El (largo, tortuoso y entretenido) making-of de un artículo de investigación

coauthors De Libertad González y Pedro Rey Biel (@pedroreybiel)

Esta semana uno de nosotros participará en un curso obligatorio sobre metodología de investigación en el Máster de Economía de su departamento. Los organizadores pidieron a varios profesores que explicaran en dos sesiones la "historia" de un par de artículos de investigación propios, desde su concepción hasta su publicación. A riesgo de parecer que nos miramos demasiado el ombligo (ya que no es la primera vez que les hablamos del día a día de la investigación, por ejemplo aquí, aquí, aquí o aquí), hemos pensado que el tema podía interesar también a los lectores del blog, tanto si son doctorandos en economía u otras disciplinas, como si son personas de fuera del entorno académico que quizá sientan curiosidad por el proceso de publicación en revistas científicas. Así que les vamos a contar algunos de esos secretos que el lector de un artículo nunca conoce, aunque quizá intuya, y que los autores sufren durante meses y, muchas veces, años.

Lo primero que deben saber es que el proceso es (innecesariamente) largo. Entre que a uno se le ocurre una idea hasta el día que felizmente recibe las pruebas de imprenta rara vez pasan menos de cinco años.... y aún unos cuántos meses más hasta que el artículo finalmente aparece publicado en una revista. Entre medias, no sólo hay investigación pura, sino revisiones de la literatura para asegurarse que la misma idea no se les ocurrió a otros, múltiples presentaciones en seminarios y conferencias donde se reciben bastantes palos y se teme porque otros no se "inspiren" demasiado con las ideas propias, cariñosas peleas con coautores que o no cumplen los plazos o tienen opiniones divergentes, múltiples rondas de revisiones del texto intentando adaptarse a las (no siempre) razonables demandas del editor y de los evaluadores (que siendo anónimos suelen dejarse ver porque le "recomiendan" a uno que cite sus tropecientos artículos que poco tienen que ver con el tema) y, sobre todo, largos meses de espera durante a los que a algunos nos da un vuelco el corazón cada vez que recibimos una posible notificación por email de que se ha tomado una decisión sobre nuestro artículo. Hace unos años, cuando las evaluaciones venían por correo ordinario en sobres de tipo "avión" (con rayas azules y rojas), todo era aún más emocionante... y lento. En fin,...¡qué les vamos a contar!, una delicia.

Dado lo duro que puede resultar el proceso y lo incierto del mismo, es fundamental recordar que es verdaderamente un privilegio (esta vez sin ironía) investigar en lo que a uno le interesa y le convence y, especialmente, que es fundamental tener múltiples artículos en diversos estados de elaboración para asegurarse que van saliendo publicaciones. Por eso es tan importante no ponerse a trabajar en una idea a no ser que uno crea que realmente merece la pena y va a tener el tesón de llevarla hasta el final. Elegir bien los proyectos de investigación es un arte. Libertad tiene unos diez proyectos "activos" en su libreta. Pedro, ni siquiera se atreve a contarlos. Esperamos en todo caso, que merezcan el tiempo que les estamos dedicando.

Tener numerosos proyectos es aún más importante si uno es un investigador joven en una buena universidad donde para poder tener una plaza (más o menos estable) será evaluado a los cinco o seis años de obtener el doctorado, para lo que se le exigirá un mínimo de tres o cuatro publicaciones prestigiosas. A nosotros ya se nos ha pasado un poco el arroz y ya fuimos evaluados en su momento, pero tampoco uno se relaja demasiado puesto que, con la (relativa) estabilidad laboral, se nos ocurren nuevas ideas, más que al contrario.

Debido a este nivel de exigencia, uno suele comenzar enviando su artículo a una revista mejor clasificada en los rankings que la revista en la que finalmente aparece publicado. A veces si nos pasamos de modestos o acertamos muy bien el tiro, hemos conseguido publicar en nuestra primera opción, pero la mayoría de las veces el proceso se vuelve frustrante porque, incluso después de varias rondas de evaluaciones en una revista, recibimos un rechazo final, lo que supone empezar de cero en una nueva revista. Y no siempre los comentarios previos del editor de una revista son muy útiles para una nueva.

Con los evaluadores anónimos, la historia ya es de traca. Aunque la mayoría hace un esfuerzo encomiable, sincero y gratuito por ayudar al editor a tomar una decisión, bajo el manto del anonimato también se esconde algún psicópata que otro, que se toma sus venganzas personales. Por ejemplo, uno de nosotros no olvidará  las ocho rondas de evaluación que tuvo que esperar cambiando, literalmente, algunas comas (lo que retrasó el proceso varios meses), porque uno de los evaluadores tenía un artículo similar en proceso de intentar publicarlo en otra revista, y por ello no quería que el nuestro apareciera antes. Ni que decir tiene que nuestro artículo fue aceptado al día siguiente de que el del que sospechamos era el evaluador, fuera aceptado. Por eso precisamente es tan importante la labor de los editores escogiendo evaluadores expertos en el tema pero sin ningún tipo de conflictos de interés, ni para bien ni para mal.

Elegir bien a los coautores es otro tema del que podríamos hablar largo y tendido: es algo delicado, pero también de las cosas con las que si se acierta uno puede disfrutar más. Para ello es importante encontrar complementariedades entre las habilidades de los autores, personas cuyos incentivos profesionales, plazos y grados de responsabilidad sean compatibles. La coautoría entre gente con grandes diferencias de estatus suele ser más tranquila, pero también más jerárquica. Cuando se encuentra un coautor con el que realmente se disfruta trabajando, sin tonterías de egos, se debe conservarlo como un tesoro, porque en esta profesión en la que todos fuimos de los más listos de nuestra clase en el colegio (y posiblemente nos llevamos más de una colleja) y hay tanto en juego, es crucial cultivar relaciones laborales sanas, agradables y productivas. Siempre existe la opción de trabajar solo...¡pero es mucho más aburrido!

Así que, ánimo y al toro. Mucha suerte (y paciencia) a todos los que anden intentando publicar, sobre todo a los que estén empezando. Quizá tarde más delo que quisiera, quizá le mareen los editores, quizá se tire alguna vez de los pelos con los coautores... pero les aseguramos que entretenidos van a estar.