One bad apple y el Fondo Monetario Europeo

Perdonad que me estrene en este blog con un título en algo parecido al spanglish. Lo hago para hacer justicia a un artículo, un poco antiguo, de Paul Bergin pero que viene muy a cuento en este momento al hilo de la reciente propuesta de creación de un Fondo Monetario Europeo (FME). Este artículo se escribió en los años de auge de la Teoría Fiscal de los Precios, un enfoque sobre los determinantes de la inflación que tiene detractores tan militantes como Willem Buiter y defensores apasionados como Eric Leeper o John Cochrane y que podemos comentar otro día porque ha reaparecido con fuerza en los últimos tiempos para estudiar los efectos de las actuales estrategias monetarias y fiscales.

Pero lo que me interesa resaltar del trabajo de Bergin es su análisis de la cuestión de la sostenibilidad fiscal en una unión monetaria. ¿Qué supone que un país (nuestra ‘bad apple’ particular) dentro de la unión sea fiscalmente irresponsable, en el sentido de incurrir en un déficit corriente no compensado por un superávit esperado en el futuro? Si el tipo de interés no reacciona sustancialmente a los movimientos de la inflación, el nivel de precios de la unión aumenta significativamente, es decir los gusanos de una manzana acaban empeorando la pinta de toda la cesta. Si, como es de prever, el banco central de la unión monetaria se afana en mantener la inflación estable, la indisciplina fiscal puede no tener efectos macroeconómicos siempre que el conjunto de la unión sea fiscalmente responsable, lo que requiere que el resto de los países deben estar dispuestos a adquirir sin límite la deuda del país indisciplinado. De esta forma la estabilidad de precios y la sostenibilidad fiscal de la unión están aseguradas, lo que parece una buena noticia. Pero esto tiene un coste: los países con superávit fiscal están de hecho transfiriendo renta permanentemente a la ‘bad apple’ de la cesta, que no corrompe al resto pero que las obliga a mantenerse más lustrosas para que la calidad del conjunto no se deteriore. Lógicamente esto no puede funcionar para países a partir de un cierto tamaño. Si la manzana estropeada es de las grandes del lote es difícil que no llame la atención.

Esta idea está en la base de las normas de la Unión Monetaria Europea que impiden a los países salvar a los demás cuando estos tengan un problema de deuda. Es cierto que la credibilidad de esta cláusula ha quedado en entredicho cuando ha habido una probabilidad real de default por parte de Grecia, y que los países de la Unión con menos problemas han tenido que buscar una forma de evitar esta posibilidad. Al tener que hacerlo como solución de emergencia se puede incurrir en errores e imprevisiones, pero la noción misma de emergencia es el mejor anuncio de que estos salvamentos no pueden ser sistemáticos y que la disciplina debe ser extrema.

La propuesta de creación del FME (Gros y Mayer) contempla la dotación de un fondo cuya financiación regular provendría fundamentalmente de las contribuciones de los países indisciplinados en proporción a sus excesos de deuda y déficit, que podrían retirarse en forma de préstamo en momentos difíciles. El fondo podría también acudir en socorro de países en situaciones críticas con recursos adicionales aportados por otros países, aunque en este caso imponiendo condiciones drásticas sobre la gestión de la política macroeconómica del país que lo necesite. El mecanismo no está mal diseñado y ya ha tenido algún eco político de altura en un momento en que los gobiernos no parecen querer entrar a fondo en los problemas y se apuntan a cualquier idea que les permita diluir el coste político de las decisiones indudablemente difíciles que tienen que tomar.

Es posible que el mecanismo de financiación regular suponga, como mantienen los defensores del FME, un incentivo a la responsabilidad fiscal de los países. Pero para ello un organismo como el que se propone no es necesario. Las contribuciones regulares operan de forma similar a las sanciones por incumplimiento contempladas en el Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento (PEC) y ya sabemos que estas no han sido muy efectivas. Lo que ha faltado es la voluntad de aplicarlas, si esta voluntad existe puede hacerse efectiva dentro de una nueva versión del PEC sin necesidad de crear un nuevo organismo.

Lo que es más discutible es que la existencia de un compromiso de default ordenado, como el que se propone para situaciones críticas, contribuya a hacer las crisis menos probables. Más bien puede suceder lo contrario. Se argumenta que el no bailout no es una opción realista y que en caso de emergencia ha resultado poco creíble porque un país en apuros puede amenazar al resto del área euro con un default que afectaría al conjunto del sistema financiero; así los demás países tienen que acudir de una forma u otra al rescate. Pero la existencia del FME no elimina esta ‘capacidad de amenaza’ ya que el default ordenado al que ahora tendría derecho un país con serios problemas, requiere unas condiciones que tienen que ser aceptables para dicho país. De este modo, la capacidad del FME para exigir un duro ajuste fiscal se ve mermada, en particular si en su consejo se sienta el país con el que ha de negociar, junto a otros con desequilibrios fiscales similares, que pueden estar en dificultades más adelante y que no quieran sentar un precedente de excesiva dureza. Es cierto que en este caso la voz cantante la llevarían los países europeos encargados de financiar el rescate en última instancia, pero esto ya lo pueden hacer ahora sin dicho fondo, y con más fuerza ya que no tienen una obligación explícita de rescate sino todo lo contrario. Caso de tener que recurrir a una ayuda excepcional el poder negociador de la bad apple es menor si se enfrenta a un organismo más ‘externo’, como el Fondo Monetario Internacional.

En el fondo, como los autores de la propuesta afirman, la idea del FME no es otra que la de aplicar a países el mismo tipo de contingencias de bancarrota y liquidación ordenada que se aplica a entidades privadas. Sin embargo no está claro que estas contingencias, que son útiles en el derecho privado, lo sean tanto en el público. En el ámbito privado estos protocolos no tienen tanto la función de incentivar el buen gobierno de la empresa, para lo cual la persecución del beneficio privado debe ser suficiente, como asegurar los derechos de los acreedores cuando la quiebra tiene lugar, bien por una gestión inadecuada o por algún shock específico. Shocks asimétricos relativamente impredecibles pueden ser también los causantes de crisis repentinas en países poco avanzados y con una insuficiente diversificación productiva.

Pero para que un país desarrollado de tamaño mediano y con un grado de diversificación productiva notable incurra en problemas de insolvencia fiscal o de impago de deuda externa hace falta algo más. Son necesarios años de empecinamiento en políticas macroeconómicas financieras y estructurales inadecuadas, en general populares entre los electores, por parte de gobiernos con intereses de corto plazo y poco preocupados por la sostenibilidad y el crecimiento. En estas condiciones todos los paños calientes que se pongan al peor de los escenarios reducen el incentivo al buen comportamiento. En mi opinión el grado de disciplina que puede imponer un organismo como el que se propone no mejora el que pueden ejercer el FMI u otros organismos/países de la Unión Monetaria Europea. Es posible que un Fondo Monetario Europeo hiciera las crisis menos dolorosas, pero las haría más probables. En definitiva, y como siempre, nada es gratis.

Hay 5 comentarios
  • Javier, gracias por el post. Un abrazo.

    Para animar el debate:

    Tomado de El Pais 14 de Marzo:

    http://www.elpais.com/articulo/economia/Europa/ensaya/gobierno/economico/elpepueco/20100314elpepieco_1/Tes

    Luis Servén, economista del Banco Mundial, cree que el hecho de que un país de la eurozona acuda al FMI "suena a vergonzante fracaso". "Esto, tomado literalmente, haría del FME una hoja de parra para cubrir las vergüenzas de la Unión". Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra, va un paso más allá. "El FME es otra mala idea, que nace la vacuidad del Plan de Estabilidad, y lo más probable es que falle. La política fiscal es un elemento de la soberanía nacional, y la creación de un nuevo fondo que imponga políticas a los Gobiernos indisciplinados es un error. La disciplina, en nuestras democracias, las deben imponer los ciudadanos, no los burócratas de Bruselas".

    Wyplosz es mas explicito aqui (anticipaba algo asi):
    http://www.voxeu.org/index.php?q=node/3110

  • Creo que el artículo cae en el extendido error de confundir la ficción oficial que trata burdamente de fingir una economía sólida con una genuina economía sólida. ¿Se trata de diseñar una economía saludable o de diseñar un conjunto de artimañas que permitan a las autoridades económicas seguir manteniendo su fraudulento castillo de naipes?
    La unión monetaria no implica transferencia de rentas ni corresponsabilidad fiscal. Veamos. Pongamos que Namibia adopta el dólar americano como moneda oficial y comienza a denominar en dólares la deuda pública que emite. ¿Conduciría esto a una transferencia forzada de renta desde la economía norteamericana a la de Namibia? No, claro. ¿Quizás un posible descontrol en el gasto del gobierno de Namibia o bien haría subir los tipos del dólar o bien dispararía la inflación de los precios expresados en dólares? No, claro. No, porque no existen unos tipos de interés del dólar. El dólar tiene unos tipos de interés diferentes para cada deudor concreto que se endeude en dólares. El bono namibio en dólares podría tener unos “tipos” del 18% mientras que el bono emitido por el Gobierno Federal americano tendría unos tipos del 4%.

    Se dirá que ese 18% de rentabilidad del bono de Namibia no es un tipo de interés sino una remuneración que compensa en riesgo de impago de ese deudor. Cierto pero es que eso es precisamente lo que es un tipo de interés (en una economía con banco central y dinero-basura como la nuestra): una remuneración que compensa el riesgo de impago.

    ¿El que Namibia se dolarice y comience a emitir su deuda pública en dólares en vez de en moneda local aumenta su riesgo de default, tal como al parecer le ocurre a Grecia o a España desde su entrada en el Euro? No, aunque las apariencias o el precio de los CDS digan otra cosa.

    Un país que emita deuda soberana, esto es, que se endeude en una moneda que el propio país puede “imprimir” puede impagar su deuda de dos formas: de forma honesta con un default o de forma miserable: imprimiendo el dinero con el que pagar esa deuda. La inflación generada por el banco emisor que erosiona el valor de la deuda pública o el recurso a la devaluación de la moneda propia son vulgares formas de default. Un default puerilmente encubierto pero un default en el que la renta es estafada a los ahorradores y transferida a los corruptos despilfarradores.

    La renuncia de Grecia o España a su soberanía monetaria cuando entraron en el euro no reduce los recursos que tenían para evitar un default de su deuda, lo que reduce es la posibilidad de encubrir ese default hasta hacerlo desaparecer de la vista a través de esa estafa a gran escala llamada inflación. (La misión de un banco central no es luchar contra la inflación sino generar esa inflación que erosione la deuda pública de sus amos robando a los ahorradores)

    Cuando el Gobierno español devaluó la peseta un 30% defaultó el 30% de su deuda y robó el 30% de sus ahorros a los ahorradores.

    Este nuevo riesgo de default que afecta a Grecia o España que se unieron al euro pero no a Reino Unido que conserva su esterlina es un espejismo. Reino Unido defaultará como lo harán Grecia y España, solo que el impago de la deuda británica quedará más civilizado porque será un default encubierto por medio de la destrucción del valor de la libra (y del ahorro de los británicos). El que los tipos del bono británico sean altos y el precio de sus CDS bajo mientras que los tipos de los bonos españoles sean bajos y el precio de sus CDS alto no indica probabilidades de impago de la deuda distintas o fenómenos económicos diferentes sino solo distintas clausulas contractuales y distintos estilos cosméticos de disfrazar ese default.

    Los nuevos organismos e instrumentos europeos que se discuten no tratan de impedir un default de los estados sino de hacer que esos defaults sean ocultados a los ciudadanos como en los viejos tiempos.

    Por suerte para todos, esta vez no va a ser posible, el tsunami deflacionario no va a permitirlo esta vez.

    Nota: Nada tiene que ver la deflación con los precios lo mismo que nada tiene que ver la inflación con los precios.

  • Hola Javier,
    Bienvenido al Blog. Es estupendo tenerte por aquí. Como tú no lo vas a decir, dejamé contar que además de académico de primera línea, conoces especialmente bien la maquinaria del sistema económico de este país y puedes ayudarnos a entenderlo. Que falta hace.
    El post está bien interesante. Si esto del FME es una especie de caja donde vamos a ir guardando las multas hasta que produzca el accidente y paguemos los gastos médicos, pues la verdad es que no convence mucho. Por otro lado, no termino de ver por qué con otra autoridad más eliminamos los incentivos equivocados.

  • Gracias por los comentarios Luisito, Pablo y David y gracias por la bienvenida también. He estado esperando unos días para ver como se resolvía este primer capítulo del culebrón de la crisis griega y creo que afortunadamente la idea del FME parece que no prospera, por lo menos en la forma en la que inicialmente se había planteado.

    Efectivamente Pablo, tal y como lo ves es como un seguro que en este caso funcionaría mal porque ya hay mecanismos suficientes para imponer la sostenibilidad fiscal. Si estos no han funcionado habrá que recurrir a soluciones de emergencia, pero dejando claras que son tales y que las condiciones de la ayuda las impone quien la aporta.

    Respecto a los comentarios que señalas David, por las razones que menciono estoy más de acuerdo con Luis Servén que con Wyplosz. Es cierto que las decisiones fiscales son cosas de los ciudadanos y no de los burócratas de Bruselas. Pero eso es así hasta que las decisiones fiscales erróneas llevan a que los países deban ser ayudados desde el exterior. Entonces debe intervenir alguien y lo mejor es que sea lo menos 'endógeno' posible

Los comentarios están cerrados.