Riesgo e Incertidumbre: Buscando Robustez en la Política Fiscal (II)

La semana pasada analizaba algunas ideas sobre cómo uno podía pensar acerca de la política fiscal en situaciones de riesgo. Mi argumento asumía que por un lado podemos evaluar probabilidades de cada escenario y que nuestras actitudes al respecto son bien descritas por una función de utilidad esperada. Pero estos dos supuestos ya aventuraba ignoran que, en la práctica, no podemos determinar estas distribuciones de probabilidades de manera precisa y que, probablemente, una mejor descripción de nuestro comportamiento requiere que distingamos entre riesgo e incertidumbre. Pongámonos en ello.

Savage, el gran estadístico que formalizó la teoría moderna de la elección bajo riesgo en su clásico Foundations of Statistics en 1954, defendía a menudo su modelo apelando a lo que llamaba “pequeños mundos,” es decir, aquellas situaciones donde era fácil describir los distintas posibilidades que podían ocurrir y asignar probabilidades a cada una de ellas (o más formalmente, que dadas nuestras elecciones reveladas, se podían asignar probabilidades que justificaban estas elecciones, ya que es una teoría de la probabilidad subjetiva). Por ejemplo, cuando vamos a un casino, sabemos que las posibilidades de la ruleta son limitas (37 números, del 0 al 36) y si creemos que la ruleta funciona correctamente, también tenemos una creencia acerca de las probabilidades de cada número (1/37). Cuando vamos al casino, el modelo de elección de Savage tiene sentido y es natural utilizarlo para pensar acerca de este problema.

Pero el mundo de la política fiscal está muy alejado de los “pequeños mundos” de Savage. ¿Quién hubiese pensado en abril del 2001 que el 11-S iba a ocurrir y que la respuesta de EE.UU. iba a ser comenzar una guerra en Afganistán y otra en Irak con el consiguiente incremento en los gastos de defensa? Y aunque lo hubiésemos pensado (y algunos expertos en terrorismo habían imaginado escenarios relativamente similares), ¿qué probabilidades le hubiésemos asignado? Miremos hacia el futuro. ¿Cuál es la probabilidad de una década de crecimiento cero de la economía española a la japonesa? ¿Es un 50% o un 40%? ¿Y qué puede ocurrir con el cambio tecnológico? Casi por definición el cambio tecnológico es impredecible y por tanto un desafío fundamental a nuestra capacidad de determinar distribuciones de probabilidad. ¿O es qué alguien vio en 1992, cuando las cuentas de correo electrónico se empezaban a popularizar fuera de un reducido ámbito de la academia que, en unos pocos años, la gente iba a ir por el metro o en los autobuses mirando el extracto de la cuenta bancaria que le acaba de llegar a correo electrónico en su teléfono móvil?

Estas situaciones son algunas veces llamadas de incertidumbre, que es el caso en el que no podemos asignar distribuciones de probabilidad, o de contingencias no previstas, en el caso en el que cosas que ni siquiera sabíamos que pudiesen ocurrir ocurren.
Pero si cualquiera de estas dos situaciones se aplica a la realidad, como parece razonable concluir de la motivación de los párrafos anteriores, ¿cómo tomamos decisiones en estas circunstancias?

Un ejemplo famoso de una situación de incertidumbre es la llamada paradoja de Ellsberg (Daniel Ellsberg, el creador de esta paradoja, es quizás más famoso por ser el analista que filtró al New York Times los famosos papeles del Pentágono en 1971 que revelaban comprometidas decisiones de la administración americana en la guerra de Vietnam). La situación va más o menos así. Imaginémonos que tenemos dos urnas. En la primera hay 10 bolas, 5 rojas y 5 negras. En la segunda urna, hay 10 bolas, pero no sabemos cuántas son rojas o negras, aunque sabemos que todas son rojas o negras, es decir, que podemos tener 10 rojas y 0 negras, 0 rojas y 10 negras o cualquier otra combinación. También sabemos que las bolas están bien mezcladas y que no hay ni trampa ni cartón en la urna: cuando una mano inocente se introduzca en una de las urnas y saque una bola, saldrá la que tenga que salir, sin ningún truco. Simplemente, hay incertidumbre acerca del número de bolas rojas y negras.

Ahora, ofrecemos dos loterías a un sujeto. En la primera lotería le decimos que si saca una bola roja de la urna de su elección le daremos 100 euros. La decisión a la que se enfrenta nuestro sujeto es escoger de qué urna la mano inocente sacará una bola, de la urna con 5 rojas y 5 negras, o de la que no sabemos nada. Una vez que el sujeto ha decido, le proponemos una segunda lotería, idéntica a la anterior, excepto que ahora el pago se realiza si saca una bola negra.

La paradoja de Ellsberg es que la gran mayoría de los sujetos prefieren estrictamente, tanto en la primera como en la segunda lotería, sacar de la urna con 5 bolas rojas y 5 bolas negras. Esta decisión es inconsistente con la teoría de la utilidad esperada. De acuerdo con esta teoría, si uno prefiere estrictamente la urna con 5 bolas rojas y 5 bolas negras a la urna con composición desconocida cuando el premio es a la bola roja, es porque su distribución subjetiva de probabilidad le dice que tiene que haber más de 5 bolas negras en la segunda urna (o, de una manera más compleja, su distribución sobre distribuciones implica que hay más de 5 bolas negras en esperanza). Pero si esto es así, cuando el premio va a la bola negra en la segunda lotería, el sujeto debería escoger la segunda urna, independientemente de su aversión al riesgo. El que la mayoría de las personas no cambien su elección de urna es la paradoja que hay que explicar.

Hay al menos dos interpretaciones de la paradoja de Ellsberg. La primera es que la gente no entiende muy bien cómo se elige bajo riesgo (y, ciertamente, las declaraciones de muchos políticos dan considerable fundamento a esta interpretación). La segunda es que las personas tenemos unas actitudes hacia el riesgo muy distintas que hacia la incertidumbre. La incertidumbre nos desagrada y queremos eliminarla (que además parece tener un fundamento biológico de acuerdo con la fascinante evidencia neurológica presentada Hsu y coautores, 2005).

Una formulación rigurosa de esta idea que se ha convertido en un clásico de la ciencia económica fue presentada por Gilboa y Schmidler en 1989. La idea de estos dos autores es que podemos reflejar nuestra actitud hacia la incertidumbre pensando que en realidad no tenemos una distribución de probabilidad sino un rango de distribuciones de probabilidad (o, en la terminología más exacta, unas distribuciones a priori múltiples). Esto suena terriblemente complicado pero en realidad no es nada más que cuando nos preguntan si el Real Madrid ganará la liga esta temporada y decimos que tiene entre un 40 y un 60% de posibilidades: expresamos un rango de probabilidad, no un número a secas.

Una manera alternativa de pensar acerca del mismo problema, y que está mucho más directamente ligada a la política fiscal, es la idea de que queremos tener reglas de decisión robustas. Es decir, que el sujeto puede tener una distribución de probabilidad de cuantas bolas hay en la segunda urna pero que es consciente de que esta distribución puede ser errónea de una manera en la que no está seguro y por tanto escoge la primera urna con 5 bolas de cada color para evitar estos errores. O utilizando un lenguaje más cotidiano, uno puede creer que saben cómo funcionan las cosas pero no está totalmente seguro que no haya algún problema en algún sitio que ni sospecha. Esta manera de entender la paradoja de Ellsberg lleva tiempo siendo defendido por Hansen y Sargent y ha sido recientemente axiomatizado por Strzalecki .

En general, el deseo de robustez creado por la incertidumbre lleva a tomar decisiones de política fiscal más centradas en evitar los peores escenarios. Es decir, que el hecho de que las palabras de Greenspan demuestren que no sabemos predecir a 10 años vista no quiere decir que no debamos hacer nada. Todo lo contrario, quiere decir que la presencia de escenarios particularmente negativos y de que existan otros aún mas catastróficos en su cercanía de una manera que no podemos especificar completamente, nos hace pensar que la consolidación fiscal es incluso más importante de lo que el escenario base, ya de por sí bastante imperioso, nos sugeriría.

La semana que viene explicaré como todo esto se puede poner junto en el diseño de instituciones fiscales (por ejemplo, como lo que contaba aquí).

Hay 7 comentarios
  • Jesús, en su último libro sobre Keynes, "Keynes, the return of the Master", Skidelsky afirma que la gran equivocación de la economía moderna es la reducción de la incertidumbre a una forma de riesgo. Afirma que ante una situación de incertidumbre el público se comporta de forma muy conservadora, al no poder evaluar el riesgo real al que se enfrenta, lo que se traduce en una fuerte contracción de la demanda privada que sólo se puede compensar con demanda pública. El problema de este tipo de argumentación es que no tiene en cuenta que la información sobre crecientes déficits públicios y ecrecientes volúmenes de deuda también generan incertidumbre en el público, como bien muestra el ejemplo de Japón, y en la actualidad España.

  • Jesus nos indicas...“el hecho de que las palabras de Greenspan demuestren que no sabemos predecir a 10 años vista no quiere decir que no debamos hacer nada. Todo lo contrario, quiere decir que la presencia de-- escenarios-- particularmente negativos y de que existan otros aún mas catastróficos en su cercanía de una manera que no podemos especificar completamente”
    Asi es debemos de trabajar por escenarios, basados en la experiencia histórica, aunque esta crisis sea mas compleja, hay la suficiente experiencia en economía histórica para plantear 5 posibles escenarios.
    Estoy convencido de que estamos en una etapa de Transición, una vez estemos situados en la "nueva realidad" es cuando sabremos que políticas económicas hay que tomar.
    Aun estamos en la etapa de incertidumbre , de miedo, en la cual en una recesión de balance (R.Koo) no se invierte porque "no se tiene claros los escenarios" y el estado debe seguir estimulando la economía hasta que se tenga claro a donde nos dirigimos.

  • Resumiendo, hay tres enfoques:
    1-Los que piensan que esta crisis, es una crisis mas, que con "mas de lo mismo" se soluciona.
    Como dice el genial Forges : "Llegados a este punto solo hay dos opciones: Seguir así o continuar como estamos... "

    2-Los que pensamos que esta crisis es un serio aviso, que nos fuerza hacia una Transición, a buscar nuevos modelos de crecimiento mas sostenibles y equitativos, un transición lenta, paso a paso, no traumática. Ver grupo:
    http://www.facebook.com/home.php?#!/topic.php?uid=332995051816&topic=13484

    3- Los que piensan que es una crisis sistémica, que provocar una rotura, y solo después de la rotura será posible, incorporar o avanzar en las nuevas tendencias.

    "Escribo sobre un naufragio
    ... sobre lo que hemos destruido
    ante todo en nosotros...
    Pero escribo también desde la vida...
    de un tiempo venidero"....
    José Ángel Valente
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    Es muy interesante leer este articulo del sr.Edgar, catedratico que ha sabido articular y atar cabos, de todo lo que sabíamos, en una estructura según tipo de crisis. Ver: Actualidad y análisis de la economía mundial. Captar y analizar las grandes tendencias de la evolución de la economía internacional en relación con los hechos geoestratégicos, políticos sociales y ambientales. Desarrollado por Edgar Reveiz.

    -Etapas de la crisis del académico Edgar Reveiz
    http://edgarreveiz.blogspot.com/

  • Alberto:

    Tienes toda la razón del mundo. De hecho, en el post, intenté ser cuidadoso en no entrar en muchos detalles de especificar qué significa un comportamiento dirigido a evitar los escenarios más catastróficos. En VARs que estoy corriendo estos días con López-Salido nos sale precisamente eso que nos dices. Si yo hago un programa de estímulo masivo, el público puede pensar: “puff, lo mal que debemos de estar,” te corta consumo e inversión y terminas peor que al principio.

    Además, en el espacio quería dedicarle no podía realmente examinar todas las sutilezas del argumento. En particular, la posibilidad de existencia de un proceso de aprendizaje puede llevar a inducir experimentación que reduzca la incertidumbre por medio de acciones más extremas que las que tendríamos en un mundo de utilidad esperada, como por ejemplo no reducir el déficit público para aprender cuánta deuda pública podemos emitir antes de que los mercados nos castiguen de manera masiva en términos de primas de riesgo.

    No quiero decir en absoluto que proponga esto (me parece un poco locura): solo es un ejemplo que una vez que nos salimos del mundo de utilidad esperada, las cosas son muy, muy sutiles, y entendemos muy poquito, así que lanzarnos a la piscina como hace Skidelsky con recomendaciones lapidarias de utilizar gasto público me parece poco honesto.

  • Hola Javier:
    Exacto. Ese era el mensaje del post la semana pasada: un análisis de riesgo hace que uno tenga que integrar sobre toda la distribución de multiplicadores condicional en los datos, lo que en muchos casos puede llevar a ser más prudente (aunque no siempre).
    La existencia de incertidumbre solo pone más énfasis si cabe en la idea de prudencia.

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