Por Libertad González y Santiago Sánchez Pagés
En el reciente congreso de la Asociación Europea de Economía en Lisboa, asistimos a una sesión en la que varios economistas europeos compartieron sus investigaciones sobre el llamado fenómeno del “populismo” en Europa. En esta entrada hablaremos en primer lugar de los resultados que se presentaron en esta sesión porque nos parecen informativos y de interés para nuestros lectores. En segundo lugar, reflexionaremos sobre la utilidad y valor de la definición de populismo que estos economistas emplearon en sus ponencias. Spoiler: su utilidad y valor nos parecen dudosos.
Sascha Becker presentó las conclusiones de dos trabajos suyos recientes que no hablaban sobre el “populismo” en general sino sobre el apoyo al Brexit y al UKIP en el Reino Unido. En el primero (aquí), los autores intentan entender si el apoyo popular al Brexit tiene relación con la inmigración o el comercio internacional (con países de la UE), factores mencionados con frecuencia en la discusión pública. Para responder a esta pregunta, recogen datos sobre los resultados del referéndum a nivel de 380 “autoridades locales” (comarcas), y realizan un análisis de regresión múltiple, en el que usan diversas características de cada comarca para “predecir” el nivel de apoyo al Brexit. La primera conclusión, quizá sorprendente, es que el grado de exposición de una comarca a la inmigración o al comercio internacional con la UE no predice el nivel de apoyo al Brexit. Las variables con mayor poder predictivo son las de tipo demográfico y el nivel educativo. Las comarcas con población de nivel educativo más bajo, mayor desempleo, y rentas más bajas apoyaron el Brexit en mayor medida. El análisis se repite también explotando variación dentro de una misma ciudad, con resultados similares. Las áreas económicamente más desfavorecidas votaron a favor del Brexit en mayor medida.
El segundo trabajo (aquí) se centra más aún en la relación entre la inmigración y el movimiento pro-Brexit. En concreto, la pregunta es en qué medida la inmigración procedente del Este de Europa provocó un sentimiento anti-UE en la población. Para responderla, Becker y sus coautores realizan un análisis de diferencias en diferencias, comparando el aumento en los votos para la UKIP en zonas con mayor o menor aumento en la inmigración tras los ingresos en la UE de 8 países del Este de Europa en 2004. Tras las adhesiones de 2004, más de 1 millón de personas emigraron de estos países al Reino Unido, el 3% de la población en edad de trabajar en el país de destino. El resultado del análisis es que las zonas que experimentaron mayor inmigración tras la expansión de la UE al Este en 2004 aumentaron en mayor medida su apoyo al UKIP, pero la magnitud del efecto es pequeña, es decir, la inmigración sólo explica una pequeña parte del éxito electoral del partido euroescéptico.
Luigi Guiso, a su vez, habló de su trabajo sobre “la demanda y la oferta de populismo” (aquí). Su pregunta de partida era: “¿Por qué aquí y ahora?”, refiriéndose al (supuesto) auge reciente de partidos “populistas” en Europa. Su respuesta resaltaba el papel de la larga crisis económica reciente, combinada con el fracaso de las políticas públicas (tanto de la derecha como de la izquierda) para atajar sus consecuencias. Esto haría que la población se inclinara hacia las propuestas “populistas”. Para analizar esta hipótesis, utiliza datos de la Encuesta Social Europea. Los resultados confirman que el voto a partidos “populistas” está correlacionado con la inseguridad económica, así como con la menor confianza en los partidos tradicionales. La inseguridad económica también parece predecir la “oferta” de partidos populistas. Por último, documentan que la reacción de los partidos pre-existentes sería “imitar” las propuestas de los nuevos partidos populistas. En resumen, Guiso atribuye el auge reciente del populismo a la inseguridad económica.
Después, André Sapir nos habló de su trabajo sobre el “déficit de confianza” en Europa (aquí) en el que también usan datos de la Encuesta Social Europea para estudiar los factores que se correlacionan con el auge del populismo en distintos países europeos. Los autores diferencian entre la “inseguridad económica” y la “inseguridad cultural”. Sus resultados muestran que existe una correlación fuerte entre el voto populista y la confianza en las instituciones europeas y nacionales, siendo el apoyo al “populismo” mayor en países con menor confianza en las instituciones. Encuentran también que la confianza en las instituciones es menor entre personas de edad más avanzada, y de nivel de formación más bajo. Por último, una mala situación económica hace que se reduzca la confianza en las instituciones nacionales, pero no en las europeas, lo que sugiere que el antieuropeísmo tiene raíces de carácter no (sólo) económicas.
Como bien habrán observado nuestros lectores, hemos venido entrecomillando la palabra “populismo” porque nos gustaría reflexionar sobre el uso de este concepto, tanto en la sesión de la Asociación Europea de Economía como en otros ámbitos, incluido este blog. Parece que los economistas, o al menos los más vocales al respecto, se han adherido a una definición amplia y nebulosa, y por lo tanto de dudosa utilidad, de lo que es el populismo. En ella engloban desde a Podemos o Syriza hasta Trump o el UKIP. Bajo esta definición, lo que tienen en común todas estas propuestas es que comparten una actitud beligerante contra el establishment político, al que se presenta como contrario al interés del pueblo.
Sin embargo, esta parece una definición muy poco operativa. Cabe preguntarse por el valor científico de una definición que mezcla a partidos xenófobos y nativistas (Trump) con otros internacionalistas y favorables a la inclusión de las minorías, que mezcla a partidos que quieren derrocar a unas élites supranacionales para sustituirlas por otras locales (UKIP) con otros que propugnan mecanismos de participación ciudadana en el día a día del proceso político, que mezclan a quienes propugnan el recorte de impuestos y la reducción de la cobertura sanitaria pública con otros que proponen exactamente lo opuesto.
El lector podrá reprocharnos que no resaltemos otras semejanzas entre, pongamos, Le Pen y Pablo Iglesias Turrión. Por ejemplo, y aquí utilizamos las palabras del Profesor Guiso en su artículo, podría añadirse que se parecen en que un partido “populista” defiende políticas de protección a corto plazo sin preocuparse por su coste a largo plazo ("a party that champions short-term protection policies without regard for their long-term costs.") o que los populistas alimentan el miedo y el entusiasmo de la gente, y promueven políticas sin tener en cuenta sus consecuencias para el país ("they pander to people’s fear and enthusiasm; and they promote policies without regard to the consequences for the country"). Pero estas definiciones parecen obviar que el cortoplacismo o el negacionismo económico no es en absoluto patrimonio exclusivo de los “populistas,” como Nada es Gratis muestra a menudo al analizar las políticas públicas españolas, y obvia también que el mismo Presidente Obama impugnó esta definición de populismo y se definió a sí mismo como populista.
En resumen, nos gustaría que los y las economistas reflexionáramos sobre el uso de un concepto que es operativamente inútil y que por tanto puede dar lugar a análisis erróneos. No nos gustaría tener que concluir que el uso por parte de los economistas de esta definición tan imprecisa y vaga, y por cierto tan habitual en los editoriales de ciertos medios, se debe en realidad a una voluntad más o menos consciente de ejercer un juicio de valor negativo hacia una serie de propuestas que seguramente no comparten más que la animadversión hacia el status quo.
Hay 7 comentarios
Comparto tu reflexión final. No se puede analizar la realidad utilizando categorías que no tienen una correspondencia con características objetivas. (Yo añadiría "nacionalismo" a la lista).
Bueno, justamente es eso: el uso del término populismo tal y como hacen los políticos, las élites, los medios, y que reproducimos los académicos, "se debe en realidad a una voluntad más o menos consciente de ejercer un juicio de valor negativo hacia una serie de propuestas que seguramente no comparten más que la animadversión hacia el status quo".
Excelente artículo. Lo comparto al 100%.
Lo único que me ha extrañado ha sido: "Encuentran también que la confianza en las instituciones es menor entre personas de edad más avanzada, y de nivel de formación más bajo."
Mi sensación es que, al menos en España, ocurre exactamente lo contrario.
Gracias Octavicus. Veré de comprobar si esto se cumple también para el caso de España.
Que grata sorpresa este artículo. Comparto totalmente sus reflexiones
Que tal una definicion como la diferencia entre lo que promenten y lo que es realisticamente conseguible (usando standares mas o menos aceptados cientificamente). Todos los partidos son extra optimistitas en lo que pueden hacer mejorar el pais, pero los presupuestos de Podemos son un orden de magnitud mas irrelistas.
Otras caracteristias menos economicas pueden ser la tendencia populista a diferenciar la sociedad entre buenos y malos, que se usa como proxy para cualquier politica, y la aparicion de lideres carismaticos que representan la rabia del pueblo y a los que questionarlos significa ponerse en el lado de los malos. Normalmente los malos suelen ser las clases medias-altas o los immigrantes. Esta parte es mas dificil de cuantificar.
Editando algunas ponencias para una obra colectiva sobre estas cuestiones encontré una estadística de Eurostat acerca de la opinión que los ciudadanos de 28 países europeos tenían sobre el Sistema Político y otras estructuras europeas..
El Sistema Político suspendía: 3.5 sobre 10. Igual que el sistema legal, con 4.5 sobre 10. Nuestras dos grandes instituciones no tienen credibilidad ciudadana.
Aquel mismo verano del 2014 toda Europa pudo ver a Laurent Fabius, a Catherine Alshton aplaudir in situ la kaleborroka de Maidan y el golpe de Estado que siguió.
Esas imágenes fueron un shock que abrió los ojos a mucha gente en Europa acerca del papel de nuestros políticos y nuestros valores. A partir de entonces comenzaron a salir a la luz cosas como el conocimiento de quién había financiado los snipers que mataron a más de 80 personas en Maidan o los que quemaron vivas a unas cien en Odessa.
Ha habido eventos demoledores para la credibilidad de un sistema que a los ojos de los administrados ha perdido la virtud. Mal arreglo si nos negamos a reconocer la realidad.
El Brexit creo que no fue populismo y si lo dudan repasen la cobertura de la BBC toda la madrugada del 23 al 24 de Junio.
El problema en estas condiciones es definir "populismo" y luego, recuperar la "virtud".
Saludos
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