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Cambio Climático y Política Económica: Estado del arte y retos a corto plazo

De David García León

No vengo a convencerles de la existencia de un calentamiento global inequívoco y sin precedentes provocado por la acción humana (remito aquí al lector curioso y/o escéptico). Tampoco vengo a demostrarles que, en ausencia de medidas contundentes, los efectos de este aumento en las temperaturas no supondrán ‘una simple gripe’ para nuestras economías, sino que alterarán permanente el paradigma productivo y minarán la capacidad de crecimiento (véase aquí, aquí, aquí o aquí). Vengo a hablarles de otras cosas: i) del estado del arte en cuanto a la evaluación económica de los impactos climáticos; ii) del camino a seguir y las dificultades a sortear para conseguir, si bien no la vacuna, si el analgésico que permita convivir a nuestra generación y a las que vienen con este nuevo escenario y iii) de un llamamiento.

Estado del arte del análisis económico del cambio climático

El análisis económico moderno del cambio climático propone un enfoque desagregado por tipologías de daño. Las grandes instituciones gubernamentales, como la Comisión Europea, basan sus análisis en estudios de impacto divididos por categorías: agricultura, energía, transporte,… Estos estudios de impacto son posteriormente integrados en modelos computables de equilibrio general. Los efectos económicos agregados se obtienen por estática comparativa entre la simulación del modelo en equilibrio y el modelo perturbado con el shock climático. Esta metodología, con sus imperfecciones, permite asimilar las distintas idiosincrasias sectoriales.

Los estudios de impacto se construyen usando una metodología bottom-up, que siempre parte de una señal climática a escala local (por ejemplo, el déficit hídrico experimentado por una planta en condiciones de sequía en una localidad determinada). Esta señal, capturada ya sea con modelos, mediciones in situ u observaciones satelitales, es transformada en un impacto biofísico (siguiendo con el ejemplo de la planta y la sequía, esta segunda fase estimaría el descenso esperado en la productividad de la planta). En la tercera fase, los impactos biofísicos son transformados en shocks económicos que, a su vez, alimentan un modelo, como al que aludía anteriormente.

Diagrama de un estudio de impacto climático. Dividido en tres fases, de la señal climática se estima un impacto biofísico que, en última instancia, es transformado en un shock económico que alimenta un modelo de equilibrio general, del cual se derivan las consecuencias macroeconómicas de la perturbación climática.

En lo que respecta a la señal de cambio climático, los modelos climáticos trabajan con distintos escenarios futuros. Estos escenarios, o Representative Concentration Pathways (RCPs), según la familia de variantes de referencia promovida por la UNFCCC, se basan en distintos niveles proyectados de forzamiento radiativo, asociados a un aumento medio de la temperatura global. Los RCPs se combinan con un conjunto de escenarios socioeconómicos (Shared Socioeconomic Pathways o SSP) que ofrecen proyecciones cuantitativas y cualitativas de variables tales como dinámica demográfica, nivel de urbanización, convergencia económica, etc. Los estudios de impacto se replican para distintas combinaciones RCP-SSP, dando lugar a una distribución de impactos climáticos para cada una de las categorías consideradas.

Retos a corto plazo

1. El umbral de 1.5ºC

El Acuerdo de París de 2015 aboga por “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1.5°C”. Este nuevo objetivo va encaminado a reducir considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático. El objetivo de 1.5ºC supone una aceleración en la senda de descarbonización del objetivo inicial de 2ºC muy exigente, lo que supone un reto a nivel de mitigación. Asimismo, los impactos económicos asociados a este nivel de calentamiento no han sido aún suficientemente cuantificados a nivel local. Se requiere pues un esfuerzo para adaptar los distintos estudios de impacto a este nuevo umbral a la mayor brevedad, puesto que se pretenden incluir los primeros resultados en el próximo informe del IPCC, previsto para 2021.

2. Resolución espacio-temporal

La heterogeneidad espacial del clima hace necesario afinar en la identificación de los impactos a escala local, capturando la sensibilidad al clima de las distintas áreas y sectores. Un paréntesis. Quisiera hacerles notar la diferencia entre clima y tiempo. El primero denota las condiciones medias en una determinada zona durante los últimos 30 años; el segundo describe las variaciones a corto plazo del primero. El clima, pese a venir predefinido por grandes patrones atmosféricos que presentan una gran inercia, también responde a condiciones orográficas y medioambientales locales. ¿Les suena la manida expresión de “esta zona tiene un microclima privilegiado”? Es cierta. Luego, a la sensibilidad climática también se le presupone un marcado acento local.

Más allá del argumento acerca de la variabilidad climática, y entendiendo la configuración de las economías como grandes redes interconectadas y dependientes, se da la circunstancia de que algunos nodos son más importantes que otros. Si estos nodos son más vulnerables al efecto del clima, pueden llegar a comprometer la estabilidad del sistema. Piensen en el caso de California para la economía americana o el más cercano caso de Lombardía para la italiana. Piensen ahora como se ha favorecido la expansión del reciente COVID-19 en Italia, merced a esta propiedad. Piensen en el caso de Madrid en España.

A la luz de lo anterior, es vital que los estudios de impacto y la posterior modelización económica esté basada a nivel local o regional, para lo que se hace necesario aumentar la resolución espacial de los ejercicios y los instrumentos. A nuestro favor juega la cada vez mayor disponibilidad de datos (climáticos, medioambientales) en alta resolución. Bastaría poner los instrumentos de análisis al servicio de estos datos, aumentando, por ejemplo, la granularidad de los modelos macroeconómicos o aprovechando el potencial del big data. Esto debe venir acompañado de un aumento en la disponibilidad y en la facilidad de acceso a información económica fiable a escala local.

Wet Bulb Degree Days (WBDD). Calor acumulado experimentado por trabajadores que desarrollan actividades al aire libre. Datos correspondientes a fenómenos de olas de calor en diversos años excepcionalmente cálidos. Más allá del lógico gradiente Norte-Sur, se observa la alta heterogeneidad espacial en la distribución de la carga de calor, así como la incidencia de fenómenos extremos en zonas tradicionalmente menos expuestas como consecuencia del calentamiento global. Fuente: Elaboración propia a partir de datos climáticos horarios ERA5 (resolución espacial 0.1º) ponderados por población (CIESIN).

El IPCC urge además a ampliar la resolución social de los estudios de impacto, intentando abarcar distintas implicaciones en materia de desigualdad, pobreza, entorno rural y migración. Se piensa que el comportamiento de estos ‘sistemas’ se ve fuertemente regido por el clima, además de presentar marcados y asimétricos efectos espaciales.

3. Eventos climáticos extremos

La mayoría de estudios de impacto actuales toman como referencia el aumento medio de la temperatura a partir de los distintos RCPs. Esto es insuficiente. Los (cada vez más frecuentes) eventos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías o inundaciones, son extraordinariamente costosos (véase aquí o aquí). Y el cambio climático no hará sino aumentar su frecuencia e intensidad (vean aquí, aquí y aquí). Urge la necesidad de considerar la distribución climática en su totalidad, entendiendo mejor las implicaciones derivadas de las colas de la distribución. A la hora de modelizar, se deben considerar, asimismo, la casi garantizada presencia de importantes efectos no-lineales.

No sólo eso. Estos eventos extremos tienden a presentarse de manera simultánea (ver aquí o aquí), produciendo una concatenación amplificadora de impactos que dista mucho de ser entendida en la actualidad. Es necesario profundizar en la modelización de las relaciones causa-efecto que ligan los eventos extremos combinados y entender sus implicaciones económicas.

El resultado de no estar imputando en los estudios de impacto los costes asociados a los fenómenos extremos implica que el coste integral que se reporta del cambio climático no sea más que una cota inferior del coste real (otros impactos difícilmente cuantificables, como la degradación de los ecosistemas naturales, abundan en la idea de la subestimación del coste del cambio climático). Se debe medir e incorporar el efecto de estos sucesos a la cifra total, al tiempo que se debe redoblar el esfuerzo a la hora de comunicar en modo eficiente y transparente las incertidumbres asociadas a nuestras estimaciones.

4. COVID-19 y cambio climático

El confinamiento y la paralización de la actividad económica global han provocado un descenso sin precedentes en las emisiones de gases de efecto invernadero, como CO2 y NO2, con una reducción del 25% de las emisiones en China, lo que equivale a una reducción del 6% global. No nos engañemos. Este alivio muy probablemente será momentáneo. Las medidas destinadas a estimular la economía eventualmente podrían hacer rebotar el consumo de combustibles fósiles, y por ende las emisiones, por encima de los promedios históricos.

¿Existe un vínculo entre la pandemia de coronavirus y el cambio climático? No, directamente. Si bien es cierto que las enfermedades infecciosas se ven favorecidas por el cambio climático (ver aquí) y la destrucción de la biodiversidad. Asimismo, los niveles de contaminación del aire han ayudado a aumentar la propagación y la mortalidad del virus.

Si algo se debe desprender de este episodio de gestión de la pandemia es que el interés individual no siempre conlleva un óptimo social, que los grandes retos globales son retos de coordinación multilateral y que los países ricos y los grandes emisores deben tomar el liderazgo. Nos encontramos, además, ante una gran oportunidad para reorientar el sistema productivo hacia una versión más sostenible y de bajo impacto ambiental (piensen en la irrupción del teletrabajo), coherente con el nuevo Green Deal.

Mensajes a la comunidad científica

Esta lista de retos no es única ni cerrada. Únicamente son los que a mí me ocupan. Diríjanse aquí, aquí o aquí si quieren explorar otros temas (no menores) que aún precisan atención, como la desigualdad y los impactos en los países en desarrollo, los mecanismos de precio de emisiones, los adaptation gaps (márgenes de adaptación observados en distintos sectores y grupos de población) o el refinamiento de los modelos IAM, entre otros.

Déjenme concluir con una reflexión y un llamamiento:

Comentaba más arriba que es imperativa una aproximación bottom-up a la estimación de impactos económicos del clima. Que la metodología descansa en captar una señal climática, transformarla en un impacto, idiosincrático de cada activo, y de su posterior conversión en un shock económico. Subyace de estas líneas que este camino no sería posible sino mediante la colaboración de expertos en las más variadas disciplinas: climatólogos, agrónomos, oceanógrafos, geógrafos, entre otros. Además de economistas. La colaboración multi- y trans-disciplinar es condición sine qua non para el desarrollo e implementación de la estrategia climática. Se observa cierto movimiento en esta corriente, tanto en universidades como en los organismos de financiación, pero es todavía insuficiente. Asimismo, se necesita integrar a economistas de otros campos más allá de la economía medioambiental (ver aquí). Especialistas en macroeconomía, economía del desarrollo o política económica deben también arrimar el hombro.

Oswald y Stern se lamentaban hace unos meses de la inacción de los economistas (académicos) en relación al estudio de la política del cambio climático, al tiempo que hacían un llamamiento a la reacción:

“Action on climate change is arguably the greatest challenge for public policy of our times. (…) Good economics can and should play a fundamental role in guiding the policy framework that will influence investment decisions in the coming years, so it is important that the profession dramatically increases its work now. It is time for our profession to live up to its responsibilities.”

Parece que ciertas editoriales han comenzado a reaccionar. Pero la revolución siempre parte de abajo. Aprovecho a estas líneas para conminar al resto de la profesión a tomar partido.