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De lo que no se habla: Más Fondo y Menos Formas

De J. Ignacio Conde-Ruiz y Juan Rubio-Ramírez

Una versión reducida de este artículo fue publicada ayer en "El País".

Desde las pasadas elecciones generales del 20-D como es natural no se discute de otra cosa que de posibles coaliciones para formar gobierno, de repartos de grupos parlamentarios, de dónde deben sentarse sus señorías en el Parlamento y muchas cosas más que al lector le pueden resultar más o menos interesantes. Las primeras planas de los periódicos están abarrotadas de fotos de los cuatro líderes políticos más populares del país. Se escriben columnas interminables sobre quién ha hablado o debería hablar con quien. Pero poco o nada se discute de qué narices deberían hablar para solucionar los problemas de los españoles. Los resultados electorales han enfatizado las formas y mandado el contenido al diván de los recuerdos.

Y el problema es que el contenido importa. Y mucho. Y de entre todo el contenido hay uno que, en nuestra opinión, resalta por encima del resto: el déficit público. Estos días hemos conocido los datos de déficit público hasta el mes de noviembre. Mientras que la nota de prensa oficial enfatiza que “El déficit conjunto de las Administraciones Públicas se reduce más de un 11% hasta noviembre, excluyendo a las corporaciones locales” pero olvida decir que será difícil, sino imposible, cumplir el objetivo de déficit marcado por Bruselas para este año. Desde hace algún tiempo venimos resaltando una herramienta que creemos útil para predecir el comportamiento futuro del déficit. El déficit sintético. Este instrumento calcula cual será el déficit hasta finales de año 2015, teniendo en cuenta los datos corrientes y suponiendo que el resto de los meses se comporten igual que el ejercicio anterior, en este caso 2014. Como tenemos datos hasta noviembre, la estimación debería ser bastante fidedigna. Pues bien, nuestro cálculos arrojan unos números rojos sonrojantes. Si diciembre del 2015 se comporta como lo hizo diciembre del 2014, es muy probable que el déficit para conjunto de las Administraciones Públicas supere el 5 % del PIB al cerrarse este ejercicio. Este dato es desolador ya que el objetivo se encuentra fijado en el 4,2 % del PIB. Es verdad que la Administración Central está cerca de alcanzar sus objetivos, por lo que es probable que el Ministro pueda sacar pecho, y como aún faltan los datos de las Administraciones Locales, los resultados podrían mejorar algo, pero es difícil escapar de la realidad: los resultados son malos se miren por dónde se miren. Y son peores aún si se posicionan en un contexto de crecimiento económico como el que nos encontramos. Crecer por encima del 3 % del PIB en tasas interanuales y tener un déficit público por encima del 5 % solo confirma algo que hemos venido diciendo desde hace tiempo y en diferentes medios. Nuestro sistema fiscal es incapaz de recaudar lo que se necesita para financiar un estado del bienestar como el que parece que quieren los ciudadanos.

Déficit Sintético

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Recordemos que nuestra deuda pública se encuentra a niveles cercanos del 100 % del PIB, por lo que si esta tendencia no cambia, nos veremos abocados a elegir entre dos soluciones muy dolorosas:  o reducir drásticamente el estado del bienestar o dejar de pagar nuestra deuda. Las consecuencias de elegir cualquiera de las dos opciones podrían ser catastróficas. El estado del bienestar del que disfrutamos no es desproporcionado cuando lo comparamos con nuestro vecinos europeos, por lo que reducirlo haría que muchos de los beneficios sociales de los que disfrutan las familias menos favorecidas de nuestra población se viesen fuertemente diezmados. El sufrimiento que esos nuevos recortes acarrearía no debe menospreciarse si tenemos en cuenta que durante la crisis partidas como la educación o la sanidad pública ya se han reducido más del 15%. Dejar de pagar la deuda nos convertiría en una “república bananera” como las que encontramos de forma asidua en Latinoamérica. No creemos que sea necesario explicar qué significa eso para el futuro de los españoles.

Para evitar tan dolorosa elección solo hay una salida. Reformar nuestro sistema fiscal. Pero no podemos permitirnos el lujo de reformarlo para recaudar menos. Debemos reformarlo para recaudar más y mejor. ¿Y qué dicen, o han dicho, los cuatro partidos mayoritarios sobre el tema? Los programas electorales de PSOE y Ciudadanos eran un sinsentido en el tema fiscal. Reconocían el agujero fiscal pero se escudaban en insignificantes retoques impositivos y la lucha contra la evasión fiscal para evitar una subida impositiva. La evasión fiscal es importante y luchar contra ella un deber, pero, por desgracia por si sola no es la solución a nuestros problemas de déficit. El PP escribió un programa bastante coherente con sus políticas. Estas niegan, por pasiva y por activa, que haya necesidad de recaudar más y por lo tanto abogan por más bajadas de impuestos. Sin duda, el programa escondía que la bajada de impuestos llevará a continuar con los recortes. Aunque a priori nosotros estamos a favor de pagar la menor cantidad de impuestos posibles, también es verdad que nos parece más importante resguardar nuestro estado del bienestar y nuestra credibilidad como país, que bajar los impuestos. El único programa que presentaba medidas encaminadas, con más o menos éxito, a aumentar la recaudación era el de Podemos. A cambio reflejaba un sinfín de medidas populistas que aumentaban el gasto exponencialmente.

De cómo adaptar y compaginar estos programas electorales es de lo que se debería estar discutiendo. Asumir que para gastar debemos ingresar, no es una elección, como algunos parecen pensar, sino una necesidad. De no ingresar lo suficiente, los déficits y la deuda se dispararán, y más pronto que tarde se tiene que elegir entre bajar el gasto de forma radical o dejar de pagar la deuda. Otros caminos no son posibles, es aritmética pura, y malgastar el tiempo en otras cosas sólo hace que el problema se magnifique y las posibles soluciones se hagan más dolorosas para los ciudadanos.