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Blanchard y la reforma laboral francesa

El pasado 24 de marzo se aprobó en Francia un proyecto de ley que será debatido en el parlamento de reforma laboral, conocida como ley El Khomri, a la que hacíamos referencia hace unos días. Reproducimos aquí por su interés la traducción de un artículo de Olivier Blanchard, publicado en l'express el pasado 15 de marzo acerca de reforma laboral que a su juicio necesita Francia. © l'express

¿Por qué y cómo reformar el mercado de trabajo?

¿Por qué reformar el mercado de trabajo? Para permitir a los jóvenes que puedan encontrar rápidamente un primer empleo. A las empresas que los contratan, mantenerlos y formarlos. A los trabajadores que pierden sus puestos de trabajo tras una separación por motivos económicos o personales, a reencontrar rápidamente otro trabajo. Y a trabajar hasta la jubilación.

Estamos lejos de ello. La tasa de paro de los jóvenes es muy alta. Los más afortunados encadenan contratos temporales, con la esperanza, a menudo incumplida, de conseguir un contrato indefinido. Como los contratos temporales son generalmente cortos, las empresas no invierten en formación. Como las restricciones al despido en el contrato indefinido son fuertes, las empresas son reacias a transformar los temporales en indefinidos. Como quienes pierden un contrato indefinido tienen pocas posibilidades de encontrar otro, quedan en una situación muy difícil, o peor aún: si han superado los 50 años, no tienen prácticamente ninguna posibilidad de encontrar un empleo. La crisis ha exacerbado estos problemas, pero ya estaban presentes antes: son defectos estructurales específicos de Francia.

Desde luego comienzan antes de la entrada en la población activa, por la evidente inadecuación entre el sistema educativo y el mercado laboral. Pero esta es otra tarea, de magnitud inmensa. Por ahora, es más razonable tomar la situación tal cual es.

Un contrato único

Se debe animar a las empresas a contratar a los jóvenes. Para los menos cualificados, los más expuestos al paro, un salario mínimo de entrada más bajo que el salario mínimo general puede ser necesario, al menos durante unos meses. Sé que esto hace crujir los dientes, pero ¿no es lo esencial encontrar un primer empleo, si supone el comienzo de una auténtica carrera laboral? Para ser decente, este salario puede complementarse con un ingreso pagado por el Estado, como prima a la contratación.

Se necesita además que las empresas tengan interés en mantener a estos jóvenes y en formarlos. Con demasiada frecuencia, las restricciones adicionales asociadas a la ruptura de un contrato indefinido hace a las empresas reacios a utilizarlo. Por tanto, los mantienen en contratos temporales, pero esta es una falsa solución: los empleadores no tienen incentivos para formar a los empleados contratados bajo esta modalidad. Jean Tirole y yo hemos propuesto sustituir el actual sistema de contratos temporales e indefinidos por un contrato único: las indemnizaciones por despido aumentarían gradualmente con la antigüedad. El efecto umbral en el paso del contrato temporal al indefinido desaparecería y las empresas tendrían más incentivos a invertir en sus empleados y menos a despedirlos. Por la misma razón, hemos propuesto un sistema de prestaciones por desempleo al que las empresas contribuyan especialmente en la medida en que despidan, de acuerdo con el principio "quien contamina, paga". Por último, el coste de la ruptura del contrato debe estar bien definido de antemano: con demasiada frecuencia, las indemnizaciones decididas por los tribunales son una lotería, ya sea a favor de la empresa ya del empleado.

Recuperar la confianza

En una sociedad moderna, la creación y destrucción de empleo son inevitables, exponiendo a los trabajadores a periodos de paro. Una vez más, la formación, la asistencia en la búsqueda de empleo, el pago de prestaciones por desempleo, generosas pero limitadas en el tiempo, son esenciales. Para ser claro: los recursos financieros y humanos de las oficinas de empleo y el papel del sector privado en la formación y la reinserción deben reforzarse considerablemente.

Por último, las relaciones entre los agentes sociales, los sindicatos y la patronal, deben mejorarse. Hoy en día están marcadas por la desconfianza. Detrás de cada intento de reforma, algunos creen detectar objetivos ocultos, inspirados tras las bambalinas por la patronal. Otros interpretan la reacción de los sindicatos como una defensa de su territorio o de los intereses particulares de algunos grupos de trabajadores. Recuperar la confianza es crucial, pero llevará tiempo. En una primera etapa, se necesitaría asegurar una mejor representatividad de los sindicatos. La tasa de afiliación de los empleados a estas organizaciones es demasiado baja en Francia para darles una legitimidad suficiente en las negociaciones. El segundo paso: es necesaria la creación de un foro permanente para la discusión de las orientaciones más importantes, a nivel nacional, ya sea sobre los problemas de competitividad, los problemas de formación o las nuevas formas de trabajo, como el estatuto del trabajador autónomo “a la Uber”.

Cerrar acuerdos sectoriales

No podemos contentarnos con las grandes jornadas actualmente organizadas por el Gobierno: se consagran a fijar la agenda social, solo tienen un impacto mediático y esto no es suficiente. El tercer paso es cerrar acuerdos sectoriales para establecer normas mínimas, que sean modulables, caso por caso, por los convenios de empresa.

La ley El Khomri (en su versión original) aborda algunos de estos problemas y contiene algunos pasos en la dirección correcta. Pero es parcial, ha sido mal explicada, con los efectos que hemos visto. Sin embargo, representa un progreso y espero que se apruebe sin ser demasiado desfigurada. Dicho esto, queda mucho por hacer. Así que dejemos de insultarnos, de atribuirnos motivos ocultos y pongámonos a trabajar.

Olivier Blanchard se incorporó al Peterson Institute for International Economics, un centro de pensamiento de prestigio en Washington, en octubre de 2015.