“Hacerse la buena esposa” o el peso de las normas sociales

Como cada verano, he impartido este mes el curso de Economía de Género en la Escuela de Verano de la Barcelona Graduate School of Economics. Durante una semana y con dos docenas de asistentes internacionales, discutimos sobre brechas de género en el mercado de trabajo y los factores que pueden explicar tanto la convergencia histórica como la persistencia de diferencias importantes en la actualidad. Organizo las clases en torno a los factores principales que se han explorado en la literatura económica. ¿Por qué siguen las mujeres ganando de media menos que los hombres? Podría deberse a diferencias en productividad, a diferencias en preferencias (por ejemplo, elección de distintas ocupaciones o de trabajos con distintas condiciones), o a la existencia de discriminación.

Existe sin embargo una literatura reciente que no acaba de encajar en ninguna de estas grandes explicaciones, y es la que destaca el papel potencialmente importante de las “normas sociales”, que pueden hacer que las personas elijan acciones que se corresponden con lo “socialmente esperable” para la categoría a la que pertenecen (por ejemplo, hombre o mujer), porque desviarse de esos comportamientos pueda implicar costes importantes.

¿Cómo confirmar o refutar esta posibilidad? ¿Cómo distinguir entre preferencias personales y prescripciones sociales o culturales? Supongamos que comparamos a mujeres y hombres con formación y capacidades similares, y que las mujeres de media tienen menos ambiciones profesionales que los hombres, eligen trabajos menos exigentes, y dedican más tiempo a cuidar de sus hijos. ¿Cómo detectar un posible papel de las “normas sociales”, más allá de las preferencias individuales?

Un trabajo reciente de Leonardo Buszstyn, Thomas Fujiwara y Amanda Pallais (aquí) trata de acercarse a esta pregunta. Recogen datos de estudiantes de MBA de una prestigiosa universidad norteamericana, hombres y mujeres para los que observan sus calificaciones en distintos exámenes, trabajos y asignaciones escritas, y también sus notas de participación en clase. Primero comparan mujeres y hombres solteros y casados, y no encuentran diferencias entre los cuatro grupos (hombres solteros y casados, mujeres solteras y casadas) en la nota media en los exámenes, ni en las asignaciones y trabajos escritos. Sin embargo, las mujeres solteras participan en clase menos que los demás grupos. Los autores sospechan que quizá estas mujeres, de media tan capacitadas como el resto de sus compañeros, no quieren señalar competencia o ambición profesional cuando sus compañeros (y parejas potenciales) las observan.

Para explorar esta posibilidad en mayor profundidad, realizan una encuesta sobre las ambiciones profesionales de los estudiantes. A algunos se les dice que sus respuestas son anónimas. A otros (seleccionados aleatoriamente), que sus respuestas serán observadas por sus compañeros. Se les pregunta por su futuro profesional una vez terminados los estudios: su salario deseado, así como su disponibilidad para viajar y para trabajar muchas horas. No encuentran diferencias entre los dos grupos (respuestas anónimas versus públicas) para hombres solteros ni casados, ni para mujeres casadas. Sin embargo, las mujeres solteras, cuando saben que sus respuestas serán observadas por sus compañeros, expresan salarios deseados más bajos, y una menor disponibilidad para viajar y trabajar muchas horas.

En la figura que reproduzco abajo, se puede ver que el salario "deseado" de las mujeres solteras es un 14% inferior cuando la información es pública, comparado con cuando es anónima. Los autores interpretan que estas mujeres se “hacen la buena esposa” cuando se saben observadas, como si señalar ambición profesional fuera un rasgo no deseado para sus parejas potenciales.

Esto parece sugerir que una posible razón por la que las mujeres puedan ser menos ambiciosas en el mercado laboral sea que la ambición, que puede tener retornos profesionales y monetarios positivos directos, puede tener para las mujeres costes indirectos en el plano personal, o al menos así lo perciben ellas. Los resultados también sugieren que las preferencias no parecen ser muy diferentes entre hombres y mujeres en general, pero que las mujeres (solteras) “esconden” sus aspiraciones profesionales.

¿Existe alguna evidencia directa de estos posibles costes personales de la ambición profesional? ¿Hacen bien estas mujeres en disimular sus aspiraciones? En esta entrada anterior, Santi nos contaba un trabajo con datos de Suecia donde se demuestra que cuando una mujer accede a un cargo de alto prestigio y responsabilidad, como una alcaldía o un puesto en el consejo de administración de una empresa, su probabilidad de divorcio aumenta considerablemente, cosa que no ocurre con los hombres que acceden a cargos similares. Este trabajo de Bertrand y coautoras también sugiere que las parejas en las que la mujer gana más que el marido tienen una mayor probabilidad de divorcio.

¿Qué concluir de estos resultados tan deprimentes? De cara a la investigación, parece que las brechas de género que persisten en el mercado laboral pueden tener su origen no sólo en las explicaciones tradicionales de diferencias en productividad o preferencias o en la existencia de discriminación, sino en factores culturales que penalizan el éxito laboral entre las mujeres en el plano personal. De cara a conclusiones prácticas, sigue siendo relevante el consejo de Manolo Arellano (y Manuel Bagués) en esta entrada: la importancia de elegir bien a la pareja, en particular para las mujeres, de modo que no sea necesario elegir entre el éxito profesional y el familiar.

Me atrevo a concluir con una reflexión personal: quizá todos, hombres y mujeres, podemos hacer un esfuerzo para reducir el impacto de las normas sociales, de modo que cada individuo pueda ser más libre para seguir sus inclinaciones, perseguir sus ambiciones, y respetar sus preferencias personales y las de los demás. Que, por ejemplo, los padres que pidan excedencia para cuidar de sus hijos porque así lo deseen no se sientan “mal vistos” en su empresa o entre sus amigos, y las mujeres que deseen continuar con su carrera profesional después de tener hijos puedan contar con el apoyo de su pareja y de la sociedad.

Hay 16 comentarios
  • Hola. Quería plantear una reflexión.

    Idea 1: Los abogados suelen decir que normalmente son las mujeres las que inician el proceso de divorcio. Pero tal y como se plantea el artículo parece que este fuera una especie de castigo que reciben las mujeres por su conducta social.

    Idea 2: Las mujeres no SUELEN emparejarse "hacia abajo" es decir, prefieren emparejarse con un varón de situación igual o superior (igual o más alto, igual o más mayor, con iguales o mayores ingresos y jamás con un parado, con igual o superior posición social etc.)

    Corolario: ¿y si son las mujeres con altos ingresos las que deciden que no tienen por qué aguantar tonterías del pintamonas de turno y se divorcian sin más en cuanto este no cumple sus expectativas?

    Personalmente creo que se dan simultáneamente la situación de que los hombres prefieren a "la buena esposa" que "da menos problemas" y que las mujeres con mejor situación económica tienen menos incentivos para aguantarnos, pero dado que la voz cantante en las relaciones de pareja siempre la han tenido, la tienen y la tendrán las mujeres, la parte del león a la hora de ver responsabilidades en este asunto creo que la tienen ellas. Aunque reconozco que esta idea me resulta cómoda porque refuerza mis prejuicios. Un saludo.

  • En 'la mente de los justos' Jonathan Haidt explica como nuestra mente tomas las decisiones mayoritariamente de forma intuitiva y luego simplemente las justifica racionalmente. Estamos programados evolutivamente para ello.
    Racionalmente podemos influir en las decisiones, pero mucho menos de lo que se pensaba y mucho menos de lo que nos creemos.

    Mas alla del tema de las normas sociales o del tipico "es que somos diferentes" puede haber otros aspectos. Una gran parte de las decisiones que creemos que tomamos conscientemente en realidad van en piloto automatico. Mucho mas de lo que se creia.

  • Quien haya estudiado Economía NEOCLASICA aprendió pronto la importancia de tomar buenas decisiones y las consecuencias de equivocarse, de no haber evaluado bien beneficios y costos. Esto vale para todas las decisiones, y mucho más para todas aquellas que tienen consecuencias que no son reversibles o solo pueden revertirse a un costo alto. Esto vale para todos los humanos, cualquiera sea su personalidad e identidad. Si uno estudió Econ Neo hace 60 años atrás y pronto aprendió la lección básica, a lo largo de su vida aprenderá lo difícil que es tomar buenas decisiones (al extremo de pensar que el objetivo de una buena educación familiar y escolar es formar adultos capaces de tomar buenas decisiones).

    Si además estudió Derecho con grandes maestros pronto aprendió la importancia de las normas sociales (sentido amplio, incluyendo normas jurídicas) aplicables a todos y que no pueden ignorarse en las decisiones individuales. A veces uno se pregunta por qué cumplir las obligaciones que las normas imponen, y si la respuesta no nos satisface tendremos que decidir si la cumplimos o aceptamos las consecuencias de no hacerlo. Cuando no nos gustan varias normas sociales, nos planteamos otras reacciones --votamos con los pies, nos indignamos y rebelamos, rezamos para que los demás cambien-- pero ojo porque quizás los equivocados somos nosotros: las normas con largas historias no garantizan los resultados que deseamos, "ni aquí ni en la Quebrada del Ají".

  • Interesantísima entrada, ¡una de esas en las que se aprende muchísimo! Gracias por tu trabajo.

  • Por todos es sabido que, a diferencia del hombre, la mujer no solo tiene en cuenta el aspecto físico de la pareja, sino que hace una valoración global del varón fijándose también en los ingresos, el nivel cultural, la disposición a complacer y el esfuerzo.

    En el trabajo se nos presentan las preferencias de unos individuos de potenciales altos ingresos por lo que pasarán a formar parte de la cúspide de la escala salarial. Si entre las preferencias de las mujeres está la de escoger varones con salarios altos y siendo los de su círculo de estudios, los más altos a los que van a poder elegir, ¿no es comprensible que "destaquen" por su baja ambición dado a que tienen muy pocas posibilidades de poder emparejarse con alguien con mas ingresos que ellas a no ser que se casen con un deportista de élite?

    Hay trabajos que muestran que los hombres están más dispuestos que las mujeres a que su pareja tenga mayores ingresos, de la misma manera que hay más varones aceptarían que su pareja fuese más alta a diferencia de las mujeres. De esta manera, ¿y si el principal precursor del mantenimiento de estas normas sociales fuesen las mujeres?

    • Soy mujer, pero sospecho que muchos varones se sentirán ofendidos por esta afirmación: “Por todos es sabido que, a diferencia del hombre, la mujer no solo tiene en cuenta el aspecto físico de la pareja [...]”
      En cuanto al último párrafo, supongo que lo que quiere decir es que los hombres están más dispuestos que las mujeres a aceptar que en su matrimonio ella sea más alta que él o gane más. Interesante. Podrías dar alguna referencia de los estudios que han demostrado eso, por favor?

        • Gracias por las reflexiones Juan Francisco. Como Irene, no estoy de acuerdo con tu afirmación de que "el hombre sólo tiene en cuenta el aspecto físico de la pareja".

          Tampoco estoy de acuerdo en que "los hombres estén más dispuestos que las mujeres a que su pareja tenga mayores ingresos".

          Sí creo que es una pregunta interesante la de tratar de identificar los "principales precursores de las normas sociales", aunque no sé si te refieres a los "convencidos" (individuos cuyas preferencias personales coinciden con la "norma"), o a aquellos que la siguen en su comportamiento porque las desviaciones le resulten más costosas (el "estigma social" les duela más). Ambos grupos son interesantes, así como saber la proporción de hombres y mujeres en cada uno.

          • La sociedad en la que vivimos la han construido hombres y mujeres. Sigo viendo a mi alrededor mujeres que libremente deciden priorizar tiempo familiar frente al aspecto laboral. Las razones muy variadas, desde la comodidad a la influencia de sus madres y padres, que aunque no comparto respeto.
            Seremos más dueñas de nosotras mismas cuánta más autonomía tengamos y aún nos queda camino para delegar ciertas tareas en nuestras parejas.
            Aún así creo que estamos en el camino y me niego a sentirme víctima de nada ni de nadie.

          • Libertad, en ningún momento he escrito "el hombre sólo tiene en cuenta el aspecto físico de la pareja". El hombre a diferencia de la mujer tiene mucho más en cuenta el aspecto físico, desdeñando en mayor medida que la mujer una visión global de la pareja.

            Con respecto a lo segundo, creo que hace falta mucha investigación al respecto. Ahí está el meollo de la cuestión, dilucidar por qué determinados agentes reproducen las desigualdades sociales o se pliegan a los convencionalismos. Sería interesante que abordaseis el tema desde un punto de visto más amplio consultando a sociólogos, psicólogos y antropólogos. El día que lo hagáis, creo que se armará la marimorena. Y digo esto por las reacciones que causó el artículo de Víctor Lapuente acerca de Por qué los hombres violamos.

  • Libertad, aunque lamento que no haya publicado el comentario con lectura recomendada que envié el mismo miércoles 17, ahora le recomiendo la lectura de este artículo recién publicado

    https://www.apa.org/pubs/journals/releases/amp-amp0000494.pdf

    El artículo permite reflexionar --una vez más-- sobre ventajas absolutas y comparativas, algo que por sí mismo debiera ser de gran interés para todos los economistas, sin importar género.

  • Hola Libertad,

    Interpreto los resultados como que las mujeres ocultan su verdadera ambición cuando sus respuestas son públicas y ellas son solteras.

    Sin embargo, a efectos de brecha salarial lo importante sería que esas mujeres luego aceptaran trabajos en esas condiciones. Tienen los autores datos de esto? Lo digo porque entiendo que es una posibilidad que reporten que quieren salarios inferiores en público pero luego efectivamente rechazaran ofertas por esas condiciones en privado. Tiene sentido pensar que pueden hacerlo si no se corresponden con sus ambiciones reales.

    Un saludo.

    • Hola Guille, gracias por tu comentario. Sobre lo que dices, los datos que recogen en el paper sobre preferencias proceden del primer encuentro que tienen los estudiantes del MBA con el "career counselor" del programa. Sus preferencias declaradas se usan para encontrar trabajo, como "summer internships" durante el programa, y por tanto hay "real stakes", no es sólo hablar por hablar. Por ejemplo, si dicen que no quieren viajar mucho, o que no quieren trabajar muchas horas, esto afectará al tipo de ofertas de trabajo a los que se les recomendará. Creo que esto responde en parte a tu pregunta.

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