Lecciones de la Reconversión Industrial para el 2010

Lecciones de la Reconversión Industrial para el 2010

Hace un par de semanas escribí un artículo sobre el decreto Boyer. Una de mis frases implicaba una valoración muy positiva de la reconversión industrial. Pablo Díaz Morlán, atento al quite, me comentó inmediatamente que esa valoración mía era excesivamente optimista ya que la reconversión industrial había tenido muchos más problemas que lo que solemos admitir. En particular, Pablo y su coautor Miguel Ángel Sáez García acaban de publicar un interesantísimo libro, El Puerto del Acero, sobre la historia de la siderurgia en el mediterráneo que argumenta que la preferencia por los altos hornos de Vizcaya y Asturias en detrimento de Sagunto no era la mejor opción técnica y que fue una concesión a las presiones sindicales. Yo, desde luego, ya me he comprado el libro y recomiendo a los lectores de nuestro blog con aficiones de historia económica que le den un vistazo la próxima vez que se pasen por una librería que lo tenga: es una gran compra.

Como me pareció un argumento que merece ser la pena que sea más conocido y porque ilustra cómo las decisiones políticas pueden tener un alto coste en el largo plazo (ahora que nos vamos a época de huelgas es bueno recordarlo), les pedí a Pablo y Miguel que nos hicieran un resumen del mismo que estoy encantado de compartir con vosotros.

Ah, antes de dejaros con el artículo, Pablo me recuerda que él es Vizcaíno y que por tanto no se le puede acusar de favoritismo geográfico. Yo añado que escribieron el artículo hace una semana, antes de las medidas anunciadas esta semana. Ahí va, a disfrutar.

LA RECONVERSIÓN INDUSTRIAL DE LOS OCHENTA: ERRORES QUE NO DEBERÍAMOS REPETIR

Pablo Díaz Morlán y Miguel Ángel Sáez García

Ahora que existe un amplio consenso técnico acerca de las medidas imprescindibles que el Gobierno no se atreve a tomar por miedo a los sindicatos, y sobre la perfecta inconveniencia de otras que sí toma para congraciarse con ellos, merece la pena echar la vista atrás y buscar en nuestro pasado reciente de nuestro país algún otro responsable político que hiciera lo mismo, esto es, plegarse al poder fáctico sindical aun conociendo las onerosas consecuencias que ello traería para el país. En este artículo proponemos que no hay que ir demasiado lejos, pues basta con remontarse a los años ochenta y la política de reconversión industrial de los primeros Gobiernos socialistas.

Felipe González calificó de necrosis el proceso de deterioro industrial que se encontró al llegar al poder en 1982. El Ejecutivo se vio en la tarea de afrontar la inaplazable reestructuración de la industria nacional, inclinada excesivamente hacia sectores maduros como la siderurgia y la construcción naval, precisamente los que estaban sufriendo en mayor medida el embate de la crisis desde 1975, con una segunda recaída a partir de 1980. Todos los países de nuestro entorno consideraron a la siderurgia como un sector estratégico y tanto los estados como la CEE inyectaron cantidades ingentes de dinero para su reestructuración.

Desde los años sesenta los países de Europa occidental habían aumentado su capacidad siderúrgica siguiendo el exitoso modelo desarrollado por Japón, construyendo modernas instalaciones integrales costeras capaces de producir entre 6 y 10 millones de toneladas de acero por planta. La lógica tradicional de localizar las fábricas a pie de mina tocaba a su fin. Países de larga tradición siderúrgica como el Reino Unido, Bélgica y Francia –Alemania fue la excepción-, y nuevos productores como Holanda e Italia, respondieron al fuerte aumento de la demanda de productos planos, los de mayor valor añadido, siguiendo este patrón. Desde 1971 España también trató de seguir este modelo con la llamada IV Planta Siderúrgica Integral, un gran proyecto impulsado por Juan Miguel Villar Mir y el sector privado con el apoyo del Gobierno, que debía localizarse en Sagunto por dos motivos: su cercanía a los principales mercados de la nación y de otros países del mediterráneo, y la preexistencia de una vieja fábrica siderúrgica con 5.000 obreros cualificados. Pero llegó la crisis, la demanda cayó y los planes de inversión quedaron en suspenso. Únicamente hubo tiempo para construir un modernísimo tren de laminación en frío, la parte final del proceso de fabricación de acero, a la espera de que se decidiera el momento óptimo para levantar el resto de instalaciones previas.

Ha quedado para la historia que, entre 1977 y 1982, los sucesivos Gobiernos de UCD, apremiados por los intensos problemas políticos de la Transición, no hicieron nada para solucionar los económicos y tuvo que llegar el partido socialista a salvar al fin la comprometida situación. Sin embargo, esta visión mítica no se sostiene, y si ha triunfado ha sido por el éxito posterior de la entrada en Europa. Lo cierto es que los países de nuestro entorno tardaron el mismo tiempo que nosotros en reaccionar ante la crisis y que Felipe González encontró bastante encarrilado el asunto, con un razonado documento técnico elaborado por la Kawasaki Steel Corporation que concluía sin lugar a dudas que la apuesta de España tenía que ser Sagunto y que Ensidesa (Asturias) y Altos Hornos de Vizcaya debían asumir una posición subordinada. Este documento vino en llamarse Informe Kawasaki y desde su publicación en 1982 fue contestado con una fenomenal oposición de los sindicatos firmemente asentados tanto en Asturias como en el País Vasco, pese a que no hacía más que poner negro sobre blanco lo que todos nuestros vecinos europeos sabían que debía hacerse y se preparaban a acometer.

En 1983, el Gobierno socialista tuvo que optar. O bien tomaba la decisión correcta en los términos económicos más beneficiosos para el país a largo plazo, enfrentándose al poder sindical, o bien obtenía paz social a corto plazo, a cambio del mal menor de no contar en el futuro con una siderurgia moderna y competitiva. Las negociaciones para la entrada en el Mercado Común enfilaban su recta final –también habían sido encarriladas por los gobiernos anteriores- y los franceses ponían pegas a nuestra capacidad siderúrgica, en especial al proyecto de la IV Planta de Sagunto, que podía hacer mucho daño a la fábrica que estaban construyendo en Marsella. El Ejecutivo de González, entonces, rechazó el Informe Kawasaki y decidió hacer lo contrario de lo que se estaba haciendo en el resto de Europa: apostar por las siderurgias tradicionales vizcaína y asturiana y abandonar el proyecto de la IV Planta. En octubre de 1984 se cerró la vieja fábrica de Sagunto.

Pocos años después, con la crisis de los noventa, AHV se demostró inviable y las instalaciones construidas a mediados de los años ochenta fueron desmanteladas, tras haber invertido inútilmente una cantidad enorme de recursos públicos que ni siquiera sirvió para obtener el agradecimiento de los nacionalistas. Hoy es el día en que muchos vascos piensan, de manera típicamente victimista, que el Gobierno español abandonó a su suerte a AHV, una percepción injusta de los hechos que el PNV se ha encargado de promocionar.

En Asturias, tras unas inversiones que no desmerecieron a las realizadas en el solar vasco, Ensidesa orientó buena parte de su producción a productos largos, de menor valor añadido, compitiendo con las pequeñas siderúrgicas privadas más eficientes en este tipo de productos. Como resultado, España se ha convertido en el único gran país de nuestro entorno que no cuenta con grandes instalaciones costeras destinadas a productos planos siderúrgicos, los que sirven para fabricar electrodomésticos y coches, nuestra principal industria desde la década de los noventa.

La decisión óptima desde el punto de vista técnico y económico, la única que nos habría llevado a poseer en suelo patrio una de las fábricas siderúrgicas más competitivas del mundo, que nos habría ahorrado ser estructuralmente deficitarios en productos planos, se aparcó en beneficio de la paz social a corto plazo y de la paz con nuestros vecinos en las negociaciones para entrar en el Mercado Común. Mientras tanto, los franceses concluían su fábrica de Marsella y corrían a abastecernos de los productos que tanto necesitábamos. Una vez más en nuestra historia, y duele decirlo, no pudimos ser Francia, pero no por escasez de competencias técnicas y económicas sino por falta de valentía política. La fórmula del “como sea” no es invento reciente.

La irónica lección de todo esto es que finalmente Felipe González no pudo evitar tener a los dos sindicatos mayoritarios de frente en cuanto dijo hasta aquí hemos llegado. Pero eso ocurrió con la huelga general de 1988, seis años después de alcanzar al poder y tras haber cometido un buen puñado de costosos errores. No creemos que nuestro gobernante actual vaya a sufrir semejante caída del caballo: a fin de cuentas Zapatero no es González, para qué nos vamos a engañar. Además, es posible que D. José Luis haya sido aleccionado por el actual presidente de la Junta de Andalucía, su compañero José Antonio Griñán, el ministro de Trabajo que en 1994 provocó otra huelga general con su intento de reforma laboral.

Hace un cuarto de siglo el proceso avanzado de necrosis que sufría nuestra industria se interrumpió y las células muertas fueron sustituidas por otras, renovadas, gracias a la entrada en el Mercado Común, aquel objetivo que había que alcanzar como fuera. Entonces Europa cubrió nuestras vergüenzas y España salió del agujero, aunque no sin recaídas. El problema es que hoy esa solución de recambio no se ve por ningún lado.

*Autores del libro El puerto del acero. Historia de la siderurgia de Sagunto (1900-1984), Madrid, Marcial Pons, 2009.

Hay 12 comentarios
  • Estimados Pablo y Miguel Angel,
    Muy, muy interesante el post, muchisimas gracias. Se queda uno con ganas de leer el libro. Aquello que dicen los ingleses de "no good deed goes unpunished" - pues me alegro de que a Felipe no le saliera rentable electoralemte el favoritismo hacia AHV.
    Luis Garicano

  • Como aficionado, mas que aficionado a la historia economica me lo leere.
    No es el mismo caso, pero viene un poco a cuento, hablando recientemente con un ingeniero de minas retirado, me comentaba como en muchas autonomias el exceso de celo o de normativas, hacia imposible cualquier intento de rentabilizar una mina....parece ser una claudicación mas y se debe de comprar fuera...

  • Una noticia de hace unos tres meses que puede completar vuestra entrada. Desde que la lei, no paro de darle vueltas

    (Nota: Ensidesa hace 35 años = Arcelor hoy).

    Arcelor advierte de la baja productividad de sus plantas en Asturias
    http://www.elcomerciodigital.com/v/20100211/economia/arcelor-advierte-baja-productividad-20100211.html

    "Además, los directivos de la multinacional criticaron que «la productividad de las plantas asturianas es un 20% más baja que la del resto de Europa». El problema, que se detectó hace ya varios años, se está solventando, de acuerdo con los agentes sociales, con pre jubilaciones, contratos-relevo y renovación de la plantilla..."

    Y no se refieren, no, a las diferencias de salarios con las plantas brasileñas...

    Bueno, sin comentarios.

  • Muy interesante el trabajo de Pablo y Mikel. Pero me preguntó yo: ¿y el llamado "conflicto vasco" no tuvo nada que ver?. ¿El mismo Felipe González que decidió cederle al PNV el cetro del poder, a pesar de poder gobernar en Euzkadi, no tomaría esta decisión por el mismo motivo?... El propio González ha reconocido su error político al respecto, en lo referente al PNV... ¿Pensará también ahora que fue un error cerrar Sagunto?.

    A Pablo y a Mikel, como vascos ambos: ¿qué os parecieron entonces, como ciudadanos, y no como los ilustres historiadores de ahora, las decisiones que tomó el gobierno González?...

    ¡Qué difícil es ser economísta, y al mismo tiempo ciudadano!

  • Luis: gracias por tus palabras. Tienes un bonito ejemplo de "agradecimiento" vasco un poco más abajo.
    Ramón y Florentino Felgueroso: gracias por vuestras aportaciones. No conocía la información sobre la antigua Ensidesa.
    George: en efecto, ETA (el "problema vasco" en general) era una de nuestras primeras hipótesis, pero como causa de medidas de reconversión no dejó mucha huella, aunque el sentido común indica que tuvo que estar presente en las conversaciones.
    Mis impresiones de los primeros años ochenta son las de un quinceañero que, para ir al colegio, o bien sorteaba barricadas en la carretera de la ría mientras su padre le decía que todo se iba al garete, o bien esquivaba pelotazos al atravesar el puente de Deusto, durante la famosa "batalla de Euskalduna". En 1983-84 todo se veía negro. Es interesante leer ahora lo que decía entonces el economista Antxón Pérez de Calleja. Verdaderamente pesimista, pero las subvenciones del Estado y el Concierto empezaban a actuar, y Europa estaba cerca.

  • Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y a Jesús por cedernos este espacio en el blog para divulgar nuetro trabajo.
    Me ha parecido muy interesante el comentario y el enlace de Florentino sobre la planta asturiana de Arcelor. El tema de la viabilidad de las instalaciones asturianas en un mercado más abierto siempre nos suscitó muchas dudas. Considerabamos que la localización geográfica y la dispersión de las instalaciones hacían inviable su continuidad en el medio plazo y, sin embargo, hay sigue, aunque parece que con serios problemas de competitividad.
    Para George: me sumo a lo que dice Pablo. Tengo la misma edad que él, me crié en un barrio obrero de Vitoria, donde también se sintió con fuerza la crisis industrial. Obviamente, no tenía una opinión formada sobre lo que estaba pasando, pero lo que sí recuerdo es que la imagen de los sindicatos quedó bastante deteriorada entre muchos de los obreros que perdieron sus empleos como consecuencia de la crisis. Se les acusaba de que sólo se movilizaban en serio cuando se trataba de grandes empresas y que no hacían lo mismo cuando se trataba de pequeñas y medianas empresas. En estas últimas, se acusaba a los miembros de los comités de empresa de haber resuelto su situación personal y de haber vendido al resto de los compañeros. Evientemente, también había opiniones favorables a los sindicatos. En esto, como en todo, cada uno contaba la historia según le había ido.

  • Sólo un breve comentario, por mi experiencia de 15 años trabajando en una de las empresas citadas (Ensidesa, hoy ArcelorMittal-Asturias). No es correcto en absoluto afirmar que se haya orientado buena parte de la producción hacia productos largos de baja productividad. Sí que es cierto que una muy pequeña parte (perfiles) de la producción de Gijón así lo era, y por eso terminó cerrándose, pero el resto de los largos (alambrón de alta calidad y carril para AVE) compiten por todo el mundo con la máxima calidad, equiparable a la de cualquier otra firma de primer nivel. Pero los largos apenas son el 20% de la producción, y el resto se destian precisamente a productos planos, entre los que se incluyen bobinas para automóvil y electrodomésticos (galvanizado en general), así como otros productos de primera calidad (chapa gruesa, laminación en frío, bobina caliente, etc).

    La afirmación de que son productos de baja calidad no se sostiene, porque hoy en día sólo con alta calidad se puede competir contra el acero de terceros países, que entran a bajos precios en las calidades más bajas. Es una pena que se hagan artículos de este tipo sin conocer la realidad.

    Respecto a la elección entre las tres localizaciones, es cierto que el proyecto de la IV planta siderúrgica integral había escogido Sagunto como localización cuando se diseñó (finales de los 60), pero la crisis del 73 desplomó el mercado, todas las plantas se volvieron deficitarias, había un exceso de capacidad generalzado y esta empresa, propiedad de AHV, hubiera quebrado si no llega a ser nacionalizada por Suárez en 1978. Posteriormente, el gobierno socialista de González decidió crear allí en compensación por el cierre dos empresas, Sidmed y Galmed, para la fabricación de galvanizado para automóvil, en coalición con los alemanes de Thyssen, hoy propiedad de ArcelorMittal, aunque sin siderurgia integral (sin hornos).

    Respecto a los anuncios de la baja competitividad que comenta Floren, los conozco bien, porque siempre parten de la alta dirección de la propia compañía cuando quiere anular alguna inversión, acometer algún recorte, frenar a los sindicatos, etc. Mi experiencia personal, hasta 2009, es que en el ránking de empresas europeas, la factoría de Asturias siempre se movía entre las 3 primeras en calidad/precio de bobina caliente (producto de referencia para medir la eficiencia), y el actual dueño (el indio Mittal) no mantendría una factoría abierta en Europa si no fuera absolutamente rentable. En estos momentos parece haber pasado lo peor de la crisis, pues se han reabierto las instalaciones que estuvieron paradas o semiparadas en 2009 y la empresa se encuentra en beneficios, lo cual no descarta lógicamente una segunda fase de recrudecimiento en el mercado del acero.

    Un saludo

  • Estimado Manuel: Tiene usted razón cuando dice que no es correcto afirmar que Ensidesa orientó buena parte de la producción hacia productos largos; es más exacto decir que, tratándose de una siderúrgica integral, el peso de los productos largos sobre la producción total era excesivo, ya que, por lo general, las grandes plantas integrales se orientaron en exclusiva a la producción de planos. Por otra parte, creo que no hemos afirmado en ningún momento que los productos largos de Ensidesa sean de baja calidad, sino que tienen un menor valor añadido que los productos planos, lo cual no es lo mismo.
    Hay un dato en su comentario que nos ha sorprendido mucho y que permitiría explicar la continuidad de las instalaciones siderúrgicas asturianas: la valoración de la relación calidad/precio de las bobinas laminadas en caliente. Dado que el tren de laminación se halla en Avilés y, por lo tanto, alejado de las instalaciones de cabecera, sitas en Veriña, resulta sorprendente que los costes de transporte y el mayor consumo de energía para recalentar los planchones no incidan negativamente en su coste y más si lo comparamos con las grandes siderúrgicas integrales europeas en las que todo el proceso está integrado en una única planta. ¿Puede estar la clave en los costes salariales? Le agradeceríamos enormemente cualquier enlace o referencia documental que pueda ofrecernos datos sobre esta comparación internacional.
    Por último, algunas matizaciones con respecto a Sagunto. Entre 1978 y 1982 las tres siderúrgicas integrales se encontraron, en un momento o en otro, al borde de la quiebra y recibieron ingentes cantidades de dinero público, no para inversiones, sino para hacer frente a los problemas de tesorería.
    Cuando el Gobierno de González creó Sidmed lo hizo para segregar de las viejas instalaciones de Sagunto el moderno tren de laminación en frío que se había puesto en funcionamiento en 1976 como parte de la IV Planta que se iba a construir allí; por lo tanto estas instalaciones no pudieron plantearse para compensar el cierre que se llevó a cabo en 1984. Por lo que respecta a Galmed, se constituyó en 1992 aportando la mitad del capital Ensidesa y el resto, a partes iguales, la francesa Sollac y el grupo alemán Thyssen. La empresa se dedica a la producción de chapa galvanizada destinada a la industria automovilistica y supone la continuidad del proceso productivo de Sidmed. Por lo tanto, tampoco puede considerarse una compensación por el cierre de las instalaciones de cabecera de Sagunto.

  • Todo esto me suena. Me cuenta un ingeniero naval que vivió la reconversión en primera línea de fuego que los problemas en el sector naval fueron parecidos. En particular:

    1. Anteponer decisiones políticas a las técnico-empresariales. Poco importó cerrar buenas plantas, enterrar know-how, etc. Lo que contaba era (lo que creían que iba a ser) rentable políticamente.

    2. Adoptar posturas blandas ante las presiones de los futuros países socios en la CEE.

    3. En conexión con 1, gran dependencia de las presiones nacionalistas y sindicales; véase respectivamente el mantenimiento de los astilleros de Sestao y Huelva que acabaron en nada, en contraste con el cierre de Astano y Ascón.

    Y añade: "los astilleros [...] son la industria exportadora más dinámica que es lo que hace falta al País. Y además arrastra alta tecnología y es vía para que la industria auxiliar española venda, y le conozcan, fuera". El problema es que hay una "abrumadora mayoría de gente de letras entre la clase política" para los que "los astilleros eran fábricas de chatarra y había que apostar por tecnologías de punta, comunicaciones, biotecnología [...]".

    Ahora hablamos de key enabling technologies o de nanotecnologías pero el discurso es el mismo. Parece que en materia de política industrial no hemos aprendido mucho. Ya veremos si cometemos los mismos errores.

  • Sólo algunos comentarios, por aclarar los anteriores, que quizás no expuse adecuadamente: los productos largos que se producen en Veriña son más competitivos que los producidos en acería eléctrica, pues se orientan a productos de más calidad (de más valor añadido por tanto). Las principales dificultades que siguen teniendo que superarse en Veriña se derivan (al margen de la difícil situación actual del mercado) de que se alimentan de una acería (LDG) que no es tan moderna como la de planos.

    Los planchones o slabs para bobina caliente se producen en la acería LDIII, sita en Avilés, misma ubicación que el tren de bandas en caliente (no en Veriña).

    Los costes salariales son evidentemente menores que en Francia o Alemania oeste, pero no que en Alemania este, Polonia o Rumanía, por poner algunos ejemplos, y las comparativas se hacen con todas las plantas europeas. En todo caso, el coste por tm viene determinado no sólo por el coste salarial, sino por la productividad de la mano de obra.

    Las plantas asturianas son costeras.

    Por supuesto no trato de decir que las decisiones de los gobernantes sean ni hayan sido técnicas. Jamás lo son, pues son decisiones políticas, en las que el aspecto técnico puede tener más o menos peso. Sólo trato de aportar algunos datos que conozco personalmente sobre las factorías asturianas y su capacidad competitiva en el mercado actual.

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