¿Cuánto nos limita tener un nombre extranjero?

Por Carlos Gómez González

La desventaja de minorías raciales e inmigrantes en la sociedad

Bien sea por una cuestión de preferencias (Becker, 1957), información imperfecta (Arrow, 1974) o sesgos implícitos (Bertrand et al., 2005), las minorías raciales e inmigrantes tienen una desventaja en varios dominios sociales. Libertad González escribía sobre esta desigualdad en el blog hace unos años.

Muchos estudios en economía laboral han utilizado los salarios, los despidos, o la representación en puestos de dirección en análisis de regresión para detectar comportamientos discriminatorios contra estas minorías. Sin embargo, la metodología es problemática por la dificultad de incluir todas las características de los individuos que son relevantes para la productividad (Bertrand & Duflo, 2017).

Para esquivar el sesgo de variable omitida y analizar la discriminación de acceso, muchos investigadores se han interesado por los experimentos de campo. En ellos, se crean solicitudes idénticas de acceso a un organismo que solo difieren en la variable de interés, como, por ejemplo, la raza, género o nacionalidad. Esta metodología ha evidenciado las dificultades de las minorías raciales e inmigrantes para encontrar un trabajo (Baert, 2018), que es, por supuesto, uno de los hitos más importantes. La remuneración salarial y los contactos dentro del grupo de trabajo favorecen la adaptación e integración de este colectivo.

No obstante, el mercado laboral no es la única preocupación dentro esta línea de investigación. Los trabajadores son, también, personas que necesitan otro tipo de relaciones para sentirse integrados en la sociedad. En 1972, el autor suizo Max Frisch reflexionaba sobre la inmigración de trabajadores invitados a Europa occidental: We asked for workers; we got people instead. Por esto, muchos investigadores han dejado de lado el mercado laboral y se han interesado, también, por otros dominios sociales.

Experimentos de campo muestran de forma consistente la desventaja a la que las minorías raciales e inmigrantes se enfrentan a la hora de alquilar un piso (Auspurg et al., 2019), conseguir una cita online (Potârcă & Mills, 2015), formar parte de la economía colaborativa (Edelman et al., 2017) o encontrar un equipo de fútbol para pasar el rato (Nesseler et al., 2019), entre muchos otros escenarios.

El experimento del fútbol

Los clubs de fútbol aficionado no tienen muchos intereses económicos y se organizan de forma independiente dentro de federaciones regionales. En estos clubes no existe un sistema reglado de admisión de nuevos miembros y el contacto vía email es muy común entre jugadores que quieren buscar un equipo. Estas características permiten replicar los experimentos de campo del mercado laboral y del alquiler, y aportar un matiz distinto.

El objetivo principal del proyecto que describo en esta entrada (basada en Gómez-González et al., 2021) es dar continuidad al estudio piloto realizado en Suiza (Nesseler et al., 2019) y analizar hasta qué punto un nombre nacional tiene ventaja sobre otro extranjero a la hora de practicar deporte reglado en Europa.

Para esto, y utilizando financiación de la Fundación Nacional para la Ciencia de Suiza (SNF), contactamos con más de 23,000 clubes de fútbol aficionado preguntando si es posible ir a un entrenamiento de prueba con identidades ficticias. En el estudio se compara el número de respuestas que reciben los perfiles de email asociados a nombres nacionales y extranjeros. Las solicitudes son realizadas vía email y el contenido del mensaje es idéntico. Este está escrito en el idioma del club y omite, además, cualquier referencia a la situación laboral, educación, país de origen o experiencia previa de la persona. Por tanto, es posible aislar el efecto del único factor que varía en las solicitudes; el nombre.

En total, contactamos con 23,020 clubes aficionados masculinos de 22 países distintos: Austria (n=1,840), Bélgica (n=663), Croacia (n=447), República Checha (n=1,598), Dinamarca (n=1,135), Inglaterra (n=1,527), Finlandia (n=536), Francia (n=1,847), Alemania (n=1,681), Grecia (n=437), Hungría (n=345), Irlanda (n=308), Italia (n=1,463), Noruega (n=999), Polonia (n=1,312), Portugal (n=791), Rumania (n=493), Rusia (n=1,143), Serbia (n=383), España (n=1,410), Suecia (n=1,493), y los Países Bajos (n=715).

Un paso muy importante en este tipo de experimentos es la selección de los nombres. En cada país se utilizan cinco nombres nacionales y seis nombres extranjeros (dos nombres para cada grupo extranjero). Los nombres extranjeros son típicos de las tres nacionalidades más representadas en el país correspondiente. Sin embargo, en algunos países, los grupos extranjeros más representados no pueden ser diferenciados únicamente por el nombre (por ejemplo, nombre alemán en Austria o colombiano en España) y se sustituyen por las siguientes nacionalidades más representadas que cumplen este requisito.

Para contactar con los clubs, se utiliza una aleatorización de bloque por región en cada uno de los países y se asigna el mismo número de nombres extranjeros y nacionales (un nombre para cada club). La respuesta de los clubes a los emails es la variable de interés y se categoriza de la siguiente forma: (1) no respuesta o rechazo; (2) respuesta positiva o respuesta positiva con preguntas adicionales (i.e., invitación a participar con otras preguntas relacionadas con la posición, la edad o experiencia previa).

Los resultados

El primer resultado de interés es una tasa de respuesta alta, cercana al 44%. Este nivel de respuesta supera al de otros estudios en el mercado laboral (por ejemplo, Pager et al. 2009) y refuerza la idea de que este escenario es válido para realizar este tipo de experimentos. No obstante, la tasa de respuesta varía de forma considerable entre los distintos países. La Figura 1 muestra esta disparidad y, también, el segundo resultado de interés, que es la diferencia entre nombres extranjeros y nacionales en los distintos países.

Figura 1. Porcentaje de respuestas por tipo de nombre y país. Extraído de Gómez-González et al. (2021)

En todos los países de la muestra, los perfiles asociados a nombres extranjeros reciben un porcentaje menor de respuestas. La diferencia media está en torno a los 10 puntos porcentuales. Sin embargo, aquí existe mucha variabilidad entre países. Por ejemplo, la diferencia está por debajo de 4 puntos porcentuales en Irlanda, Francia y Portugal, y por encima de 20 puntos porcentuales en Croacia, Hungría y Austria. La diferencia en España es aproximadamente de 13 puntos porcentuales, similar a la de otros países como Alemania, Finlandia y Suecia.

¿Y ahora qué?

Estos resultados ponen de manifiesto una discriminación que afecta a las minorías raciales y a los inmigrantes en un escenario, el del deporte a nivel aficionado, al que se le presupone un alto nivel de aceptación e integración. Las ventajas de este escenario para la integración social se sustentan sobre el contacto entre grupos en ambientes relajados (Allport, 1954) y la fortaleza de los lazos débiles (Granovetter, 1973), que los comportamientos discriminatorios bloquean.

La evidencia anecdótica invitaba a pensar que el efecto negativo del nombre extranjero presente en muchas otras esferas sociales sería extrapolable al deporte aficionado, pero, quizás, no de forma consistente en todos los países de la muestra. Los esfuerzos del grupo de investigación pasan ahora por buscar las causas de esta disparidad y encontrar soluciones.

La primera línea de investigación está encaminada a investigar los porqués de la discriminación de acceso en los distintos países. Las intersecciones de los nombres extranjeros con la religión, el estatus socioeconómico o el idioma probablemente jueguen un papel importante. Aunque la tarea es complicada, el objetivo es identificar el factor asociado al nombre extranjero que más influye en la discriminación y extender el análisis a otras actividades sociales y culturales.

La otra línea de investigación estudia medidas que, implementadas desde las federaciones, ayuden a disminuir la brecha de acceso en los distintos países. Estas organizaciones públicas tienen la oportunidad, y la responsabilidad, de mejorar el acceso de las minorías al deporte aficionado para reducir los prejuicios, los estereotipos negativos y la categorización social alentada por mensajes de odio irracionales e injustos.

En mi opinión, esta categorización nociva está ya incrustada en el seno de las sociedades occidentales modernas y condiciona el comportamiento de muchas personas, a veces de forma inconsciente. Por supuesto, nada es gratis, y revertir la situación requiere de compromiso, infraestructura e inversión social. La alternativa es la desigualdad, pero su precio es mucho más alto.