De David Escamilla-Guerrero y Moramay López-Alonso
La inmigración laboral es un proceso selectivo, ya que algunas personas deciden dejar su país de origen y buscar nuevos horizontes, mientras otras prefieren quedarse y aprovechar las oportunidades existentes. ¿Quiénes son los que se van? Si en el país de origen, el inmigrante promedio percibe un ingreso laboral mayor al de los que se quedan, entonces la inmigración presenta una selectividad positiva. De lo contrario, ésta se caracteriza por una selectividad negativa (aquí, aquí o aquí). Generalmente, usamos el ingreso laboral como medida de selección porque es una buena aproximación de las capacidades productivas que posee un individuo. Así, la selectividad de la inmigración es un concepto que refiere a la “calidad” del inmigrante, la cual está en el centro del debate público, particularmente, en los países de destino. Esto se debe a que la percepción que se tiene de la “calidad” del inmigrante influye en la política migratoria de un país.
Por ello, tradicionalmente, los economistas nos hemos enfocado a estimar la “calidad” de la inmigración, dejando de lado su capacidad y velocidad de ajuste ante variaciones en el entorno económico. Si la “calidad” de la inmigración es flexible y se ajusta rápidamente a las necesidades del mercado laboral de destino, entonces la inmigración podría aminorar las fricciones producidas por shocks económicos difíciles de anticipar (por ejemplo, desastres naturales o crisis financieras). Así, conocer la sensibilidad que tiene la “calidad” de la inmigración es relevante para entender mejor el rol de la inmigración en tiempos de crisis.
Estudios previos sugieren que la selectividad de la inmigración es relativamente rígida a lo largo del tiempo (aquí o aquí). Sin embargo, estos resultados podrían estar influenciados por la presencia de políticas migratorias, cuyo objetivo es, justamente, controlar el volumen y la “calidad” de la inmigración. Más aún, la inmigración indocumentada —muchas veces incentivada indirectamente por la imposición de restricciones migratorias— dificulta aún más la estimación de la selectividad “real” de la inmigración (aquí). En otras palabras, sabemos poco sobre la capacidad y velocidad de ajuste que la “calidad” de la inmigración puede tener en la ausencia de restricciones migratorias. Hoy en día es complicado encontrar un contexto que nos permita estudiar este tema. Para ello, es necesario echar un vistazo a la historia.
En mi artículo (aquí) con Moramay López-Alonso nos dimos a la tarea de buscar un contexto histórico con dos características. Primero, que nos permitiera estimar con precisión la selectividad de la inmigración. Es decir, un periodo durante el cual el flujo migratorio entre dos países se caracterizará por la libre movilidad de fuerza laboral. Esta condición minimiza sesgos derivados de la inmigración indocumentada y de las restricciones a la inmigración. Segundo, que nos permitiera identificar cambios en la selectividad de la inmigración. Esta condición se satisface con la presencia de un shock económico severo capaz de modificar los beneficios netos de la inmigración y, en consecuencia, la selectividad. ¡Afortunadamente, lo encontramos!
Durante el periodo de 1880 a 1910, el flujo migratorio entre México y Estados Unidos era diferente a como lo conocemos hoy en día. No existía política o restricción migratoria que limitara la entrada de mexicanos a Estados Unidos (aquí). Se podía cruzar la frontera sin necesidad de arriesgar el pellejo al cruzar el desierto o el Río Grande. Para 1900, la inmigración mexicana adquirió su carácter masivo, convirtiéndose, eventualmente, en el flujo migratorio internacional más importante del siglo XX (aquí). Durante este periodo, la economía estadounidense crecía vigorosamente gracias a su sistema financiero en expansión y poco regulado. Si bien estas características facilitaban el acceso a capital, también promovían la especulación y comprometían la liquidez de la economía. Así, ante cualquier contingencia de liquidez, el colapso del mercado financiero estadounidense era prácticamente inevitable. Esto acabó sucediendo finalmente en 1907, convirtiéndose en la crisis financiera más importante de Estados Unidos antes de la Gran Depresión en 1929 (aquí o aquí).
Durante la crisis de 1907, el acceso a depósitos y el pago a acreedores se suspendieron. Esto a su vez, limitó la producción, incrementó el desempleo y deprimió el salario. La crisis duró aproximadamente 9 meses, y como resultado alrededor de dos mil empresas y cien bancos estatales quebraron. Indudablemente, los beneficios asociados a la inmigración cambiaron drásticamente durante este periodo. La pregunta es, ¿la “calidad” de la inmigración mexicana se ajustó al deprimido entorno económico?
Antes de presentar nuestros hallazgos, es importante mencionar el principal reto metodológico que enfrentamos: la ausencia de micro datos confiables y representativos sobre salarios en México. Para superar esta limitante, utilizamos la estatura de los inmigrantes como medida de “calidad”. La estatura de un adulto es un buen indicador del salario potencial de un trabajador, especialmente en contextos donde la productividad depende de la fortaleza física y no tanto de la calificación técnica. Lo cual era el caso de México. Una economía mayoritariamente rural y poco mecanizada. En otras palabras, los trabajadores con buena complexión física (altos y fornidos) tendían a recibir un salario mayor en industrias que demandaban fuerza y resistencia. Por ejemplo, la construcción de ferrocarriles, la minería y las actividades agropecuarias. Se estima que un centímetro adicional de estatura está asociado a una prima salarial de entre 1.5 a 8% dependiendo el país y métodos de estimación (aquí o aquí).
Nuestros resultados revelan que la inmigración mexicana se caracterizaba por una selección positiva (aquí para leer más sobre los datos que usamos). En promedio, los inmigrantes eran 2.2 cm más altos que la clase trabajadora del país. La gráfica a continuación muestra la velocidad de ajuste de la inmigración mexicana a principios del Siglo XX. ¡Es sorprendente cómo la estatura del inmigrante acompaña la narrativa de la crisis!
"Calidad" de la inmigración mexicana durante la crisis de 1907
Para mayo de 1907, la economía estadounidense había caído en una recesión severa, justo en este momento se observa una primera caída en la estatura promedio del inmigrante. En los siguientes meses, la Secretaría del Tesoro inyectó 28 millones de dólares al sistema bancario para satisfacer la demanda de liquidez y devolver la confianza a los acreedores. Sin embargo, el daño estaba hecho y el sistema financiero colapsa en octubre. Es en este momento cuando se registra la mayor caída en la estatura de los inmigrantes. A fines de enero de 1908, la liquidez de la economía se restaura, así como el pago a acreedores por parte de bancos comerciales (aquí). A partir de esta fecha, se observa un repunte en la estatura promedio de los inmigrantes. Estos resultados confirman dos cosas. Primero, la estatura refleja con precisión el salario potencial del inmigrante, ya que durante la crisis —cuando los salarios se encontraban más deprimidos— inmigraron individuos que en promedio eran 4 cm más bajos que aquellos que cruzaron la frontera antes de la crisis. Segundo, la “calidad” de la inmigración mexicana se ajustó muy rápido —en menos de un mes— a los cambios drásticos en el contexto económico estadounidense (aquí para leer más sobre el mecanismo de ajuste).
¿Qué lección nos brinda la historia? Los resultados de nuestra investigación sugieren que los flujos migratorios pueden ajustarse rápidamente a variaciones en el ambiente económico en la ausencia de restricciones a la inmigración. Limitar esta flexibilidad, a través de barreras físicas o legales, podría profundizar las fricciones que las sociedades experimentan durante tiempos de crisis que, aparentemente, suelen ser cada vez más recurrentes.
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David Escamilla-Guerrero es Rokos Junior Research Fellow en la Universidad de Oxford, Pembroke College (Reino Unido). Su investigación analiza temas que recaen en la intersección entre historia económica, mercados laborales y desarrollo económico. Página personal (aquí).
Moramay López-Alonso es Profesora en la Universidad de Rice (Estados Unidos). Su investigación se enfoca en temas sobre historia económica de América Latina. Es autora del libro: Measuring Up: A History of Living Standards in Mexico 1850-1950, Stanford University Press 2012 (aquí). Página personal (aquí).