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Cuento de Navidad

A mis estudiantes

“Good Spirit […] assure me that I yet may change these shadows you have shown me by an altered life?” (Charles Dickens, A Christmas Carol)

El espíritu del pasado: la bicha

Llueve. Las gotas de agua, empapadas de luces de Navidad, se deslizan por el cristal de la ventana. El profesor Mesinfot las mira abstraído desde su escritorio. Desde niño le ha gustado jugar a comparar el recorrido de esas gotas con el devenir de una vida. Hay vida como agua que se precipita por una rápida existencia sin mezclarse con otra vida, y hay agua como vida que explora en su trayectoria nuevos caminos, atrayendo más agua en un lento y fructífero descenso de huella ancha. El profesor acaba de decidir que esa gota que en este preciso instante impacta sobre la ventana es la suya, la representante de su vida. Y allá va, cristal abajo reflejando con el color rojo sus primeros años en la universidad, su pertenencia a grupos universitarios políticamente activos. Horas de asambleas que sustituyen a horas de estudio, pero hay que atar bien todos los cabos si se quiere transmitir con efectividad la dialéctica de la lucha de clases. No importa cuáles, siempre se pueden inventar dos clases sobre las que cimentar un conflicto, sólo hay que estar del lado de los buenos. Reuniones con profesores igualmente comprometidos que sustituyen a las tutorías académicas. Y el premio en forma de vicedecanato de estudiantes. Ya está dentro. Luego, su colaboración con el departamento de los profesores amigos, los que le enseñan que la misión de la universidad es actuar de altavoz de las injusticias sociales. Y hay que empezar temprano, dando ejemplo, achatando las diferencias entre los estudiantes, no vaya a sobresalir nadie, porque el reconocimiento del mérito y el esfuerzo es mercantilismo (aquí, aquí y aquí). Por el camino, una tesis doctoral de compromiso, pues no hay que desviarse de lo importante y, como le comentó un decano sabio: “la investigación es la bicha que se nos ha metido en la universidad española” (aquí, aquí o aquí). Desde entonces, su ataque hacia la conquista del templo sagrado de la Universidad ¿Quién dijo que hacer un doctorado no abre puertas en España?

El espíritu del presente: decisiones valientes

El tiempo pasa deprisa, y esa gota que ha dejado un rastro exiguo y recto en el cristal parece detenerse ahora, brillando con el color azul que le llega desde el árbol adornado. Es el presente. Cuántas reuniones en la sombra, café y café, yo lo llevo, aprendiendo a callar cuando hay que callar, para hablar en el momento adecuado. Observar, imitar, tantas horas, hay que ser mecánico antes que ingeniero. Y la ingeniería le llega con el vicerrectorado. Bingo. Pero han sido años difíciles, le ha tocado lidiar con el negro zaino del gran tijeretazo. Delimitar la estrategia: preservar el statu quo. Si quieren más ingresos, festín de nuevos títulos, barra libre para la admisión a másteres y ampliar cocina para doctorados (aquí y aquí). Fast food para el tercer ciclo. Grasa para los estómagos de políticos hambrientos de recursos. Y cuanto más sucia la cocina, más grasa. El profesor Mesinfot sonríe cuando recuerda los años en los que pensaba que premiar el esfuerzo era mercantilismo. Todo sea por mantener la estabilidad de la institución, y su silla caliente en el rectorado, que para algo se lo ha currado. ¿O no fue duro cuando tuvo que despedir por la vía rápida a esos pobres muchachos contratados en el job market académico? Puede ver claramente el día en el que entraron por su despacho esa delegación de frikies de Economía hablándole de la posibilidad de acudir al mercado de jóvenes doctores para contratar profesores. Doctores formados en buenas universidades cuyo perfil se ajustara a las distintas necesidades departamentales, decían. ¡Como si nuestros doctores no fueran lo suficientemente buenos para dar las clases! Les siguió el juego, era tan raro que sonaba divertido. Cuatro profesores contratados en dos años por esta vía. Ya no queda ninguno. ¿Que eran profesores competentes? No importa, lo primero es lo primero, y los experimentos con gaseosa. Ahora que lo piensa bien, desde Economía le ha llegado en los últimos años más de un problema. Menos mal que para eso están las listas negras en las elecciones a la Junta de Facultad. No se vaya a colar un tocapelotas en el sistema. Y el sistema obliga a tomar decisiones valientes. Como ésta sobre un estudiante copión. Un plagio absoluto, sin paliativos, virtualmente una suplantación de identidad, demasiado para esconderlo debajo de la alfombra. Su profesor pedía la expulsión, pero el estudiante alegó que la asignatura era muy difícil. Ya les vale a estos de Economía poniendo zancadillas en lugar de facilitar las cosas, ni que fueran físicos. Ni pa ti ni pa mí. Una convocatoria sin acudir como castigo, y para el final de curso un título de máster debajo del brazo. Esto de gobernar una universidad obliga a tener visión de futuro.

El espíritu del futuro: purple rain

Arrecia la lluvia. La gota de agua sobre la que el profesor había detenido sus más recientes recuerdos sigue su camino, bifurcándose en dos minúsculos canales con destino a un futuro incierto. El profesor ya ha elegido y posa la vista en una de las dos estrías húmedas iluminada por una luz morada. Una universidad de nuevo comprometida con la defensa de lo débil, con el conflicto lingüístico como eje central, la vieja lucha de clases resucitada en el fantasma de un idioma opresor. Grandes problemas políticos que necesitan de una respuesta política firme, al margen de otros intereses espurios (aquí y aquí). Lo primero es lo primero, y el estudiante lo entenderá, si no hoy, mañana. Ese mañana en el que la Universidad del profesor Mesinfot no estará entre las doscientas mejores, ni tampoco aparecerá entre las quinientas primeras, pero será una universidad que velará por el desarrollo de nuestra región. Eso es lo que importa, la economía real, el bienestar de nuestra gente, lo otro son teorías y números sin importancia. El profesor levanta la vista. La tenue senda de agua que le ha guiado en el recorrido por su vida ha sido devorada por otras gotas más fuertes que venían detrás, y ya no es posible identificar el segundo surco. En Spotify suena Prince: It’s time we all reach out for something new, that means you too. El profesor siente un escalofrío, debe de estar bajando la temperatura. Hora de irse. ¿Y las llaves del coche? Ya las ha vuelto a dejar fuera de sitio, primer cajón, segundo cajón, tercer cajón, aquí están. ¿Qué diantre? Debajo de esta carpeta con el rótulo “Propuestas para la Reforma y Mejora de la Calidad y Eficiencia del Sistema Universitario Español”. El profesor abre la carpeta, duda, luego se mete las llaves en el bolsillo y tira el documento a la papelera. Apaga las luces.

Epílogo

Todos los que trabajamos en la universidad hemos tropezado muchas veces con el protagonista de esta historia. Es el mismo profesor Melasuda allende las fronteras de la zona de influencia del valenciano. Personaje arribista que frecuenta los resquicios de los órganos de gobierno de las universidades españolas. Existe porque el sistema lo reclama para su supervivencia, mientras que una desconcertante ANECA le sigue ofreciendo abrigo en sus nuevos criterios de acreditación. Afortunadamente, pese a los profesores Melasuda o Mesinfot, la universidad española cuenta también con excelentes profesionales en el ámbito de la administración, la docencia y la investigación. Ellos son los que con su trabajo impiden un deterioro sostenido de nuestra imagen. Ellos simbolizan, como agua dormida de lluvia, el milagro escondido dentro de este Cuento de Navidad.

Nota: la mayoría de los nombres detrás de los acontecimientos narrados aquí se han cambiado u ocultado para preservar el anonimato de las personas implicadas.