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No es ideología, es ignorancia (I)

Dibujo

Hay una corriente de opinión que sostiene que las discrepancias entre economistas solo son el resultado de su división en campos ideológicos distintos. Es especialmente notoria, por ejemplo, en el debate sobre las causas de la crisis y las políticas económicas necesarias para salir de ella, donde se ha instalado una “policía de las ideas” que se siente capaz de detectar la conexión entre explicaciones y propuestas, por un lado, y posiciones ideológicas, por otro. Hay incluso una facción totalitaria de esa policía que, siguiendo una rancia tradición de abolengo hispánico, también presente en muchos otros ámbitos, identifica a aquellos economistas que, según ellos, han puesto sus conocimientos técnicos al servicio de los poderosos y de la industria financiera. Los miembros de la policía de las ideas y sus adláteres, por el contrario, creen estar, ellos sí, solo al servicio de los ciudadanos, independientemente de que sus puntos de vista sean acertados o erróneos.

En realidad, en el transcurso de los debates económicos se escuchan opiniones que, más allá de convicciones ideológicas confesadas o inconfesables, son manifiestamente erróneas. Aquí me limitaré a poner algunos ejemplos referidos a dos temas populares, pensiones y reforma laboral, que han aparecido de forma recurrente en este blog. Pero hay muchos más ejemplos y, si los editores de NeG lo tienen a bien, esto podría ser el comienzo de una hermosa… serie.

Asumo, con resignación, que no me libraré de que la policía de las ideas me catalogue como “neoliberal peligroso”. (Mi percepción es que todos los que no creáis que la lucha de clases y la conspiración del capital explican todo lo que pasa en este mundo y más allá, corréis el mismo riesgo). Para ponerlo fácil, confesaré que mis creencias ideológicas sobre Economía se reducen a pensar que i) el capitalismo y la economía de mercado componen un sistema económico que produce desigualdad social en exceso, pero que, por ahora, no se ha inventado ningún sistema alternativo mejor que proporcione aumentos del bienestar social mayores y mejor distribuidos, y que ii) el Estado puede y debe intervenir para mejorar los resultados económicos, pero que dicha intervención tiene que ser corregida y perfeccionada cuando su resultado no es ni un aumento de la eficiencia económica ni una mejora de la equidad social. Y aunque tengo otras creencias, a efectos de discutir cuestiones económicas, son tan irrelevantes como mis preferencias futbolísticas (que, por si a alguien les interesa, y a pesar de que nunca terceras temporadas fueron buenas, también las confesaré: madridista-facción mourinhista).

Por lo demás, me declaro totalmente dispuesto a ser convencido sobre cualquier cuestión económica, pero solo por argumentos lógicamente coherentes y evidencia empírica sólida, no por calificaciones o descalificaciones ideológicas. A W. Edward Deming se le atribuye la frase: “In God we trust, all others must bring data”. Yo, agnóstico insumiso (y esta es mi última confesión ideológica de hoy), creo que ni siquiera Dios está exento de mostrar datos, y que, además, no basta con mostrarlos, también hay que saber interpretarlos. Mi percepción es que, además, esta disposición es compartida con la inmensa mayoría de los colegas que frecuentan los círculos en los que la discusión sobre cuestiones económicas se realiza sobre bases estrictamente profesionales.

Es desafortunado que en lo relativo a cuestiones económicas, como a muchas otras, no siempre podamos encontrar respuestas incontrovertibles. “Todos somos ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”, dicen que dijo Albert Einstein. Aquí, unos tratan de superar su ignorancia buscando preguntas interesantes y respondiéndolas con argumentos lógicamente coherentes y con evidencia empírica rigurosamente analizada; otros no son conscientes de su propia ignorancia y solo recurren al victimismo y al totalitarismo ideológicos. A estos últimos habría que recordarles continuamente que lo suyo... no es ideología, es ignorancia.