A vueltas con Eurovisión¹

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Por Juan D. Moreno-Ternero

Todo español de una cierta edad ha escuchado entonar alguna vez a Massiel el celebérrimo “La, la, la”. Corría el año 1968 y, gracias a dicha canción, un país que aún vivía en “blanco y negro” conseguía el hito de ganar el primer festival de Eurovisión que se retransmitía en color.

La sexagésimo sexta edición del festival de Eurovisión está teniendo lugar en Turín esta semana. Este año, la edición viene marcada por la incógnita de si la invasión rusa de Ucrania tendrá un efecto en el resultado. Más allá de la descalificación de Rusia, concretada semanas atrás, Ucrania ha estado liderando las apuestas ampliamente desde el momento de la invasión. Y es que, pese a ser un festival de música, ha estado marcado por factores políticos en muchas ocasiones.

En España, esta edición del festival también viene marcada por una cierta polémica (de la que ya habló Santi en este blog hace unos meses) sobre el resultado del Benidorm Fest, que otorgaba la representación de España en la edición de Eurovisión en Turín. Como tenemos políticos de envergadura, siempre atentos a los verdaderos problemas de la ciudadanía, y ávidos de pisar cualquier charco demagógico, la polémica llegó también a la arena política. Quizás por ese motivo, RTVE (tan independiente como la Fiscalía General del Estado o la presidencia del Congreso, por citar algunos ejemplos recientes), tuvo que salir al paso, emitiendo un comunicado en el que defendía el sistema de votación en el Benidorm Fest. Ello resolvió poco, pero permitió al menos poner la lupa no sólo en el sistema de votación de dicho festival (del que ya habló Santi en su entrada), sino también en el de Eurovisión, en el que se centrará esta entrada.

Con la excepción de 2020, el festival de Eurovisión se ha celebrado anualmente desde 1956. La idea es simple: cada país participante presenta una canción original que se interpreta y retransmite en vivo. Los países que compiten votan para determinar el ranking de todos los candidatos. Pero las reglas de votación han cambiado 18 veces desde 1956 hasta 2018…

En la actualidad, los países cuentan con dos tipos de jurados. Uno, profesional, compuesto por cinco expertos que ordenan todas las canciones (con la excepción de la que presenta el propio país) y asignan 12 puntos a la primera, 10 a la segunda y de 8 a 1 para las ocho canciones siguientes (el resto obtienen 0). Otro, popular, compuesto por televidentes, que votan telemáticamente (tantas veces como quieran) por cualquier participante (excluyendo el representante del país en cuestión). Una vez recopilados todos los votos, se genera un ranking de forma similar al caso del jurado profesional. El ranking final del festival se obtiene sumando el número de puntos obtenidos por ambos jurados. Por tanto, los dos jurados tienen el mismo peso en la decisión final del festival.

La teoría clásica de la elección social explica todos los protocolos de votación utilizados en el festival. Dicha teoría, mediante los capitales teoremas de imposibilidad de Arrow y de Gibbard-Satterhwaite, deja también claro que ningún método de votación es perfecto. Teniendo dicha salvedad presente, nosotros abogamos por un método distinto para Eurovisión, basado en el llamado Valor de Shapley (Shapley, 1953), una herramienta fundamental en la teoría de juegos cooperativos, que cuenta con sólidos argumentos normativos. Y, en este contexto, cuenta además con una ventaja práctica importante respecto a los protocolos actuales: sencillez y rapidez.

Bajo las reglas actuales en Eurovisión, tanto los expertos como el público cuentan con un corto periodo de tiempo para tomar sus decisiones (puntos, rankings o votos), tras haber escuchado a todas las canciones que participan en la final. Existe una amplia literatura en economía del comportamiento documentando que las personas suelen cometer errores bajo presión de tiempo, o que lamentan sus elecciones cuando están forzados a hacerlas rápidamente. En la última edición del festival (celebrada en Rotterdam hace un año), tras las dos horas y media que llevaron las 26 consecutivas actuaciones, hubo un escaso cuarto de hora para proporcionar todos los votos. Expresar un simple “sí/no” tras cada canción habría sido bastante más sencillo. Y, para nivelar la balanza, cada votante tendría una dotación de un voto que podría distribuir igualmente entre todos los países que hubiera aprobado (seleccionado con un “sí”). Eso es exactamente lo que el “método Shapley” sugiere en este contexto. Por ejemplo, si España hubiese aprobado sólo a sus vecinos (Portugal y Francia), cada uno de ellos habría obtenido 0,5 puntos de la dotación española. Si Francia hubiera hecho lo propio, España, Bélgica, Alemania, Suiza e Italia habrían obtenido cada uno 0,2 puntos de la dotación francesa. Si Portugal, en cambio, hubiese decidido que 20 de las canciones merecían ser aprobadas, cada una de ellas habría obtenido 0,05 puntos de la dotación portuguesa. Y así sucesivamente para cada uno de los países participantes. El resultado final del concurso, según el método Shapley, habría venido determinado por una simple agregación de los repartos de todas las dotaciones nacionales.

La propuesta anterior es aplicable tanto para el jurado profesional como el del público. De hecho, es razonable pensar que tener un mismo sistema para ambos jurados pueda ayudar a compensar la balanza entre ambos (más allá de otorgar el mismo peso a ambos jurados en la decisión final). Artistas, críticos, filósofos y economistas han debatido históricamente si los especialistas o el público general valoran mejor la calidad artística. El festival de Eurovisión permite añadir una perspectiva adicional a este debate. En concreto, si asociamos la evaluación de la calidad artística con el poder predictivo del éxito, la última edición del festival nos proporciona evidencia en favor del público general en dicho debate. En otras palabras, el jurado popular se acercó más a los resultados del festival en sus predicciones que los jurados profesionales. Se podría argumentar que ello es debido (al menos, parcialmente) a que ambos jurados tienen distintos sistemas de votación en las reglas actuales del festival. Por tanto, imponer a ambos el método Shapley descrito anteriormente puede ofrecer beneficios adicionales.

Por último, el sistema actual de votación es también proclive a generar “efectos de contraste”, más difíciles de generarse con el método Shapley. Por ejemplo, en la última edición del festival, la ganadora (Italia) estuvo rodeada (en el orden de interpretación) de contrincantes con baja puntuación. En concreto, obtuvo 206 puntos del jurado profesional y 318 del jurado popular. Sin embargo, sus tres inmediatas predecesoras en la actuación (Azerbaiyán, Noruega y Países Bajos) obtuvieron únicamente 32, 15 y 11 puntos, respectivamente, del jurado profesional y 33, 66 y 0, respectivamente, del jurado popular. Las dos siguientes actuaciones (Suecia y San Marino) también obtuvieron bajas puntuaciones. Algo similar ocurrió con las que terminaron en segundo y tercer lugar (Francia y Suiza), que vinieron precedidas o seguidas de interpretaciones mal valoradas.

En conclusión, ahora que el interés en las plataformas parece empezar a decaer, y que el fútbol español ya coronó al tricampeón hace unas semanas, igual necesitamos un buen plan para el próximo sábado. Por ejemplo, sentarse frente a la tele a volver a disfrutar de Eurovisión, como cuando éramos niños (y no había muchas otras cosas con las que perder nuestro tiempo). Si optan por ello, disfruten de la experiencia, pero háganlo pensando que igual el festival podría resolverse votando de otra manera más apropiada…

[1] Esta entrada está fundamentalmente basada en un documento de trabajo: Victor Ginsburgh and Juan D. Moreno-Ternero (2022). The Eurovision Song Contest: Voting Rules, Biases, and Rationality. ECARES WP 2022-11

Hay 1 comentarios
  • Genial análisis.

    Sin embargo, una aclaración en cuanto al tiempo de tomar decisiones del jurado profesional. Este jurado emite sus rankings de votos basados en el ensayo general del día anterior, por tanto cuentan con tiempo para tomar esa decisión.

    Por otro lado, que voten tomando de referencia el ensayo general ha hecho que en algunas ocasiones las votaciones del jurado hayan diferido mucho de las del publico debido a eso, a que los artistas a veces fallan el día del ensayo (o el día de la final), lo que hace que los resultados finales al final no sean para nada homogéneos...

    Saludos.

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