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Automatización y desigualdad salarial

Por Manuel Alejandro Hidalgo (UPO) y Benedetto Molinari (UMa)

En los últimos 10 años ha habido un gran debate, tanto en la literatura económica como en la prensa más divulgativa o generalista, sobre el aumento de las desigualdades económicas en no pocos países occidentales. La percepción de un aumento de la desigualdad, con un incremento en la brecha entre la renta de los trabajadores y de la renta del capital, así como dentro de los primeros, se ha instalado en el sentir social. Este sentir ha estimulado, a su vez, una enorme, importante y relevante literatura científica que desde los años 60 y 70 no recibía tanta atención y que ha trascendido incluso al mero ámbito académico.

Respecto a la literatura científica, la investigación económica ha estado centrada sobre la dinámica de la desigualdad en este comienzo del siglo XXI, poniendo el foco en una múltiple variedad de aristas. Entre las muchas preguntas que se han tratado, podemos destacar aquellas que tratan de comprender si las razones del aumento de la desigualdad se deben o no a una modificación de la distribución funcional de la renta, o las razones que tratan de entender si ha habido un cambio en la remuneración total al capital frente a la del trabajo. También si existe base y razón para la disminución del peso de las rentas del trabajo en el total o si simplemente hemos sido testigos de un cambio en la tipología del capital, su concentración en manos de menos agentes (empresas o propietarios) y su grado de sustitución con el trabajo (automatización) y las habilidades de los trabajadores (cambio tecnológico sesgado hacia el empleo cognitivo/creativo o RBTC). Y con respecto a la distribución salarial, no pocos se han centrado en estudiar qué ha pasado y si estos cambios son a su vez reflejo de cambios más profundos en el seno del mercado del trabajo y por qué han ocurrido.

En un artículo reciente nos centramos en esta última cuestión tomando como referencia el mercado laboral de EE.UU. en los años noventa del siglo pasado (aquí). Este mercado y este período constituyen conjuntamente un caso de estudio perfecto para medir el efecto del cambio tecnológico en la distribución salarial, y para lo que la literatura ya había aclarado algunas cuestiones. Primero, sabemos que en aquellos años la desigualdad salarial claramente aumentó, después de unas décadas de cierta estabilidad. Segundo, que no pocos trabajos señalaron a los “sospechosos habituales” que explicaban este aumento: disminución de los salarios mínimos y la pérdida de poder sindical (aquí y aquí) , una mayor apertura comercial y del comercio (aquí) o el progreso tecnológico sesgado hacia el empleo cualificado (aquí) que recibió gran resonancia y, además, muchas críticas (por ejemplo, aquí y aquí). Tercero, que de estas críticas nació una nueva teoría, la mencionada RBTC (aquí) que demostró cómo dicho cambio afectó al empleo y su distribución en EE.UU. en los noventa, destruyendo o creando puestos de trabajo según su complementariedad con el progreso tecnológico (aquí). En este sentido, la literatura ha explicado cómo el cambio tecnológico crea una ventaja comparativa para las habilidades complementarias a la tecnología (p. ej., habilidades cognitivas) frente a las habilidades que se sustituyen (p. ej., habilidades rutinarias) (aquí). Concretamente, lo que la evidencia más reciente nos cuenta es que, en primer lugar, la mano de obra ha “migrado” desde ocupaciones menos complejas a más complejas y, en segundo lugar, que existe una relación positiva entre la complejidad de las tareas y el crecimiento de los salarios. Finalmente, también ha sido demostrado que tanto la ocupación como los salarios en empleos sustitutivos de la tecnología disminuyeron no sólo en relación con las ocupaciones tecnológicamente complementarias sino, además, en relación con las ocupaciones tecnológicamente neutrales, es decir, empleos basados en tareas y habilidades manuales y que no pueden ser reemplazadas por máquinas. Pero hay más. También se ha observado que la desigualdad salarial residual, es decir, aquella que está ajustada por composición y que responde más a la desigualdad entre “iguales”, aumentó por encima y disminuyó por debajo del salario medio durante la década de 1990.

En resumidas cuentas, sabemos que en EE.UU. hubo por un lado automatización y que ésta afectó al empleo y que finalmente también generó cambios salariales tan importantes como para reflejarse en un análisis sistemático de la distribución de la renta laboral en el país. El problema es que unir toda esta evidencia por una sola causa, el cambio tecnológico, no es nada sencillo. Es más, varios trabajos en esta última década se afanan en señalar que no puede achacarse a la tecnología esta evolución tan dispar dentro de la distribución de salarios, por lo que el “hueco” que la automatización puede ocupar en la explicación de los cambios en la distribución salarial sería difícil de defender (aquí, aquí  y aquí).

Aquí es donde entra nuestro trabajo. Para ello, la aportación de este es doble. En primer lugar, profundizamos en la relación empírica entre la automatización y la desigualdad salarial en el mercado laboral estadounidense durante la década de los noventa. Lo que encontramos es que la automatización pudo ser el determinante clave de los cambios observados en la desigualdad salarial durante la muestra considerada. En segundo lugar, racionalizamos dicha evidencia empírica formulando un nuevo modelo teórico de la hipótesis de la rutinización, donde unimos el tradicional canal de demanda laboral, usualmente conjeturado en la literatura con uno novedoso donde incluimos un canal de oferta, decisiones de los trabajadores sobre su formación y ocupaciones a las que optarían, para el efecto de la automatización en la oferta laboral.

De la parte empírica podemos destacar que la disminución de la desigualdad salarial experimentada por los trabajadores ubicados en la parte de la distribución de salarios bajos se explica casi en su totalidad por una reducción de la dispersión salarial dentro del grupo de trabajadores que realizan tareas rutinarias y no tanto por el posible efecto de la automatización, ya que la diferencia de precios pagados en la parte baja de los salarios por las tareas complementarias/sustitutivas de la tecnología no parece explicar la evolución de la desigualdad. Es decir, dicho grupo de trabajadores se han hecho más homogéneos una vez descontamos el efecto de las características observadas. Sin embargo, lo contrario parece ocurrir entre los trabajadores situados por encima del percentil 60, los salarios mayores, y que podría explicarse tanto por el efecto de unos precios mayores que remuneran a las tareas (principalmente complementarias) y que podría explicarse por el cambio tecnológico, pero también por una mayor heterogeneidad de las habilidades (skills) dentro de los grupos.

Es aquí donde entran los supuestos del modelo, que permiten racionalizar esta aparente contradicción o diferentes efectos a ambos lados de la mediana de la distribución. Nuestro modelo, basado en tareas, y en que las elecciones ocupacionales de los trabajadores son endógenas respondiendo racionalmente a los cambios en los precios de dichas tareas, genera, como consecuencia de un cambio tecnológico, migraciones de los trabajadores desde el centro de la distribución hacia ambos lados, siendo las habilidades endógenas de cada individuo los que determinan hacia qué lado de la distribución se mueven.

Así, ante un aumento en la automatización, nuestro modelo argumenta que, en primer lugar, las fuerzas de la oferta y de la demanda de mano de obra operan en la misma dirección de sustitución tecnológica, lo que provoca una pérdida sustancial de trabajos rutinarios (en el centro de la distribución). En segundo lugar, se produce una migración de los anteriores trabajadores rutinarios más cualificados hacia ocupaciones complementarias a la tecnología y mejor pagadas (migración ascendente), y la de aquellos ex-trabajadores rutinarios menos cualificados hacia ocupaciones manuales (migración descendente) y peor remunerados.

Así, el modelo logra replicar, en primer lugar, el efecto de "polarización laboral" que induce la automatización. Pero, además, reconcilia este efecto con la heterogeneidad observada en la evolución de la desigualdad salarial. Así, debido a la migración hacia la zona inferior de la distribución de ingresos, la desigualdad disminuye como en los datos reales. Esto se explica por una migración ordenada de anteriores trabajadores rutinarios hacia otros trabajos de diferentes habilidades. Además, el trasvase de estos hacia ambos lados de la distribución implica que los trabajadores rutinarios sobrevivientes serán más homogéneos en términos de habilidades, por lo que presenta una distribución de salarios más equitativa (menor desigualdad) incluso cuando las tareas rutinarias se pagan al mismo precio.

En cuanto al trabajo cognitivo y en respuesta a la automatización, el cambio tecnológico no solo hace que las tareas cognitivas complementarias a la tecnología se paguen más, sino también que el grupo de trabajadores que realizan dichas tareas se vuelva más grande y heterogéneo, ya que los trabajadores rutinarios con mayores habilidades ven peligrar sus puestos rutinarios con el cambio tecnológico y se esfuerzan para migrar a puestos de trabajo cognitivo. Como estos trabajadores tienen habilidades menores que el menos hábil en el grupo de los cognitivos, la desigualdad de los sueldos dentro del nuevo conjunto de trabajadores cognitivos se ve aumentada. Además, como distintas habilidades suponen producir distintas cantidades de tareas, la desigualdad salarial se ve aumentada significativamente por dos fuerzas: un mayor precio por tarea y una más amplia distribución de tareas realizadas por unidad de tiempo por los trabajadores del conjunto cognitivo.

En resumen, el objetivo de esta agenda de investigación es mejorar muestra comprensión de la evidencia empírica surgida a lo largo de estas décadas sobre la desigualdad salarial en los Estados Unidos. Nuestra propuesta, una nueva aproximación empírica y un modelo basado en la heterogeneidad de tareas, trata de justificar que, si bien el cambio tecnológico no es la única razón que explicaría tal evolución, sí podría explicar, cuando menos, el comportamiento aparentemente contradictorio observado en la desigualdad.