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Incentivos y recursos para mejorar la salud en las escuelas (Chinas)

Primero una disculpa porque hace bastante que no he escrito. Mi excusa les cae bastante cerca: nuestro Antonio me encomendó la tarea de jefe de exámenes aquí en el departamento, y dicha tarea me ha tenido muy ocupado. Y que conste que no le echo la culpa a Antonio, sino a mi limitada capacidad de trabajo. Otro día escribiré sobre la (gran) diferencia que existe en el sistema de exámenes universitarios en España y en el Reino Unido (hay más economía en el asunto de lo que uno pensaría), pero antes me tengo que poner al día de los cambios que ha habido en España, que seguro que alguno ha habido desde que yo daba clases.

Hoy quería hablarles sobre uno de mis temas de investigación favoritos, y sobre el que he escrito en alguna otra ocasión (aquí, aquí, y aquí): los incentivos en salud. El artículo (“Can Bureaucrats Really Be Paid Like CEOs? Substitution Between Incentives and Resources Among School Administrators in China”), que pronto saldrá publicado, (versión documento de trabajo aquí) combina educación y salud, pues se trata de un experimento sobre incentivos para mejorar la salud en escuelas rurales de China. Una paréntesis para decir que desde hace ya algún tiempo, la asistencia al colegio de educación primaria es muy alta en países o zonas pobres, por lo que puede ser muy coste-efectivo intentar mejorar la salud interviniendo en las escuelas: tienes a muchos niños juntos por lo que los costes de acceso son limitados. Por ejemplo, este estudio que ha sido uno de los artículos más influyentes en la Economía del Desarrollo (y que no ha estado libre de polémica) muestra que distribuir medicinas en las escuelas rurales de Kenya para desparasitar a los niños de lombrices ha tenido efectos a largo plazo en la educación y oferta de trabajo de los niños cuando han llegado a adultos (quien esté interesado en la polémica, puede empezar, pero no acabar, por aquí). Las intervenciones para mejorar la salud en las escuelas también son populares en nuestro entorno. Véase, por ejemplo, la entrada reciente de Toni Mora y Beatriz Valcárcel sobre una intervención para mejorar los hábitos alimenticios en escuelas de Barcelona.

Sobre el trabajo en China, mis co-autores (Renfu Luo, Grant Miller, Scott Rozelle, Sean Sylvia) y yo analizamos un experimento en el que 170 escuelas fueron aletoriamente asignadas a dos tipos de tratamiento. Un tipo de tratamiento es si el director de la escuela recibe un incentivo monetario considerable para disminuir la anemia entre los niños del colegio, o un incentivo pequeño, o ningún incentivo. Otro tipo de tratamiento es si la escuela recibe una subida pequeña o una subida mayor en su presupuesto. Se trata de un diseño de 3x2.

Distribución de escuelas según el tratamiento al que fue asignada aleatoriamente
  Sin Incentivo Incentivo Pequeño Incentivo Considerable
Subida menor de presupuesto 32 escuelas 20 escuelas 33 escuelas
Subida mayor de presupuesto 33 escuelas 20 escuelas 32 escuelas

Para darles una idea, la subida pequeña en el presupuesto era suficiente para comprar suplementos de hierro para todos los niños, y la subida mayor era equivalente a comprar 60 gramos de carne para cada niño de la escuela tres días a la semana. Cabe decir que los directores de la escuela eran libre de gastarse en dinero de otras formas (siempre que se lo gastaran en la escuela), y de hecho se gastaron un porcentaje importante en cosas que no tienen que ver con la nutrición o la salud. En cuantos al incentivo, con la reducción de anemia que nosotros esperábamos, el director de la escuela podría aumentar su salario en un 15% con el incentivo considerable, y en un 1.5% con el incentivo pequeño.

Pues bien, ¿cuáles fueron los resultados tras 9 meses de experimento? Empecemos por el incentivo pequeño. En media no funcionó, es decir, no afectó a la tasa de niños con anemia. Pero en línea con lo que predice algunas teorías del comportamiento (por ejemplo, véase este artículo de nuestro Pedro), tuvo un efecto adverso en aquellos directores de escuelas que tenían unas preferencias más sociales. Lección: tener cuidado con los incentivos muy pequeños, pueden tener efectos adversos.

Qué pasó con el presupuesto y con el incentivo considerable. Si partimos de la situación (incentivo nulo – subida menor de presupuesto), y subimos el presupuesto entonces la tasa de anemia (entre los niños que eran anémicos al comienzo del experimento) se reduce en un 40% gracias a subir el presupuesto. La misma reducción se consiguió partiendo de la situación (incentivo nulo – subida menor de presupuesto) y subiendo el incentivo hasta llegar al nivel del incentivo considerable. Tanto la subida de presupuesto como la subida del incentivo funcionaron, y además lo hicieron en magnitudes muy similares. El incentivo costó mucho menos que el presupuesto adicional, así que en este caso el incentivo fue más coste-efectivo. Pero hay que tener cuidado y no generalizar. Solo podemos decir lo que pasó con los contratos analizados, y no podemos hacer generalizaciones del tipo de “incentivos son más coste-efectivos que subidas presupuestarias.” Por ejemplo, no sabemos que hubiera pasado si la subida en el presupuesto no hubiese sido tan grande. Quizás hubiéramos obtenido la misma reducción en la tasa de anemia. Por lo tanto, nuestra lección ha de ser comedida: se pueden diseñar subidas presupuestarias e incentivos monetarios a directores de escuela que reduzcan la anemia.

Un resultado muy interesante, y que no esperábamos, es que los directores de escuela que estaban incentivados diseñaron estrategias para que los padres también se involucraran en la mejora de la nutrición de sus niños: dieron charlas y organizaban reuniones donde hablaban a los padres sobre la importancia de la nutrición, y como podían mejorarla. De hecho, obtenemos el resultado que la dieta en el hogar mejora. Tiene todo el sentido: el director de la escuela quiere evitar el problema que los padres alimenten peor a los niños en el hogar porque están siendo mejor alimentados en el colegio. Este tipo de comportamiento de los padres disminuiría la mejora en la tasa de anemia, y por lo tanto el incentivo que el director de la escuela pueda ganar. Por lo tanto, es racional que el director de la escuela intente que no pase. Nótese que uno no esperaría ese comportamiento si el incentivo fuera por insumos (por ejemplo, por cantidad de carne que se le de a los niños).

Por último, llegamos a lo que más nos interesaba del experimento, que era si la subida de presupuesto y los incentivos son substitutos o complementarios. Cabría pensar que si tienen más recursos, y están bien incentivados, vayan a poder hacer cosas fabulosas para reducir la tasa de anemia. Pero nada de nada, la ley de rendimientos decrecientes es muy poderosa, y hubo una substitución muy fuerte entre recursos adicionales e incentivos, tanto que no hay diferencias estadísticamente significativas en la reducción de la tasa de anemia que se consigue con el mayor presupuesto y el incentivo considerable juntos, con la reducción que se consigue con cada uno por separado. Lección: no siempre más es mejor.