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El Síndrome de China: ¿Mucho ruido y pocas nueces?

Siento decepcionar a aquellos lectores interesados en desastres nucleares o a los fans de Jack Lemon, Jane Fonda o Michael Douglas que han llegado a este enlace mediante una búsqueda del término “síndrome de China”. A pesar de su título, el propósito de esta entrada no es especular sobre las consecuencias del accidente en la central de Fukushima (por cierto, para una opinión informada del tema os recomiendo este blog). Tampoco voy a escribir sobre la película de 1979 con el mismo título, la cual  - debo admitir - no he tenido la fortuna de ver.

No, hoy os voy a volver a hablar de comercio internacional, pero esta vez con un énfasis en las consecuencias (y no las causas) del comercio internacional. Y lo hago hoy porque acabo de leer uno de los artículos más polémicos (¡y, por qué no decirlo, deprimentes!) que he visto últimamente. El título de dicho artículo no es otro que “The China Syndrome: Local Labor Market Effects of Import Competition in the United States” y sus autores son David Autor (del MIT), David Dorn (del CEMFI en Madrid) y Gordon Hanson (de UC San Diego). El artículo se puede descargar aquí.

La cuestión que los autores exploran es la siguiente: ¿qué efecto tiene el comercio con China en el mercado laboral estadounidense? En particular, en Estados Unidos el empleo del sector manufacturero disminuyó un 2.23% entre los años 1991 y 2000 y volvió a caer un 2.22% entre el 2000 y el 2007. ¿Qué porcentaje de esa caída se puede adscribir al incremento de las importaciones de productos de China? Creo que es justo afirmar que la mayor parte de economistas hubieran respondido que tal efecto no puede ser muy grande. La economía americana importa y exporta una gran cantidad de bienes, pero el valor de estos bienes en relación al producto interior bruto de EE.UU no es muy elevado. Estudios empíricos realizados en los años noventa parecían confirmar dicha conjetura. Sin embargo, las estimaciones de Autor, Dorn y Hanson sugieren que el incremento en las importaciones de bienes de China puede explicar un 25% del declive en empleo manufacturero entre 1991 y 2000 y un 41 por ciento de la disminución entre 2000 y 2007. Se trata pues de un efecto cuantitativamente muy importante. Además los autores argumentan que, en el medio plazo, los costes asociados con esta pérdida de empleo (en términos de las distorsiones generadas en la compensación de los trabajadores afectados) son de un tamaño parecido al de las ganancias en bienestar obtenidas por los consumidores gracias al comercio internacional con China.

¿A qué se debe la diferencia en los resultados obtenidos por Autor, Dorn y Hanson en relación a los obtenidos en estudios anteriores? Hay dos razones fundamentales. En primer lugar, los autores usan datos más recientes que incluyen un período en el que las exportaciones de China crecieron a un ritmo vertiginoso (un 1150 por ciento entre 1991 y 2007). La Figura 1 del artículo  (que reproduzco debajo) ilustra este crecimiento en términos del ratio entre importaciones y consumo doméstico. Nótese que no sólo se observa un crecimiento sostenido, sino que hay un claro punto de inflexión en 2001, cuando China accede a la Organización Mundial del Comercio, lo cual facilita su penetración en el mercado americano.

La segunda razón por la cual los autores encuentran un mayor efecto del comercio con China es de cariz metodológico. En particular, y sin querer entrar en detalles técnicos, identificar el efecto de cualquier “shock” (en este caso un incremento en las exportaciones de China) sobre la demanda de empleo americano es sumamente complicado. Por ejemplo, uno podría observar una relación estadística positiva entre el empleo americano y las importaciones de bienes de China simplemente porque en períodos en los que hay shocks positivos de demanda en Estados Unidos, las empresas americanas están más predispuestas a contratar trabajadores y al mismo tiempo la mayor demanda americana puede incrementar el volumen de importaciones de China. Esta asociación positiva no implica sin embargo que un incremento en las importaciones de China inducido por cambios en regulación (como por ejemplo, una caída de aranceles) o por desarrollos económicos en China (como su transición a una economía de mercado, su urbanización o su crecimiento en productividad) vayan a conllevar necesariamente un incremento en el empleo manufacturero en EE.UU.

La metodología propuesta por Autor, Dorn y Hanson intenta corregir estos sesgos (que quizás explican en parte los resultados obtenidos en estudios empíricos anteriores) utilizando datos de varias aéreas metropolitanas norteamericanas así como de las exportaciones de bienes de China en otros países industrializados. La idea es la siguiente: en la medida en que las importaciones de bienes de China han crecido más en ciertos sectores que en otros, uno esperaría que el impacto de dicho incremento fuese mayor en las áreas metropolitanas donde, en los años anteriores al incremento del comercio con China, se empleaban a una mayor proporción de trabajadores en dichos sectores. Uno podría objetar, sin embargo, que el incremento de las importaciones provenientes de China en diferentes sectores podría aún explicarse por factores de demanda en Estados Unidos. Es ahí donde radica la importancia de usar datos de exportaciones de bienes de China en otros países industrializados. Es más difícil argumentar (aunque no imposible) que el incremento en las exportaciones de ciertos bienes chinos en Alemania, España, Japón o Suiza (por mencionar algunos de los países considerados por los autores) tengan mucho que ver con desarrollos en la economía norteamericana. Es mucho más probable que dichos aumentos se expliquen por desarrollos en la economía china.

Por estas razones, la estimación propuesta por Autor, Dorn y Hanson se me antoja más convincente (y al mismo tiempo más alarmante) que la propuesta por anteriores investigadores. Cabe señalar sin embargo, que las conclusiones de los autores sobre las ganancias netas en bienestar del comercio con China me parecen mucho menos justificadas. Sin ir más lejos, sus cálculos se basan en el uso de una fórmula propuesto por Arkolakis, Costinot y Rodríguez-Clare en base a una serie de modelos que son inconsistentes con algunos de los resultados empíricos resaltados por Autor, Dorn y Hanson (como por ejemplo los efectos sobre el desempleo o el efecto asimétrico observado entre trabajadores cualificados y no cualificados). A pesar de estas limitaciones, no me cabe duda que en los próximos meses vamos a oír hablar (y mucho) de este interesante y polémico artículo.