¿A quiénes representan realmente los representantes de las empresas y de los trabajadores en la negociación colectiva?

Por Marta Martínez-Matute y Pedro S. Martins

Es frecuente que los gestores políticos hablen sobre la importancia del diálogo social (véase, por ejemplo, aquí). La negociación colectiva –un aspecto fundamental del diálogo social- tiene consecuencias muy significativas en el funcionamiento del mercado de trabajo y de la economía. Aspectos tales como los salarios, las condiciones laborales y el empleo dependen de ello. Además, en algunos países europeos como España, la mayor parte de trabajadores y empresas se ven cubiertos por las condiciones pactadas en esos convenios colectivos. Este hecho se debe a que los convenios colectivos son de aplicación automática a todos los trabajadores o empresas del sector o la región para la que se negocian. Esto ocurre con independencia de que dichos trabajadores o empresas se encuentren afiliados a sindicatos o asociaciones empresariales, que son quienes participan activamente en la negociación.

Esta amplia cobertura de la negociación colectiva contrasta notablemente con la falta de discusión sobre la representatividad que ejercen los agentes sociales –quienes conducen dicha negociación- con respecto al conjunto de las empresas y trabajadores de un país. Las características de esos representantes de empresas y trabajadores contribuyen de forma importante a ese diálogo. Pero, ¿cómo de representativos son esos agentes sociales? ¿Cómo de similares son los objetivos que plantean en esa negociación colectiva con respecto a empresas y trabajadores no afiliados? ¿Realmente representan el contexto y los objetivos de toda la realidad del tejido empresarial o de todos los colectivos laborales de un país?

En un artículo recientemente publicado ahondamos en esta cuestión analizando microdatos de un gran número de países europeos. Habitualmente, la representatividad de los agentes sociales se asocia a las tasas de afiliación. Sin embargo, proponemos una medida alternativa de disimilitud. Este indicador se centra en la medida en que tanto los trabajadores como empresas afiliadas y no afiliadas se distribuyen de forma similar entre ámbitos relevantes, como, por ejemplo, el tamaño de empresa o el sector económico.

El planteamiento y los datos

Argumentamos que si una asociación empresarial fuera representativa, tendría miembros distribuidos similarmente entre empresas grandes y pequeñas, antiguas y nuevas, más o menos productivas, imitando la distribución de la realidad de empresas del país. Por el contrario, si la mayor parte de empresas afiliadas a la asociación son de tamaño grande y diferentes a las no afiliadas, el resultado de la negociación colectiva podría estar sesgado hacia las preferencias y prioridades de esas empresas afiliadas.

Efectuamos este análisis haciendo uso de los datos de la ‘European Company Survey’ (ECS). Esta fuente de datos, suministrada por el Eurofound, proporciona información sobre la realidad de las empresas en 32 países europeos, tratando cuestiones como las condiciones laborales y la organización empresarial, así como si la empresa pertenece a una organización empresarial o los trabajadores disponen de algún sindicato en su empresa. Además, para complementar el análisis con un mayor nivel de desagregación, contamos con el registro administrativo del conjunto de empresas en Portugal a través de los ‘Quadros de Pessoal’ [QP]. Contar con datos administrativos similares y accesibles con información registrada para el conjunto de empresas españolas sería muy útil y permitiría poder comparar lo que ocurriría en el caso español.

En primer lugar, construimos un indicador de disimilitud entre empresas (o trabajadores) afiliados y no afiliados a una asociación empresarial (o sindicato) basándonos en su distribución a lo largo de distintas combinaciones de sector, tamaño de empresa y país, siguiendo los trabajos clásicos de economía sobre segregación (Duncan & Duncan, 1955; Allen et al., 2015). Este indicador varía entre 0 (no hay disimilitud, es decir, tanto afiliados como no afiliados tienen idénticas características y se distribuyen de forma idéntica) y 1 (máxima disimilitud entre afiliados y no afiliados).

Países como Alemania, Francia, Italia o Gran Bretaña presentan un índice de disimilitud entre empresas del 26%, 19%, 30,6% o 35%, respectivamente. España presenta un valor del 19,6%, muy por debajo de la media de países de la UE del 41,5%. En el caso de la disimilitud entre trabajadores afiliados y no afiliados, la situación es parecida aunque los valores son ligeramente superiores.

El índice de disimilitud en el contexto europeo

Si comparamos las tasas de afiliación con el índice de disimilitud por países, en el caso de asociaciones empresariales, observamos que mayores tasas de afiliación no necesariamente implican mayor representatividad desde el punto de vista de la disimilitud. Por tanto, la representatividad tiende a estar concentrada en empresas específicas de distintas combinaciones de sectores o tamaños, siendo el perfil de estas empresas distinto al perfil de aquellas no afiliadas. Por ejemplo, mientras que hay países con niveles similares de afiliación como Francia, España, Portugal o Grecia (en torno al 50% de las empresas), sus niveles de disimilitud son muy distintos, variando entre el 19% de Francia y España al 33% de Portugal o el 45% de Grecia.

Si nos centramos en el caso de los trabajadores, la situación es similar. No se encuentra evidencia de una correlación negativa entre la disimilitud y la afiliación de los trabajadores a sindicatos. Esto es, los sindicatos o comités de empresa en países donde representan una fracción alta de los trabajadores no suelen ser aquellos en los que trabajadores afiliados y no afiliados sean los más similares.

El caso de Portugal

Si extendemos el análisis para el caso de Portugal, contamos con un mayor nivel de desagregación que nos permite analizar la disimilitud con mayor detalle a través de un mayor conjunto de combinaciones de sector y tamaño de empresa, además de incluir también la región. En primer lugar, podemos confirmar que la medida de disimilitud obtenida a través de los datos de la ECS para Portugal es una buena proxy del mismo indicador extraído para este país usando los datos poblacionales. También disponemos de información sobre cuántos trabajadores dentro de una empresa están realmente afiliados a un sindicato (sin asumir, como hacíamos antes, que todos los trabajadores con representación sindical en esa empresa están realmente afiliados). En segundo lugar, también encontramos que el análisis efectuado con un mayor nivel de desagregación conduce a un nivel de disimilitud algo mayor. Esto permite sugerir que, si tenemos en cuenta otras dimensiones como la antigüedad de la empresa o su productividad, el nivel de disimilitud también será mayor.

Además, encontramos evidencia de nuevo de una relación positiva entre tasas de afiliación e índices de disimilitud. Esto indica que las asociaciones que representan a una mayor parte de las empresas o trabajadores en un sector relevante tienden a ser más disimilares (es decir, están concentradas en categorías de empresa particulares).

Proponemos dos explicaciones potenciales y complementarias para este resultado que requerirían mayor nivel de análisis en futuras investigaciones. Por un lado, la especialización de servicios que ofrecen las asociaciones empresariales. Si dichas asociaciones quieren incrementar la afiliación de socios, necesitan proveer de mayor especialización en sus servicios, como en el caso de la formación a trabajadores, lo que requeriría un mayor esfuerzo en términos de efectividad si dichas asociaciones son más variadas (por ejemplo, con afiliados de mayor o menor tamaño que tengan preferencias distintas). Por otro lado, si los miembros de dichas asociaciones son muy diversos, sería más complicado poner en práctica medidas de coordinación o incluso colusión para lograr los objetivos. Si un agente social se especializa en un tipo de empresas (o trabajadores), la coordinación resultará más estable y generará mayores beneficios para sus afiliados.

Conclusiones

En conclusión, diseñar buenas políticas sobre el diálogo y la negociación colectiva implicaría tener en cuenta la representatividad de los agentes sociales. Nuestro trabajo indica que dicha representatividad debería medirse no solo desde el análisis de las tasas de afiliación (algo que, además, no es fácil hacer en muchos casos), sino también la disimilitud entre empresas o trabajadores afiliados y no afiliados. Incluso si las asociaciones empresariales o sindicatos de trabajadores tienen muchos miembros (lo que no suele ocurrir siempre), dicha afiliación podría igualmente estar distorsionada por subgrupos concretos de afiliados. Por el contrario, los agentes sociales que representaran un rango amplio de empresas con distintas características podrían contribuir de mejor manera a las dimensiones económicas y sociales que implican la fijación de los salarios, el empleo y las condiciones laborales, generando un diálogo social más efectivo.