Por Lorenzo Ductor
A pesar del avance en el logro educativo de las mujeres en las últimas décadas (véase Goldin et al., 2006), persisten diferencias de género significativas en los salarios, los niveles de empleo y en los puestos de trabajos que desempeñan. Esta desigualdad de género también se refleja en la academia (véase las entradas anteriores de Beatriz González en Nada es gratis aquí y aquí). En el ámbito de la investigación en economía, Santiago Sánchez en esta entrada realizó un excelente resumen de nuestro trabajo “Gender and Collaboration” (coautorado con Sanjeev Goyal y Anja Prummer), donde examinamos las redes de coautorías en las publicaciones de revistas del EconLit desde 1970 a 2017. Encontramos que las mujeres tienen un 14% menos de coautores que los hombres. Además, las mujeres tienden a trabajar más con los mismos coautores, ocupan posiciones menos centrales en la red de colaboradores y los colaboradores de las mujeres tienden a colaborar más entre ellos, lo que hace que las redes de las mujeres sean más cerradas y, por tanto, estén más limitadas que las de los hombres para recibir información diversa que incentive la creatividad. Estas diferencias de género en las redes de colaboración están estrechamente relacionadas con la producción científica. Una vez controlamos por las diferencias de red, la brecha de producción científica (medida como el número de publicaciones ajustada por el factor de impacto de la revista) se reduce en un 18%, mientras que la brecha de género en publicaciones en el top 5 se reduce en un 20%.
En esta línea, Ayarza e Iriberri (2024) también encuentran una persistente brecha de género en la producción científica en economía para diferentes cohortes de economistas, explicada principalmente por las carreras académicas más cortas de las mujeres.
Estos hallazgos nos llevan a cuestionarnos por qué las mujeres tienen redes de colaboración diferentes. En un artículo reciente, utilizando los mismos datos, analizamos si hay una mayor interacción entre investigadores del mismo género. Si los economistas colaboran más con investigadores del mismo género, las mujeres, siendo un grupo minoritario en Economía, tendrán menos oportunidades de interactuar con otras investigadoras y, por ende, tendrán menos coautores. Si este fuera uno de los mecanismos que restringe las oportunidades de colaboración para las mujeres, deberíamos observar una reducción en la brecha de género en el número de coautores a medida que aumenta la proporción de mujeres (manteniendo constante el proceso de emparejamiento[1] y las preferencias por colaborar con autores del mismo género); esta idea fue formalizada en el modelo de Currarini et al (2009). Nuestros resultados demuestran que, efectivamente, los economistas tienden a colaborar más con otros del mismo género, ya que el porcentaje de colaboradores del mismo género que el autor/a es mayor que el porcentaje de autores/as de ese género en la población (véase la Tabla 1).
Sin embargo, contrariamente a la predicción de Currarini et al. (2009), nuestro trabajo muestra que la diferencia de género en el número de colaboradores incluso está aumentando en las generaciones de economistas más reciente (véase la Figura 1, donde el eje vertical izquierdo muestra las variaciones en la brecha de género en el número de coautores para diferentes cohortes de mujeres y el eje vertical derecho muestra el porcentaje de mujeres por cohorte; la cohorte queda definida por el año de la primera publicación del autor). Las mujeres que publicaron su primer artículo en 1974 tienen 0.18 menos coautores que los hombres, mientras que aquellas que publicaron su primer artículo en 2011 tienen 0.87 menos coautores que los hombres.
Figura 1 Brecha de género en el número de coautores para diferentes cohortes
Dado que la brecha de género en el número de coautores no se reduce a medida que aumenta la representatividad de las mujeres en la profesión, debe haber un mayor sesgo en el proceso de emparejamiento que induce a los individuos a interaccionar más con autores del mismo género, o una preferencia a colaborar con autores del mismo género (homofilia) aún más fuerte para las cohortes más recientes.
Nuestros resultados son consistentes con los de Gertsberg (2022), quien documenta que la brecha en el número de coautores ha aumentado desde el movimiento “Me Too”. Tras este movimiento, las mujeres están colaborando menos con compañeros de la misma institución y no son capaces de paliar esta caída en las colaboraciones con colegas que trabajan fuera de su mismo departamento.
En nuestro trabajo también analizamos si esta mayor interacción con autores del mismo género está relacionada con publicaciones de menor impacto. Para ello, utilizamos dos indicadores del impacto científico de una publicación: la calidad de la revista donde se ha publicado el artículo medida a través del Article Influence Score y el número de citas de la publicación. Una vez controlamos por experiencia, producción pasada del equipo de investigación, grado de especialización del equipo de investigación, productividad media de los autores y características del artículo, los resultados muestran que los artículos publicados exclusivamente por hombres tienden a publicarse en revistas de mayor impacto que aquellos publicados exclusivamente por mujeres o por un equipo de investigación mixto. Sin embargo, cuando utilizamos las citas del artículo como métrica del impacto de la investigación (controlando por la calidad de la revista y por el resto de los factores observables), observamos al igual que Card et al. (2020) que los equipos formados exclusivamente por mujeres reciben un 26% más de citas que aquellos formados exclusivamente por hombres, mientras que los artículos publicados por hombres y mujeres (equipos mixtos) tienden a recibir un 5% más de citas que aquellos publicados exclusivamente por hombres (columna 3 de la Tabla 1).
Estos resultados sugieren que la preferencia de los economistas a interactuar con otros del mismo género no afecta negativamente a la calidad del artículo. Sin embargo, los resultados dependen de la métrica utilizada: los artículos escritos por hombres se publican en revistas de mayor impacto, pero aquellos escritos exclusivamente por mujeres reciben más citas. Esta discrepancia en los resultados en función de la métrica que utilicemos (citas o el factor de impacto de la revista) podría estar explicada por cierta discriminación de género en el proceso de publicación en economía; por ejemplo, Hengel (2022) encuentra evidencias de un proceso de evaluación más riguroso para las mujeres. Por tanto, las instituciones encargadas de evaluar el rendimiento académico de los investigadores deberían utilizar diferentes métricas para valorar la calidad de la producción científica de un investigador, en lugar de centrarse exclusivamente en una métrica basada en el impacto medio de la revista donde se ha publicado el artículo, como el factor de impacto del JCR que utiliza la ANECA.
Tabla 1 La composición de género de los equipos investigadores y las citas de sus artículos
Nuestros trabajos demuestran la importancia de las redes de colaboración para explicar la brecha de género en la producción científica. Es crucial, por tanto, desarrollar políticas científicas que incentiven a las mujeres a expandir sus redes (es decir, a colaborar con un mayor número de coautores y con diferentes grupos de investigación) y que eliminen las posibles barreras a las que se enfrentan las mujeres al formar nuevas colaboraciones.
[1] En nuestro contexto, el proceso de emparejamiento abarca todos los eventos y oportunidades que facilitan la interacción entre los colaboradores, como la asistencia a congresos, invitaciones a seminarios, entre otros.