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Ampliando el foco de estudio de la pobreza infantil para incluir las relaciones con el entorno más cercano

Por Angeles Sánchez (@ngelesSanDom1) Universidad de Granada, Antonella D’Agostino (Universidad de Siena), Caterina Giusti (Universidad de Pisa) y Antoanneta Potsi (Universidad de Bielefeld)

La atención a la pobreza infantil se ha convertido en una prioridad en las agendas políticas debido a sus profundas implicaciones sociales y económicas. En este blog se han tratado previamente cuestiones estrechamente relacionadas con la pobreza infantil, como sus efectos en la salud mental (aquí), el efecto protector del gasto en educación (aquí), o los efectos a largo plazo en el rendimiento educativo de incrementos en la renta familiar (aquí).

En un estudio reciente (ver aquí) abordamos el tema con un enfoque innovador. En concreto, en nuestro estudio analizamos la vulnerabilidad infantil a la pobreza como un concepto más amplio que la pobreza infantil porque, además de la privación material, también considera la privación psicosocial resultante de las relaciones de los niños y niñas con sus entornos más cercanos (familia, escuela, amigos/as y vecindario).

En el trabajo construimos índices fuzzy para medir la propensión de los niños/as a sufrir deprivación en cada una de las 6 dimensiones de privación material y de las 4 dimensiones de privación psicosocial consideradas en los 32 países analizados (desarrollados y en desarrollo). Los 10 índices fuzzy sintetizan la información de varias preguntas de las encuestas y toman un valor entre 0 y 1, de menor a mayor grado de privación (ver aquí). La información procede de la International Survey of Children’s Well-Being (ola 2016-2019), en la que las personas encuestadas son los niños y niñas de 10 años. Para identificar esas 10 dimensiones, hemos seguido el marco conceptual de la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 de Naciones Unidas que establece tres categorías en los derechos de la infancia: supervivencia y desarrollo, protección y cuidado, y participación.

Frente a los enfoques para abordar la pobreza infantil más influyentes en las esferas oficiales (esto es, UNICEF y grupo OPHI de Oxford), nuestro estudio presenta dos contribuciones innovadoras. En primer lugar, nuestro enfoque puede explicar por qué la privación material puede tener impactos desiguales en los niños y niñas cuando viven en diferentes contextos familiares y comunitarios (diferentes grados de privación psicosocial). La falta de relaciones de apoyo entre los niños/as y su entorno más cercano podría amplificar los efectos de la privación material. Sin embargo, y alternativamente, la cantidad y la calidad de las relaciones interpersonales podría contrarrestar los efectos negativos que surgen en el contexto de escasez material fomentando la resiliencia de los niños y niñas. La explicación es que, ante las adversidades de la vida, la proximidad de las figuras de apego (padre-madre, profesores/as, familiares o cuidadores/as) hacia los niños/as tiene efectos protectores (ver aquí).

En segundo lugar, nuestro enfoque permite considerar situaciones en las que el aumento de los ingresos familiares puede tener efectos perjudiciales para los niños y niñas. Este puede ser el escenario si el mayor ingreso se debe a que los padres trabajan largas jornadas y, en consecuencia, esto podría llevarlos a desatender el derecho al cuidado y protección de los niños/as (ver aquí). Una situación similar ocurre cuando los padres emigran para ganar un mayor ingreso para la familia, pero dejan a sus hijos/as atrás, empeorando su bienestar. En tales situaciones, habría un aumento de la privación psicosocial, entendida como un empeoramiento de la riqueza en las relaciones con los padres y los miembros del hogar, lo que a su vez haría que los niños/as fueran más vulnerables a caer o permanecer en la pobreza (por ejemplo, a través del empeoramiento del rendimiento escolar y el aumento del riesgo de abandono escolar).

Los resultados nos permiten identificar grupos de países en cuanto a nivel de vulnerabilidad. Por ejemplo, la Figura 1 muestra que en privación material en ocio pueden identificarse seis grupos de países de los 25 países que aportan la información de esta categoría. Vietnam es el país donde la infancia registra los niveles más altos de privación en ocio. Nepal, Italia y España configuran el grupo con el segundo mayor nivel de privación, mientras que en Noruega, Hungría, Alemania y Corea del Sur los niños y niñas registran los niveles más bajos de privación material en ocio.

Figura 1. Intervalos de confianza (95%) del índice fuzzy de privación material en el ocio (25 países)

De forma similar la Figura 2 muestra los resultados para la privación psicosocial en la escuela (maestros/as y compañeros/as). En este caso hemos encontrado cuatro grupos de países. Los niños y niñas de Malasia reportaron el mayor nivel de privación psicosocial en sus relaciones en la escuela. Sin embargo, los niños y niñas de Sri Lanka y Albania reportaron los niveles más bajos de privación en las relaciones en la escuela.

Figura 2. Intervalos de confianza (95%) del índice fuzzy de privación psicosocial en la escuela (29 países)

Al repetir este análisis en todas las dimensiones de privación estudiadas (seis de privación material y cuatro de privación psicosocial), en la Tabla 1 identificamos los países que registran los niveles más altos y más bajos de privación, respectivamente. Este ejercicio nos permite mostrar algunos hallazgos significativos de nuestro estudio que van más allá de lo esperado.

Tabla 1. Principales patrones geográficos de privación material y psicosocial en la infancia, 2016-2019

Nota. (n) Número de países analizados.

Como principales resultados, destacamos que, mientras que los niños y niñas de los países desarrollados experimentan más privación psicosocial que material, no hay un patrón consistente en los países en desarrollo. Por lo tanto, la suposición de que la privación material y psicosocial van de la mano es incorrecta. Este estudio tiene utilidad para informar las políticas públicas. En concreto, a partir del análisis presentado, y con independencia del nivel de desarrollo económico del país, se podrían tomar decisiones en cuatro direcciones: 1) la medición de la pobreza infantil con índices específicos para la infancia, 2) el diseño de programas integrales para romper el ciclo de desventaja de la pobreza y la exclusión social en la infancia, 3) la consideración de políticas públicas para la conciliación del trabajo y la familia dado el papel central de las familias en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, en particular, la erradicación de la pobreza y el acceso a educación de calidad, y 4) el desarrollo de políticas públicas que fomenten el apoyo, la ayuda y la consideración en la escuela y la comunidad para mejorar la resiliencia en la infancia.

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