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La desagradable (pero errónea) aritmética de la independencia: respuesta a la entrada de José Vicente Rodríguez Mora, por Pol Antràs

(El amigo y ex-colaborador habitual de nuestro blog Pol Antràs,  catedrático en Harvard y experto en Comercio Internacional, comenta en esta entrada la aritmética económica de la independencia en base a la entrada de José Vicente Rodríguez Mora del viernes. Vuelvo  a recordar, como en todas las entradas sobre este complejo asunto, a nuestros queridos lectores que, como siempre, sus comentarios sean lo más educados que sea posible, recordando nuestra política sobre comentarios. Haremos todo lo necesario para que NeG siga siendo un oasis de debate pausado y racional.)

En su entrada del viernes en Nada es Gratis, José Vicente se plantea la siguiente pregunta. ¿Cuál sería el efecto de la independencia catalana sobre el comercio internacional de Cataluña y cómo afectaría ello al PIB catalán? La respuesta que ofrece es alarmante: el PIB catalán se reduciría en casi un 9%, una cifra superior al déficit fiscal catalán, lo cual le lleva a concluir que “Cataluña tendría una pérdida neta de bienestar con cualquier hipótesis razonable acerca del ahorro fiscal que conllevase la independencia”.

Para cualquier persona con un conocimiento básico de modelos cuantitativos de comercio internacional esta cifra del 9% parece sorprendentemente grande. Es bien sabido que, en modelos estándares como el que usa José Vicente, es difícil generar efectos cuantitativos importantes al simular los efectos de cambios en las barreras al comercio sobre el bienestar. Por ejemplo, en el artículo de Eaton y Kortum, que constituye la biblia en el campo del comercio internacional cuantitativo, los autores computan los costes en términos de renta real de un aumento brutal en barreras comerciales que llevase a una total autarquía en 19 países de la OCDE.

Como se observa en la Tabla adjunta, los efectos de eliminar por completo el comercio internacional supondrían caídas modestas que varían entre el 0.2 y el 10.3% del bienestar (o PIB real en el modelo). Por ejemplo Dinamarca, un país de tamaño similar a Cataluña, sólo sufriría una pérdida del 5.5% del PIB si dejase de poder comerciar con el resto del mundo.

¿Por qué obtiene José Vicente un coste tan elevado asociado con la independencia catalana? Porque aunque sus estimaciones no dejan a Cataluña en autarquía, sí que reducen muy marcadamente el comercio catalán. En su modelo, el comercio bilateral con España baja casi el 80% y el comercio con el resto del mundo sólo aumenta un 10%.

¿Es plausible que el comercio entre España y Cataluña bajase el 80% después de la independencia? José Vicente argumenta que este es la cifra que uno infiere del volumen de comercio bilateral entre Portugal y España. El argumento radica en que la independencia de Cataluña conllevaría inmediatamente la existencia de una frontera entre Cataluña y España, de la misma manera que una frontera separa a Portugal de España. Y como señala la literatura empírica en comercio internacional, las fronteras parecen tener un efecto negativo notable (“border effect”) sobre el comercio internacional (véase McCallum, pero también la crítica de Anderson y Van Wincoop). En el caso que nos concierne, el volumen de comercio bilateral con España (como fracción de la suma de PIBs) es casi cinco veces menor en Portugal que en Cataluña (2.51% contra 11.35%), y por tanto, argumenta José Vicente, no es sorprendente que la independencia llevase a una reducción del comercio bilateral entre Cataluña y España del 80%.

La premisa fundamental de José Vicente es, por tanto, que el comercio entre una Cataluña independiente y España estaría sujeto a las mismas “fricciones”, “border effect” (o lo que José Vicente llama, “distancia”) que el de Portugal con España. Me imagino que lo que José Vicente tiene en mente es que los catalanes tarde o temprano dejaríamos de hablar y entender castellano, los vínculos comerciales entre productores de una y otra región se irían erosionando a lo largo del tiempo, y la distancia cultural entre ellos iría aumentando. Personalmente, y como explicaré más abajo, no estoy de acuerdo con esta premisa, pero admito que no creo que sea una cuestión que los economistas estemos particularmente bien equipados para discutir.

En todo caso, en lo que sí estamos de acuerdo José Vicente y yo es que si tal aumento en la “distancia” llegase a ocurrir, sería algo que no pasaría de la noche a la mañana. En palabras de José Vicente, “hablamos de algo más a largo plazo.” O como señala en sus comentarios, algo que pasaría “EVENTUALLY” o “dando tiempo al tiempo”. Y ahí es donde radica precisamente el error aritmético de José Vicente. ¿Cómo puede uno comparar un coste del 9% del PIB que no se va a materializar enteramente hasta dentro de unas décadas o quizás siglos, con una eliminación del déficit fiscal de entre el 5.8 y el 8.4% que se materializaría de forma inmediata después de la independencia?

Pongamos que el largo plazo que José Vicente computa fuese a ocurrir dentro de 50 años y supongamos que el ritmo al cual la “distancia” entre Cataluña y España aumentase fuese constante (o, más precisamente, el coste en términos de PIB de esa distancia aumentase a una tasa constante). Una reducción del 9% del PIB en 50 años implicaría una reducción anual del PIB del 0.19% el primer año, un 0.38% el segundo año, un 0.56% el tercer año, y así hasta llegar al 9% sólo 50 años más tarde. Incluso si el largo plazo de José Vicente ocurriese en tan sólo 20 años, el efecto inicial sobre el PIB catalán sería de menos del 0.5%. La tabla adjunta muestra el efecto neto de la independencia (en términos del cambio permanente equivalente en PIB) asumiendo una tasa de descuento modesta del 2% y un déficit fiscal del 7.1% (justo la media de 5.8 y 8.4). Cómo se aprecia, el efecto neto es positivo incluso en el caso en que el comercio catalán con España disminuyese el 80% en tan sólo 30 años.

Efecto neto por número de años en converger a Portugal

Años

100

50

40

30

20

10

Efecto Neto

3.3%

1.4%

0.8%

0.2%

-0.5%

-1.3%

 

Hasta ahora le he dado el beneficio de la duda a José Vicente en cuanto a su estimación del efecto de la independencia sobre el comercio catalán. Simplemente, he señalado que su conclusión con respecto al efecto neto de la independencia es obviamente errónea dada su admisión que la caída en el comercio sólo se daría en el largo plazo.

Quizás por aquello del “quien calla otorga”, valga señalar que me parece impensable que los flujos comerciales entre Cataluña y España llegasen a disminuir en un 80% como consecuencia de la independencia. Y si tal contracción realmente ocurriese en el medio o largo plazo, sería aún más impensable que el comercio catalán con el resto del mundo sólo aumentase un 10%. Ello es por varias razones.

Primero, dada la ausencia de fricciones lingüísticas y afinidad cultural entre Cataluña y España, lo más probable es que dicha hipotética caída en el comercio bilateral fuese la consecuencia de la pérdida de vínculos comerciales entre los dos países. Pero ¿por qué esperaríamos que esos vínculos desaparecieran si, como muestra José Vicente, ello reduciría el bienestar tanto en Cataluña como en España? Uno podría aducir a la pérdida de un marco regulatorio común, pero dudo que eso conllevase una caída tan grande. (Naturalmente, si Cataluña no permaneciese en la UE, ello también tendría efectos, pero es una posibilidad que José Vicente no contempla en su artículo).

Segundo, no me parece convincente llevar a cabo un ejercicio contrafactual en el que las barreras comerciales de un país con otro país aumentan marcadamente, mientras las barreras de ese mismo país con otros países no disminuyen. Uno esperaría que la hipotética pérdida de vínculos comerciales con España llevara a los empresarios catalanes a buscar vínculos con otros países más intensamente. Por ejemplo, a menudo se menciona el caso del divorcio entre la República Checa y Eslovaquia de 1993, el cual llevó a una caída de un 75% en su comercio bilateral (véase por ejemplo la entrada de Pankaj Ghemawat en NeG que José Vicente menciona en su entrada). Lo que parece que se olvida, sin embargo, es que esos dos países experimentaron un aumento muy notable en su exportaciones totales durante esos mismo años (entre 1993 y 2011, el ratio de exportaciones sobre el PIB creció un 59% en Eslovaquia y un 52% en la República Checa).

Finalmente, uno no puede obviar el efecto que la independencia tendría sobre la mayor capacidad del gobierno catalán para fomentar el crecimiento del sector exterior catalán tanto directa como indirectamente mediante un mayor control sobre la financiación y regulación de infraestructuras (aeropuertos, puertos, red ferroviaria, red vial,…). Es importante recordar que existe una gran complementariedad entre los flujos comerciales y los flujos de inversión directa, y que estos últimos muestran una particular elasticidad al nivel de infraestructuras.

Admito que es difícil cuantificar el efecto neto de estos factores y resalto que la ausencia de éstos no es mi principal objeción al estudio de José Vicente. Naturalmente, la independencia de Cataluña  acarrearía varios otros tipos de beneficios y costes de los cuales José Vicente y yo nos hemos abstraído. Espero de todo corazón que estos factores sean estudiados en futuras entradas en Nada es Gratis.