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#ComproLoQueNecesito: Lo que los pánicos bancarios pueden enseñarnos sobre las compras compulsivas

Por Hubert J. Kiss, Ismael Rodriguez-Lara y Alfonso Rosa-García

Estos días, a muchos nos ha sorprendido ver largas colas de gente esperando a entrar al supermercado, o esperando pacientemente para pagar en medio de cajeros estresados y reponedores que no daban abasto para llenar los estantes. Pedro Rey ha escrito recientemente un post magnífico sobre cómo nos comportamos en tiempo de coronavirus, pormenorizando y discutiendo todos los sesgos y factores psicológicos que pueden contribuir a nuestro comportamiento. En este post, nos gustaría centrarnos en un algunos aspectos que tienen que ver con las compras compulsivas y que podrían ayudarnos a entender mejor la situación a partir de nuestra investigación sobre pánicos bancarios. La idea va en línea con lo apuntado por Antonia Díaz y Luis Puch en su post sobre la economía en situaciones de pandemia y en  un hilo reciente Justin Wolfers en Twitter, que comparan los pánicos bancarios con la acumulación de papel higiénico por parte de los hogares que estamos viendo durante estos días.

Teóricamente, los pánicos bancarios pueden ocurrir por problemas de confianza en el sistema financiero (lo que se conoce como “pánicos por problemas de fundamentales”) o por situaciones en las que los depositantes de un banco deciden retirar sus depósitos de forma repentina sin motivo aparente (los llamados “pánicos por coordinación”). Estos últimos son los que más se asemejan a la situación actual, ya que los supermercados no tendrían problemas para abastecer a los hogares si estos hicieran sus compras con normalidad, tal y como ha asegurado Juan Roig, presidente de Mercadona, entre otros.

El modelo seminal que explica los pánicos por coordinación se debe a Diamond y Dybvig (1983). En su artículo, los individuos pueden hacer su consumo hoy o en el futuro. Algunos individuos están obligados a disponer de sus recursos inmediatamente (son los denominados “depositantes impacientes”, con necesidades de liquidez), mientras que el resto de individuos (los “depositantes pacientes”) pueden realizar su consumo en cualquiera de los dos periodos y estarían dispuestos a esperar a consumir en el futuro si su depósito resultase rentable. En este entorno, los bancos tienen una razón de ser, ya que pueden agrupar los ahorros de todos los individuos y mantener una parte en el activo líquido (para cubrir las necesidades de los impacientes) y otra parte podrían invertirla para pagar a los depositantes que hayan esperado para consumir en el futuro (una vez que esta inversión haya madurado). En su análisis, Diamond y Dybvig hablan de las potenciales ganancias que, para todos, generan los bancos en estas circunstancias. Sin embargo, demuestran también que permitir la retirada de todos los depositantes puede generar un problema de coordinación: si un depositante cree que todos los demás van a retirar su dinero, tiene incentivos a retirar también ya que el banco podría ser incapaz de hacer frente a todas las solicitudes de liquidez en el corto plazo: tendría que vender sus activos de largo plazo y no podrá hacer frente a los pagos comprometidos en el futuro. Aunque en el óptimo el banco pueda mantener sus compromisos y se alcanzaría la mejor situación si solo los impacientes retirasen y los pacientes esperasen para cobrar su dinero en el futuro, es posible que (en equilibrio) todos los depositantes decidan retirar su dinero, generándose un pánico por coordinación. Estos pánicos están basados en las creencias que tienen los depositantes sobre el comportamiento del resto, y no en la solvencia del banco.

Estableciendo un paralelismo con el ejemplo de los supermercados, la situación óptima sería aquella en que solo las familias que necesitan alimentos acuden al supermercado. En este entorno, los supermercados podrían abastecer a todas las familias, como hemos dicho. Sin embargo, son muchas las familias que, ante la creencia de otras van a comprar, deciden hacerlo también, vaciando las estanterías y, adicionalmente, favoreciendo la expansión del virus.

Desde Madies (2006) existen muchos experimentos sobre pánicos bancarios que pueden ayudarnos a entender mejor por qué acudimos a comprar de forma compulsiva, y cómo podríamos frenar este comportamiento. Garratt y Keister (2009), por ejemplo, mostraron que los problemas de coordinación son más frecuentes si los individuos disponen de varias oportunidades para decidir. Estableciendo un símil con las compras, el hecho de que tengamos todo el día para decidir si vamos o no al supermercado, en vez de tener una única decisión a tomar, podría facilitar la mala coordinación. Quizá inintencionadamente, durante la cuarentena en Hubei se tomaron medidas en este sentido al limitar a una única salida al día de los hogares para hacer la compra. Esta situación aún no se ha aplicado en España si bien el estado de alarma va encaminado, en parte, a limitar las salidas y podría ayudar en este sentido. También va en esta línea la medida anunciada por Consum de limitar las compras por día, hasta un máximo de seis unidades por producto. La idea es similar a imponer la suspensión de pagos, una solución que sirve para prevenir los pánicos bancarios.

Hay otros factores que pueden resultar claves para explicar el comportamiento compulsivo de estos días. En nuestros artículos, hemos hecho mucho hincapié en la importancia que tiene observar las acciones del resto (Kiss, Rodríguez-Lara y Rosa-García, 2012, 2014, 2018). En el entorno de Diamond y Dybvig (1983) todos los depositantes toman su decisión de manera simultánea, por lo que la elección del mal equilibrio está basada en las creencias que tienen los depositantes sobre el comportamiento del resto. Nuestro modelo teórico considera a un entorno secuencial, demostrando que el simple hecho de observar las acciones del resto podría eliminar completamente los pánicos bancarios por coordinación. La lógica es sencilla. Cualquier depositante paciente, si sabe que su decisión va  a ser observada, tendrá incentivos a esperar, para que quienes actúen detrás (y ven su decisión) hagan lo mismo. Así, ningún depositante debería retirar su depósito en equilibrio, a no ser que sea impaciente. Es más, cualquier retiro debería ir asociado siempre al comportamiento de los impacientes, por lo que los pacientes deberán esperar, incluso si observan retiros.

En nuestros experimentos, estas predicciones se cumplen tan solo en parte.  Los depositantes pacientes tienden a esperar si están al principio de la cola (para facilitar la coordinación con el resto), pero retiran cuando observan que otros han retirado, entrando en pánico. Esto va en contra de la teoría y ocurre porque los depositantes tienen creencias erróneas sobre el comportamiento de otros, ya que dan una probabilidad desproporcionadamente alta al hecho de que los demás depositantes actúan por pánico, y no por necesidad. Esto podría explicar por qué mucha gente haya acudido a comprar de manera compulsiva estos días. Ver que otros compran distorsiona nuestras creencias sobre la situación y facilita que compremos, aunque se trate de un comportamiento irracional. Por suerte, en nuestros experimentos hay buenas noticias ya que encontramos que observar esperas facilita las esperas. Por otro lado, Kiss, Kinateder y Pinter (2020) han encontrado que los depositantes estarían dispuestos a mostrar que quieren dejar su dinero en el banco si el coste de hacerlo es bajo, evitando problemas de coordinación.

Para facilitar que la gente deje de comprar compulsivamente deberíamos por tanto observar que otros no compran de manera impulsiva. Esto no parece fácil en la práctica, aunque las redes sociales nos lo facilitan a un bajo coste. Un hashtag del tipo #ComproLoQueNecesito (acompañando una foto de nuestro carrito con lo indispensable) comunicaría a todos que no vamos a comprar de manera impulsiva, ayudando a la buena coordinación, y generando confianza en el abastecimiento. Quizá con esa simple medida podemos frenar un poco la histeria colectiva, y así quedarán suficiente alimentos, papel higiénico y demás productos en las estanterías de nuestros supermercados.

El mensaje se hace fácil de transmitir y podría movernos hacia el equilibrio eficiente, como se ha pretendido hacer con el #YoMeQuedoEnCasa. Además, reforzaría otros resultados sobre pánicos bancarios, que discuten los problemas de recibir malas noticias. Dijk (2017), por ejemplo, encontró que los sujetos que había sido expuestos a imágenes de miedo antes de empezar el experimento tendían a coordinarse con más frecuencia en los equilibrios de pánico bancario. Brown, Trautmann y Vlahu (2016) y Chackravarty, Fonseca y Kaplan (2014) estudiaron los problemas de contagio. Los depositantes que tienen confianza en su banco la pueden perder cuando oyen que otros bancos tienen problemas, incluso cuando se les informa de que no hay ningún tipo de conexión entre los bancos y el suyo es totalmente seguro.

En resumen, el factor psicológico (qué tipo de noticias veamos), puede repercutir en nuestro comportamiento, de ahí que muchos expertos recomienden tener una actitud positiva. Son los beneficios del humor de los que hablaba Pedro Rey en su post anterior. Junto a las medidas a nivel agregado como las propuestas por Antonia Díaz y Luis Puch en su post, estas medidas que se pueden tomar a nivel individual también pueden contribuir a aliviar los problemas existentes. Para evitar comportamientos de pánico es fundamental no sobre-exponernos a malas noticias y observar comportamientos que puedan facilitar la coordinación. Por fortuna, es algo a nuestro alcance y puede ayudarnos a todos a mejorar #ComproLoQueNecesito