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Competencia e Inversión en Telecomunicaciones

En este blog hemos hablado muy pocas veces del mercado de las telecomunicaciones y en especial de la telefonía móvil. Esto se debe en parte a que en este mercado los precios se ha visto reducidos de manera constante en los últimos años. Aunque ésta es una tendencia internacional, en este contexto España es un país con precios moderados y una razonable calidad de servicio.

Fuente:CNMC.

A nivel europeo (y no sólo a ese nivel) éste es un mercado donde operan un número muy limitado de empresas. Habitualmente entre tres y cinco empresas tienen infraestructura propia (resultado de la licitación hecha por las administraciones para el uso del espectro radioeléctrico), que conviven con los operadores móviles virtuales que en muchos casos tienen una cuota de mercado muy pequeña y que están especializados en ciertos segmentos de mercado. La regulación ha tenido bastante éxito a la hora de inducir un nivel razonable de competencia en este mercado.

Sin embargo, esta competencia entra en conflicto con otra de las características de este servicio: la necesidad de desplegar nuevas infraestructuras de manera regular. Pocos años después del despliegue de la 4G, la llegada de la 5G parece inminente. Es por ello que en muchos países las empresas con red propia han planteado en los último años procesos de consolidación. Su argumento es que su fusión permitirá reducir duplicaciones y conseguir economías de escala con las que acometer la nuevas y costosas inversiones.

Mercados como este, llamados en inglés narrow oligopolies, presentan un reto interesante para los reguladores y autoridades de competencia. El mantra habitual de los economistas de que se debe promover siempre más competencia y así inducir menores precios (la eficiencia estática) puede no ser cierto si eso conlleva una reducción en la inversión y por tanto en la calidad y el precio de los servicios futuros (la eficiencia dinámica)

¿Existe tal conflicto? Esto es lo que un reciente trabajo de Genakos, Valletti y Verboven (2018) intenta dirimir. Para ello construyen un panel de países de la OCDE entre 2002 y 2014 y analizan si los precios y la inversión dependen del nivel de concentración del mercado.

Sus resultados muestran que, como sería de esperar, la fusión entre dos empresas tiene un efecto positivo en los precios. Pasar de la concentración correspondiente a cuatro empresas de igual tamaño a la de un mercado con tres empresas significa un incremento de precios del 15.9%. El paso de cinco a cuatro empresas reduce este incremento al 7.9%. Además, los autores muestran que este efecto es asimétrico en función de la dirección en la que se dé. Si pasamos de cuatro a cinco empresas debido a la entrada de una empresa, por ejemplo, el precio se reduce en un 9.3%. Por el contrario, si el número de empresas se reduce debido a una fusión, por ejemplo, el precio cae solo un 4.3%. Esta diferencia no es sorprendente si tenemos en cuenta que las autoridades de competencia raramente aceptarían una fusión que conllevara un incremento substancial en el precio. Sólo vemos aquellas fusiones que son más benignas en términos de precios.

El resultado anterior era esperable. Pero, ¿qué sucede con la inversión de las empresas? La teoría económica no proporciona predicciones claras respecto a la relación entre competencia e inversión (o innovación). Así, algunos modelos concluyen que en mercados donde no hay competencia las empresas tienen pocos incentivos a invertir dado que eso no les permite aumentar su poder de mercado. En el otro extremo, cuando hay una “excesiva” competencia las empresas no tienen ni los recursos ni el tamaño para llevar a cabo esta inversión. Esto plantea una relación con forma de U-invertida entre concentración de mercado e innovación que ha sido contrastada empíricamente en trabajos como Aghion y co-autores (2005). Sería, por tanto, cuando el número de competidores es intermedio que la inversión podría ser máxima.

Para contrastar este efecto, los autores relacionan el CAPEX (Capital Expenditure) de la empresa con la concentración del mercado. Su resultados muestran que en mercados más concentrados las empresas invierten más. En particular, pasar de cuatro empresas iguales a tres aumenta la inversión en un 18.3%. Pasar de cinco a cuatro podría aumentar la inversión de cada empresa un más que notable 25.3%. Por supuesto, una crítica a este resultado es que siendo menos empresas, aunque cada una invierta más, la inversión total de la industria podría decrecer. Para contrastar este punto los autores llevan a cabo el mismo análisis a nivel de industria y concluyen que la inversión total no varía significativamente con el número de empresas. En la medida en que parte de las inversiones significan una duplicación entre empresas que la fusión entre competidores puede aliviar, podremos concluir que el efecto sobre la inversión es moderadamente positivo.

Por ello, la combinación de los resultados sobre precios e inversión sugieren que, efectivamente, en este caso existe un cierto conflicto entre eficiencia estática y eficiencia dinámica. Esto no significa, por supuesto, que cualquier fusión deba ser autorizada y su idoneidad dependerá de las características de cada mercado y de los operadores involucrados. Además, en algunos casos existen alternativas a la fusión que permiten obtener los mismos beneficios. El ejemplo más habitual son los acuerdos entre empresas para compartir su red, que reduce las duplicaciones sin disminuir la calidad del servicio que los consumidores reciben.

Este estudio es también un buen ejemplo de que existen pocas recetas universales en economía, particularmente cuando hablamos de mercados con un número pequeño de empresas. Aplicar reglas mecánicas (y dogmáticas) acostumbra a ser una mala idea.