Cambio ocupacional en España y Europa en las primeras décadas del siglo XXI

Por Sergio Torrejón Pérez y Enrique Fernández-Macías

¿Qué tipo de empleos han crecido más en España y Europa en las últimas décadas? ¿Ha habido polarización del empleo (aumento del peso relativo de los mejores y peores empleos con respecto a los intermedios) o mejora estructural (aumento del peso relativo de los mejores empleos)? ¿Han sido estas tendencias constantes o han cambiado en distintos periodos?

La existencia de una pauta u otra de cambio ocupacional (polarización, mejora o empeoramiento estructural) tiene importantes consecuencias económicas y sociales. Estos patrones de cambio reflejan distintas pautas de desarrollo, cambio técnico y especialización en la división internacional del trabajo, y generan diferentes oportunidades en términos de empleo, calidad del trabajo y movilidad social. Es por eso que se trata de un tema que lleva interesando décadas a muchos científicos sociales (algunas referencias ya clásicas se pueden consultar aquí y aquí).

En un artículo reciente actualizamos la evidencia sobre el cambio ocupacional en ocho países europeos, cubriendo el periodo 1997-2021. A continuación, mostramos algunos de los resultados principales, con el foco sobre España en comparación con las tendencias a nivel europeo, para finalmente discutir sobre sus implicaciones generales y en términos de política pública.

Europa mejora, España duda

La tendencia europea es clara: tanto durante la fase expansiva que precedió la crisis financiera global (1997-2007) como durante el periodo que siguió a esta (2011-2019) hubo un proceso generalizado de mejora estructural (job upgrading). Toda clase de empleos crecieron, pero la ocupación creció de forma más intensa en los de mayores ingresos. Estos resultados se alinean con los de otros investigadores, que sugieren que el de mejora estructural ha sido el patrón más visible en muchos países europeos en las últimas décadas (véase aquí y aquí).

España, en cambio, se aparta ligeramente de esa tendencia. Desde 1997 a 2007 el patrón que encaja mejor es uno de mejora intermedia, definido por un crecimiento más equilibrado y en el que sobresalen incrementos de empleos de calidad media y media alta. La diferencia con Europa fue más notable todavía en el periodo 2011-2019, cuando hubo en España un crecimiento del empleo más errático y con cierta tendencia polarizadora.

Gráfico 1. Cambio en el empleo (anual, en miles) por quintiles de ingresos laborales, 1997-2019

Donde sí convergen ambos patrones es en relación a lo ocurrido en los primeros años de la crisis financiera (2008-2010). Esta tuvo un efecto polarizador en ambos lugares, debido a que la crisis afectó sobre todo a quienes se ocupaban en empleos de calidad media y media baja, con los empleos de los extremos de la distribución (sobre todo los mejor pagados) resistiendo mejor la crisis. En el caso de España y de otros países, la crisis se focalizó en gran medida sobre los trabajadores de la construcción y la industria. Se trata, no obstante, de algunos de los empleos que durante los años previos de larga expansión económica contribuyeron a inflar la parte media de la distribución, haciendo que España se distanciara ligeramente de Europa y experimentara un proceso de mejora intermedia y no de mejora estructural clara.

Hombres y mujeres convergen, pero algunas brechas persisten

Cuando ha habido crecimiento económico en Europa, el crecimiento del empleo femenino ha tendido a estar más sesgado hacia la parte alta de la distribución que el empleo masculino. El empleo masculino también ha crecido sobre todo en los mejores empleos, pero en su caso también fue pronunciado en empleos de calidad media (durante la fase del ciclo expansiva que precedió a la crisis financiera global) y baja (de 2011 a 2019).

Esto se debe a que las mujeres se han incorporado al mercado laboral en mayor medida a través de servicios públicos como la educación o la sanidad, que cuentan con salarios por encima de la media. Los hombres, aunque también se han beneficiado de la creación de empleo en servicios de alta cualificación (en mayor medida que las mujeres a través del sector privado), experimentaron mayores tasas de participación en otros sectores (construcción, industria, etc.).

Por otro lado, tanto en Europa como en España la destrucción de empleo durante la crisis financiera tuvo un impacto mayor en el empleo masculino, aunque las trabajadoras con bajos salarios también se vieron ampliamente afectadas.

Gráfico 2. Cambio en el empleo (anual, en miles) por quintiles de ingresos laborales y sexo, 1997-2019

Si ponemos el foco en España, observamos cómo se distancia de nuevo de la tendencia europea. Desde 1997 a 2007, el empleo femenino creció de forma polarizada. Las mujeres no solo se ocuparon en servicios públicos, sino también en servicios privados como los personales y de cuidados. Durante el mismo periodo, los hombres experimentaron el patrón contrario, con un crecimiento del empleo que sobresalió en la parte media de la distribución. Tras el shock que supuso la crisis financiera, desde 2011 de nuevo y también en España el crecimiento del empleo femenino ha estado más sesgado hacia los mejores empleos.

En síntesis, las mujeres han tendido a beneficiarse más de un crecimiento más sesgado hacia los mejores empleos, y sufrieron en menor medida los embates de la crisis financiera. Como resultado, tanto a nivel agregado en Europa como en España más de dos tercios del total del empleo generado desde 1997 a 2019 fue femenino. No obstante, este proceso de convergencia en términos de empleo no ha sido suficiente como para romper con algunas de las brechas preexistentes en el mercado laboral, ya que las mujeres siguen teniendo menores salarios y siguen estando sobrerrepresentadas en empleos de bajos salarios (véase aquí, aquí o aquí).

Los servicios privados polarizan y los servicios públicos promueven mejoras estructurales

Los servicios privados han sido el motor del empleo en Europa y España: la mayor parte del nuevo empleo generado en las últimas décadas se ha generado en ese sector. Los servicios privados tienden a crecer de forma polarizada: promueven la creación de empleo de alta y baja calidad. Y es que servicios privados incluyen las ocupaciones profesionales (servicios financieros, de investigación, etc), pero también servicios como los personales o de cuidados. Y ocurre que cuanto mayor es el número de trabajadores con salarios altos, más demanda de servicios poco remunerados se promueve al mismo tiempo, ya que hay más gente con capacidad económica dispuesta a gastar en ocio y cuidados y a externalizar algunas tareas y servicios.

Por su parte, los servicios públicos tienen capacidad para generar sobre todo empleos de calidad media y alta, y mostraron una mayor resistencia a la crisis financiera global, que afectó más a trabajadores del sector primario, de la construcción y las manufacturas.

Gráfico 3. Cambio en el empleo (anual, en miles) por sector, 1997-2019

 

Por esa razón, los patrones de mejora estructural son más constantes y comunes en países con Estados del Bienestar sólidos, en los que muchos servicios se canalizan a través de la generación de empleo público y de calidad, y no de empleo con salarios bajos.

Las consecuencias del Covid-19

Mientras que la crisis financiera produjo polarización, la del Covid-19 fue claramente regresiva (gráfico 4): afectó más a quienes se ocupaban en empleos de baja calidad. De hecho, a los trabajadores con salarios altos no los llegó a afectar negativamente.

Gráfico 4. Cambio en el empleo (por año) por quintiles y sexo, EU27, 2019-2021

 

Las mujeres eran mayoría entre los ocupados con salarios bajos afectados por esta última crisis. Sin embargo, también había más mujeres ocupadas en los empleos que tenían salarios altos y lograron resistir mejor los embates de la crisis.

La crisis del Covid-19 ha afectado más a los sectores en que el contacto humano es más necesario: la construcción, la industria y algunos servicios privados (personales y de ocio o relacionados con el turismo). En cambio, no ha afectado negativamente a las ocupaciones profesionales y de servicios bien remunerados y a los servicios públicos (es decir, a trabajos dotados de mayor estabilidad, y en los que la prevalencia del teletrabajo es más alta).

Conclusiones

Tanto a nivel europeo como en España, el sector servicios ha sido el motor que ha permitido crear empleo de calidad. Sin embargo, dentro de estos los servicios privados también han generado bastante empleo de baja calidad. Para promover mejoras estructurales, y que esto tenga un impacto positivo en términos de mejoras de la calidad del empleo, las condiciones de trabajo y la movilidad social, una posibilidad pasa por fortalecer y canalizar la provisión de algunos servicios (como los de cuidados o la educación temprana) a través de la creación de empleo público. Otra sería incentivar la innovación y el desarrollo de sectores estratégicos y con potencial de generar empleo de calidad (como los asociados al uso de nuevas tecnologías).

Finalmente, las mujeres se han beneficiado en mayor medida que los hombres de la creación de nuevos empleos en las últimas décadas (sobre todo de empleo público, aunque también han participado ampliamente en servicios privados de baja remuneración). Algo esperado, dado que partían de unas tasas de empleo mucho más bajas, pero que ha promovido igualmente un proceso de convergencia entre hombres y mujeres en el mercado laboral, tanto en términos de empleo como salariales. Sin embargo, ellas siguen estando sobrerrepresentadas en servicios de baja cualificación e infrarrepresentadas en los empleos de salarios altos del sector privado. Eso hace que algunas brechas preexistentes al inicio del periodo analizado sigan presentes, a pesar del claro progreso experimentado en las últimas décadas. Por tanto, si queremos lograr una mayor igualdad en el acceso a distintos tipos de empleo y promover una asignación más eficaz del capital humano, combatir la segregación ocupacional (horizontal y vertical) sigue siendo una asignatura pendiente bien entrado el siglo XXI.

 

* El artículo expone la visión e ideas de los autores, y no necesariamente la posición oficial de la Comisión Europea.