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A vueltas con el patrón oro -2: ¿Por qué se abandonó el patrón oro?

En la ultima entrada hice un resumen brevísimo de lo fundamental del patrón oro durante el periodo clásico que va desde el siglo 19 hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial. En esta segunda describo las razones por las que se abandonó el patrón oro en el periodo de entreguerras y argumento que las razones que llevaron a la disolución de este sistema monetario siguen presentes. Por último argumento que en términos de compromiso con una paridad fija, un mecanismo como el euro es superior al patrón oro. También aclaro un par de cosas que surgieron en los comentarios a la última entrada.

Como ya he dicho, nadie propone, ni siquiera los economistas austriacos cuyo nombre se asocia con estas ideas, la vuelta al patrón oro clásico; por lo general se propone el patrón oro más una reforma del sistema financiero que acabe con el régimen de reserva fraccionaria, propuesta que se asocia al nombre de Hayek. En la tercera, y última entrada, argumento que tal propuesta haría poco por incrementar la estabilidad financiera y servir de freno a la generación de crédito y que en general la asociación entre patrón oro y reserva fraccionaria puede que fuese relevante en los tiempos en los que Hayek articulaba su propuesta pero que no lo es ahora. Los argumentos para rechazar el patrón oro son independientes del marco bancario bajo el que opere.

El oro como medio de intercambio

Antes de comenzar la respuesta a la pregunta que encabeza esta entrada, contesto a un par de comentarios de lectores sobre la conveniencia física del oro como medio de intercambio. No hay duda que el oro es ideal como medio de intercambio al ser ligero y maleable. Pero lo más importante es que el oro tiene limitadas aplicaciones industriales (aunque tiene algunas), atributo fundamental para cualquier medio de intercambio, y por tanto no tiene flujo de caja alguno que haga que el valor del mismo frente a otros bienes fluctúe como consecuencia de las innovaciones que se produzcan en dichos flujos.

Efectivamente, supongamos que utilizamos como medio de intercambio un metal con grandes aplicaciones industriales, como por ejemplo el cobre. Entonces el devenir de las industrias que utilizan el cobre como insumo afectará a su vez a la capacidad de compra de una onza de cobre: La masa monetaria, la cantidad de cobre, por tanto estará sujeta a las innovaciones en industrias utilizadoras del cobre y con ellos el nivel de precios en general de la economía, algo que no parece ideal en un mundo con fricciones e ilusión monetaria. Por ejemplo, si de repente se descubre que el cobre es ingrediente crítico para un producto con gran demanda, el precio de todas las cosas, en cobre, bajará como consecuencia de que ahora el cobre se ha vuelto valiosísimo.

El patrón oro: Un sistema monetario con poca credibilidad

Dos son las cuestiones que están ligadas íntimamente bajo el patrón oro (y cualquier sistema de paridades fijas): La cantidad de dinero, algo que tiene contenido en una economía cerrada, y la paridad de la moneda frente a otras, algo que obviamente sólo tiene contenido en una economía abierta. Si bien estas dos vertientes están ligadas tienen implicaciones distintas y en lo que sigo voy y vengo entre ambas.

El primer, y quizás principal argumento, es que el patrón oro no supone garantía de lo que tanto preocupa a los que proponen su retorno: El uso de la política monetaria con objetivos cortoplacistas. En este aspecto, y desde la perspectiva de un país como el nuestro, el euro es un marco muy superior en términos de compromiso (committment) y credibilidad. La razón no es otra que en el patrón oro la moneda nacional existe; simplemente su “valor” está fijado frente una cantidad en oro. Un país puede abandonar el patrón oro en cualquier momento sin cambiar su moneda: El Reino Unido puede abandonar el patrón oro y al día siguiente los buenos ciudadanos de ese país puede seguir pagando sus cosas con libras esterlinas. Como el abandono del patrón oro no supone reintroducir moneda alguna, tampoco supone un nivel de compromiso con una determinada paridad o cantidad de dinero: Simplemente se cambia la paridad frente al oro y ya está. En este sentido el euro es un paso mucho más dramático que el restablecimiento del patrón oro; supone un aumento exponencial de los costes de abandonar un sistema de paridades fijas porque elimina precisamente lo que es susceptible de devaluación que es la moneda nacional, a diferencia de lo que era por ejemplo el mecanismo europeo durante la década de los ochenta o el patrón oro.

Piense por un momento el lector en nuestra situación actual e imagínese que hubiéramos estado en el patrón oro, en vez del euro: ¿Hay alguna duda de que habríamos devaluado nuestra moneda frente al oro o simplemente abandonado el patrón y dejar que la moneda flotase libremente frente a otras? Yo personalmente no y menos dadas las continuas llamadas por parte de nuestros lideres al BCE para que intervenga y monetice. Es más, dada la naturaleza de nuestras democracias participativas, mucho me temo que cualquier crisis, por menor que fuese, provocaría otra vez devaluaciones de las monedas nacionales frente al oro, como muestra la corta vida que tuvo el sistema de paridades fijas en Europa en los años 80.

Es importante aclarar que la preocupación de los que proponen el retorno al patrón oro, la utilización cortoplacista de la política monetaria, esta bien fundamentada: Este es problema permanente en la política económica y uno con larga tradición en la literatura macroeconómica. El punto es, primero, que este problema sólo puede ser estudiado en el contexto de un modelo dinámico formal, donde el establecimiento de la reputación y credibilidad de la autoridad monetaria sea el resultado de un equilibrio con expectativas racionales (porque todo en lo que se refiere a política monetaria son las expectativas, como hemos (re)aprendido en esta crisis). Segundo, que estos modelos tienen que tener restricciones de economía política en ellos para establecer los límites de la credibilidad factible. El patrón oro no soluciona estos problemas y la experiencia bajo el mismo en el periodo de entreguerras los ilustra bien.

El fin del patrón oro en el periodo de entreguerras

Una vez finalizada la primera guerra mundial surge la cuestión del retorno al patrón oro, suspendido de facto, que no de iure, durante la Primera Guerra Mundial (el caso inglés es paradójico porque en cierta forma el patrón oro sobrevive a la guerra pero no al armisticio; pero esta historia es un detalle.)

La estabilidad del patrón oro como un sistema de paridades fijas en el periodo que precede a la primera guerra mundial había estimulado los flujos de inversión internacionales y está en el origen del crecimiento de la economía internacional durante esas décadas. La eliminación del riesgo cambiario, la certidumbre de que el rendimiento, pongamos, en libras esterlinas de una inversión en EE.UU. no iba a estar determinado más que por la inversión en si y que no se vería afectado por una devaluación del dólar había estimulado los flujos de inversión directa y había colaborado a la integración de los mercados de capitales. A su vez el funcionamiento del patrón oro implicaba la ejecución de la política financiera y monetaria con el único objetivo de mantener el patrón oro, con independencia de cualquier otra consideración. Esto requería tanto el ajuste de los tipos de interés para evitar la salida de oro en presencia de desajustes de la cuenta corriente como la intervención directa en el mercado financiero mediante prestamos entre bancos centrales, presión a los bancos individuales para evitar crisis de convertibilidad, etc (un ejemplo de esta peculiar forma de operar del patrón oro puede observare durante la crisis del año 1890, con la primera quiebra de Barings, consecuencia a su vez de la crisis de la deuda argentina … no hay nada nuevo bajo el sol.)

En particular en presencia de shocks adversos en la balanza comercial, como por ejemplo el que se produce cuando un país competidor experimenta una ganancia de competitividad, quizás por una innovación tecnológica, el descubrimiento de nuevos recursos naturales, lo que fuese, requería que el país afectado negativamente subiese los tipos para mantener el oro en el país. La lógica, tenue e imperfecta, es que la subida de los tipos induciría la contracción que a su vez se traduciría en una rebaja de los precios bienes e insumos locales con la consiguiente ganancia de competitividad y restablecimiento del equilibrio comercial. Siendo el trabajo el insumo por antonomasia la flexibilidad salarial era un ingrediente necesario para el buen funcionamiento del patrón oro.

El patrón oro: Numero de países en el patrón oro. 1919-1937. Fuente: B. Eichengreen, Golden Fetters, Tabla 7.1.
El patrón oro: Numero de países en el patrón oro. 1919-1937. Fuente: B. Eichengreen, Golden Fetters, Tabla 7.1.

El mantenimiento del patrón oro iba encaminado al mantenimiento de los flujos internacionales de capital y la profundización del comercio internacional que hacía del mundo en la víspera de la Gran Guerra un mercado global . En la inolvidable imagen de Keynes en el capítulo II de “Las Consecuencias Económicas de la Paz:”

“The inhabitant of London could order by telephone, sipping his morning tea in bed, the various products of the whole earth, in such a quantity as he might see fit, and reasonably expect their early delivery upon his doorstep; he could at the same moment and by the same means adventure his wealth in the natural resources and new enterprises of any quarter of the world, and share, without exertion or even trouble, in their prospective fruits and advantages.”

El beneficiario del mantenimiento del patrón oro era precisamente el inversor global que podía contar con la estabilidad cambiaria para distribuir su capital por el mundo de la forma que considerase más conveniente, en la seguridad que cualquier shock que afectase a la cuenta corriente no resultaría en titubeo alguno con el mantenimiento del patrón oro; el ajuste necesario sería a costa de un depresión de la demanda interna que, probablemente, no afectase en mucho su fortuna.

Por insistir: En un sistema de paridades fijas cualquier shock, en cualquier país miembro del patrón oro, se trasmite de forma inmediatamente a través de todos los países en el sistema que tienen que ajustar sus políticas al coste que sea para el mantenimiento de la paridad. Y la naturaleza de estos shocks no tiene que ser productiva sino que puede ser fiscal, un error de política monetaria, cualquier cosa. No es sorprendente por tanto la naturaleza global de la Gran Depresión: el patrón oro era el mecanismo de transmisión perfecto para cualquier shock o error de política monetaria en cualquiera de los miembros centrales del sistema.

Es por todo esto que el patrón oro sólo fue sostenible en un determinado momento muy breve: Los costes de su mantenimiento estaba distribuidos de forma desigual y el advenimiento de la democracia de masas después de la primera guerra mundial sólo podía minar la credibilidad de dicho mantenimiento.

Pero tal era la reputación que tenía el patrón oro que la restauración después de la Primera Guerra Mundial era considerada por todos los miembros de las clases dirigentes como un ingrediente necesario (y casi suficiente) para el retorno a la prosperidad prebélica. El gráfico que acompaña esta entrada muestra el número de países bajo alguna versión u otra del patrón oro (con o sin convertibilidad, que es una paridad fija pero donde el tenedor de la moneda no tiene derecho al intercambio en oro, sistemas basados en la plata, … ) durante los años de entreguerras en una muestra de 54 países. Sólo tres países, España, la Unión Soviética y Turquía, no estuvieron en ningún momento en el patrón oro de la postguerra, muy distinto, eso sí, del anterior a la Primera Guerra Mundial.

En el Reino Unido la restauración del patrón oro en 1925, una vez que expiraba la Ley que suspendía la convertibilidad y que se pasó después del armisticio por motivos que no vienen al caso, era considerada por todos como inevitable, aunque produjo notables desavenencias. El motivo era algo que nos tiene que resultar familiar: La inflación en ese país no sólo había sido alta en términos absolutos sino también de forma relativa, sobre todo con EE.UU. Una vuelta al patrón oro a la paridad prexistente sólo podía resultar, como previno Keynes, en una fuerte deflación de los bienes locales (los “non tradables”) si había de producirse un reequilibrio de la posición externa del país e Inglaterra iba a volver a recuperar su posición como nexo central en el sistema financiero internacional. Y así se hizo. El desastre que aquello fue no hace falta volver a contarlo: Inglaterra apenas duró seis años en el patrón oro y siguieron después EE.UU., Alemania, Francia. El tiempo del patrón oro había pasado.

Conclusión

Es porque esta realidad social es la que impera hoy, como debe ser, que los motivos por los que el patrón oro se abandonó siguen presentes hoy. El patrón oro, como un sistema de paridades fijas, es políticamente muy difícil de mantener. Como decía Juan de Mercado, aquellos que lo defienden han de considerar estos argumentos. Es difícil ver cómo puede una sociedad adaptarse al sistema financiera; más bien al contrario es el sistema monetario el que es un producto de la realidad institucional de un país. Estos argumentos nada tienen que ver con la naturaleza del sector bancario pero en la última entrada trataré el tema de la estabilidad financiera bajo distintos sistemas monetarios y argumentaré que el razonamiento de Hayek es, si bien correcto, obsoleto dada la realidad financiera y económica bajo la que opera nuestra sociedad.

Y la adopción de un sistema monetario para cambiar una sociedad es un sinsentido sobre todo, como he argumentado, el sistema carece de los mecanismos que lo doten de credibilidad. El euro se pensó precisamente con estos problemas y objetivos “in mente.” Como ejemplo una cita, que utilizamos Jesús Luis y yo en un artículo reciente, del antiguo gobernador del banco central griego y primer ministro Lucas Papademos:

“After entry into the euro area, the Bank of Greece will be implementing the single
monetary policy decided by the Governing Council of the European Central Bank and it will certainly be impossible to improve the economy’s international competitiveness by changing the exchange rate of our new currency, the euro. The objectives of higher employment and output growth will therefore have to be pursued through structural reforms and fiscal measures aimed at enhancing international competitiveness by increasing productivity, improving the quality of Greek goods and services and securing price stability.”

¿Qué tal funcionó?