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No es ideología, es ignorancia (III)

nadaesgratis“Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos, por hacer lo posible imposible”
(Bertrand Arthur William Russell)

El verano transcurre sin novedades importantes por lo que respecta al desarrollo de la crisis económica y con el Gobierno, en estado de hibernación, sin mostrar ninguna disposición a llevar a cabo un verdadero programa de recuperación económica. Hasta la fecha, lo que más ha agitado el debate económico en España ha sido la propuesta del FMI de apoyar la salida de la crisis en un pacto social que facilite una rebaja salarial del 10% en un periodo de dos años (que apareció aquí y que fue posteriormente avalada por Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, aquí). Desde principios de agosto, en los medios de comunicación y en la blogsfera, han proliferado los artículos con opiniones contrarias a esta recomendación.

Entre las reacciones más críticas cabe destacar dos. Una (la habitual, en el más puro “estilo paranoide”, según lo califica Raju Rajan) consiste en afirmar que los que apoyan ese tipo de propuestas lo hacen porque son malvados y quieren empobrecer a la población española. La otra sostiene que la propuesta del FMI no tiene fundamentos teóricos ni empíricos, ya que se ha formulado omitiendo algunas consideraciones que son muy relevantes en la situación actual de la economía española.

En esta entrada no se trata de defender un ajuste salarial como el que propone el FMI. De hecho, esta institución se equivoca cuando atribuye tanta importancia a esta medida y no a otras que también aparecen en su informe (como son la mejora de la dinámica del mercado de trabajo, aumentando la flexibilidad interna, reduciendo la dualidad y mejorando las políticas laborales activas; el apoyo al desapalancamiento del sector privado, modernizando el régimen de insolvencia; y la promoción de la competencia, reformando los mercados de productos y servicios). Siguiendo la tradición iniciada aquí y aquí, de lo que se trata es de señalar que muchos de los argumentos que se han utilizado para criticar la recomendación del FMI, repetidos una y otra vez sin ninguna duda ni el más mínimo recato, son falaces. Lo que sigue es una exposición, sin ánimo de exhaustividad, de tres de los más flagrantes:

“La propuesta del FMI no tiene en cuenta que una disminución salarial reduciría la renta disponible de las familias y, por tanto, el consumo. Así, daría lugar a una fuerte contracción de la demanda y del PIB y un aumento del desempleo”.

En realidad, el informe del FMI explica que su recomendación de ajuste salarial está basada en los resultados de simulaciones realizadas con uno de los modelos macroeconómicos de los que disponen sus servicios de estudios (The IMF Global Integrated Monetary and Fiscal Model, GIMF). Como no podía ser de otra manera, es un modelo de equilibrio general que, por tanto, tiene en cuenta, entre otras cosas, que los hogares deciden su consumo bajo una restricción presupuestaria en la que, obviamente, los ingresos laborales son uno de los componentes de la renta de las familias, y que el nivel de demanda agregada es el resultado de estas decisiones junto con las de inversión de las empresas, el saldo de la balanza comercial y la orientación de las políticas fiscal y monetaria. Según el modelo, la reducción salarial tiene un impacto positivo sobre el crecimiento económico y sobre el empleo porque, en primer lugar, la ganancia de competitividad de los productos domésticos, derivada de la caída de los costes de producción y de los precios, hace aumentar las exportaciones y la inversión y disminuir las importaciones y porque, en segundo lugar, la renta disponible de las familias no disminuye en la misma proporción que los salarios, puesto que el empleo aumenta. Así, según los cálculos del FMI, en 2016 la tasa de desempleo sería menor, en siete puntos porcentuales, que la que se observaría de no llevarse a cabo este ajuste salarial.

Como cualquiera de los resultados obtenidos mediante simulaciones, estos han de ser tomados con cautela. Puede que el FMI se haya equivocado en la elección de los supuestos y de los parámetros que subyacen a estos cálculos. Se puede aducir que otros modelos darían resultados diferentes. Pero lo que no es cierto es que haya omitido el impacto sobre el consumo y que haya errado por desconsiderar las condiciones de demanda agregada.

“La propuesta del FMI no tiene en cuenta que las familias españolas están muy endeudadas y, por tanto, que una caída de su renta dificultaría el necesario desapalancamiento, aumentaría la morosidad, y empeoraría la situación del sistema financiero”.

En realidad, cuando analiza los resultados de las simulaciones de los efectos del ajuste salarial el FMI presta una especial atención al comportamiento de la tasa de ahorro y destaca que es posible que, puesto que los precios disminuirían, el consumo y el ahorro de las familias aumenten, aún cuando su renta disponible no lo haga. También añade que, de no ser así, sería necesario recurrir a un estímulo fiscal temporal como, por ejemplo, una bajada de las cotizaciones de la Seguridad Social. Pero lo que resulta más paradójico es que se achaque al FMI desconsideración de la situación financiera de las familias españolas cuando un apartado destacado en su informe se refiere a la necesidad de ayudarlas a reducir su deuda de forma más rápida y eficiente, promoviendo la resolución de las deudas de las familias más endeudadas y financieramente responsables. Para ello, esta institución aboga por una reforma del régimen de insolvencia que, sin perjudicar la estabilidad financiera ni aminorar la disciplina crediticia, libere a las familias de sus deudas sin los incentivos negativos a participar en la economía formal (en línea con lo que Marco Celentani y Fernando Gómez proponían aquí).

“En España el empleo aumenta (disminuye) cuando los salarios aumentan (disminuyen). Por tanto, hay que descartar que una disminución de salarios pueda crear empleo. Además, ya han bajado mucho los salarios y no ha aumentado el empleo”.

Esta falsa afirmación pertenece a la categoría bastante frecuente de los argumentos que confunden asociación estadística y relación de causalidad. Es cierto que los salarios y el empleo tienden a moverse en la misma dirección a lo largo del ciclo económico. En una expansión económica los salarios y el empleo aumentan, aunque puede haber un cierto desfase entre ambas variables dependiendo de la naturaleza de la expansión (por ejemplo, ante un aumento de la productividad puede que el empleo disminuya en el corto plazo, como ha señalado Jordi Galí en algunos de sus trabajos más citados). En una recesión los salarios y el empleo tienden a disminuir. Sin embargo, de esta observación no cabe deducir que, dadas unas determinadas condiciones macroeconómicas, una reducción salarial produzca una disminución del empleo. Para establecer una relación de causalidad entre salarios y empleo y, así, cuantificar en qué medida la creación y la destrucción de empleo responde a cambios en los salarios, hay que analizar la asociación estadística entre ambas variables una vez que se controlan, al menos, “las perturbaciones fundamentales” que causan las fluctuaciones económicas, que es precisamente lo que trata de hacer el FMI con la ayuda de su modelo GIMF.

A aquellos familiarizados con las discusiones académicas formales y conocedores del funcionamiento de los servicios de estudios de organismos económicos, las apreciaciones anteriores les resultarán banales y superfluas. Sin embargo, en el debate sobre asuntos económicos que se transmite por los medios de comunicación las actitudes paranoides y las afirmaciones falaces siguen ganando aceptación. En las reacciones al informe del FMI han superado un nivel que parecía imposible de rebasar tras el alcanzado por las que se opusieron, también ferozmente, a la propuesta favorable al “contrato único” del comisario europeo de Asuntos Sociales, Empleo e Inclusión, László Andor. En ambos casos se han vituperado a los autores de las recomendaciones sin haber dedicado el más mínimo esfuerzo a entender sus razones. Y esto se hace amparándose en excusas ideológicas que, entre otras cosas, también sirven para anticipar los efectos de cualquier medida de política económica despreciando por completo el conocimiento teórico y empírico acumulado en la construcción de los modelos económicos al uso.

En realidad, no es ideología, es ignorancia. Y como también decía Bertrand Russell: “The whole problem with the world is that fools and fanatics are always so certain of themselves, and wiser people so full of doubts”.