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Dos libros sobre la crisis -2: Nuestra crisis financiera vista por Íñigo de Barrón

Continuo hoy con la reseña de mis lecturas navideñas. El libro que hoy nos ocupa es del periodista de El País Íñigo de Barrón, cuyos artículos en la última década son imprescindibles para entender la evolución de nuestro sector bancario.

“El hundimiento de la banca: Crónica de cómo gestores, supervisores, y políticos provocaron la mayor crisis en la historia del sistema bancario español”
Íñigo de Barrón Arniches
Los Libros de la Catarata, 2012, ISBN 978-84-8319-769-1

El libro de de Barrón es muy distinto del anterior sobre Anglo Irish Bank. El libro, a diferencia del de Simon Carswell, no investiga en profundidad los problemas de gobernanza de nuestras entidades, ni transacciones sospechosas. Ni siquiera ofrece una descripción de nuestra burbuja o la naturaleza de nuestra crisis, algo que por otra parte ya está muy bien documentado. No, el libro toma todo esto como dado y conocido; en particular toma como punto de partida implícito que el negocio de la banca es inestable, sujeto a injerencias constantes, y necesitado de supervisión permanente. ``El Hundimiento de la Banca’’ pone el foco, la responsabilidad enorme de esta crisis, sobre nuestra clase política por su interferencia en el sector de las cajas y la gestión de la burbuja y la crisis que la siguió, con los ministros Rato y Solbes como culpables centrales, seguidos por supuesto de los presidentes que los apoyaron, Aznar y Rodríguez Zapatero (de esta responsabilidad doble ya hablé aquí) y sobre el Banco de España, con Jaime Caruana y Miguel Angel Fernández Ordoñez como actores principales y los subgobernadores Gil, Viñals, y Aríztegui y los directores de supervisión Villasante y Martínez Tello como secundarios (página 157). El libro, aunque mejorable como ahora explico, es de imprescindible lectura.

Creo que la idea fundamental que el periodista de El País intenta transmitir es que nuestra crisis bancaria es el resultado directo de una combinación letal entre el intervencionismo estatal en el sector del crédito, a través de las cajas, y una burbuja inmobiliaria sin precedentes. Y que la responsabilidad de la misma cae de lleno en esa clase política extractiva descrita por Acemoglu y Robinson, e introducida por César Molinas en su influyente artículo en El País para describir nuestra situación actual. Encima de esta combinación letal y de esa clase política extractiva está el Banco de España que tenía la independencia, los instrumentos, la información y la responsabilidad de actuar. Nuestro banco central tiene una grave responsabilidad en esta crisis y también por su desidia durante la burbuja.

El punto de de Barrón es que esta crisis bancaria nuestra es el resultado de muchas cosas pero sobre todo de la injerencia de intereses políticos en el mercado bancario a través de su participación en las cajas de ahorro, nexo de las ambiciones de poder y lucro de la clase política española. Aquí es preciso citar una frase pronunciada por Jaime Terceiro en su discurso en el acto de entrega del Premio Rey Juan Carlos de Economía de 2012: “Porque realmente, lo que se conoce en España como crisis financiera está concentrada, en su aspecto más crítico, en el sector de las cajas de ahorros.” Este punto es fundamental: Hay un interés por parte de nuestros políticos en ocultar este hecho y en culpar a los “bancos” o la “crisis subprime” de nuestros males precisamente para eludir la enorme responsabilidad de nuestra clase política en esta crisis financiera que padecemos.

Las cajas a su vez acumularon un colosal poder empresarial; por ejemplo La Caixa con sus participaciones en Repsol, Gas Natural, … Caja Madrid pieza básica en la compleja y nada edificante historia del traspaso de Endesa a la empresa italiana Enel, …. Esto las hacía actores fundamentales en la vida económica de nuestra país y presas naturales de nuestra clase política.

Y de las continuas ambiciones de los políticos de controlar las cajas da buena cuenta este impresionante libro. Por ejemplo, la historia de la salida de Vilarasau de La Caixa, y que él mismo relata en sus memorias, es ilustrativa de los esfuerzos de nuestra clase política para mantener el control sobre las cajas. Vilarasau intento allá por el lejano 2000 convertir la entidad catalana en banco. Como cuenta el autor en el libro “[El consejero de economía catalán] y el PP tenían claro que podía ser un peligroso contrapoder si no le cortaban pronto las alas, porque el grupo industrial que controla la entidad es uno de los más grandes de Europa. Vilarasau se liberaría de parte del control político si transformaba La Caixa en una banco” (página 182). Al parecer el gobierno catalán aprovechó los cambios propiciados por la Ley de Órganos Rectores de Cajas de Ahorro para introducir cambios en la normativa que regulaba las cajas catalanas, estableciendo la norma según la cual no se podía servir mas de veinte años en diferentes cargos directivos. Vilarasau llevaba 27. Así salió Vilarasau de La Caixa y, concluye de Barrón, en nada quedó el intento de liberarla de la influencia política. El nombre del consejero de economía en aquel entonces: Artur Mas. Vaya por delante que si esta injerencia fue problemática para aquellas de nuestras mejores y más profesionalizadas cajas, como era y es claramente La Caixa, uno solo puede imaginar lo que esta injerencia debía ser para las cajas menos profesionalizadas.

de Barrón enfatiza una y otra vez la falta de disciplina de mercado a la que estaban sometidas las cajas; algo fundamental en el terrible proceso especulativo vivido por nuestro país en la década que termina en 2007-08, que fue tal que cualquier entidad por mal gestionada que estuviese podía generar beneficios. Las cajas de ahorros no estaban cotizadas con lo que el mecanismo de precios como método de agregación de información y señal estaba completamente ausente; a su vez estaban dominadas por aquellos, los gobiernos autonómicos, que en principio tenían la responsabilidad de supervisarlas. Por último no podían ser adquiridas por los bancos. La amenaza de la absorción es un mecanismo de disciplina eficaz. Además la absorción de algunas de las cajas mal gestionadas por los bancos hubiese facilitado la transferencia del capital humano que muchas de ellas necesitaban, como han demostrado Vicente Cuñat y Luis Garicano en su imprescindible trabajo sobre las cajas.

Todo esto, la ausencia de los normales mecanismos de control, era lo que hacía fundamental el papel del Banco de España. Yo creo que lo que Íñigo de Barrón ha intentado escribir es algo mucho más difícil que lo que hace Simon Carswell en su libro sobre Anglo Irish y son dos cosas. Primero, esbozar como la relación simbiótica entre política y finanzas que se produjo en el sector de las cajas llevó a los excesos de todos conocidos pero también a una particular gestión de la crisis que hizo si cabe aún más grave su impacto sobre nuestra economía. Lo segundo intentar entender como el Banco de España, con ese legendario cuerpo de inspectores y esa reputación de duro supervisor, falló no una sino dos veces: Durante la burbuja y la gestión de la crisis. Creo que lo primero no lo consigue del todo el autor; en lo segundo el autor tiene más éxito.

Una forma de entender los problemas de supervisión que ha sufrido nuestro país en este último ciclo se pueden resumir pensando en dos puntos de contacto en la estructura supervisora cuya gestión es fundamental para el buen funcionamiento del mercado de crédito (ver nota 1). El primer punto de contacto es el que existe entre el cuerpo de inspectores y la cúpula directiva del Banco de España, con el gobernador y subgobernador a la cabeza. El segundo es el que existe entre esta cúpula y el ministerio de economía y el gobierno en general; después de todo es el gobierno quien tiene que tomar la iniciativa en cualquier reforma legal que afecte al funcionamiento de nuestras entidades de crédito.

El libro muestra que lo que debía ser puntos de contacto y relación fluida se convirtieron en brechas infranqueables al parecer o bien entre inspectores y cúpula del Banco de España o entre cúpula y ministerio; ejemplos de todas estas hemos tenido. El libro argumenta que estas brechas son fundamentales para entender el devenir de nuestra crisis. Sobre la inspección en particular, el capítulo 3 donde se habla de las virtudes y defectos del cuerpo de inspectores del Banco de España es de obligada lectura por todos aquellos interesados en la reconstrucción de una supervisión fuerte e independiente.

Un episodio indicativo de estas brechas lo cuenta el autor con detalle y es la famosa misiva que los inspectores enviaron el 26 de mayo de 2006, siendo todavía gobernador Caruana, directamente al ministro Solbes, un hecho sin precedentes. Merece la pena citar aquí un párrafo de esta carta en la que alertaban sobre los riesgos que acumulaba el sistema:

“… el nivel de riesgo acumulado en el sistema financiero por la anómala evolución del mercado inmobiliario en España en los últimos seis años es muy superior al que se desprende de la lectura de los recientes discursos del gobernador. Creemos que su análisis sobre las circunstancias que han propiciado la delicada situación actual es, cuando menos, parcial, ya que obvia una de sus causas más evidentes: la pasiva actitud adoptada por los órganos rectores del Banco de España – con su gobernador a la cabeza – ante el insostenible crecimiento del crédito bancario en España durante los años del mandato del señor Caruana.” (página 99.)

Los inspectores indentificaron bien además el problema de la financiación externa de la banca española y alertaron de la posibilidad de un parón súbito que hiciese imposible la refinanciación de los pasivos mayoristas. ¿Los efectos de la misiva? Como narra de Barrón, Solbes no varió ni un ápice su política “sino que mantuvo el rumbo de la economía española hacia la exuberancia de la burbuja” (p. 98) De la existencia de esta carta solo se supo a finales de 2011 pero, sostiene el autor, es lógico suponer que el nuevo gobernador, Miguel Angel Fernández Ordóñez, sabía de ella. El autor se pregunta por la extraña pasividad del nuevo equipo ante la alarma de los inspectores. Así en el caso de CCM “La inacción del Banco de España fue una actitud gravísima. Puso en entredicho toda la labor de supervisión desde 2000 a 2009.” El autor aventura “Los que conoce de cerca de Ordóñez cuentan que antes de cada decisión consultaba con el Servicio Jurídico para que ninguna actuación fuera objeto de demandas posteriores.”

Un ejemplo de la brecha entre el Banco de España y el ministerio de economía es precisamente los hechos que rodearon la salida de Rato de Bankia (y no es que en el anterior caso esté claro que la comunicación entre el gobernador Caruana y el ministro Solbes fuese fluida y eficaz, a la vista de los resultados.) Como cuenta el autor, el “Plan de desinversión, saneamiento y mejora de margen” de Rato, presentado el 4 de mayo de 2012, fue negociado con las máximas autoridades del Banco de España (Ordóñez, el subgobernador Aríztegui y Jerónimo Martínez, director general de Supervisión), que quedaron convencidas de la viabilidad del plan. Este plan, por motivos que el libro no aclara en todos sus extremos, sin embargo no contó con la confianza del ministerio que básicamente forzó la salida del exministro a favor de la entrada del equipo actual liderado por Goirigolzarri. ¿Cómo es posible que en una cosa de tal importancia no hubiese una colaboración más estrecha entre supervisor y ministerio? Después de todo cualquier solución para Bankia tenía un componente fiscal y era absolutamente esencial una relación más estrecha entre ministerio y Banco de España.

El capítulo de Bankia-BFA es uno que deprime leer. Es difícil discutir que la desastrosa gestión de este caso, de la que el desencuentro anteriormente descrito es un capítulo esencial, está en el origen del MoU. La historia de Caja Madrid y de su politización está por escribirse porque en esta entidad se resumen quizás mejor que en ninguna otra ese nexo de intereses que está detrás de mucho de nuestra crisis. El discurso pronunciado por Jaime Terceiro, quien dirigió los destinos de la entidad durante varios años, en el acto de entrega del Premio Rey Juan Carlos de Economía de 2012 ya mencionado, esboza lo esencial de dicha politización:

"Como consecuencia de esta forma de pensar y actuar, y de la constitución de un nuevo gobierno en mayo de 1996, me vi obligado a presentar mi dimisión como presidente ejecutivo de Caja Madrid en septiembre de 1996 (era presidente desde el año 1988). Tras mi dimisión, el Consejo de Caja Madrid estuvo condicionado en toda su actuación futura por un pacto escrito entre un partido político y un sindicato, y firmado por sus respectivos secretarios generales territoriales, que nunca se dio a conocer al Consejo como órgano colegiado, y sobre cuyo contenido nunca pudo pronunciarse. Todo ello a pesar de que la ley de Cajas de la Comunidad de Madrid disponía que los miembros de los Órganos de Gobierno deberían actuar con plena independencia respecto de las entidades y colectivos que los hubieran elegido o designado, los cuales no podrán impartirles instrucciones sobre el modo de ejercer sus funciones. Huelga decir que este pacto obligaba, entre otras cosas, a llevar a cabo determinadas políticas de inversión y selección de personal. Estas fueron las condiciones iniciales que condujeron a Caja Madrid a la situación crítica del año 2009, derivada de una disparatada política de gestión del riesgo. Además, dado el coste de oportunidad de los miembros del Consejo, el haber multiplicado, posteriormente, por más de veinte veces sus retribuciones suponía el mejor mecanismo para asegurar su falta de independencia."

Yo creo que, por ejemplo, este episodio en la historia de Caja Madrid que Jaime Terceiro relata en su discurso está por contarse con detalle y de forma sistemática; y hacerlo para el sector en general; en esto el libro deja el lector con el deseo de más y es por ello que el éxito del autor es en esto sólo parcial. Pero no es que el autor no cuente muchos de estos vergonzosos capítulos. Como ejemplo de cómo objetivos políticos se anteponían a cualquier criterio racional en lo que se refiere a la gestión de las cajas, ĺñigo de Barrón recuerda la extraña disputa pública entre Esperanza Aguirre, quien quería colocar al entonces vicepresidente y hoy presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, al frente de Caja Madrid y Alberto Ruiz Gallardón, quien era partidario de Rato. Como bien argumenta el autor, proponer a Ignacio González como presidente de Caja Madrid resume perfectamente lo pernicioso que es la influencia política en la gestión de las cajas: he aquí una persona cuya carrera ha sido siempre en la administración pública, que no tenia experiencia alguna en el sector financiero, ni jamás había ocupado cargo alguno en entidad de crédito, ni empresa alguna por pequeña que fuese. ¡Y a él le querían poner al frente de una de las mayores entidades financieras del país cuando ya se veían en el horizonte los terribles problemas que sobre ella se cernían! ¿Sorprende por tanto que fueran las cajas el epicentro de nuestra crisis bancaria? Hicimos este argumento en nuestra entrada sobre la CNMV y hay que volver a repetirlo: La constante influencia de la política en los mercados financieros es simplemente desastrosa y hay que pararla de una vez. Decir que una vez más los inspectores del Banco de España detectaron los problemas de Caja Madrid en 2006 y que ese fue el primer plato que tuvo que digerir Ordóñez y su equipo a su llegada al Banco de España. Un segundo informe de los inspectores del que nos habla el autor es de 2009 y estaba “plagado de luces rojas” (p. 213).

Por tanto una que vez que se inicia la crisis bancaria es sorprendente que la estrategia elegida fuese simplemente la de fusionar sin sentido, como se hizo con Caja Madrid y Bancaja. Esto es algo crucial para entender nuestra crisis y aquí el autor esboza la pregunta clave: ¿por qué permitió el Banco de España la fusión de la que salió si los gravísimos problemas de solvencia que arrastraban eran conocidos? El autor dice: “¿Impulso Rato una fusión política para crear una gran caja del PP? El expresidente de Bankia (Rato) se defendió esta acusación en el Congreso de Diputados con tres argumentos. El primero, que lo hizo por indicación de Ordóñez –algo que es cierto-.” Los otros dos argumentos eran simplemente que desconocía la gravedad de los problemas de Bancaja y que si la crisis no hubiese sido tan grave, la fusión hubiera tenido opciones de funcionar; un ejemplo perfecto de lo que los economista denominamos “gambling for resurrection.” La salida a bolsa de Bankia forzando a particulares y entidades la subscripción de las acciones, acabo por destrozar la reputación de nuestro país y no hizo sino incrementar las dudas sobre nuestra propia capacidad de gestión de nuestra crisis bancaria. El caso de la CAM, que también trata el autor, es igualmente vergonzoso.

Una cosa que sorprende cuando se lee este libro es que los nombres son siempre los mismos. Juan Pedro Hernández Moltó fue presidente de CCM durante el periodo de la burbuja y también el diputado del PSOE que interrogó con brutalidad a Mariano Rubio en el año 1994 por su involucración en el caso Ibercorp (el de “Míreme a la cara, señor Rubio”). El caso de Artur Mas ya lo hemos mencionado. Rodolfo Martín Villa acaba de ser nombrado consejero de la Sareb. El camino de Rodrigo Rato, de ministro de Economía durante el periodo en que se inicia la burbuja a la presidencia de la entidad que es el epicentro de la crisis financiera, es escalofriante. Vaya por delante que no sostengo que haya en nada de esto infracción alguna y que no me parece mal que después de todo haya cierta polinización cruzada entre el sector privado y público y que se utilice la experiencia de muchos años, pero con moderación. Ahora mismo la relación no parece saludable y sería muy recomendable una mayor separación entre un mundo, el de la política, y otro, el de las finanzas.

Es por todo esto que una cosa que se echa de menos en el libro es una discusión más profunda del MoU, el acuerdo firmado por España y nuestros socios de la Eurozona, en particular en lo que se refiere al sector de las cajas donde el MoU insiste en la profundización de la “bancarización” del sector de las cajas. Una interpretación del MoU y el motivo por la que insiste en la bancarización de nuestras cajas es precisamente para resolver un terrible problema de economía política que hace de nuestro país un riesgo sistémico inaceptable para la Eurozona; y esto lo consigue limitando el margen de maniobra de la clase política española forzándola a determinados cambios legales que son el tiro de gracia a las cajas. El MoU arrebata de cuajo a la clase política española, por incompetente, la gestión de la crisis financiera y completa el camino iniciado en la eliminación del sector de las cajas y con esto la injerencia de la política en el mercado de crédito, esperemos que para siempre; en esto el servicio que hace el MoU es simplemente impagable.

Quiero añadir una nota personal para concluir esta entrada. La primera conversación que recuerdo tener sobre la burbuja y su efecto sobre la economía española fue en el año 2004 con un amigo que es uno de los mejores observadores de nuestro panorama financiero. Comentábamos por supuesto las trágicas circunstancias que habían rodeado aquellas fatídicas elecciones. Pero también discutimos sobre el hecho de que llegaban al poder aquellos, como Miguel Sebastián o Fernández Ordóñez, que tanto habían hecho por poner la burbuja en el centro de la discusión pública sobre nuestra economía y que esto era algo positivo y que llevaría a una nueva dirección en nuestra política económica. Nada se hizo, como ya comenté aquí (la responsabilidad aquí de Pedro Solbes parece enorme), aunque he de confesar que ni entendí por qué ni sospeché la gravedad de esta dejación de responsabilidad. Cinco años más tarde, a principios del año 2009, un fondo de inversión estadounidense me pidió un informe sobre nuestro país. En él enumeré los problemas de nuestra economía que estaban bien identificados, el nuestro es un país “sobrediagnosticado,” y resalté que aún siendo graves eran los nuestros retos manejables; que el diagnóstico era uno compartido por muchos en España, a lo ancho de nuestro espectro político, y que por tanto se tomarían medidas sucesivamente para evitar lo peor de nuestra crisis. Este ha sido mi mayor error: el creer que en nuestro país había la energía y liderazgo, el valor y la capacidad política de tomar decisiones; creer que había una separación entre la burbuja y sus intereses, concentrados en el sector financiero e inmobiliario, y nuestra clase política; creer que el Banco de España en ausencia de esa separación actuaría con decisión para ejecutar una estrategia eficaz durante la crisis. No ha sido así. En nuestro país me temo está todo junto y esto es lo que no aprecié en su justa medida; quizás tantos años fuera y la idealización del país de uno que se produce en la mente del emigrante, que es lo que soy después de todo, después de tantos años y de tanta distancia. Esta confusión de todo es lo que el imprescindible libro de Íñigo de Barrón Arniches muestra de una forma brutal: La crisis estaba en el ADN de la compleja relación entre política y finanzas, cuyo nexo eran las cajas, que envenena nuestra vida política, económica y social y que era imposible esperar una eficaz gestión de la crisis porque los supervisados eran también los supervisores.

NOTA 1: Por una afortunada casualidad estos días de Barrón está produciendo una impactante serie de artículos en El País sobre el documento interno del Banco de España evaluando los fallos de supervisión. Véase aquí, aquí y aquí. La respuesta del antiguo gobernador Miguel Angel Fernández Ordóñez puede encontrarse aquí.

NOTA EDITORIAL: ¡Qué diferencia tan grande entre el libro sobre Anglo Irish de Simon Carswell y este otro en lo editorial! En el libro sobre Anglo hay un índice de nombres, si hay una cita a algo referencia a ello, etc. No este el caso con el libro sobre nuestra crisis bancaria. La información está toda ahí pero es preciso una mejor anotación de la obra para que sirva de punto de partida a otros que quieran ahondar en cualquiera de los temas. El índice de nombres y hechos es fundamental para una localización rápida de los temas de interés y no se entiende que esto no sea práctica habitual en nuestros libros. Además cítese lo que pueda citarse y al final no estaría de más una discusión sobre las fuentes documentales que han servido al autor durante estos años de continuo reportaje sobre nuestra vida financiera. Entiendo que muchas de las fuentes de las cosas que en el libro se cuentan son confidenciales y no se pueden citar (y nadie pide que se haga) pero creo que es importante distinguir en el libro lo que es un hecho contrastable por el lector y lo que es una información periodística de imposible verificación para el lector sin acceso a las misma fuentes.