Los debates en torno a la inmigración despiertan pasiones, a menudo llegando a cuotas incendiarias (En Nada es Gratis, hemos debatido sobre el tema, por ejemplo, aquí o aquí). Es frecuente, y más en períodos electorales, escuchar o leer declaraciones de políticos u otras personalidades en los medios aludiendo a hipotéticas “invasiones de inmigrantes” o los “abusos al estado del bienestar” causadas por “inmigrantes captando todas las ayudas públicas” (por ejemplo, aquí o aquí). Sin embargo, también hay quien argumenta, con datos, que tal invasión no existe (según el INE, en 2020, sólo el 11,5% de la población provenía del extranjero) y que no es cierto que los inmigrantes “reciban todas las ayudas” (por ejemplo, ver este o este artículo). Aunque los datos desmientan muchas de las afirmaciones falsas sobre inmigración, lo cierto es que la visión de que “hay muchos inmigrantes” y que “reciben muchas ayudas” es ampliamente compartida entre una parte importante de la población. ¿Por qué? En mi reciente artículo estudio una posible explicación: diferencias locales en los niveles de inmigración.
Resultados descriptivos
Pensemos en Pepa (nuestra ciudadana ficticia en la entrada de hoy). Pepa ha vivido toda su vida en su pequeño apartamento en el barrio del Raval (Barcelona). Cuando ella era más joven (a principio de los 90), la gran mayoría de sus vecinos eran gente “del barrio de toda la vida” y no muy “distintos” a ella. De hecho, sólo el 1,4% de la población en Barcelona provenía del extranjero en ese momento (Ajuntament de Barcelona, 2020). Desde finales de los 90 y hasta ahora, la imagen del barrio fue cambiando progresivamente. Nuevas caras provenientes de Italia, Argentina, Marruecos, o Pakistán, entre otros muchos países, llegaron y reemplazaron algunos de esos vecinos de toda la vida. En 2020, la población extranjera en Barcelona representaba el 21,6% del total, y el 47% en el Raval, el barrio de Pepa (Ajuntament de Barcelona, 2020). Es evidente que, para ella, la realidad en su barrio cambió dramáticamente en los últimos años, diga lo que diga el INE sobre la inmigración en España.
Dada la nueva demografía y que Pepa pasa la mayor parte de sus días no muy lejos de su casa, no es sorprendente que me respondiera “muchísimos” cuando le pedí que estimara el número de inmigrantes que había en España. Tampoco es de extrañar que fuera un poco reacia a la idea de mejorar servicios y ayudas públicas a cambio de pagar más impuestos. En 2020, pregunté a Pepa y a otros 1000 barceloneses sobre inmigración y redistribución a través de una encuesta online. Más del 90% de las personas a las que pregunté sobreestimó el número real de inmigrantes en España (ver Figura 1). El barcelonés medio pensaba que un 20% de la población en España eran inmigrantes, casi el doble de la cifra oficial (11,5%), y algo por debajo de la cifra en Barcelona (21,6%). Además, esa encuesta también reveló que las personas que sobreestimaban el número de inmigrantes en mayor medida, tenían también más reservas a la idea de redistribuir, resultados muy similares a otros estudios realizados en contextos distintos (ver, por ejemplo, Alesina et al 2021, 2023). Un resultado nuevo (a lo mejor sorprendente, o no) que reveló mi encuesta es que los barceloneses, en general, tienen una idea bastante precisa de la demografía cerca de su casa. Cuando les pregunté sobre el número de inmigrantes residentes en su barrio, la mayoría me dio respuestas muy cercanas a datos oficiales. De hecho, el barcelonés medio sólo subestimó el número de inmigrantes en su barrio en un punto porcentual.

El origen de los inmigrantes es crucial para poner en contexto los resultados sobre percepciones y preferencias sobre redistribución. Hablemos ahora de Pilar, otra vecina (ficticia) que también participó en mi encuesta. Pilar también vive en el Raval pero, en contraste con Pepa, cree que el número de inmigrantes en España es mucho menor y se mostró mucho más entusiasta a la idea de mejorar servicios y prestaciones públicas (a cambio de pagar más impuestos, claro) cuando le pregunté al respecto. Pepa y Pilar son muy parecidas en muchos sentidos. Las dos viven en el mismo distrito (Ciutat Vella), y tienen más o menos la misma edad, renta y educación. Sin embargo, los vecinos más cercanos a (la vivienda de) Pepa provienen mayoritariamente de Marruecos y Pakistán, mientras que los vecinos de Pilar son originarios de Italia y Argentina. De hecho, mi encuesta muestra que, en cualquier distrito, las personas con más vecinos provenientes de África o Asia suelen responder como Pepa (sobreestimando el número de inmigrantes y con reservas a propuestas sobre redistribución), mientras que las personas con más vecinos provenientes de Europa o (Latino)américa responden más como Pilar (Figura 2). En la última parte del artículo exploro cuáles son las razones detrás de estos resultados. Pero antes he de discutir una posible amenaza a la interpretación causal de los resultados hasta el momento (los lectores no interesados en detalles algo técnicos pueden saltarse los dos siguientes párrafos sin perjuicio).

Endogeneidad e identificación
La gente decide donde vivir, y es muy probable que esas personas con visiones más negativas respecto a la inmigración eviten los barrios con más inmigrantes. En ese caso, podría ser que los resultados anteriores no reflejasen los efectos de la inmigración sobre percepciones y preferencias, sino simplemente diferencias en las características de las personas a través de los distintos barrios (selección).
Mi solución al problema para identificar los efectos de la inmigración sobre percepciones y preferencias es comparar personas en un mismo distrito con diferentes niveles de exposición a influjos recientes de inmigrantes cerca de sus casas. En otras palabras, la idea es comparar las respuestas de Pepa con las de Pilar, teniendo en cuenta el origen de sus nuevos vecinos más (geográficamente) cercanos. Las claves de esta estrategia empírica son principalmente dos. Por un lado, el hecho que mudarse es costoso. Puede que Pepa no esté muy a gusto con los cambios en su barrio en los últimos 30 años, pero es propietaria de su vivienda y sabe que, en realidad, todos los barrios de Barcelona han recibido población extranjera en los últimos tiempos (Figura 3) – y no quiere salir de Barcelona. Por otro lado, el mercado inmobiliario en Barcelona se caracteriza por su fuerte demanda y escasa oferta, por lo que es muy difícil poder escoger la dirección exacta dónde vivir. Por tanto, un nuevo inmigrante buscando alojamiento en Ciutat Vella podría igualmente acabar siendo vecino de Pepa o Pilar, siendo la ubicación final casi-aleatoria (en el artículo muestro evidencia al respecto). Mi estrategia explota este azar para poder hablar en términos de causalidad con mayor confianza, y los resultados obtenidos confirman las asociaciones descriptivas anteriores.

Mecanismos
Diferencias en ingresos, color de piel, o idioma entre nativos e inmigrantes, así como en el tamaño de los nuevos influjos de inmigrantes son cruciales. Los nuevos vecinos de Pepa, de Marruecos y Pakistán, tienen un color de piel más oscuro que el de esos “vecinos de toda la vida,” y siempre se fija en ellos cuando se los cruza por la calle; hablan un idioma y tienen una cultura muy distinta a la suya, y generalmente tienen unos ingresos más bajos, lo que hace pensar a Pepa que cualquier mejora en ayudas públicas sólo beneficiará a esos nuevos vecinos con los que no tiene mucho en común. Además, en los últimos años, el número de inmigrantes que llegaron cerca de su casa fue muy sustancial, con crecimientos de entre el 10 y el 30% en poco tiempo. Su percepción de “invasión” tiene sus raíces en ese ámbito más local, por lo que, durante la encuesta, no sólo expresó sus reservas sobre la redistribución, sino que también mostró su interés en explorar opciones electorales con un marcado carácter anti-inmigración (VOX). Por otro lado, Pilar ni siquiera considera a los italianos como inmigrantes (lo que explica que subestime el número de inmigrantes en su barrio). Tampoco le preocupa demasiado que sus vecinos italianos o argentinos puedan abusar de los servicios públicos. Con los argentinos comparte un idioma y varios rasgos culturales. Con los italianos no tiene tanto en común, ¡pero son más ricos que ella!
Conclusiones
Muchas personas sobreestiman el número de inmigrantes que residen en su país y muestran reservas a redistribuir recursos si estos (creen) van a parar a inmigrantes. Diferencias demográficas en los barrios explican, en parte, estos resultados. Políticos y periodistas pueden decir que la inmigración en España es baja, ¡sólo un 11%!, y necesaria para financiar el estado del bienestar. Sin embargo, la realidad para Pepa es que la mitad de sus vecinos son ahora personas nacidas en el extranjero, con historias vitales muy distintas a la suya y, por ende, con las que le cuesta más empatizar.
Más en general, los resultados en mi estudio señalan nuevos efectos asociados a la segregación racial – sesgos en las percepciones y cambios en la voluntad de contribuir al bien público. Recientemente, después de discutir con ella sobre inmigración, algunas personas han descalificado personalmente a Pepa con algunas palabras utilizadas demasiado a ligera. Pepa estará equivocada en varios aspectos sobre el tema, pero simplificar el debate en exceso, caer en descalificaciones personales, y no hacer el esfuerzo de entender las causas de sus opiniones sólo consiguen aproximarla aún más a opciones políticas peligrosas. Los debates entorno a la inmigración despiertan pasiones, a menudo llegando a cuotas incendiarias. Como sociedad, seguramente haríamos bien en resfriar y mejorar la madurez de esos debates, al menos un poco.
Una versión en catalán del mismo artículo apareció publicada en 5centims.cat.
Hay 7 comentarios
Hola, Gerard. En primer lugar, enhorabuena por la investigación , es muy interesante. Respecto a los mecanismos, ¿manejas evidencia sobre que la renta o la cercanía debida a la piel o al idioma causan las diferencias en las percepciones? Mi evidencia anecdótica (sé que tiene poco valor, por eso pregunto) es que mucha gente con ideas parecidas a las de Pepa no ve con rechazo a la población china pero sí a la marroquí. ¿Podría tener que ver con que observan diferencias en la forma de relacionarse e integrarse en la sociedad de ambas comunidades, prejuiciosas o no? Gracias de antemano.
Hola Álex,
Muchas gracias por tus palabras y tu comentario.
Sí, en la última parte del paper estudio mecanismos, y encuentro evidencia de que diferencias en (1) el color de la piel, (2) la distancia lingüística (un proxy imperfecto de “cultura”), (3) el nivel de renta, y (4) el tamaño de los influjos son factores relevantes para entender percepciones y preferencias sobre redistribución (Sección 6.4 en el artículo por si estás interesado: http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.4460440 ).
En el paper, no puedo estudiar si diferencias en el nivel de integración (por ejemplo: población china vs. marroquí en tu ejemplo) también son importantes porque no tengo forma de medir “integración” en los datos. Pero concuerdo contigo (y con tu evidencia anecdótica): el nivel de integración es seguramente un factor relevante.
Saludos,
Gerard
Hola Gerard, ¡gran trabajo!
Creo, desde un ámbito filosófico, que todo lo expuesto en el post parte de cómo manejamos la noción de identidad. Es decir, hasta dónde estamos dispuestos a llegar como sociedad al apoyarnos bajo una bandera identitaria.
¿Es aceptable la discriminación en defensa de la identidad? Te separo o te discrimino porque no eres de los nuestros. Esa pertenencia a la tribu, a la “familia” o al colectivo, es loable mientras no se convierta en un movimiento sectario. Y la prueba al sectarismo, es simple, tan solo hay que preguntarse si uno puede decir lo que piensa, o debe callar por temor a la respuesta de los demás dentro de ese mismo colectivo. Si interiormente sientes que tu discrepancia sería censurada, entonces debes descartar que se trate de un movimiento libre.
Hola Jordi,
Muchas gracias por tu comentario y tu interesante reflexión.
No soy un experto en filosofía, pero creo que lo que dices tiene mucho que ver con el comentario de Álex más arriba. Seguramente es más difícil aceptar a inmigrantes cuando estos son percibidos como más distantes (en varios ámbitos: cultura, renta, identidad en general). Utilizamos esta “distancia” para justificar nuestra actitud más reacia/discriminatoria hacia ellos.
Saludos,
Gerard
Según los datos que muestras la mejor política en favor de la inmigración sería que los inmigrantes se repartiesen de forma homogénea entre todos los barrios.
Sin embargo eso sería muy difícil, ya que no veo yo a los vecinos de barrios ricos como por ejemplo La Moraleja de Madrid queriendo compartir su barrio con inmigrantes pobres
Hola JM,
Muchas gracias por tu comentario.
Exacto. Esta sería una recomendación que se deriva de los resultados de mi paper. De hecho, hay cada vez más evidencia en varios ámbitos que muestra que el contacto entre individuos de distintos grupos sociales puede mejorar las visiones o actitudes de unos y otros (aquí dos papers recientes mostrando evidencia al respecto: https://www.aeaweb.org/articles?id=10.1257/aer.20180044 y https://www.aeaweb.org/articles?id=10.1257%2Faer.20180174&&from=f).
También estoy de acuerdo contigo: reducir la segregación (racial o de renta) es muy difícil. Sin embargo, hay opciones para avanzar en esta dirección. Un ejemplo es promover un parqué de vivienda pública mixto (edificios con vivienda pública y privada) en barrios más afluentes. Es difícil, pero intervenciones de este tipo pueden ayudar.
Saludos,
Gerard
Hola Gerard.
Me pregunto si en realidad el vector que se lleva la gran parte de la variacion no es el sentimiento anti inmigracion sino el anti musulman.
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