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De la DANA de Valencia al futuro: ¿Qué esperar?

Por Bruno Conte y David Nagy

Dos meses han pasado desde la terrible DANA en Valencia. Desde entonces, se ha hecho claro que recuperarse de un desastre ambiental de tal magnitud – e invertir en resiliencia de cara al futuro – es una tarea difícil. En base a eso, ¿Qué debemos esperar para el futuro? ¿Fue Valencia algo más que un caso aislado? Si es así, ¿podemos adaptarnos a un mundo en el que los desastres ambientales ocurren con mayor frecuencia que antes? Economistas sugieren que la respuesta a ambas preguntas es sí. Es decir, los daños futuros podrían ser considerables; sin embargo, la adaptación gradual es factible y necesaria para paliar las pérdidas futuras. Dicho esto, diseñar el conjunto adecuado de políticas gubernamentales para la adaptación y mitigación de desastres no es una tarea obvia.

La primera lección que aprendemos de esta literatura es que Valencia no fue un caso único. Varias ciudades del mundo están expuestas a diversos riesgos ambientales. Millones de personas viven en ciudades que corren el riesgo de sufrir futuras inundaciones costeras (Conte, 2023; véase el Panel A de la Figura 1), y cifras igual de elevadas se observan con relación a tormentas, incendios, y terremotos. Las posibles consecuencias de dicha exposición, a menudo causadas por el hecho de que las ubicaciones costeras eran históricamente más atractivas, se han estudiado en diversos contextos. A pesar de las diferencias obvias entre estos, una conclusión común emerge: los cambios graduales en el medio ambiente permiten una adaptación gradual. Por lo tanto, las pérdidas futuras pueden no depender simplemente de cuán severo sea el cambio ambiental, sino de cuán capaces seamos de adaptarnos a él.

Un ejemplo icónico es el de Desmet et al. (2021), que investigan en qué medida la inversión y la migración pueden atenuar las futuras pérdidas de bienestar derivadas de las inundaciones costeras. Concluyen que, en ausencia de esas opciones adaptativas, las pérdidas globales en bienestar podrían ser hasta 40 veces mayores que en el escenario en el que los agentes se adaptan. También documentan consecuencias desiguales en todo el mundo: las posibles pérdidas en Asia podrían ser mucho mayores que en otras regiones, igual de expuestas a inundaciones, en economías desarrolladas como Europa (véase Figura 1, Panel B).

La abundante literatura inspirada en Desmet et al. (2021) destaca la importancia de otros márgenes de adaptación (por ejemplo, Balboni (2025) sobre la disposición de carreteras en Vietnam) y/o las consecuencias de otros riesgos climáticos (por ejemplo, Burzynski et al. (2022) y Conte (2024) sobre la importancia de la migración; véase la entrada anterior, Conte et al. (2021) sobre su interacción con el comercio internacional, y Bilal and Rossi-Hansberg (2023) sobre el papel de la anticipación de tormentas y olas de calor en el futuro). Desmet and Rossi-Hansberg (2024) ofrecen una revisión más completa y técnica.

Una segunda lección que aprendemos de esta literatura es que las políticas gubernamentales y decisiones privadas de adaptación interactúan de maneras complejas. Por ejemplo, Fried (2022) muestra cómo la ayuda gubernamental en zonas de riesgo reduce la inversión privada contra tormentas a través del riesgo moral, y recomienda subsidios federales como política para superarlo. Otro ejemplo es el de Henkel et al. (2022) (de una entrada anterior), quienes documentan que, en los Estados Unidos, la ayuda en caso de desastres suele proporcionarse antes de las elecciones. Esto atenúa las pérdidas de bienestar en los lugares afectados por desastres, pero incentiva a las personas a mudarse a estas áreas peligrosas en el largo plazo.

Figura 1. Población expuesta a inundación costera futura y potenciales pérdidas en bienestar

Panel A:Población en zonas de baja altitud (<2.5 metros). Fuente: Conte, 2023

Panel B: Pérdidas de PIB real en 2200 bajo RCP 4.5. Fuente: Desmet et al. (2021)

De hecho, la evidencia de grandes cantidades de personas “atrapadas” en regiones costeras peligrosas no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos. Hay muchos otros ejemplos en todo el mundo (Kocornik-Mina et al., 2020; Lin et al., 2024), incluso en España (Magontier and Martinez-Mazza, 2023, véase la entrada anterior). Mientras se sostiene que leyes de regulación son responsables de este desarrollo urbano en zonas de riesgo (por ejemplo, Ospital, 2022 para el caso de la exposición a incendios forestales en California), otros señalan – de nuevo – el riesgo moral como una posible causa. Yakarta, en Indonesia, es un ejemplo emblemático. Su enorme densidad urbana en zonas propensas a inundaciones está obligando al gobierno a responder con inversiones de protección, como diques marinos. Hsiao (2023) sostiene que constructoras, esperando esta respuesta, invierten en exceso en zonas de riesgo, lo que aumenta aún más la densidad urbana de riesgo y la desigualdad dentro de la ciudad en términos de exposición a inundaciones (véase también Hsiao, 2024). Equilibrar cuidadosamente los beneficios de la ayuda a corto plazo frente a esas distorsiones a largo plazo es un desafío importante para el diseño correcto de políticas posteriores a desastres.

Una tercera conclusión que se desprende de los estudios económicos es que, en la actual economía globalizada, los shocks ambientales no se quedan en un lugar específico, sino que se propagan a regiones no afectadas. Este fenómeno, documentado por primera vez en el caso de los terremotos (Boehm et al., 2019; Carvalho et al., 2021), podría aumentar sustancialmente el costo de futuros desastres ambientales. Por ejemplo, Balboni et al. (2024) muestran que las empresas afectadas por inundaciones en Pakistán experimentan disminuciones de la demanda a medida que sus compradores cambian a proveedores de insumos en regiones menos riesgosas y no afectadas (se documentan resultados similares para las relaciones entre empresas en la India; véase Castro-Vincenzi et al., 2024). Otros documentan que la propagación de los shocks climáticos a través de vínculos insumo-producto podría afectar indirectamente a las empresas que dependen de insumos de áreas riesgosas (como se documentó para la industria automotriz estadounidense; véase Castro-Vincenzi, 2022). Por lo tanto, los complejos vínculos entre insumos y productos de toda la economía deben considerarse cuidadosamente a la hora de diseñar el conjunto adecuado de políticas para abordar los daños directos e indirectos.

Por lo tanto, ¿qué conclusiones sacamos de los trágicos acontecimientos de Valencia? En primer lugar, está claro que no fue un fenómeno aislado, y que debemos prepáranos para desastres similares. En segundo lugar, que desastres como estos afectan a otras regiones a través de sus vínculos económicos con las zonas afectadas y que, en tercer lugar, la adaptación a través de la migración y la inversión tiene costes, pero es esencial para mitigar las pérdidas. Por último, las políticas gubernamentales que fomentan la adaptación y mitigan las pérdidas son cruciales, pero deben diseñarse con cuidado debido a los efectos indirectos y la presencia de riesgo moral.