Como la mayoría de los seres humanos, los economistas somos – en general – poco proclives a admitir nuestros errores y raramente aceptamos con una sonrisa sincera las críticas a nuestros métodos. Es por ello por lo que comprenderán que cuando leí hace unos meses un artículo de Flyvbjerg y Bester titulado The Cost-Benefit [leer más ...]