear este programa social. Es por esto que, para saber si los consumidores se benefician, debemos entender qué pasaría si, en vez de utilizar el dinero para fondear Liconsa, se utilizara ese mismo dinero de otra manera.
La segunda parte de la investigación estudia qué pasaría si el gobierno cerrara las tiendas Liconsa e interviniera en el mercado de la leche de manera distinta. Con este propósito, proponemos y estimamos un modelo de oferta y demanda del mercado de la leche. Con este modelo, se explora el impacto del sistema existente en comparación a lo que pasaría bajo distintas políticas alternativas (e.g., efectivo, vales) en las cuales el gobierno genera el mismo gasto público que el observado con Liconsa. En el modelo, los hogares eligen qué producto comprar dados los precios tomando las distintas marcas de leche como sustitutos imperfectos. Los productores en el sector privado coexisten con Liconsa e intentan maximizar sus ganancias eligiendo a qué precios vender sus distintos productos en el mercado (i.e., competencia a la Bertrand con sustitutos imperfectos).
Los resultados de la Figura 2 muestran que Liconsa genera más excedente del consumidor que el utilizar el mismo dinero para fondear un sistema de transferencias mediante efectivo y/o vales a utilizar en el sector privado. Si se eliminara Liconsa y se utilizara ese dinero para fondear un sistema de transferencias en efectivo, los precios de la leche en el sector privado aumentarían 3%, la proporción de hogares que consume leche bajaría en 3 p.p. y el excedente del consumidor disminuiría 2%. A pesar de que dar efectivo dominaría al utilizar tiendas Liconsa cuando los precios están fijos, mostramos que el beneficio adicional de los precios más bajos en el sector privado hace que Liconsa sea más atractiva, como política, que el efectivo. Más aún, la mayor parte de los beneficios se lo llevan los consumidores más pobres en los datos. De manera similar, mostramos que los vales condicionados no son mejores que el programa existente. En general, nuestros resultados destacan la importancia del poder de mercado en el diseño de políticas redistributivas.