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El test de ingresos

La crisis financiera de la seguridad social española (que se espera que tenga un déficit  por encima de los 10000 millones de euros,  alrededor de un uno por ciento del PIB) y la creciente presión de las autoridades europeas (aquí) están reactivando los tambores de reforma del sistema de pensiones español. Es probable que el ruido, después de haber impedido la revalorización de las pensiones, acabe derivando en un avance de la entrada en vigor de la Reforma de 2011. En el interim suenan medidas para, por un lado dificultar las prejubilaciones (véase aquí) y, por el otro, permitir la continuación de la vida laboral (más allá de la edad normal de jubilación) en base a facilitar la compatibilización de pensión y trabajo (véase a este respecto mi entrada de 2010). Ello con la esperanza, ciertamente vana, de que ambas puedan contener el gasto en pensiones. Sin embargo, como comentaremos más adelante, es bien conocido que estas medidas,  aunque positivas y necesarias, tienen un impacto limitado sobre la sostenibilidad del sistema a largo plazo.  De hecho, lo único que puede funcionar a medio y largo plazo es una severa contención de la generosidad del sistema de pensiones español.

Aún así, en un contexto socioeconómico donde la población en edad trabajar se espera, de no mediar otro doble milagro de crecimiento e inmigración, que mengüe a marchas forzadas (para 2050 se esperan 15.3 millones de mayores y, siendo sumamente optimistas, 17.7 millones de empleados) y donde la fracción que trabaja entre 55-64 en España, aunque está en la media de los países de sur de Europa, es baja comparada con los países del norte (véase la figura 1), es ciertamente interesante modular la regulación sobre pensiones al objeto de motivar a los individuos a permanecer en el mercado de trabajo.

Aunque son numerosas las regulaciones que influyen sobre la participación laboral en edades avanzadas, son particularmente importantes el test de ingresos (earnings test), que es el conjunto de reglas que determinan bajo que condiciones se compatibilizan trabajo y pensión, y el premio a la extensión de la carrera contributiva (para otro ejemplo de relevancia véase aquí). El elemento principal del test de ingresos es el tipo impositivo al que se penaliza la pensión en caso de trabajar. Otros elementos del mismo son el rango de edades sobre el que se aplica y la posibilidad de usar las contribuciones adicionales para reducir la posible penalización por pedir la pensión anticipadamente (véase Benítez-Silva y Heiland para una discusión del caso americano).

 Figura 1. La tasa de empleo 55-64 en Europa en 2010.

En España, la incompatibilidad (en general) entre pensión y rentas de trabajo implica un test de ingresos del cien por cien para la gran mayoría de la población. Existen dos excepciones, la jubilación parcial y la jubilación flexible, curiosamente ambas reguladas por un test de ingresos basado en la fracción de la jornada trabajada y no en los ingresos, lo que es relativemente infrecuente. La jubilación parcial, que tuvo un máximo de incidencia en 2008, afectando al 14% de la jubilaciones, no depende únicamente de la voluntad del individuo y es, por tanto, discriminatoria. La misma es muy generosa, ya que una vez alcanzada la edad de jubilación normal, el individuo recupera el 100 por cien de la base reguladora. La jubilación flexible, establecida en 2002, es anecdótica -menos del 0,3% de las jubilaciones en 2011. Permite mantener un trabajo a tiempo parcial mientras la pensión se reduce en proporción a la fracción de jornada trabajada.  Finalmente, al llegar a la edad de jubilación obligatoria son pocos los que deciden continuar voluntariamente,  ya que el actual premio (dependiendo del número de años cotizados, entre 2 y 3 por ciento de la base reguladora) a la prolongación de la vida laboral es claramente insuficiente para compensarlos.

En el resto de países considerados (principalmente europeos) encontramos una gran variabilidad institucional que va desde la incompatibilidad total hasta la compatibilidad total a todas las edades (véase la Tabla 1 en Disney y Smith, 2002, para una comparación entre países de la OECD a principios de la pasada década). La opción de incompatibilidad total, cada vez más infrecuente, sólo subsiste en Irlanda, Eslovaquia, Letonia, Malta y como ya hemos señalado en España (aunque en un reciente informe se diga que es “algo” compatible). En el resto de casos analizados existe un cierto grado de compatibilidad, que puede estar sujeta a restricciones de edad (por ejemplo en Alemania, Francia, Hungría), de ingresos (por ejemplo Estados Unidos, Bélgica, Países Bajos, Grecia), o a ninguna restricción (Gran Bretaña, Suecia, Italia, Finlandia entre otros países). De hecho, todas las reformas recientes de los sistemas de pensiones, como respuesta a la reducción de la oferta de trabajo a medio y largo plazo, han incluido de una forma u otra la compatibilización de trabajo y pensión, al objeto de favorecer el empleo a edades avanzadas.

La mayoría de los trabajos al respecto en el área (véase por ejemplo Disney y Smith, 2002) muestran que la compatibilización aumenta moderadamente el empleo a edades avanzadas, siendo los casos de UK (Disney y Smith, 2002) y Estados Unidos (Benítez-Silva y Heiland, 2009). Aunque ello no quiere decir que un earning test nulo sea siempre la mejor solución. Por ejemplo, Cremer et al (2005) muestran que un test de ingresos positivo puede ser óptimo si la heteregeneidad en salud y productividad aumentan después de la edad normal de retiro.

Pero, ¿qué podemos decir para el caso español? La evidencia disponible muestra que eliminar  la restricción de cobrar la pensión y seguir trabajando puede ser beneficioso para los individuos, para el balance de la seguridad social y para la actividad económica, producto de la mayor oferta de trabajo.

En un trabajo en progreso Jiménez-Martín y Sánchez-Martín (2009, mimeo) muestran que un test de ingresos nulo o, en todo caso, pequeño es beneficioso tanto para la mayoría de los individuos como para la salud financiera del sistema de Seguridad Social. En la tabla 1, mostramos los resultados de simulación obtenidos en un modelo de ciclo vital caracterizado por un sistema de pensiones no muy diferente al vigente en España. En la misma, consideramos 5 casos, incompatibilidad total y 4 test de ingresos sobre la pensión (0, 0.05, 0.25 y 0.50). La compatibilidad total es la opción preferida por el individuo medio, que adelanta ligeramente la edad media a la que pide la pensión, aunque esta predispuesto a trabajar más. Al mismo tiempo la deuda de la seguridad social con los individuos cae en todos los casos en los que la pensión es compatible.

Tabla 1. Edad optima de retiro y de pensión para el individuo medio.

ET Edad   retiro Edad   pensión utilidad Variación   equivalente Riqueza   Seguridad Social
Inc 63.83 63.83 -2.97 0 210.71
0 70 63.44 -2.9388 -7.84 202.05
0.05 70 63.51 -2.9427 -6.86 203.90
0.25 70 63.67 -2.9580 -3.15 208.90
0.50 69.9 63.49 -2.9864 -3.54 209.61

Nota: el test de ingresos se aplica hasta la edad de retiro.

En un segundo ejercicio de simulación de un modelo de ciclo vital con incertidumbre de empleo, resuelto por programación dinámica sobre una muestra de individuos simulados de bajos salarios, Benitez-Silva, García-Pérez y Jiménez-Martín (2012, mimeo) muestran que añadir, sobre una versión simplificada de la reforma de pensiones de 2011, la compatibilidad plena pensión-trabajo junto a un premio actuarial (al menos igual a la penalización por adelantar el cobro de la pensión) a postponer el cobro de la pensión, consigue  aumentar el empleo en la economía a la vez que se retrasa el cobro de la pensión.

En la figura 2 mostramos los principales resultados de la simulación comparando el sistema vigente (S_2002), una versión simplificada de la reforma de 2011 (RS2011), que no permite jubilación anticipada a los 61 ni jubilación parcial pero que permite la jubilación a la primera edad que ello es posible para todos los individuos, y una extensión de la última que permite compatibilizar plenamente pensión y trabajo (test de ingresos nulo) y aumenta el premio a postponer el cobro de la pensión (RS_TI). Ambas reformas, pero especialmente aquella que hace compatible pensión y trabajo, aumenta el nivel de empleo simulado a partir de los 60 años de edad (entre 2 y 3 por ciento), y la edad media a la que se pide la pensión (que pasa de 62.2 a 65.3 y 66.1 respectivamente). Es importante resalta que aumentar el premio a continuar la carrera contributiva tiene un gran impacto sobre el hazard o tasa de salida a partir de la edad de retiro normal tanto de los empleados como los parados. Finalmente, en el caso analizado, la compatibilización puede mejorar las finanzas del sistema de pensiones hasta un 2 por ciento

Figura 2. La tasa de empleo y salida en tres escenarios simulados

 

En definitiva, el resideño de las reglas de compatibilización de pensión y trabajo junto a la mejora de las reglas de extensión de las carreras contributivas (en sustitución del programa de jubilación parcial) consigue que los individuos, voluntariamente y a pesar de tener la opción de salir temprano, trabajen un poco más y postpongan el cobro de la pensión, beneficiando las cuentas de la Seguridad Social y, por ende, la actividad económica. En tal contexto cabe preguntarse ¿A qué esperamos?